El costo de la libertad
Varias personalidades estadounidenses se han sumado a una
demanda legal contra el gobierno de Barack Obama, quien promulgó a finales de
2011 una ley que autoriza a la autoridad negar el derecho a un proceso judicial
imparcial a todos aquellos que considere terroristas o simpatizantes del
terrorismo Foto Ap |
David Brooks La Jornada 09 de abril de 2012
La guerra dentro y fuera de Estados Unidos se ha vuelto una condición
permanente de la vida en este país después de más de una década de sangre,
detenciones, tortura y violaciones a los derechos humanos.
Tan es parte del acontecer cotidiano que ya ni se comenta tanto; simplemente
existe. La de afuera se registra en datos, número de muertes, cifras de sangre.
La interna es menos visible, incluso menos comentada, pero es lo que está
cambiando la vida aquí, dentro del país, en el campo de batalla doméstico.
Una nueva norma: Ley de Autorización de Defensa Nacional, o NDAA, promulgada
por el presidente Barack Obama a finales de diciembre de 2011, autoriza que el
gobierno niegue el derecho a un proceso judicial imparcial a todos los que
determina que son terroristas o simpatizantes de ese enemigo –incluidos
ciudadanos estadounidenses– y mantenerlos en detención indefinida. La
legislación, que permite el uso de las fuerzas armadas para detener a cualquier
civil en cualquier parte del mundo, es tan ambigua, critican algunos, que puede
colocar a casi cualquier ciudadano en riesgo. Acusan que la definición de
simpatizante del terrorismo es tan amplia que pone en riesgo a activistas,
intelectuales y hasta periodistas.
Por ello, veteranos de batallas políticas de las ultimas décadas, desde
Daniel Ellsberg –quien filtró los famosos Papeles del Pentágono– hasta Noam
Chomsky y el filósofo político Cornel West, entre otros, se han sumado a una
demanda legal contra el gobierno de Obama impulsada por el ex corresponsal de
guerra del New York Times y Premio Pulitzer Chris Hedges, con el
argumento de que estas medidas son anticonstitucionales.
Hedges relata que si esta ley no es frenada implica que las autoridades
tendrán el poder de detener a cualquier ciudadano que no se subordine al Estado
corporativo y “permitirá al Estado de seguridad y vigilancia marcar como
terroristas a movimientos y manifestantes no violentos, junto con críticos
sociales y políticos, que en la imaginación del gobierno tienen cualquier huella
de vínculo con Al Qaeda y ‘fuerzas asociadas’”. Con ello se generará un mayor
clima de sospecha y temor entre esta sociedad y se suprimirá aún más la
disidencia, advierte en un artículo en Truthdig.
La fórmula aplicada desde el inicio en esta guerra contra el terrorismo
permanece: o estás con nosotros o estás con el enemigo, subraya Hedges, y
advierte que con ello se ha creado un monstruo. “Nuestras 16 agencias de
inteligencia nacionales y un ejército de contratistas privados se nutren de la
paranoia, el rumor… y la demonización de la libre expresión crítica y otras
narrativas inventadas. Justifican su existencia y su consumo de vastos recursos
gubernamentales convirtiendo hasta lo más banal y mundano en una amenaza
potencial. Y para cuando terminen, esta nación será un gulag”, advierte
Hedges.
Vale recordar que el Washington Post reportó hace un par de años que
ahora existen mil 271 agencias gubernamentales y mil 931 empresas privadas que
trabajan en tareas relacionadas con la seguridad nacional e inteligencia, con
cientos de miles de trabajadores en 10 mil puntos de todo el país, resultado de
la ampliación sin precedente del aparato de seguridad nacional.
Los costos graves en supresión y limitación de derechos civiles y humanos se
han producido, y denunciado, desde la declaración de la nueva guerra contra el
terrorismo en 2001. Además de lo que ya se sabe con los casos de Guantánamo y
otros centros de detención, donde se viola la piedra angular del sistema legal
estadounidense –el habeas corpus, que proviene de la Carta Magna–,
junto con el uso de tortura y más, ahora las tácticas y armas de esta guerra
antes reservadas sólo para extranjeros se emplean cada vez más contra
estadounidenses.
Mientras tanto, las guerras que Estados Unidos ha llevado a cabo durante más
de una década tienen costos imposibles de medir en términos humanos. Los datos
ofrecen sólo un vistazo, ausente de lágrimas, sufrimiento, gritos, llanto,
furia, tristeza, desolación…. Ajá, todo eso a lo que los machos se refieren
cuando reiteran que la guerra es el infierno.
Los costos en vidas y tesoro, según el informe más completo que se ha
realizado, por el Instituto Watson de la Universidad Brown, sólo hasta mediados
de 2011 incluyen: 6 mil 381 militares estadounidenses muertos (dato actualizado
hasta esta semana), junto con dos mil 300 contratistas, 9 mil 922 agentes de
fuerzas de seguridad iraquíes, 8 mil 756 de las fuerzas de seguridad de
Afganistán, 3 mil 520 de las fuerzas de seguridad de Pakistán, 11 mil 700
civiles afganos, 125 mil civiles iraquíes, 35 mil 600 paquistaníes, 10 mil
insurgentes afganos, 168 periodistas y 266 trabajadores humanitarios. Todos
estos, con otros pocos más, dan un total (y es el cálculo más conservador del
informe) de casi 225 mil muertos.
Además están los heridos, incluidos más de 99 mil estadounidenses, 51 mil
contratistas privados y, por supuesto, militares y civiles en Irak, Afganistán y
Pakistán; todos suman un total de 365 mil 383. Los desplazados por estos
conflictos incluyen 3 millones 315 mil civiles afganos, 3 millones 500 mil
civiles iraquíes y un millón de civiles paquistaníes para un total de 7 millones
815 mil.
En tesoro, el presupuesto oficial del Congreso para estas guerras en Irak y
Afganistán asciende a un billón 300 mil millones de dólares, pero los cálculos
totales, incluidos costos relacionados en varios rubros, de estos conflictos
para los contribuyentes estadounidenses son de entre 3 billones 700 mil millones
y 4 billones 400 mil millones. (Para información completa, ver página del
proyecto: costsofwar.org/
Obama y su contrincante republicano en las elecciones debatirán quién es el
mejor comandante en jefe. Disputarán en los próximos meses quién es más efectivo
al enfrentar amenazas a la libertad estadounidense fuera y dentro del país.
Todo esto es, pues, un aspecto de la vida cotidiana en Estados Unidos. Dicen
que es el costo de la libertad.
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