¡Un cambio en el que sí se puede
creer!
Elaine Brower 8 de Junio de 2011
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 8 de julio de
2011
Han pasado más de 10 años desde que mi hijo se unió al Cuerpo de Marines de
los EE. UU.. Desde que nació, por lo menos me parecía de esa manera, quiso ser
un infante de marina. Llevaba ropa interior y calcetines de G. I. Joe, e incluso
la lata del almuerzo. En Halloween todos los años era un soldado o guerrero de
alguna clase. Definitivamente, fue terrible para mí, una activista contra la
guerra ya desde el año 1969.
Yo le rogué, le supliqué e incluso le prometí un coche nuevo si no se
enrolaba en el ejercito, pero cuando cumplió 18 años lo hizo. Los reclutadores
se presentaron en nuestra casa el día después de obtener su diploma de
secundaria, y se lo llevaron al campamento de entrenamiento en Parris Island. Me
sentí como si alguien me hubiera arrancado el brazo fuera de su órbita! Cuando
se graduó, la familia entera fue a ver como este joven se había convertido
supuestamente en un "hombre". Corrí hacia él después de todo el alboroto militar
en el campo de Parris Island, y ni siquiera me miró. No me abrazó o besó, me
dijo que estaba de uniforme y no se le permitía mostrar sus emociones. Huelga
decir que me sentí destrozada.
A partir de ese momento fue una pesadilla proverbial para mí y mi familia.
James se unió a la 15 Unidad Expedicionaria de la Marina en San Diego,
California, el famoso Camp Pendleton. Quería ser un Infante de Marina los
llamados Grunt, siendo su Especialidad en Ocupacional Militar 0305, experto en
demoliciones. Por supuesto, yo no me enteré hasta que estaba allí de
entrenamiento. Aprendió a matar, básicamente, y a operar cada pieza de armamento
que la Infantería de Marina tenía que ofrecer. Su especialidad era la jabalina,
que es un lanzador de cohetes de 80mm de rango, que tienen un coste aproximado
de unos $80,000 del dinero de los contribuyentes.
Cuando ocurrió el 11 de septiembre, él ya estaba en el Golfo. Estaba de
maniobras de entrenamiento, y ya me había acostumbrado a sus llamadas a casa a
altas horas de la mañana, con ganas de charlar sobre su última aventura de
emborracharse en Australia, o para llevar ayuda a E. Timor. Pensé "bueno, esto
no es tan mal. Está ayudando a la gente". Tenía la esperanza de que sus 8 años
de servicio, los 4 años en activo y 4 en reserva que indicaba su contrato,
serian suficientes así yo podía dejar de preocuparme y tal vez él podría salir
de este episodio de su vida ileso. Pero aquella mañana, cuando vi las torres
caer a través de mi edificio de oficinas, sabía absoluta e inequívocamente que
estábamos en guerra. Yo sabía que con nuestro residente vaquero de la Casa
Blanca, estábamos condenados a otro Vietnam. Me imaginé como serian los
siguientes 8 años de mi vida y no fue bonito.
A la semana siguiente, nuestro ilustre Presidente anunció que íbamos a coger
a Osama bin Laden, "Vivo o Muerto!" Y allá se fue James, directamente a Tora
Bora, a explosionar cuevas, tratando de obtener la recompensa de $ 25 millones.
Durante los siguientes seis meses, él creció más cansado, y yo no pude dormir.
Llamadas de teléfono a las 3 am, y explicando que se les había dicho que bin
Laden estaba en algún lugar, y que fueran a cogerlo, sólo para enterarse de que
se tenían que retirar. Los dos estábamos desconcertados. No hubo respuestas
durante ese tiempo. Por supuesto, yo tenía mis propias creencias personales,
pero el país entero, si no del mundo, ardía en llamas de odio y venganza. ¿Quién
era yo para cuestionar esto?.
Cuando salió de Kandahar, y esta fue entregada a la Armada, quedo
decepcionado, pero todavía sentía la chispa del patriotismo. En ese momento mi
hija y yo estábamos protestando contra la guerra con su grupo de la universidad.
No había lugar para mí, una mamá militar contra la guerra. Mi hija fue detenida
y pague la fianza. James continuó en el escenario de guerra con dos giras a
Irak. Para el año 2009, él estaba demacrado, herido muchas veces, y realmente
comenzó a cuestionar su misión. En un primer momento intentaron detener mis
protestas, pero ambos acordamos que íbamos a amar y respetar la vida del otro y
sus creencias. De hecho, en un momento dado, su comandante en jefe le llamó,
tenía el Pentágono en el teléfono preguntando por mí y si estaba de acuerdo con
mis opiniones contra la guerra. Él dijo: "No, señor", pero yo era su mamá, y
tenía derecho a tener una opinión, y él no se interpondría. Le amenazaron con
darle de baja deshonrosamente, le dijeron que tenía que llamarme para
convencerme de que me detuviera. Él lo hizo, le dije que no, y el dijo vale. Le
dije en ese momento que sería feliz si lo licenciaban.
En abril de 2010, James estaba en casa y había acabado con su servicio
militar. Mi vida había cambiado para siempre por el temor constante de perder a
mi hijo, las llamadas telefónicas a cualquier hora del día o de la noche, y
mirando por la ventana para ver llegar aquel vehículo militar en mi acera. Sabía
de muchas madres que han sufrido ese horror, y pensé que iba a ser una de ellas.
Mi hijo no estaba realizando un trabajo de escritorio, o en la construcción de
piezas para la maquinaria de guerra, era parte de la máquina de guerra. Un
asesino adiestrado. Cada vez que daba una charla, pedía disculpas por él, y
trabaje muy duramente para explicar que su elección no era la mía, su formación
no fue algo que yo toleré, ni admití.
El año pasado, después de su regreso, perdió su trabajo, tenía lagunas de
memoria graves y pesadillas, comenzaba su camino hacia el despertar y la
recuperación. Fui testigo de ello sobre una base diaria. Las subidas y bajadas,
la rabia, el miedo, la impotencia y la ira de que lo que había soñado, ser parte
de los Marines de EE.UU., fue lo que le había destruido, física y
emocionalmente. Despotricaba contra el gobierno por haberle mentido. Se
enclaustró, deprimido y a los 28 no podía mantener una relación. Todos los
problemas que la mayoría de las personas sólo leen, o no entiende, estaban
delante de mi. He viajado con él a las visitas en VA, le he llamado varias veces
al día, y rogado que buscara ayuda antes de que terminara con su vida.
No estoy segura de como fui capaz de sobrevivir a través de los años este
tipo de tormento, pero me decía a mí misma que otras madres habían perdido a sus
hijos, por lo que yo era una de las afortunadas. Así que James y yo viajamos por
este camino juntos, en su mayor parte en desacuerdo, pero bloqueando las armas
contra la oscuridad. Hasta hace unas semanas.
Note un cambio que de repente apareció él, y por lo que pude ver todo comenzó
cuando leyó de Howard Zinn "La Otra historia de los Estados Unidos". Comenzó a
leer Wikileaks, y los libros escritos por los veteranos que habían tenido
experiencias similares a las suyas. Todos los días aprendía algo nuevo acerca de
cómo su gobierno lo había traicionado, y a sus compañeros marines, y todas las
tropas que sirven en el ejército. Me llamaba, como un niño que descubría el
helado por primera vez, para explicarme un secreto recién descubierto por así
decirlo, y actuar sorprendido de nuevo.
Me decía a mi misma que estaba soñando, o que se daría por vencido. No me
atrevía a estar realmente contenta de que mi hijo se había unido a mi en mi
lucha contra las guerras. Hasta que se puso de pie en frente de un grupo de
estudiantes de secundaria en Nueva York, donde vivimos y declaró "no se unan a
las fuerzas armadas. Para mí, fue un error. Tengo 30 años, voy a terapia física
dos veces a la semana, no puedo levantarme de la cama por la mañana sin dolores,
y estoy en el paro. No quiero esto para nadie". James decidió unirse a la gira
de "No somos tus soldados",
un proyecto de El Mundo no Puede Esperar, que acerca veteranos de Irak y
Afganistán a las escuelas secundarias de todo el país.
Mientras le veía hablar con esta clase, las puertas de mi alma se abrieron.
"¡Era cierto!" Había cambiado. ¿Cómo había sucedido esto? Lloré suavemente en la
parte delantera de la sala, mientras estaba grabando con una cámara toda esta
transformación delante de mis ojos. Diez largos años de lucha. Mi batalla
personal con mi hijo, a quien quiero mucho. De hecho gané, pero a un precio muy
alto. Un gasto enorme para mi salud emocional, mi hija, que tiene dificultades
para perdonar a su hermano por salir a matar gente, y observar la lucha diaria
de James con su lesión traumática del cerebro, trastorno de estrés
postraumático, y dolores en el pecho debido a dormir al lado de fosas ardiendo
durante un año en Irak, es una experiencia que altera la vida, no se la deseo a
nadie.
Es genial verlo ahora, escucharlo hablar de la realidad de la guerra, y
decirles a los niños que se mantengan alejados de los reclutadores militares. De
un patriota nacionalista acérrimo a un pensador independiente que se ha
convertido en un anti-imperialista, con la fuerza y el fervor con los que llevó
sus sueños jóvenes, y que ahora aplica a su vida diaria.
Elaine Brower es un activista contra la guerra, madre de tres
combatientes de gira, miembro del comité directivo nacional para el "Mundo No
Puede Esperar" www.worldcantwait.net y miembro de Military Families Speak Out
(mis opiniones no reflejan la posición nacional de OIMA).
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