Debate sobre la tortura vuelve a EU con la
nominada para dirigir la CIA
Gina Haspel, nominada para dirigir la Agencia Central de
Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) durante su comparecencia ante un
comité del Senado para su ratificación. La funcionaria tiene una carrera de más
de 30 años en la agencia, pero ha sido muy cuestionada por su postura respecto
de la tortura como método para interrogar a sospechosos Foto Xinhua
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David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 11 de mayo de 2018, p. 22
Nueva York.
La tortura regresó al centro del debate político en Washington, una vez más
con un presidente que abiertamente ha respaldado esta práctica y que ha
nombrado a un importante cargo a alguien que supervisó su aplicación.
La comparecencia de Gina Haspel ante el Senado para buscar su ratificación
como jefa de la CIA, donde aseguró que nunca permitiría el retorno de lo que
oficialmente se llama métodos mejorados de interrogatorio, aunque rehusó
calificar su uso como inmoral o ilegal, retomó el debate sobre la tortura en este
país.
Haspel, con una carrera de más de 33 años en la CIA, supervisó un centro de
detención clandestino de la agencia en Tailandia, donde sospechosos de
terrorismo fueron sometidos a tortura, y después promovió, con otros oficiales,
la destrucción de videos de esas prácticas.
Sin embargo, ya que casi toda su carrera fue en operaciones clandestinas de
la agencia, no se conocen los detalles de su trabajo. Con todo, nuevas
revelaciones comprueban que ella supervisó por lo menos un interrogatorio a un
sospechoso que no sólo fue sometido al sino fue repetidamente golpeado contra una
pared y encerrado en algo parecido a un ataúd, entre otras cosas, reportó
ProPublica esta semana.
Ante este historial, más de 50 organizaciones de derechos humanos y
libertades civiles, ex oficiales de inteligencia y decenas de legisladores, en
su mayoría demócratas, se han expresado en contra de su nombramiento. No
creemos que deba ser directora de la CIA, más bien, debería estar en la cárcel,
comentó el Centro por Derechos Constitucionales.
En su comparecencia, Haspel se comprometió a que la agencia nunca
regresaría a esas prácticas, pero evadió responder a preguntas directas sobre
si consideraba que las prácticas son inaceptables e inmorales, o si lamentaba
su papel en esos episodios al inicio de la llamada guerra contra el terror
lanzada por el presidente George W. Bush.
Esa ambigüedad, en la manera de responder de Haspel, importa en un momento
en el que Estados Unidos está encabezado por un presidente que ha elogiado la
tortura, quien carece de respeto por el imperio de la ley y que exige lealtad
absoluta de sus asesores, y por tanto es imposible para nosotros y otros, para
quienes el repudio de la tortura es una prioridad, apoyar el nombramiento de
Haspel, declaró este jueves el Washington Post en su editorial, resumiendo la postura de
muchos.
Tal vez la voz más difícil para la mayoría de quienes apoyan el
nombramiento de Haspel es la del senador y ex candidato presidencial
republicano, veterano militar condecorado y prisionero de guerra durante más de
cinco años, John McCain. El papel de Haspel como supervisora del uso de tortura
por estadounidenses es perturbador. Su renuencia en reconocer la inmoralidad de
la tortura es descalificador, afirmó, al llamar a sus colegas a rechazar esta
nominación (el senador no podrá estar presente para el voto de ratificación, ya
que parece que su lucha contra el cáncer de cerebro está en una etapa final).
Entre los ex agentes y oficiales de inteligencia que han expresado su
rechazo a Haspel está Ray McGovern, un ex analista de la CIA que decidió
presentarse en la audiencia pública del miércoles en el Senado, donde intentó
hacer preguntas críticas desde el público antes de ser rápidamente expulsado
por la policía del Capitolio, que en el pasillo tiró al suelo y esposó al
hombre de 78 años, lo acusó de resistir a la autoridad y lo obligó a pasar una
noche en prisión.
John Kiriakou, otro ex oficial de la CIA, responsable por la captura de un
alto mando de Al Qaeda y quien después filtró a los medios la existencia del
programa secreto de tortura, por lo cual fue fiscalizado por el gobierno de
Barack Obama al amparo de la Ley de Espionaje, denunció la nominación al
escribir en Truthdig que “nominarla define a Trump como un líder (…) totalmente desdeñoso de
los derechos humanos básicos y del imperio de la ley”.
Varios recordaron que fue otro presidente republicano, Ronald Reagan, quien
firmó la Convención contra la Tortura, la cual obliga a los estados a proceder
penalmente contra todo torturador en su territorio y que afirma que no existe
excepción –ni terrorismo ni órdenes de un superior– para justificarla.
No sorprendió que el ex vicepresidente de Bush, Dick Cheney, quien autorizó
estas prácticas, defendió no sólo a Haspel, sino el uso de las técnicas. Otros,
como ex altos oficiales de inteligencia, incluso del gobierno de Obama, también
defendieron a Haspel, junto a una mayoría de políticos republicanos. Sin
embargo, su ratificación por el pleno de la cámara alta no es segura.
Por otro lado, horas después de recibir en la madrugada a los tres
prisioneros liberados por Corea del Norte, Trump anunció que ya se estableció
la fecha y sitio de su cumbre con su contraparte Kim Jong-un: 12 de junio en
Singapur.
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