Celular para cruzar la frontera
Enrique Gili IPS 8 de febrero de 2010
SAN DIEGO, Estados Unidos - Un nuevo teléfono celular busca ayudar a los
inmigrantes latinoamericanos que intentan ingresar a Estados Unidos. Lo
desarrolla un equipo de la Universidad de California, en esta ciudad, liderado
por el investigador Ricardo Domínguez.
En el futuro, estos celulares de bajo costo podrán ser puestos en manos de
inmigrantes. Domínguez espera distribuirlos el próximo verano boreal entre
grupos religiosos y activistas que trabajan con indocumentados a lo largo de la
frontera.
El nombre del teléfono es Transborder Immigrant Tool (herramienta para
inmigrantes transfronterizos). Se trata de una aplicación específicamente
diseñada para los latinoamericanos que intentan realizar el peligroso viaje
hacia el norte e ingresar a Estados Unidos.
Comúnmente conocidos como "apps" (abreviación inglesa de la palabra
"aplicación"), estos adminículos se están volviendo muy útiles. Los celulares
constituyen ricas herramientas para manejar información, enviar mensajes de
texto, utilizar el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) y cámaras digitales
en un solo aparato manual.
Domínguez dijo que el objetivo principal "es ofrecer a las personas que
cruzan (la frontera) una manera de no morir". Él calcula que esta herramienta
aumenta dos por ciento las probabilidades de supervivencia para inmigrantes
perdidos en el desierto.
El desarrollo de la herramienta lo asumió CalLit2Lab, organización de
expertos en distintas disciplinas que impulsa experimentos tecnológicos.
Domínguez, artista visual, se llama a sí mismo "artivista" --en parte
artista, en parte activista político--, en la tradición del movimiento Dadá
(1916-1924), que desafió las nociones convencionales sobre la función del arte y
su proceso.
A fines de los años 90, Domínguez co-fundó el Electronic Disturbance Theatre
(Teatro de Perturbación Electrónica), un grupo de activistas políticos que
organizaron acciones contra los gobiernos de Estados Unidos y México por su
presunta persecución a los insurgentes zapatistas y a los indígenas del sureño
estado mexicano de Chiapas.
Domínguez pretende distribuir el aparato cuando las temperaturas son
particularmente elevadas. El propósito es brindar información en tiempo real
sobre la ubicación de tanques de agua dispuestos especialmente en puntos remotos
del desierto. También se usará para transmitir poemas que intentarán brindar
aliento a los inmigrantes.
"El teléfono es como una Estatua de la Libertad virtual", dijo Domínguez.
Cada año, legiones de inmigrantes intentan abrirse paso a través del
escarpado terreno que separa a San Diego, en el occidental estado estadounidense
de California, del condado de Imperial, en la frontera septentrional de México.
Durante el día soportan un calor abrasador, y durante la noche temperaturas
congelantes. No cuentan con agua potable a una distancia accesible.
Como investigador principal, Domínguez y sus colegas están probando el "app"
en el condado de San Diego, donde la valla fronteriza se extiende a 22
kilómetros de la costa del océano Pacífico, atravesando un territorio
montañoso.
Según Domínguez, este novedoso celular se inspiró en una obra de no ficción:
"El camino del diablo", del escritor mexicano Luis Alberto Urrea. Se trata de un
relato sobre inmigrantes perdidos que en 2001 murieron por deshidratación en el
desierto de Sonora. La ruta que da nombre al libro conectaba la frontera norteña
de México con la actual Arizona.
Pero entregar este teléfono móvil puede acarrear un juicio en el marco de la
ley federal, por "ayudar e inducir" a los inmigrantes a ingresar a Estados
Unidos, en violación del Código de Estados Unidos, que data de 1825.
"Es como si alguien me dijera que va a cruzar la frontera de modo ilegal y yo
le diera agua y una linterna o, más acertadamente, un mapa con una línea roja
dibujada en él", explicó Mark Rasch, ex abogado del Departamento de Justicia y
experto en seguridad.
Meses antes de su implementación, el celular con GPS ya demuestra ser
polémico. Se ha convertido en el centro de un acalorado debate entre actores
vinculados a la ley y el orden, académicos y activistas por los derechos
humanos.
En los últimos años se deterioraron las condiciones a lo largo de la frontera
entre Estados Unidos y México, a medida que se salió de control la violencia del
narcotráfico en ciudades como Tijuana y Ciudad Juárez, afectando a pueblos
limítrofes en el sudoccidente estadounidense.
Las operaciones de seguridad y vigilancia dirigidas a frenar la actividad
ilegal en la frontera obligaron a traficantes e inmigrantes a adentrarse más en
el desierto y apartarse de centros poblados estadounidenses como San Diego,
Tucson (en el sudoccidental estado de Arizona) y Las Cruces (en el meridional
Nuevo México), con consecuencias mortales.
Un informe difundido por la Unión para las Libertades Civiles de Estados
Unidos (ACLU) estima que en los 15 años transcurridos desde el lanzamiento de la
Operación Guardián, de vigilancia fronteriza, murieron entre 5.000 y 6.000
inmigrantes intentando cruzar la frontera.
"Si esto salva una vida, habrá valido la pena", escribió Enrique Morones,
fundador de Border Angels ("ángeles fronterizos"), la organización con sede en
San Diego que ubica tanques de agua y otros suministros en puntos remotos de las
regiones desérticas.
Daryl Reed, portavoz de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, destacó
que, durante años, los traficantes han usado celulares para controlar los
movimientos policiales.
Sin embargo, manifestó que le preocupa que el nuevo celular pueda crear una
falsa sensación de seguridad, causando una adicional pérdida de vidas. "No todos
pueden hacer ese viaje", dijo.
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