La CIA vs. Assange,
el mundo debe saber
Por Patrick Cockburn | 04/10/2021
Fuentes: La Jornada / The Independent
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Hace tres años, el 2 de octubre de 2018, un comando de oficiales sauditas asesinó al
periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul. El propósito
del asesinato era silenciar a Khashoggi y atemorizar a los críticos del régimen
saudita al mostrar que se les perseguiría y castigaría como si fueran agentes
de una potencia extranjera.
Esta semana se reveló que en 2017, un año antes del asesinato de Khashoggi, la CIA
había maquinado el secuestro o asesinato de Julian Assange, el fundador
de WikiLeaks, quien cinco años antes se había refugiado en la
embajada de Ecuador en Londres. Un alto funcionario estadunidense de
contrainteligencia señaló que “en los más altos niveles” del gobierno de Donald
Trump se discutieron planes para la entrega forzada de Assange a Estados
Unidos. El informante fue uno de los más de 30 funcionarios estadunidenses
–ocho de los cuales confirmaron detalles de la propuesta de secuestro– citados
en una investigación de 7 mil 500 palabras de Yahoo News sobre la campaña de la
CIA contra Assange.
El plan era “irrumpir en la embajada, sacar a rastras a Assange y llevarlo adonde
queremos”, recordó un antiguo oficial de inteligencia. Otro informante comentó
que tuvo conocimiento de una reunión celebrada en la primavera de 2017 en la
que Trump preguntó si la CIA podría asesinar a Assange y plantear “opciones” de
cómo hacerlo. Trump lo ha negado.
Mike Pompeo, jefe de la CIA designado por Trump, declaró en público que clasificaría
a Assange y a WikiLeaks como equivalentes a “un servicio hostil de
inteligencia”. Apologistas de la CIA aseguran que la libertad de prensa no
estaba amenazada, porque Assange y los activistas de WikiLeaks
no eran verdaderos periodistas. Los funcionarios de inteligencia del
más alto nivel intentaban decidir quién es periodista y quién no, y cabildeaban
con la Casa Blanca para redefinir a otros periodistas de alto perfil como
“traficantes de información”, a quienes se consideraría susceptibles de ser
atacados, como si fueran agentes de una potencia extranjera.
Entre aquellos a quienes se mencionó que la CIA quería atacar estaban Glenn
Greenwald, fundador de la revista Intercept y ex
columnista de The Guardian, y Laura Poitras, cineasta documentalista. Los
argumentos para hacerlo eran similares a los empleados por el gobierno chino
para suprimir a disidentes en Hong Kong, los cuales fueron muy criticados en
Occidente. Encarcelar periodistas como espías ha sido siempre la norma en
países autoritarios, como Arabia Saudita, Turquía y Egipto, en tanto que
denunciar a la prensa libre como antipatriota es una marca más reciente de
gobiernos nacionalistas populistas que han llegado al poder en todo el mundo.
Sólo es posible hacer un breve resumen de la extraordinaria historia expuesta por
Yahoo News, pero los periodistas que la escribieron –Zach Dorfman, Sean D.
Naylor y Michael Isikoff– deben arrasar con todos los premios periodísticos.
Sus revelaciones deben ser de particular interés en Gran Bretaña, porque fue en
las calles del centro de Londres donde la CIA planeaba un asalto extrajudicial
a una embajada, el secuestro de un ciudadano extranjero y su entrega secreta a
Estados Unidos, con la alternativa de asesinarlo.
No se trataba de ideas deschavetadas de oficiales de inteligencia de bajo nivel, sino
de operaciones que, según la información, Pompeo y la agencia tenían toda la
intención de llevar a cabo. Esta fascinante y trascendental historia, basada en
múltiples fuentes, debería atraer extensa cobertura y variados comentarios
editoriales en los medios británicos, para no mencionar al Parlamento. Muchos
periódicos han publicado cuidadosas versiones de la investigación, pero no han
causado furor. Hay desconcertantes vacíos de cobertura, como en la BBC, que
sólo dio cuenta del caso, hasta donde puedo ver, en su servicio de radio para
Somalia. El Canal 4, normalmente tan diligente en defender la libertad de
expresión, al parecer no mencionó la noticia para nada.
De hecho, el ataque a la embajada nunca ocurrió, pese a lo avanzado de la
planeación. “Hubo una discusión con los británicos sobre poner la otra mejilla
o mirar para otro lado cuando un equipo de tipos entrara e hiciera una acción”,
aseveró un ex alto oficial de contrainteligencia estadunidense, quien añadió
que los británicos se negaron a permitir la operación.
Sin embargo, el gobierno británico realizó su propia acción contra Assange, menos
melodramática, pero más efectiva, al sacarlo de la embajada el 11 de abril de
2019, luego de que el nuevo gobierno de Ecuador revocó el asilo. Dos años y
medio después, Assange permanece en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh,
mientras Washington apela contra una decisión judicial de no extraditarlo a
Estados Unidos por un posible riesgo de suicidio.
Si se le extradita, enfrentaría 175 años de prisión. Sin embargo, es importante
entender que sólo cinco de ellos estarían fundados en la Ley de Fraude y Abuso
con Computadoras, en tanto que los otros 170 años potenciales serían conforme a
la Ley de Espionaje de 1917, adoptada durante el punto más alto de la fiebre de
patriotismo a raíz de que Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial.
Sólo un pequeño cargo contra Assange se refiere a la revelación por WikiLeaks,
en 2010, de una colección de cables diplomáticos estadunidenses y reportes
del ejército relativos a las guerras de Irak y Afganistán. Los otros 17 cargos
están relacionados con clasificar investigación periodística normal como
equivalente al espionaje.
La determinación de Pompeo de mezclar investigación periodística con espionaje
tiene particular relevancia en Gran Bretaña, porque la secretaria del interior,
Priti Patel, pretende hacer prácticamente lo mismo. Propone actualizar la Ley
de Secretos Oficiales para que periodistas, denunciantes ciudadanos y
filtradores de noticias enfrenten sentencias hasta de 14 años de prisión. Un
documento de consulta emitido en mayo, titulado Legislación para Contrarrestar
Amenazas al Estado (Actividad Hostil al Estado) redefine el espionaje como “el
proceso encubierto de obtener información confidencial delicada que normalmente
no está a disposición del público”.
La verdadera razón de que la exclusiva acerca del complot de la CIA para asesinar
a Assange haya sido ignorada o minimizada es que, desde todos los credos
políticos, de izquierda, derecha o centro, se le está relegando injustamente
como un paria.
Por dar sólo dos ejemplos, el gobierno estadunidense ha seguido afirmando que las
revelaciones de WikiLeaks en 2010 pusieron en riesgo
vidas de agentes estadunidenses. Sin embargo, el ejército de ese país reconoció
en una audiencia judicial en 2013 que un equipo de 120 oficiales de
contrainteligencia no logró hallar en Irak o Afganistán una sola persona que
hubiera muerto por dichas revelaciones. En cuanto a las acusaciones de
violación en Suecia, muchos sienten que bastaría con ellas para negar a Assange
cualquier aseveración de ser un mártir en la causa de la libertad de prensa. No
obstante, el fiscal sueco sólo realizó una “investigación preliminar” y no se
han presentado cargos.
Assange es una clásica víctima de la “cultura de cancelación”, tan satanizado que ya no
puede obtener una audiencia, ni siquiera cuando un gobierno conjura para
secuestrarlo o asesinarlo.
En realidad, Khashoggi y Assange fueron perseguidos sin tregua por el Estado porque
cumplieron el deber primordial de un periodista: descubrir información
importante que el gobierno quiere mantener en secreto y revelarla al público.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
Fuente: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/10/03/mundo/la-cia-vs-assange-el-mundo-debe-saber/
Fuente original en inglés: https://www.independent.co.uk/voices/julian-assange-cia-kidnap-plot-yahoo-news-b1930759.html
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