Hacia una Cuaresma liberadora
El miércoles de Ceniza dio comienzo a lo que en nuestro calendario litúrgico
Cristiano llamamos la Cuaresma. Esta es el camino hacia la Pascua, o lo que
comúnmente denominados como Semana Santa.
Habitualmente la Iglesia como institución presenta la Cuaresma como una
oportunidad para el arrepentimiento y la conversión individual. Dura 40 días y
termina antes del encuentro de Jesús en lo que llamamos la última cena o jueves
Santo.
Digo habitualmente porque los procesos litúrgicos que podemos elaborar de la
experiencia liberadora de Jesús, fueron y siguen estando conectadas hacia la
meta suprema de impactar a la colectividad, no a la individualidad. Por
supuesto, lo bueno es que ese impacto hacia la colectividad, como una
bienaventuranza dialéctica, siempre deja como resultado el impacto hacia la
persona. No obstante, pasar de lo individual a lo colectivo no se da
automáticamente, ese ha sido siempre el problema con los pecados del egoísmo y
el protagonismo.
Que no se nos olvide, ese impacto hacia la colectividad siempre estuvo
definido con la praxis de transformar realidades opresoras en experiencias
liberadoras.
¿Cuál es entonces el reto que se nos presenta al celebrar una Cuaresma
liberadora que rescate su verdadero legado socio-histórico y político? Dos
preocupaciones florecen en mi mente.
Una es el poder celebrar una Cuaresma que no excluya a quienes no son
creyentes del Cristianismo, sino mas bien que tenga la capacidad que siempre ha
tenido el compañero y hermano Jesús de sumar más personas al proyecto de luchar
por la justicia. Que no se nos olvide, vivimos en una sociedad en donde el
pluralismo religioso constantemente reta nuestras prácticas democráticas de
inclusión con participación. Esto quedó demostrado en la praxis de la narrativa
del Buen Samaritano (Lucas 10:25-36), donde se nos esclareció que la
manifestación del amor solidario es la verdadera religión.
Observe cuidadosamente como en estas guerras disparatadas contra Irak y
Afganistán muy arbitrariamente, pero calculado ideológicamente, se ha mercadeado
a la religión Islam como terrorista. Nuestra Cuaresma liberadora debe de tener
la capacidad de poder identificar, denunciar y combatir este proyecto-cristiano
distorsionado, contra las comunidades musulmanas; son nuestros hermanos y
hermanas. En última instancia, ojalá algún día podamos comprender que las
religiones son solo un producto socio-cultural, de reafirmación personal y
colectiva que en diferentes momentos, diferentes personas desarrollaron para
reencontrarse y relacionarse con la Divinidad. De aquí el que cada día que pasa
me convenzo mucho mas que la práctica del amor solidario es la verdadera
religión.
La otra preocupación que surge como reto lo es el como celebrar una Cuaresma
que tenga relevancia y reverencia en las luchas del pueblo. En mi humilde
opinión, me atrevería a decir que la Cuaresma debe y tiene que ser una
estrategia de subversión contra el desorden existente. Ya lo dijo el compañero y
hermano Jesús en la narrativa de Lucas (4:18) cuando expresó que vino a traer
liberación. Por lo tanto, sigamos promoviendo la paz con justicia.
Lbarrios@jjay.cuny.edu
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