Carta abierta a los que se dejan llevar
—así como a los que están asqueados— por la hipérbole en torno a las elecciones
a mitad de mandato
21 de noviembre de 2018
Refuse Fascism
Revolución #569 14 de noviembre de 2018 | revcom.us
Mire a su alrededor. El planeta se está quemando bajo nuestros pies; éxodos de refugiados huyen para
salvarse la vida en casi cada continente; el tamborileo de guerra se vuelve más
fuerte y apremiante, desde Asia oriental al Medio Oriente; y en todas partes,
de Brasil a Polonia, de las Filipinas a Italia, y, claro, Estados Unidos, los
fascistas avanzan, conquistan, y/o consolidan más el poder.
El sistema capitalista-imperialista está en una crisis profunda. Se está haciendo añicos
el mundo que conocemos — un mundo que ya ha sido un infierno para miles de millones de personas en todo
el mundo. Se enfrentan entre sí dos bloques en las clases dominantes en casi
cada potencia importante, con soluciones radicalmente diferentes. Por un lado,
las fuerzas fascistas insisten en que hay que triturar las reglas tradicionales
y forzosamente poner en su lugar a las capas gobernantes anteriores, o, de ser
necesario, reprimirlas violentamente; y, por otro lado, hay fuerzas
imperialistas más o menos “liberales” que han gobernado durante las últimas
décadas. Contienden dos futuros — cada uno que de fondo representa el viejo
orden de explotación, opresión, dominación violenta de naciones y guerra, y
devastación ecológica al servicio de las ganancias, mientras uno “promete”
hacerlo aún más descarada y salvajemente y hace avances por ese camino.
Sin embargo, hay algo más en la mezcla —algo de una importancia vital, de hecho existencial: un tercer futuro— una ruptura radical con todos los
campos del imperialismo, una diferente sociedad basada en la eliminación de todas las formas de
explotación y opresión, la superación de las relaciones sociales, la moralidad y los modos de pensar los que se han
inculcado en las personas al tratar de sobrevivir en esas sociedades, una nueva
sociedad tan diferente a la de hoy como el día y la noche. Un futuro para la emancipación de la humanidad.
Hoy día hay una visión y estrategia altamente desarrollada y una dirección
fundada en un método científico para conocer las dinámicas de la sociedad y
cómo se podría transformar radicalmente por medio de la revolución.
Esto es el contexto en el cual ocurrieron los recientes comicios estadounidenses, y esto es el contexto
en el cual hay que entenderlos.
El objetivo fundamental del régimen de Trump y Pence en la campaña electoral: Luchar
agresivamente por impulsar el fascismo
Primer punto: los republicanos, liderados por el régimen de Trump y Pence (y no se altere tanto, aunque
justamente, por Trump, de modo que subestime el papel de Pence y sus legiones
fundamentalistas cristianas) hicieron campaña más ferozmente que nunca como fascistas.
Los medios de comunicación lo describen con eufemismos corteses —y
normalizadores— del “populismo” o incluso el “nacionalismo blanco”, pero hay
que hablar sin pelos en la lengua. Trump y la gente de su entorno hicieron
campaña de una manera aún más abiertamente fascista que lo hicieron en 2016.
Sus mítines diarios, televisados a los fieles por el Noticiero Fox, eran
festivales de agitación racista y antiinmigrante, saturados de chovinismo pro
estadounidense y de raza blanca. Ostentaban una ignorancia oronda (y de hecho
una hostilidad por la razón) y una moralidad que combina la piedad patriarcal
con la avaricia egoísta. Piénselo: durante las últimas dos semanas antes de los
comicios, la propaganda electoral de Trump se enfocaba en calificar de
“invasores” a una caravana de inmigrantes desesperados, y mandó seis mil tropas
armadas para pararlos (las que siguen ahí, a propósito); atacó e insultó a sus
oponentes, especialmente los oponentes negros; y traficó con el antisemitismo
en palabras para los enterados.
Ya para la conclusión de la campaña, bombas caseras fueron mandadas a oponentes prominentes de Trump (entre
ellos ex presidentes, políticos negros e importantes donantes al Partido
Demócrata de descendencia judía), ocurrió una horrorosa masacre, de inspiración
fascista explícita, en una sinagoga judía, y los medios informativos se
desbordaban con un informe tras otro del hostigamiento racista contra negros —
inclusive el asesinato de dos negros en un supermercado Kroger a manos de un
hombre que supuestamente profesaba ideología supremacista blanca.
Mientras tanto, algunos comentaristas no podían explicar por qué Trump y los otros republicanos no
hacían campaña a base de la “economía próspera y el hecho de que no estábamos
en guerra”. Estos comentaristas no entendían que Trump tuvo otro objetivo: si
bien semejante campaña posiblemente les hubiera ganado uno que otro escaño más en el congreso, no hubiera
servido al objetivo de movilizar, organizar y endurecer más a su base fascista: no hubiera
roto más las normas y límites de la “política (electoral
capitalista-imperialista) de costumbre”; y no hubiera mandado un fuerte mensaje de que se avecina
más política fascista. Trump no “inventaba” una crisis como una caravana de
invasores inmigrantes con tal de ganar elecciones congresales, tanto como venía
construyendo un movimiento y consolidando su control sobre el congreso, las
cortes y todas las palancas del poder con tal de consolidar el fascismo.
Otros comentaristas analizaron incorrectamente los arranques de Trump en la semana después de los
comicios, al decir que él trataba “cambiar de tema” respecto a la pérdida de la
mayoría republicana en la Cámara de Representantes. Aunque quizá los asuntos
electorales estén en la mezcla, predominan objetivos mayores. De hecho, su
nominación de un lame-botas bruto leal como procurador general interino,
obviamente una maniobra para marginar la investigación de sus vínculos con
Rusia; sus ataques contra la prensa, especialmente a periodistas negras
prominentes, así como al corresponsal de la CNN Jim Acosta, el que se atrevió a
exigir que Trump respondiera por su xenofobia antiinmigrante; su insistencia en
declarar un triunfo electoral mientras amenaza a los demócratas respecto el
conteo de boletas en varios estados; luego su viaje a Europa donde siguió
destrozando a martillazos la alianza con los cómplices imperialistas de Estados
Unidos, pues todas estas cosas sirvieron a diferentes elementos de la
consolidación fascista. No entienden, o no quieren dar a entender, que este
régimen está pertrechándose más, quitando los obstáculos de su camino y
cohesionando a su base para las batallas por venir. Para hacerlo, él está
“redoblando esfuerzos” respecto a lo que Bob Avakian llamó “… la tríada del
fascismo, es decir, la afirmación agresiva irredenta de la supremacía blanca,
la supremacía masculina y la supremacía pro Estados Unidos (o el racismo, la
misoginia y el patrioterismo xenófobo belicoso, si se quiere usar otra
terminología), reforzada con una oposición desafiantemente —y no irredenta pero
desafiantemente— ignorante y beligerante hacia la ciencia y al pensamiento
racional, en combinación con la aserción igualmente ignorante y beligerante de
la ‘superioridad de la civilización occidental’…” (Vea la Primera parte de “El problema, la
solución, y los retos ante nosotros” en revcom.us.)
Lo que los demócratas hacían: Una oposición dentro de los límites de la normalización + la
conciliación = la colaboración
Segundo punto: El objetivo de los líderes demócratas era “contrapesar” a Trump por medio de aumentar sus
escaños en el congreso, y al mismo tiempo encerrar la oposición a Trump dentro
de límites que no desafían al sistema en general. Para ser claros, los demócratas de peso sí ven
en Trump un gran peligro: para ellos y para sus ideas de la mejor manera de
mantener y preservar el sistema que presiden y la mejor manera de amarrar los intereses imperialistas de
esta clase dominante en su lucha incesante para dominar y explotar brutalmente al mundo entero.
En esto, estos demócratas de peso contaron con el acompañamiento de muchos republicanos prominentes,
entre ellos algunos que “prestaban servicio” en el régimen de George W. Bush —
un régimen que por su parte cometió violaciones atroces del estado de derecho,
como la tortura y la suspensión de hábeas corpus, y una guerra asesina en Irak,
que mató, de hecho, a cientos de miles de personas y convirtió a millones en
refugiados desesperados. Incluso algunas de estas personas instaron
abiertamente a que la gente votara contra los republicanos en 2018. La amplitud
de esta oposición es un elemento que muestra el carácter agudo de la división
“en la cima”.
Al mismo tiempo, un número extraordinario de “personas de base” entregaban una enorme energía e “inversión
moral” a la elección de demócratas al congreso porque se oponen fieramente a
Trump. Estos millones de personas recibieron instrucciones cada noche de la
CNN, MSNBC y casi todas máquinas de organización y propaganda mediática
tradicionales y “progresistas”, de que este camino fue la única forma de
resistencia con sentido. En esto se manifestaron distintas cosas con distintas
personas, pero la principal razón fue una oposición profunda y visceral al fascismo encarnado en el régimen de Trump
y Pence, una oposición a menudo pero no siempre expresada como tal
por la gente, pero sí se expresaban claramente con respecto a una o la mayoría
de sus manifestaciones más atroces.
Pero los demócratas estaban decididos a a) nunca mencionar nada que tocara ni remotamente el carácter
fascista real del régimen, y b) se negaron a desafiar con seriedad a Trump (y a su régimen en su conjunto) por los
ataques atroces e indignantes contra los inmigrantes encarnados en sus arranques
sobre la caravana, en la propagación general del odio racista, el patriarcado asqueroso
continuado junto con sus ataques al derecho al aborto y la contracepción, ni
hablar de un militarismo y patrioterismo aún mayor que los demócratas *. Para muchas personas, votar por las numerosas candidatas femeninas,
así como por los candidatos musulmanes, gay y transexuales que se postularon
como demócratas, sentía como un rechazo al régimen y a todo lo que representa;
y en cierto sentido sí lo era, pero ni la mayoría de estos candidatos ni mucho
menos el Partido Demócrata en su conjunto se le opuso a esto de manera frontal.
Al contrario, los demócratas hablaban casi exclusivamente del cuidado médico. Eso es equivalente
a hacer una campaña electoral contra Hitler en 1934, por ejemplo, y enfocarse
en decir que se podía mejorar su programa de construcción de carreteras. Y en
la actualidad: Imagínese lo que significa que demócratas prominentes
no hayan trazado una raya en la arena declarando que un presidente que
defiende el honor de la Confederación y la supremacía blanca abierta no puede
servir legítimamente de presidente — que hacerlo sería lo mismo que el
compromiso que se hizo con los amos de esclavos en la Constitución
estadounidense.
La pregunta es, ¿por qué no lo han hecho? En este caso, tampoco se reduce a un cálculo electoral estrecho.
Imagine si los demócratas más prominentes de hecho calificaran a Trump de
fascista — en otras palabras, que lo calificaran por lo que es. Imagine si dijeran la verdad, aunque de la manera en
que ellos la entiendan — de que esta facción encabezada por Trump y Pence está
encaminada a rehacer toda la sociedad en formas fascistas, con consecuencias potenciales verdaderamente escalofriantes.
Pues entonces, ¿qué? Entonces tendría que reconocer que la gente sí realmente tiene que salir en la sociedad y
arriesgarse en las primeras líneas para oponerse a esto; por horripilante que
lo es el imperialismo, el fascismo lleva eso a nuevas alturas de intensidad en
la severidad de sus ataques a las masas, especialmente a las masas de las nacionalidades
oprimidas (como estamos viendo hoy) y en el carácter implacable de su represión
(que incluye la más o menos evisceración total de los derechos legales y
civiles asociados con el estado de derecho bajo este sistema, por limitada y
rutinariamente violados que sean esos derechos bajo el funcionamiento cotidiano
del capitalismo-imperialismo). Semejante reconocimiento podría empezar a
suscitar preguntas acerca del sistema que recurre al fascismo como una salida en tiempos de profunda crisis.
Y, ¿qué pasa cuando la gente sí sale a las calles — incluido el tipo de gente al cual los demócratas
prestaban tanta atención a acorralar en el sistema por medio de las elecciones,
en particular los negros y otras nacionalidades “minoritarias” oprimidas (los
latinos, los indígenas, los asiáticos, etc.), las mujeres, la gente LGBTQ, los
musulmanes, etc.? Las cosas pueden salirse de las manos a estos demócratas — en
el sentido de que una vez despiertas a la lucha, quizá las personas empiecen a
entusiasmarse más para buscar respuestas a POR QUÉ estamos en este lío, y es
menos probable que, de incumplir sus demandas, sea posible volver a meterlas en la botella.
Así que, a pesar de sus diferencias agudas y sus inquietudes reales sobre el rumbo de las cosas, se
preocupan aún más para mantener todo esto, lo más que sea posible, dentro de
los límites de las “normas apropiadas” — al mismo tiempo que se están minando y
aboliendo esas mismas normas, algo que Bob Avakian recalca en este corto de audio (en inglés).
Para tener una idea de esto, simplemente escuche lo que dicen los demócratas de peso ahora, tras ganar
unos escaños y tener una sólida mayoría en la Cámara de Representantes. “Vamos
a demostrar que podemos gobernar”, dicen. Ellos “trabajarán con” Trump y
negociarán con él, es decir, normalizarán aún más al monstruo, no solo
acomodarse más, no solo conciliar, sino que colaborar con los fascistas abiertamenteracistas
que, sí, siguen llevando la batuta.
Y mire los grandes esfuerzos de la dirigencia demócrata hoy por meter en cintura incluso
a sus propios congresistas. Mire el editorial del New York Times el
día después de las elecciones que aconsejó a Nancy Pelosi a que se asegurara
que los presidentes demócratas de los comités de la Cámara de Representantes no
hicieran desmanes (wilding) en su oposición a Trump. (Vea “Las recientes
elecciones, el futuro que enfrentamos y la revolución REAL que necesita la
humanidad”). Piense en lo que significa que el New York Times le dé otro propósito
a la palabra racista para los enterados (“wilding”) de la década de 1980 que se
utilizó para condenar falsamente a los 5 del Parque Central en Nueva York (una
acusación falsa a favor de la que Trump se puso al frente para promover,
pidiendo la pena de muerte para cinco adolescentes que luego se demostró que
fueron inocentes de todos los cargos) como para decirle a Pelosi que se
asegurara de que no se desarrollara nada que en ningún sentido siquiera
empezara a agitar las aguas. (Vea aquí y aquí más
información sobre Trump y los 5 del Parque Central).
La gente como el representante Jerrold Nadler, el demócrata que ahora es jefe del Comité
Judicial de la Cámara de Representantes, sale en la televisión para decir que
él no va a poner a Trump bajo juicio político “porque eso desgarraría al país”.
Una vez más, piénselo: si esto es el fascismo, y lo es, pues, ¿no valdría la
pena “desgarrar al país” (en el sentido político, lo que al parecer Nadler
quiere decir)? ¿Valió la pena acabar con la esclavitud? Sí, según la lógica de
las masas de esclavos, aquellos que se opusieron a la esclavitud por otras
razones y aquellos que tenían en mente los intereses de toda la humanidad.
Y recuerde, los republicanos de peso como Newt Gingrich abiertamente hacen analogías con la
Guerra Civil en términos del tipo de cambio para el que ellos se están preparando. Esto NO
quiere decir que se necesitaría una guerra civil para expulsar a este régimen;
de hecho eso no está a la orden del día en este momento cuando aún es posible
impedir este horror para la humanidad mediante la desobediencia civil no
violenta masiva, de millones de personas en las calles en protesta todos los
días y noches hasta que se cumpla su demanda de que todo el régimen tiene que
marcharse: una postura que de hecho funcionó en varios países del mundo durante
la última década. Esto SÍ es para llamar la atención sobre el calibre de lucha
y la voluntad de maximizar esfuerzos por lo cual el sector fascista de la clase
dominante está preparando a sus seguidores.
Para explorar un poco más la analogía de Newt Gingrich y volver a explorar la lógica, y la moral, de
aquellos que lucharon para poner fin a la esclavitud: El presidente Lincoln, en
contraste con esas masas, NO empezó la Guerra Civil para poner fin a la
esclavitud, sino que para preservar la unión. Pero lo que la guerra en sí
desencadenó, junto con la necesidad que Lincoln enfrentó para realmente ganar
la guerra, lo obligó a inclinarse por declarar la Proclamación de Emancipación.
Por analogía hoy, un auge masivo desde abajo —pero ÚNICAMENTE un auge masivo
desde abajo— también podría cambiar toda la ecuación en la cúpula de la
sociedad y se podría encontrar una forma de impeler al régimen fascista a
“dimitir”. Para que quede claro, nosotros no nos referimos a la Guerra Civil como alguna especie de paso inmediato;
responderíamos a lo que todas las fuerzas vieran como una situación en la que
se hubiera politizado fuertemente toda la sociedad sobre cuestiones básicas de
moralidad y política, y responderíamos a las analogías hechas por otros.
Es muy gruesa la perspectiva misma de lo que está a la orden del día en este momento ahora: la
desobediencia civil no violenta sostenida masiva. Pero piense de nuevo en lo
que significara si este régimen fascista se estableciera a martillazos
completamente, en que los costos que ya incurren la humanidad y las generaciones
futuras alcanzaran alturas aún mayores.
¿…Y qué les dirá a las futuras generaciones?
Lo que nos lleva al tercer y cuarto puntos: sobre el objetivo inmediato de expulsar al régimen de Trump y
Pence, así como la necesidad más grande y más fundamental de hacer la
revolución, de hacer nacer un mundo completamente nuevo.
Sobre el primer punto: aún queda tiempo para detener a esta monstruosidad inexorable,
pero no queda mucho tiempo. Y también hay una manera de hacerlo, pero ese
camino costará trabajo duro y requerirá que las personas se salgan de sus zonas de confort.
Para aquellos de ustedes que cifran sus esperanzas en los demócratas, si ahora están embriagados con su
“gran victoria”, si piensan que de alguna manera esto muestra que “todavía hay
bondad en el alma de Estados Unidos”, pues los han engañado. Como dijo Malcolm
X, los han embaucado. Y, en una medida muy exagerada, muchos de ustedes se han embaucado a sí mismos.
Estos líderes les pusieron en claro que no van a desafiar a Trump de ninguna manera importante. Lo dejaron en claro durante la
campaña electoral y lo están dejando en claro aún más ahora; y no cambian eso
todas las poses de gente como la “socialista” Alexandria Ocasio-Cortez (que por
su cuenta no pronunció la muy prohibida “palabra f” [fascismo]).
Así que, una vez más, aún queda tiempo para cambiar esto, para detener esta monstruosidad inexorable
fascista… pero no queda mucho tiempo. En un día de estos podría darse algún
incidente internacional que sirviera de pretexto para dar un salto en la evisceración
del estado de derecho o algo peor; o sin ningún pretexto en absoluto. Piénselo:
mientras que los demócratas de peso echan dimes y diretes para mostrar que
pueden “gobernar” (es decir: mostrar que pueden arrancar migajas a un régimen
fascista) y pueden cuidarse de asegurar que sus investigaciones no rebasen
ciertos límites, Trump continúa sus asaltos a cosas como la ciudadanía por
nacimiento, el derecho al voto, el poder judicial y así sucesivamente… una vez
más: ¡todo eso únicamente en la última semana!
¿Qué les dirán las futuras generaciones, si es que aún existan esas generaciones, cuando les explique que
sabía que había una manera de deshacerse del régimen, pero era muy arriesgada,
no había garantías, y bien podría haber requerido que usted cambiara mucho en
su vida… por lo que intentó tomar un camino más seguro?
Y, sí, existe una manera de cambiar esto… pero es un camino duro. Implica reconocer la verdad sobre Estados Unidos y su
verdadera historia y tejido social y la verdad acerca de lo que de hecho se
requerirá para expulsar a este régimen. Y de hecho implica llevar esto a las
calles, en la desobediencia civil no violenta, pequeña al principio pero con el
objetivo de despertar, atraer e incorporar a millones de personas. En estos
momentos, quiere decir ir a todas partes y luchar con la gente para dejar este
marco en el que la dirigencia demócrata, la MSNBC y los demás están metiendo a
usted ASÍ COMO tomar acción (aunque sean acciones pequeñas al principio) contra
los ultrajes los que ya está perpetrando el régimen como parte de la ofensiva fascista. Y
ante todo quiere decir encontrar las formas de llevar a la plaza pública y al
debate público las demandas de Rechazar el Fascismo —¡Esta pesadilla tiene que
terminar: El Régimen de Trump y Pence tiene que marcharse! ¡En nombre de la
humanidad, nos NEGAMOS a aceptar a un Estados Unidos fascista!— con las cuales
muchísimas personas están de acuerdo de corazón, o con las cuales estarían de
acuerdo si llegaran a conocerlas.
Una vez más, en& ese contexto, en un contexto en el
que millones de personas estén diciendo ¡NO! en las calles, las diferencias muy
reales y muy serias entre los fascistas y su oposición burguesa tradicional
podrían entrar en juego como parte de una lucha para expulsarlo. En ese contexto, los conflictos sobre
algo como suspender la investigación de Mueller acerca de los tejemanejes de
Trump con Rusia podrían convertirse en parte de impulsar una lucha mucho más
amplia, en pro de los intereses de la gente y de lo que se necesita: no solo
ponerle presuntos frenos a este régimen sino muy realmente expulsarlo.
Un sistema completamente diferente, y mucho mejor, es posible: ¡Éntrele a BA!
El cuarto, y más esencial, punto es el siguiente: esta monstruosidad inexorable fascista no salió de la nada;
es el engendro de un sistema económico y político muy específico. Ha venido
acumulándose durante años como respuesta a las contradicciones muy arraigadas y
ahora en agudización en una sociedad del tipo
en el que vivimos (el capitalismo-imperialismo) y la forma de gobierno que, por
mucho que esto se tape, es en esencia una dictadura de esta clase
capitalista-imperialista. La democracia de Estados Unidos es una democracia
fundada y condicionada por las necesidades de las capas gobernantes del país:
durante sus primeras ocho décadas, las clases de los dueños de esclavos y de
los capitalistas; y desde ese entonces, la clase dominante
capitalista-imperialista, que ha extendido sus tentáculos por todo el mundo.
Los derechos civiles y legales, los que sí son
importante defender, no obstante son derechos enmarcados en lo que sirve o al
menos lo que no están en conflicto con las necesidades de este sistema. Este
funcionamiento normal crea la ilusión de que “nos estamos gobernando a nosotros
mismos”, cuando en realidad, como mucho, tenemos el poder de elegir cuál
representante de la clase dominante perseguirá sus intereses y defenderá su forma de gobierno sobre las masas
de personas en todo el mundo y sobre nosotros. Y cuando el sistema sufra una crisis profunda, como ahora, los de arriba pueden
eliminar incluso los derechos limitados que sí existen, y pueden instaurar una
dictadura sin tapujos. Para las capas gobernantes, el fascismo es preferible a
una revolución que acabaría con su sistema.
Pero independientemente de la forma de gobierno, el poder real está en las manos de una pequeña clase de
capitalista-imperialistas. Así que pregúntese: ¿por qué estamos encerrados en
semejante sistema en el que nos dicen que podemos elegir únicamente entre
formas más despiadadas y formas más democráticas de dictadura? ¿Por qué
enfrentamos, continuamente, los ultrajes y horrores entretejidos tan
profundamente en esta sociedad, de la encarcelación en masa genocida y la
opresión general de los negros, latinos y pueblos indígenas; la persecución y
satanización de los inmigrantes; la degradación y opresión de las mujeres; las
invasiones y ocupaciones a otros países; y el demente saqueo y destrucción del
medio ambiente por el capitalismo?
Es cierto que el régimen de Trump y Pence empeora e intensifica mucho más todas estas cosas, pero lisa y
llanamente ¿por qué los aceptamos? Los demócratas no tienen respuestas para
nada de eso, aparte de, en algunos casos, imponer estas relaciones opresivas
básicas de modo un poco distinto. Así que no solo luchemos contra el régimen,
por importante que sea hacerlo, sino que en serio exploremos el trabajo que ha
hecho Bob Avakian para examinar profundamente la fuente del problema que
enfrentamos y además exploremos la solución que él ha desarrollado: el plano para una sociedad completamente
diferente en la Constitución para
la Nueva República Socialista en América del Norte, y la estrategia que él ha desarrollado para hacer una revolución
real, en la nueva película Por qué nos hace
falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución.
Al adentrarse en estas obras, en esta solución, la gente podría contar con mayores fundamentos sobre
la necesidad de tomar parte en la lucha contra este régimen e impulsarla. Hace
falta que las personas que este tercer futuro atraiga, el futuro que asuman y
por el que empiecen a luchar —el futuro de la emancipación de toda la
humanidad— se conecten constantemente con otros y les pongan retos, al estilo
de nosotros, a partir de la comprensión más profunda de las raíces de este
problema… cuál es la solución a ese problema subyacente profundo… y a esa luz,
la verdadera seriedad de la amenaza representada por este régimen y lo que hay
que hacer en este mero momento para expulsar al régimen que hoy avanza hacia
adelante de manera tan febril. Cuanto más los revolucionarios hagan que esto
incida, más amplios serán los sectores de personas que será posible atraer e
incorporar y más profunda será la unidad que será posible forjar.
Estos son tiempos muy cruciales. ¿Estará usted, estaremos todos nosotros, a la altura del desafío que plantean?
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