Una carta a Kathryn Bigelow sobre la apología de
la tortura en Zero Dark Thirty
Naomi Wolf Znet/The Guardian 15 de enero de 2013
Traducido del inglés para Rebelión por Germán
Leyens
En tierra hostil [Zona de miedo] fue una película hermosa y valiente; muchas
mujeres jóvenes en el cine fueron inspiradas cuando vieron que te convertías en
la primera mujer en ganar un Oscar al mejor director. Pero con Zero Dark Thirty,
has logrado otro tipo de distinción.
Tu cinta Zero Dark Thirty es un gran éxito en este país. Pero al justificar
falsamente, escena tras escena, la tortura de detenidos en “la guerra global
contra el terror” Zero Dark Thirty es un anuncio de dos horas de duración,
primorosamente filmado, para que mantengan fuera de la cárcel a agentes de
inteligencia que cometieron crímenes contra prisioneros en Guantánamo. Convierte
en héroes y heroínas a personas que cometieron violentos crímenes contra otra
gente basándose en su raza – algo que tiene precedentes históricos.
Tu película afirma, en muchas escenas, que la tortura de la CIA fue redimida
por la “información” que “obtuvo”, información que, según tu guión, condujo a la
captura de bin Laden. Esta narrativa es una forma de manufacturar inocencia para
camuflar un gran crimen: lo que tu guión llama despreocupadamente “el programa
de detenidos”.
¿Qué condujo a ese compromiso amoral en tu realización cinematográfica?
¿Es posible que el financiamiento forme parte de la seducción? Es muy difícil
conseguir financiamiento para una cinta sin un mensaje pro militar, como En
tierra hostil. Pero según fuentes en la industria cinematográfica, mientras más
pro militar sea el mensaje, más tipos de ayuda se pueden conseguir actualmente:
de personal, de sets, de tecnología – algo que señalé en mi argumento sobre el
reciente video militarizado de Katy Perry.
Parece implausible que escenas como las que tienen que ver con las que
incluyen dos helicópteros futuristas, de máximo secreto, hayan podido ser hechas
sin ayuda del Pentágono, por ejemplo. Si la película recibió ese tipo de apoyo
no revelado en material del departamento de defensa, eso liberaría un millón de
dólares para la gigantesca campaña publicitaria que una cinta necesita para
competir a fin de conseguir público.
Esto también establece un precedente peligroso: podemos estar seguros con la
“enmienda de propaganda” de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA)
2013, recién convertida en decreto por el presidente, de que el futuro traerá
mucha más corrupción palpable de Hollywood y del resto de la cultura pop
estadounidense. Esta enmienda legaliza algo que ha sido ilegal durante décadas:
el financiamiento directo de mensajes pro gobierno o pro militares en los
medios, sin divulgación de su origen, orientados a ciudadanos de EE.UU.
Luego, existe el factor James Frey. Afirmas que tu cinta “se basa en eventos
reales”, y en entrevistas; insistes en que es una mezcla de realidad y ficción,
“parcialmente documental”. “Real”, “verídica”, e incluso “documental, son
palabras grandes e importantes. Al reivindicar términos semejantes, generas
tracción mediática y de ventas – sobre una base deshonesta. Hay cineastas que
trabajan muy duro para producir cintas que realmente “se basan en eventos
reales”: se llaman documentalistas. Alex Gibney, en Taxi to the Dark Side, y
Rory Kennedy, en Ghosts of Abu Ghraib, han producido películas documentales
genuinas y verificables sobre lo que tu guión llama despreocupadamente “el
programa de detenidos” – es decir, el régimen de tortura para generar falsas
confesiones en Guantánamo y Abu Ghraib – que según tu guión condujeron
directamente a bin Laden.
Excelente, amiga reportera: presenta tus fuentes. Suministra tu evidencia de
que la tortura produjo información que salvó vidas – o de cualquier otro
tipo.
Pero no puedes presentar evidencia para esta afirmación. Porque no
existe.
Cinco décadas de investigación, citada en el documental de 2008 The End of
America, confirma que la tortura no funciona. Robert
Fisk suministra otro resumen de esa categórica conclusión. Y
este informe de 2011 de Human Rights First refuta la principal premisa de
Zero Dark Thirty.
Tus actores se quejan de la representación de los detenidos por abogados –
sugiriendo que esos “benefactores” en trajes nos ponen a todos en peligro. He
visto de primera mano tu “programa de detenidos”. Los prisioneros, que son
descritos en tu película como “azuzados por abogados”, ven a esos abogados en
salas que son intervenidas; sin embargo esos abogados no pueden contar al mundo
lo que sucedió a sus clientes – porque las descripciones de la tortura
propiamente tal que esos hombres han sufrido están clasificadas.
He visto la sala en la cual el tribunal militar recibe el “testimonio” de
gente recogida en un programa en el que se pagó recompensas de 5.000 dólares a
afganos desesperadamente pobres para incentivar su entrega de vecinos inocentes.
Las sillas tienen cadenas que las sujetan al piso, y están colocadas de a dos,
de modo que se puede amenazar a un prisionero para hacer que condene falsamente
al segundo.
He visto el costoso sistema de video en el tribunal en el cual –aunque
portavoces de Guantánamo han dicho a la prensa mundial desde el comienzo que los
informes de testigos son presentados “cada vez que sea razonable”– el monitor
del sistema no ha sido prendido una sola vez: un monitor que en realidad podría
permitir que alguien en Pakistán testifique para decir, “¡eh, ese no es el
sujeto!”. (A propósito, eliminasteis la escena en la cual el tipo de la CIA
sodomiza al sujeto equivocado: Khaled el-Masri, “el ciudadano alemán
suficientemente desafortunado para tener un nombre similar al de un combatiente
llamado Khaled al-Masri.”)
En un tiempo tenebroso en EE.UU., estás siendo aclamada por Hollywood, y
felicitada por los grandes medios. Pero para mí, el camino que tu carrera ha
tomado ahora me recuerda sobre todo el de otra pionera cinematográfica que llegó
a ser, finalmente, una apóloga del mal: Leni Riefenstahl. El triunfo de la
voluntad de Riefenstahl que glorificó el poder militar nazi en 1935, fue un gran
éxito en Alemania. Riefenstahl fue la primera directora de cine en ser aclamada
en todo el mundo.
Podrá parecer extremo que te compare con esa otra gran cineasta, pero
profundamente comprometida, pero hay verdaderos ecos. Cuando Riefenstahl comenzó
a ensalzar a los nacionalsocialistas a principios de los años treinta, las
peores atrocidades de los nazis no habían comenzado todavía; pero ya se habían
abierto abusivos campos de concentración para retener a disidentes políticos más
allá del vigor de la ley – el equivalente de Guantánamo, la base Bagram, y otros
“sitios ocultos” innombrables de la CIA. Y Riefenstahl fue tratada como un
personaje por las elites alemanas que la aclamaron por su propaganda por cuenta
del régimen de Hitler.
Pero el mundo ha cambiado. Lo desagradable que hizo no pudo, con el pasar del
tiempo, ser ocultado. Los estadounidenses también despertarán y verán a través
de la apología de Zero Dark Thirty de las mentiras estándar de un régimen
que pretende que esta brutalidad es de alguna manera necesaria. Cuando eso
suceda, la misma comunidad que hoy te aplaude dará un salto atrás.
Como Riefenstahl, eres una gran artista. Pero ahora serás eternamente
recordada como criada de la tortura.
Fuente: http://www.zcommunications.org/a-letter-to-kathryn-bigelow-on-zero-dark-thirtys-apology-for-torture-by-naomi-wolf
Autora, crítica social y activista política, Naomi Wolf es autora del éxito
de ventas de The New York Times: The End of America (Chelsea Green) y más
recientemente de: Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. El
éxito de ventas internacional de Wolf, The Beauty Myth, cuestionó la industria
de los cosméticos y el mercadeo de estándares irreales de belleza, lanzando una
nueva ola de feminismo a principios de los años noventa.
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