Los cables de Wikileaks muestran porqué Washington no permite la democracia
en Haití
Mark Weisbrot The Guardian Unlimited, 17 de diciembre,
2010 Diario de Mendoza, 20 de diciembre, 2010 Publico.es, 4 de enero,
2011 En
Inglés
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La polarización del debate sobre Wikileaks en verdad es bastante simple. De
todos los gobiernos del mundo, el gobierno de los Estados Unidos es hoy en día
la mayor amenaza a la paz y seguridad mundial. Esto es obvio para cualquiera que
examina los hechos con tan sólo una mínima cantidad de objetividad. Cientos de
miles, o probablemente más de un millón de personas, han muerto gracias a la
guerra en Irak. La guerra fue completamente innecesaria y injustificable, y
basada en mentiras. Ahora Washington se acerca a una confrontación militar con
Irán.
Como lo señaló en una entrevista Lawrence Wilkerson, el jefe de personal de
Colin Powell, las preparaciónes necesarias para poder conducir una guerra con
Irán está más o menos al mismo nivel que la preparación para la guerra en Irak
en 1998.
Con eso en mente, aun si se ignora el tremendo daño que le hace Washington a
los países en desarrollo en áreas como el desarrollo económico (a través de
instituciones como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de
Comercio), o el cambio climático, es evidente que cualquier información que
ilumina sobre la “diplomacia” de los Estados Unidos es útil. Tiene el potencial
de ayudar a salvar millones de vidas humanas.
Uno entiende esto, o no lo entiende. El presidente Lula da Silva de Brasil,
quién molestó a Washington el mayo pasado cuando intentó mediar la confrontación
con Irán, lo entiende. Es por eso que defendió y declaró su “solidaridad” con el fundador de Wikileaks Julian
Assange, a pesar de que los cables filtrados no fueron una lectura agradable
para su gobierno.
Un área de la política exterior de los Estados Unidos que es iluminada por los cables de Wikileaks, el cual ha sido
previsiblemente ignorado por los grandes medios, es la ocupación de Haití. En
2004, el presidente elejido democráticamente, Jean-Bertrand Aristide, fue
derrocado por segunda vez por un esfuerzo liderado por el gobierno de Estados Unidos. Los funcionarios
del gobierno constitucional fueron encarcelados y miles de sus seguidores fueron
asesinados.
El golpe de Estado haitiano, aparte de ser una repetición del golpe contra
Aristide de 1991, también fue muy similar al golpe fallido en Venezuela en 2002
– el cual también estuvo cubierto de las huellas de Washington. Hasta varias de
las mismas personas en Washington estaban involucradas en ambos esfuerzos. Pero
el golpe en Venezuela falló – en parte porque los gobiernos de América Latina
inmediata y agresivamente declararon que no reconocerían el gobierno
golpista.
En el caso de Haití, Washington aprendió de sus errores en el golpe
venezolano y creó apoyo para un gobierno ilegítimo en avance al golpe. La ONU
aprobó una resolución tan sólo días después del golpe, y fuerzas de la ONU,
lideradas por Brasil, entraron el país. La misión sigue liderada por Brasil, y
tiene tropas de varios otros países Latinoamericanos con gobiernos
izquierdistas, incluyendo a Bolivia, Argentina y Uruguay. También son
acompañados por Chile, Perú y Guatemala.
¿Acaso estos gobiernos hubieron enviado tropas a ocupar a Venezuela si el
golpe hubiera sido exitoso? Es obvio que no hubieran considerado tal medida, y
sin embargo la ocupación de Haití no es más justificable. Los gobiernos
progresistas de Sur América han fuertemente desafiado la política exterior de
los Estados Unidos en la región y en el mundo, con algunos frecuentemente usando
palabras como imperialismo o imperio como sinónimos para Washington. Han creado
nuevas instituciones como
UNASUR para prevenir este tipo de abuso desde el norte. Bolivia expulsó al
embajador de los Estados Unidos en septiembre del 2008 por interferir con sus
asuntos internos.
¿Será porque los haitianos son pobres y negros que se les puede pisotear sus
más fundamentales derechos humanos y democráticos?
La participación de estos gobiernos en la ocupación de Haití es una grave
contradicción política, y esta empeorando. Los cables de Wikileaks demuestran la importancia para los Estados
Unidos de controlar Haití.
Una larga nota de la embajada de los Estados Unidos en
Port-au-Prince al Secretario de Estado responde detalladas preguntas sobre la
vida política y personal del presidente de Haití, Rene Preval, incluyendo
preguntas de suma importancia para la seguridad nacional como “¿Cuántos tragos
se puede tomar Preval antes de mostrar signos de embriaguez?” También expresa
una de las principales preocupaciones de Washington:
“su nacionalismo reflexivo, y su desinterés en dirigir relaciones bilaterales
en un sentido diplomático general, causará frecuentes fricciones al avanzar con
nuestra agenda bilateral. Por ejemplo, creemos que en términos de política
exterior, el mayor interés de Preval es recibir asistencia de cualquier recurso
disponible. Es probable que él sienta la tentación de formular su relación con
Venezuela y los aliados de Chávez en el hemisferio de tal manera que espere
crear un ambiente competitivo para ver quién pueda darle más a Haití.”
Es por eso que se deshicieron de Aristide – quién estaba mucho más a la
izquierda que Preval – y no lo dejan volver al país. Es por eso que Washington
financió las recientes “elecciones”
que excluyeron al partido político más grande de Haití, el equivalente de dejar
fuera a los Demócratas o Republicanos en los Estados Unidos. Y es por eso que
MINUSTAH sigue su ocupación del país, más de seis años después del golpe,
sin una obvia misión fuera de reemplazar al odiado ejercito haitiano – el que
fue abolido por Aristide – como un instrumento de represión.
Los que no entienden la política exterior de los Estados Unidos piensan que
controlar a Haití no le importa Washington porque es tan pobre y no posee
minerales o recursos estratégicos. Pero Washington no funciona de esa manera,
tal como lo demuestran repetidamente los cables de Wikileaks. Para el
departamento de Estado y sus aliados, todo es un despiadado juego de ajedrez, y
los peones importan. Gobiernos izquierdistas serán eliminados y prevenidos de
tomar el poder donde sea posible; y los países más pobres – como
Honduras el año pasado – son los blancos más fáciles. Un gobierno elegido
democráticamente en Haití sería inevitablemente de izquierda dado la historia y
la conciencia de la población – y uno que no se alinearía con las prioridades
geopolíticas de Washington. La democracia, por lo tanto, no es permitida.
Miles de haitianos han
estado protestando las falsas elecciones y el rol de MINUSTAH en causar la
epidemia de cólera, la cual ya ha matado a más de 2.300 personas y que puede
esperarse a que mate a miles más en los próximos meses y años. Considerando la
rápida propagación de la enfermedad, puede que haya habido grave negligencia
criminal de parte de MINUSTAH – por ejemplo el deshacerse de grandes cantidades de deshechos
humanos en el río Artibonite. Ésta es otra grande razón para que se larguen
de Haití.
Ésta es una misión que cuesta más de 500 millones de dólares al año, al mismo
tiempo que la ONU ni siquiera puede recaudar la mitad de esa cantidad para
combatir la epidemia que su propia misión ayudo causar, o para suministrarle
agua limpia a los haitianos. Y ahora la ONU esta pidiendo
un aumento al presupuesto de MINUSTAH a más de 850 millones de dólares.
Es tiempo que los gobiernos progresistas de América Latina terminen ésta
ocupación, la cual va en contra de sus propios principios e ideales, y va en
contra de la voluntad del pueblo haitiano.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research
(CEPR).
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