Cómo funcionó la tortura para vender la guerra de Irak
Steve Weissman t r u t h o u t | Perspective 27 de abril de 2009
Foto/ilustración: Everett Bogue / truthout |
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales
Bastos
Tres hurras para Dick Cheney. Aunque sea retóricamente, el vice-presidente ha
urgido a que la administración Obama libere más memorandos sobre la tortura.
“Una de las cosas que encuentro más alarmante acerca de esta reciente revelación
es que hace públicos los memorandos legales, los que la CIA consiguió de la
Oficina de Asesoramiento Legal, pero no hacen públicos los memorandos que
mostraban los éxitos del esfuerzo”, declaró a FoxNews el ex-vicepresidente.
“Ahora he pedido formalmente a la CIA que dé pasos para desclasificar
aquellos memorandos para que podamos difundirlos y el pueblo estadounidense
tenga oportunidad de ver qué hemos obtenido y qué hemos aprendido, y lo buena
que era la información”.
Las noticias difieren en si Cheney ha hecho formalmente la petición o no,
pero lo que es absolutamente correcto es que el pueblo estadounidense tiene que
ver el archivo completo. Se equivoca en lo que mostrará el archivo. A partir del
material ya liberado o descubierto por los periodistas, está claro que Bush tuvo
éxito al usar la tortura, no para obtener antes que nada los datos de
inteligencia que necesitaban, sino para crear la propaganda que utilizaron para
vender su invasión de Irak.
La prueba proviene de varias fuentes, incluyendo el informe sobre el trato a
los detenidos por parte del ejército que Comité de Servicios Armados del senador
Carl Levin acaba de liberar. El informe reveló que ya en diciembre de 2001 los
altos cargos del Pentágono empezaron a prepararse para utilizar la tortura (o
“técnicas abusivas de interrogatorio”). Esto fue menos de dos meses después de
emprender la guerra en Afganistán y ocho meses antes de que el Departamento de
Justicia diera la autorización legal en dos memorandos fechados el 1 de agosto
de 2002 y firmados por Jay Bybee, entonces asistente del fiscal general de la
Oficina de Asesoramiento Legal. El primer memorando redefinía la tortura física
y mental, y sugería que el presidente, actuando como comandante en jefe según
sus poderes constitucionales, pudiera invalidar el estatuto federal contra la
tortura. El segundo analizaba y aprobaba tácticas específicas de interrogatorio,
incluyendo el aislamiento, la privación prolongada del sueño, posturas
estresantes y la bolsa, que hace que la víctima sienta que se ahoga.
Si no fueron los abogados del Departamento de Justicia, ¿quién dio el primer
visto bueno? El informe del Senado achaca la responsabilidad directa al
principal responsable de la toma las decisiones, el presidente George W. Bush.
El 7 de febrero de 2002 emitió una resolución escrita: “el Artículo Común 3 de
la Convención de Ginebra, que debería haber aplicado unos niveles mínimos para
el tratamiento humano, no se aplicaba a los detenidos de al-Qaeda o
talibán”.
El ex-asesor sobre terrorismo de la Casa Blanca Richard Clarke ha confirmado
que incluso antes Bush había dado un visto bueno informal. Según la versión de
Clarke en su libro Against All Enemies [Contra todos los enemigos], Bush
se dirigió a sus asesores de seguridad a última hora del 11 de septiembre de
2001: “Estamos en guerra y estaremos en guerra hasta que todo esto acabe”, les
dijo Bush. “Ha desaparecido cualquier obstáculo que tuvieran en su camino”. Más
tarde añadió en un acalorado intercambio con el secretario de Defensa Donald
Rumsfeld: “Me tiene sin cuidado lo que digan los abogados internacionales, vamos
a dar patadas a algún imbecil”.
El informe del Senado también señaló con el dedo a Cheney y a otros altos
cargos de la administración Bush. “Miembros del gabinete del presidente y otros
altos cargos participaron en reuniones dentro de la Casa Blanca en 2002 y 2003
en las que se discutieron técnicas específicas de interrogatorio”, concluyó el
Comité. “Los directores del Consejo de Seguridad Nacional revisaron el programa
de interrogatorios de la CIA durante ese periodo”.
¿Por qué tanta atención desde las altas esferas? La noticia de McClatchy ha
proporcionado la respuesta obvia. Según un ex-alto cargo de la inteligencia
estadounidense y un ex-psiquiatra del ejército, la administración Bush quería
“encontrar pruebas de cooperación entre al-Qaeda y el régimen del difunto
dictador iraquí Sadam Husein”.
“Había dos razones por las que estos interrogatorios eran tan persistentes y
se utilizaron métodos extremos”, afirmó el ex-alto cargo. “La principal es que
todo el mundo estaba preocupado de que hubiera otro ataque de algún tipo (tras
el 11 de septiembre). Pero durante la mayor parte de 2002 y durante 2003, Cheney
y Rumsfeld, especialmente, estuvieron pidiendo pruebas de las relaciones entre
al-Qaeda e Irak que (el ex-dirigente iraquí en el exilio Ahmed) Chalabi y otros
les habían dicho que existían”.
En parte para conseguir la pista decisiva, la CIA aplicó 183 veces la bolsa a
Khalid Sheikh y 83 veces a Abu Zubaydah. Pero ninguno de los dos dijeron a
quienes los interrogaban lo que Bush y Cheney querían oír acerca de Irak y
al-Qaeda. Esto vino de Ibn al Sheikh al Libi, a quien la administración Bush
envió a Egipto para lo que el director de la CIA George Tenet llamó “dar más
informes”. Como informó PBS Frontline ya en noviembre de 2007, al Libi “confesó”
(tras haber sido golpeado repetidamente y encerrado en una cabina pequeña
durante unas 17 horas) que Saddam Hussein había adiestrado a al-Qaeda en armas
químicas. Al Libi se retractó después de sus declaraciones y la CIA lo rechazó
como información en la que se podía confiar. Pero la tortura de al Libi funcionó
para vender la guerra contra Irak, ya que proporcionaba las “pruebas” que
utilizó el secretario de Estado Colin Powell cuando habló ante el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas en febrero de 2003.
“Puedo rastrear la historia de un veterano agente terrorista que afirma que
Irak proporcionó a al-Qaeda adiestramiento sobre estas armas [químicas y
biológicas]”, afirmó Powell. “Afortunadamente, este agente está ahora detenido y
ha contado la historia”.
Puede que la tortura no funcione tan bien como los interrogatorios
convencionales para proporcionar informaciones sólidas, pero desde luego a Bush
y Cheney les funcionó exactamente como ellos tenían más interés en que les
funcionara.
Enlace con el original: www.truthout.org/042509A
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