En West Point los manifestantes anti-guerra
expresan su oposición
Domingo, 06 de diciembre de 2009 Elaine Brower
Bueno, el presidente Obama ha hecho lo que dijo que iba a hacer, es decir,
escalar la guerra en Afganistán. No sólo en marzo pasado, cuando envió a 24.000
soldados, sino también ayer en la Academia Militar de West Point en Nueva York
cuando anunció con labia que iba a enviar inmediatamente a otros 30.000 más.
Este mes, 9.000 infantes de marina se desplegarán a la provincia de Helmand a
fin de "erradicar" el bastión de los capos de la droga y combatir a los
"insurgentes" talibán. ¿Eh? ¿Es ésta una "guerra contra el terror" o una "guerra
contra las drogas" o estamos construyendo esa nación?
Estoy confundida, ¿no lo eres tú? Fue apenas el mes pasado que estábamos
salvando a las mujeres en Afganistán y el mes antes que estábamos trayendo la
democracia al pueblo afgano, al ayudarle en su proceso de elección democrática.
¡Qué absurdo! ¡Y nos está vendiendo esto el mejor demagogo del planeta! El
zalamero de Obama está traicionándonos al enviar a Afganistán a 100.000 soldados
adicionales, además de fuerzas de operaciones especiales, un número casi igual
de contratistas mercenarios y asesinos y, ¡no te olvides!, el constante aumento
de bombardeos de aviones robot. Nuestras tropas están agotados después de
cumplir más de múltiples turnos y sufrir heridas traumáticas del cerebro,
trastornos de estrés postraumático grave y heridas tan horribles que hace unos
años un soldado habría muerto inmediatamente.
Sin embargo, el discurso de Obama anoche en West Point podría haber hecho que
pensaras que se trataba de algo bueno. La mayoría de los estadounidenses no sabe
lo que nosotros sabemos. Se ilusiona con la retórica de que "Estados Unidos no
ocupa otros países" o "Estados Unidos ha ayudado a naciones sufridas con
reconstrucción y envíos de ayuda." ¿Te confunde? Bueno, a mí sí, ¡a pesar de que
estaba a la entrada de West Point con otros 300 manifestantes sumamente
enojados!
La noche empezó en el centro del pueblo de Highland Falls, Nueva York, con
discursos de todo el espectro de opiniones sobre por qué no se debe aumentar el
nivel de tropas en Afganistán. Las razones iban de la necesidad de dinero para
la educación, el empleo y la asistencia sanitaria; a que no se puede permitir
más guerra; a "¡Maldita sea, esto es simplemente inmoral!" El asesinar a gente
en otro país es moralmente inaceptable e ilegítimo. Me proclamé una de las
ingobernables que ¡ya no acataré las restricciones impuestas por un gobierno que
no me representa a mí ni a los intereses de la humanidad! Había cerca de 300
personas en la manifestación frente a una plazoleta repleta de arbolitos
navideños, cada persona con una vela de algún tipo, escuchando los discursos en
silencio y aplaudiendo en los momentos apropiados. Unos periodistas locales
grabaron las opiniones anti-guerra, y luego marchamos en silencio, como en una
"vigilia de velas", hasta los portones principales de West Point, donde el
presidente estaba a punto de pronunciar su discurso de apoyo a la escalada.
¡Qué irónico que, a pesar de que los manifestantes querían un "cambio", allí
estaba Obama en el mismito lugar donde Bush había hecho el mismo anuncio, que
una vez más se enviaría más tropas a la mismita guerra, cuando Obama fue elegido
para poner fin a ella! Afirmó que había escuchado atentamente a todos los
asesores, tanto militares como civiles. Repito: "¿Eh?" Pues el propio asesor de
la Casa Blanca sobre Afganistán había dimitido en protesta de la intensificación
de la guerra. Me imagino que Obama no le prestó mucha atención. Muchas
organizaciones para la paz y la justicia habían recibido llamadas telefónicas de
la Casa Blanca para solicitar sus opiniones, y habían opinado. Me imagino que
tampoco nos prestó atención a nosotros.
Así que fuimos con nuestra ira y pasión al portón principal de West Point, en
silencio. Junto con tres activistas que son cercanos amigos, habíamos decidido
que íbamos a aumentar lo que estaba en juego, al crear condiciones en las que
seríamos "ingobernables". Nos encadenamos a la señal que indicó los límites
municipales y que estaba justamente al lado de las imponentes torres de West
Point, bajo la vigilancia de los agentes de policía locales y de los policías
militares. Los que estaban marchando empezaron a corear "¡Alto a esta guerra!" y
nos pasaron, queriendo estar más cerca de la calle cerrada con barricadas.
Decidimos quitar las cadenas e ir adelante. Nos apostamos en el portón, lo
más cerca que se podía, y nos sentamos frente a la policía militar con una
actitud de desafío. Nos dirigimos a la multitud y coreamos en voz alta: "¿30.000
soldados más? ¿Con qué maldita razón?" Las consignas de la multitud seguían
haciéndose más fuertes, y los manifestantes empezaron a acercarse al portón
principal, ahora directamente enfrente de la policía. Los tambores y un saxofón
crearon un ritmo para acompañar los gritos.
La gente estaba inspirada, animada y realmente enfurecida. Mientras nos
sentábamos ahí, un creciente número de gente venía a sentarse con nosotros, de
cara a la calle, tomándonos del brazo y sonriendo. Me hizo recordar los días de
las protestas en contra de la guerra de los años 70, cuando el movimiento tomó
cartas en el asunto y exigió ser oído. Jóvenes y viejos se tomaron las calles e
hicieron protesta. La acción sorprendió a las y los organizadores locales porque
no fue planeada y probablemente fue la más radical que se hubiera visto enfrente
del portón de la Academia del tranquilo pueblo de Highland Falls.
Nos sentamos ahí, mientras Obama pronunció su discurso con el pleno
conocimiento de que acababa de ordenar a más tropas a combatir, morir y matar en
la guerra más larga que Estados Unidos haya lanzado. Todos los que estaban en la
calle eran conscientes de lo que estaba pasando dentro del edificio directamente
enfrente de ellos, y les daba asco, provocándolos a gritar que Obama les había
decepcionado y traicionado, y que habría que tener cuidado con la "cabeza de
serpiente" afuera, pues esa "serpiente" tenía un cuerpo que se extendía por todo
el país y que no le permitiría seguir llevando a cabo estas guerras a cualquier
costo. ¡Su "base" lo había abandonado!
Después de sentarnos ahí por casi una hora, seis de nosotros decidimos
levantarnos y caminar hacia la entrada que estaba abierta, donde los carros
estaban entrando en la Academia. Caminamos rápidamente a través de la multitud
hasta el portón Thayer, donde nos sentamos de nuevo, esta vez bloqueando todo el
tráfico que quería pasar. Empezando con 4 personas que se arriesgaban ser
detenidas, ya éramos 6 personas. Todo ocurrió tan rápido que la policía no nos
pudo atrapar y el jefe inmediatamente mostró su disgusto. Seguíamos gritando a
viva voz: "¿30.000 soldados más? ¿Con qué maldita razón?" y la multitud siguió
el ejemplo. Naturalmente recibimos el sermón policial de costumbre de que
"nosotros les permitimos quedarse enfrente de la otra puerta, así que ¿por qué
quieren sentarse aquí?" Pero, haciéndole caso omiso, cambiamos nuestra consigna
a: "PONGAN FIN A ESTAS GUERRAS!"
Al final, para las 8:45 de la tarde éramos seis detenidos, justo cuando Obama
había terminado, con un descaro sin límite, su discurso zalamero y manipulador
ante el mundo. Nuestras acciones fueron espontáneas y poco planeadas, y ¡nos
emocionamos muchísimo al desahogar nuestra ira, literalmente, al mundo entero!
Los manifestantes se quedaron cerca de la cárcel, protestando con energía hasta
que finalmente tuvimos que despedirnos, cada uno yendo por su propio camino.
Anoche aprendimos una lección: ¡cuando se pone de pie o se hace plantón por
lo que es justo, todo el mundo empezará a participar en la crecida
resistencia!
www.elainebrower.com
Activista contra la guerra y madre de un infante de marina estadounidense que
actualmente está en ruta a Irak para su tercer período de servicio; miembro del
Comité Directivo de El Mundo No Puede Esperar y de "Military Families Speak Out"
[Familias Militares Alzan la Voz].
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