Las nuevas revelaciones de Hersh y cómo ocultar la verdad
Un gran periodista, Jonathan Cook, escribe sobre lo que otro gran periodista, Seymour Hersh, ha desvelado: que
Trump atacó Siria sin pruebas de sus acusaciones
Jonathan Cook
Diferencias
4 de Julio de 2017
El veterano periodista de investigación Seymour Hersh, el hombre que expuso la masacre de
My Lai en la guerra de Vietnam y los abusos que cometieron las tropas
estadounidenses con los presos iraquíes en la cárcel de Abu Graib en 2004, es
probablemente el periodista más influyente de la era moderna, con la posible
excepción de Bob Woodward y Carl Bernstein, la pareja que nos contó el Watergate.
Durante décadas, Hersh ha aprovechado sus amplios contactos en el seno del aparato de
seguridad de EEUU para contarnos historias ocultas tras las versiones
oficiales, desvelar hechos que han solido ser profundamente incómodos para
quienes estaban en el poder y explotaban las beneficiosas narrativas de cuentos
de hadas a un público que esperaban que las aceptara pasivamente como noticias
veraces. Su estatura entre los periodistas ha sido tal que, en un mar de
desinformación de los medios corporativos, él disfrutaba de una pequeña isla de
libertad en el elitista, pero influyente, THE NEW YORKER.
Paradójicamente, a lo largo de la última década, a medida que las redes sociales han creado una
plataforma de difusión de la información más democrática, los medios
corporativos se han vuelto más temerosos de una figura verdaderamente
independiente como Hersh. El alcance potencial de sus historias podía ahora ser
enormemente magnificado por las redes sociales. En consecuencia, ha sido cada
vez más marginado y su trabajo, denigrado. Negándole la credibilidad de un gran
medio “respetable”, ha podido ser despreciado por primera vez en su carrera
como un chiflado y un charlatán. Un proveedor de noticias falsas.
A pesar de tener que luchar para encontrar un medio que publicara su reciente
trabajo, ha seguido examinando la política exterior occidental, esta vez en
relación con Siria. La narrativa occidental oficial ha pintado un cuadro de un
presidente sirio psicótico, Bashar Asad, del que se supone que es tan irracional
y autodestructivo que, de forma intermitente, usa armas químicas contra su
propio pueblo. Lo hace no solo sin ningún propósito evidente, sino en momentos
en que esos ataques causarán probablemente a su régimen un daño indescriptible.
Cabe destacar, por ejemplo, dos ataques con gas sarín que supuestamente lanzó
Asad cuando estaba haciendo importantes avances diplomáticos y militares, y
cuando los extremistas islámicos de Al Qaeda e ISIS — sus principales
enemigos — estaban a la defensiva y necesitaban desesperadamente una
intervención externa.
Monstruos peligrosos
Las investigaciones de Hersh no solo han socavado las afirmaciones gratuitas que Occidente está promoviendo para
desestabilizar al gobierno de Asad, sino que han amenazado la política de EEUU
dirigida a “rehacer Oriente Medio”. Su trabajo ha desafiado el consenso
político y mediático que retrata a Vladimir Putin, el principal aliado de Asad
contra las fuerzas islámicas extremistas que combaten en Siria, como otro
peligroso monstruo que Occidente necesita meter en vereda.
Por todas estas razones, Hersh se ha encontrado cada vez con menos amigos. El NEW
YORKER rechazó publicar sus investigaciones sobre Siria. Así que tuvo que
cruzar el Atlántico para encontrar un hogar en la prestigiosa, pero mucho menos
influyente, LONDON REVIEW OF BOOKS.
En 2013, sus contactos en los aparatos de seguridad e inteligencia le informaron
de que la idea de que Asad había ordenado el uso de gas sarín en Guta, en las
afueras de Damasco, no pudo ser probada. James Clapper, director nacional de
inteligencia de Barack Obama, tuvo que reconocer en privado que la culpabilidad
de Asad no era tan fácil de demostrar, a pesar de que los medios lo presentaron
ampliamente como algo indiscutible. El trabajo de Hersh ayudó a frustrar los
planes que había en esos momentos para derrocar al gobierno sirio mediante una
intervención militar occidental.
Su última investigación cuestiona que Asad fuera el responsable de otro supuesto
ataque con armas químicas, el que tuvo lugar en abril en Jan Sheijún. Una vez
más, se construyó rápidamente una narrativa occidental aceptada por todos
después de que las redes sociales mostraran decenas de sirios muertos,
aparentemente tras una bomba arrojada por la aviación del régimen. Por primera
vez en su presidencia, Donald Trump recibió elogios de costa a costa por haber
lanzado, en respuesta, un ataque militar contra Siria, a pesar de que, como
documenta Hersh, no tenía prueba alguna contra Asad, y de que suponía una grave
violación del derecho internacional.
La nueva investigación de Hersh fue pagada por la LONDON REVIEW OF BOOKS, que se
negó a publicarla. Esto es casi tan inquietante como los hechos en cuestión.
Se está produciendo un apagón de los medios de comunicación tan generalizado que
hasta la LONDON REVIEW OF BOOKS (LRB) se asustó. La historia de Hersh apareció
ayer en una publicación alemana, WELT AM SONNTAG. Es un periódico que ha
recibido varios galardones y no es menos serio que THE NEW YORKER o la LRB.
Pero es significativo que Hersh se vea obligado a publicar cada vez más lejos
de los centros de poder informativos, cuya desinformación este periodista está desafiando.
Imagínense lo eficaces que Woodward y Bernstein habrían sido en acabar con la presidencia
de Richard Nixon si solo hubieran podido publicar sus investigaciones sobre
el Watergate en medios franceses. Esta es la situación a la que
hemos llegado ahora con el trabajo de Hersh para someter a la prueba de los
hechos las afirmaciones de Occidente sobre Siria.
Cooperación ruso-norteamericana
En cuanto a la sustancia de la investigación de Hersh, ha descubierto que Trump
lanzó 50 misiles Tomahawk contra una base aérea
siria en abril “a pesar de que había sido advertido por los servicios de
inteligencia de EEUU de que no se habían encontrado pruebas de que los sirios
hubieran utilizado armas químicas”.
De hecho, Hersh revela que, contrariamente a lo afirmado por la narrativa popular,
el ataque sirio contra un lugar de reunión de los yihadistas en Jan Sheijún el
4 de abril estuvo estrechamente coordinado de antemano con los servicios de
inteligencia rusos y estadounidenses. Washington estaba perfectamente informado
de lo que pasaría y supervisó los hechos.
Las fuentes de Hersh en los servicios de inteligencia señalan que estos contactos
se produjeron por dos razones. Primera, porque hay un proceso conocido como
“descongestión”, puesto en marcha para evitar colisiones o enfrentamientos
accidentales entre los ejércitos ruso, estadounidense y sirio, especialmente en
el caso de sus jets supersónicos. Así, pues,
los rusos dieron de antemano a los servicios de inteligencia estadounidenses
información precisa sobre el ataque. Pero en este caso, los contactos también
se produjeron porque los rusos querían advertir a EEUU para que mantuvieran
alejado del lugar de los hechos a un espía de la CIA que se había infiltrado en
el grupo yihadista.
“Esto no fue un ataque con armas químicas”, dijo a Hersh un destacado asesor de los
servicios de inteligencia estadounidenses. “Eso es un cuento de hadas. Si
hubiera sido así, todos los implicados en el transporte, carga y disparo de las
armas químicas […] llevarían ropa de protección Hazmat, por si acaso se
produjera alguna fuga. Habría muy pocas posibilidades de sobrevivir sin ese equipo”.
Según los servicios de inteligencia de EEUU, informa Hersh, la fuerza aérea siria
atacó el lugar utilizando una gran bomba convencional suministrada por los
rusos. Pero si Asad no utilizó armas químicas, ¿por qué aparentemente murieron
tantas personas en Jan Sheijún por inhalación de gases tóxicos?
Los servicios de inteligencia estadounidenses creen, dice Hersh, que la bomba
provocó explosiones inducidas en un almacén existente en el sótano del edificio
que contenía gas propano, fertilizantes, insecticidas, así como “cohetes, armas
y municiones […] descontaminadores de cloro para la limpieza de cuerpos antes
de ser enterrados”. Estas explosiones crearon una nube tóxica que quedó
atrapada al nivel del suelo debido a la densidad del aire de las primeras horas
de la mañana.
Personal de Médicos Sin Fronteras trataron a afectados que “olían a lejía, sugiriendo
que habían estado expuestos al cloro”. El gas sarín es inodoro.
Hersh concluye que las “evidencias sugerían que hubo más de un producto químico
responsable de los síntomas observados, lo que no habría sido el caso si la
fuerza aérea siria — como insisten los activistas de la oposición — hubiera
arrojado una bomba con gas sarín, que carece de poder de percusión e ignición
para provocar explosiones secundarias. La variedad de síntomas percibidos es
consistente con la difusión de una mezcla de productos químicos, incluyendo
cloro y organofosfatos utilizados en muchos fertilizantes, que pueden causar
efectos neurotóxicos similares a los del gas sarín”.
Suicidio político
La principal fuente de información de Hersh en los servicios de inteligencia
proporciona un detalle contextual que no escucharemos en boca de ningún medio corporativo.
“Lo que no se les ocurre pensar a la mayoría de los estadounidenses es que si
hubiera habido un ataque sirio con gas nervioso autorizado por Bashar [Asad],
los rusos habrían estado muchísimo más preocupados que cualquier otra persona
en Occidente. La estrategia de Rusia contra el ISIS, que pasa por tener la
colaboración de EEUU, se habría ido al traste y Bashar habría irritado a los
rusos, con consecuencias impredecibles para él. ¿Haría eso Bashar? ¿Lo haría
cuando está a punto de ganar la guerra? ¿Me estás tomando el pelo?”.
Cuando los funcionarios de la seguridad nacional que estaban planeando la “represalia”
de Trump preguntaron a la CIA qué sabían de los acontecimientos de Jan Sheijún,
según la fuente de información de Hersh, la agencia les dijo que “no había gas
sarín en Sheyrat [el aeródromo del que habían despegado los aviones sirios que
atacaron en Jan Sheijún] y que Asad no tenía motivos para suicidarse políticamente”.
La fuente sigue diciendo: “Nadie conocía la procedencia de las fotografías [de las
víctimas del ataque]. No sabíamos quiénes eran los niños o cómo resultaron
heridos. El gas sarín es, en realidad, muy fácil de detectar porque penetra la
pintura y todo lo que hay que hacer es conseguir una muestra de pintura.
Supimos que hubo una nube [tóxica] y que lastimó a la gente. Pero con eso no se
puede tener la certeza de que Asad había ocultado a la ONU el gas sarín porque
quería utilizarlo en Jan Sheijún”.
Bajo fuertes presiones políticas y con un carácter muy emocional, Trump ignoró las
evidencias. La fuente de Hersh añade: “El presidente vio las fotografías de
niñas intoxicadas y dijo que era una atrocidad de Asad. Es típico de la
naturaleza humana. Llegas a la conclusión que quieres. Los analistas de los
servicios de inteligencia no discutieron con el presidente. No van a decirle al
presidente, ‘si interpreta los datos de esa forma, nos vamos’”.
Aunque los republicanos, los demócratas y todos los medios de comunicación se han
alineado con Trump por vez primera, los que han hablado con Hersh lo han hecho
así, aparentemente, por temor a lo que pueda pasar una próxima vez.
El peligro del ataque de “represalia” de Trump, basado en cero evidencias de un
supuesto ataque con armas químicas, es que podría haber matado a soldados rusos
y arrastrado a Putin a una peligrosa confrontación con EEUU. Además, los
servicios de inteligencia temen que los medios de comunicación hayan promovido
una falsa narrativa que sostiene no solo que el ataque con gas sarín
efectivamente se llevó a cabo, sino que, además, Rusia tuvo alguna
participación en el mismo y también implica que el equipo de la ONU no
supervisó como debía la destrucción del arsenal sirio de armas químicas en
2013–2014. Eso permitiría a los opositores de Asad afirmar sin pruebas en un
futuro, en el momento oportuno, que el gobierno sirio ha efectuado otro ataque
con gas sarín.
Hersh concluye con palabras de su fuente, que debería hacernos pensar a todos: “La
cuestión es, ¿y si hay otro ataque de bandera falsa con gas sarín atribuido al
odiado Asad? Trump ha subido las apuestas y ha dejada clara su disposición a
bombardear. Y es muy probable que estos chicos [los grupos islamistas] estén
planeando un nuevo falso ataque. Trump no tendrá más opción que bombardear de
nuevo y con más intensidad. Es incapaz de reconocer que ha cometido un error”.
Cuatro cuestiones
Las investigaciones de Hersh contribuyen a tener un cuadro
más complejo y enmarañado de los acontecimientos de Jan Sheijún. A falta de una
investigación independiente, sigue sin haber evidencias físicas que confirmen
lo que realmente pasó. Esto hace que el contexto y el cálculo de probabilidades
sean elementos importantes para que los observadores extraigan sus conclusiones.
Dejemos a un lado, pues, por un momento, los detalles de lo que sucedió el 4 de abril y
centrémonos en lo que los críticos de Hersh deben conceder si quieren
argumentar que Asad utilizó gas sarín contra el pueblo de Jan Sheijún.
- Que Asad está tan enloquecido y es tan autodestructivo — o, al menos, tan absolutamente
incapaz de controlar a sus jefes militares, que también deben de estar
locos y ser autodestructivos — que ha ordenado en varias ocasiones el uso
de armas químicas contra civiles. Y que ha elegido hacerlo en los peores
momentos posibles para su propia supervivencia y la de su régimen, y
cuando tales ataques eran totalmente innecesarios.
- Que Putin también está trastornado y dispuesto a enredarse en una conflagración del fin de los
tiempos con EEUU, que, en más de una ocasión, ha aceptado o mirado para
otra parte cuando el régimen de Asad ha utilizado gas sarín. Y que no ha
hecho nada para penalizar a Asad después, cuando las cosas salieron mal.
- Que Hersh ha decidido prescindir de toda su experiencia en el periodismo de investigación,
acumulada durante muchas décadas, para aceptar, a primera vista, cualquier
rumor infundado que sus contactos en los servicios de inteligencia han ido
divulgando, supuestamente. Y que lo ha hecho así sin tener en cuenta el
daño que sufrirá su reputación y su legado periodístico.
- Que un número significativo de miembros de los servicios de inteligencia de EEUU, con quienes Hersh
tiene relación y ha trabajado durante tanto tiempo, han decidido recientemente
divulgar una elaborada red de mentiras que nadie quiere imprimir, con la
esperanza de dañar a Hersh en una especie de acto colectivo de venganza
contra él o bien de desacreditar permanentemente a sus propios servicios
de inteligencia.
Los críticos de Hersh no tienen que sostener uno cualquiera de estos cuatro puntos;
deben sostener la veracidad total y absoluta de cada uno de ellos.
Jonathan Cook ha sido galardonado con el Premio Especial Martha Gellhorn de
Periodismo. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto
Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed
Books). Su sitio web es www.jkcook.net.
Publicado originalmente en: Hersh’s New Syria Revelations Buried From View, CounterPunch, 27/06/2017
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)
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