Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Reino Unido: El informe Chilcot — un
encubrimiento de cómo la invasión a Irak desencadenó los horrores de hoy
2 de septiembre de 2016 | Periódico Revolución |
revcom.us
8 de agosto de 2016. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El
informe Chilcot sobre el papel de Reino Unido en la invasión a Irak en 2003,
resultado de una investigación iniciada en 2009 bajo la dirección del ex alto
funcionario John Chilcot, se publicó finalmente en julio de este año. Por la
magnitud de la oposición a la guerra de Irak en las clases dominantes y la
población, y también por el desastre tras la invasión, mucha gente estaba
ansiosa de ver qué decía la investigación.
En 2003 los imperialistas estadounidenses bajo la administración de George
W. Bush, con plena cooperación de los imperialistas británicos bajo el régimen
del primer ministro laborista Tony Blair, atacaron, invadieron y ocuparon Irak.
Esta injusta guerra se lanzó con la falsa acusación —la mentira— de que el
régimen iraquí poseía “armas de destrucción masiva” y que planteaba una amenaza
para la vida y la seguridad en los países de Occidente.
Imagen sin fecha, puesta a la disposición del Washington Post el 21
de mayo de 2004. Un soldado estadounidense se burla de un preso y lo tortura
durante su detención en la prisión Abu Ghraib, Bagdad, Irak. Foto: AP |
Los agresores lograron derrocar a Sadam Hussein en solo un mes. Ocuparon
todo el país usando su propia arma de destrucción masiva: enfrentar musulmanes
chiitas contra musulmanes sunitas, para que la resistencia contra la ocupación
se desviara en buena medida hacia una guerra civil. El resultado de la guerra
ha sido catastrófico, fue el caldo de cultivo para el Estado Islámico (EI)
[ISIS o Daesh]. El asesinato de medio millón de iraquíes durante la ocupación,
el desplazamiento de cinco millones más, la infame política de los invasores de
que todas las viviendas, todas las familias y todos los iraquís eran un blanco
válido de sus soldados y aviones, sus indiscriminadas redadas para llenar
campos de prisioneros caracterizados por salvajes condiciones y tortura
sistemática, como el tristemente célebre centro de tortura Abu Ghraib (el
núcleo inicial de EI se creó en esas prisiones), y el establecimiento de un
sectario gobierno chiita que realizó una sistemática y violenta limpieza
étnica, todo esto puso el tono y desencadenó la violenta espiral que le siguió.
Si bien el auge del fundamentalismo islámico es un fenómeno complejo y no
empezó con esa guerra, la magnitud e intensidad de los horrores que vivieron
los pueblos del Medio Oriente son resultado directo de esa invasión, en cómo
hizo añicos las estructuras sociales, políticas y morales existentes, y
convirtió en guerras genocidas lo que en algunos casos era coexistencia
religiosa y en otros tensiones sectarias. Pocas acciones humanas han tenido un
impacto tan desastroso como la decisión que tomaron Bush y Blair, con la
complicidad de muchos políticos importantes (incluyendo la candidata
presidencial estadounidense Hillary Clinton) y otras autoridades y creadores de
opinión en ambos países. La guerra desató un infierno en Irak con la esperanza
yanqui de reafirmar su dominación y la de sus socios británicos en la región, y
eso a su vez es un elemento crucial de su posición de cabecillas del sistema
imperialista mundial.
Este acto de agresión indignó al pueblo del mundo y en particular al pueblo
de la región, y los resultados incluso mucho más. La investigación Chilcot se
emprendió con la misión explícita de “sanar las heridas”, no las heridas reales
ni el enorme sufrimiento de millones de iraquís sino el resquebrajamiento de la
confianza del pueblo británico en su Estado y
sus representantes, especialmente porque la misma clase dominante británica
estaba muy dividida sobre si unirse o no a los imperialistas estadounidenses y
cómo hacerlo en una guerra contra Irak.
El contenido del informe ni siquiera se acerca a la realidad sobre la
guerra, ni a su verdadero propósito y los crímenes cometidos por el gobierno y
las tropas británicos. Sí les da un tirón de orejas a algunas de las más
odiadas figuras de la clase dominante británica, como el entonces primer
ministro laborista Tony Blair. Alguna gente esperaba esto y quedó satisfecha.
Dos investigaciones parlamentarias anteriores justificaron a todos y todo sobre
la guerra, así que no pudieron ayudar a unir a la clase dominante y recobrar
algo de la confianza que perdieron en la población.
¿Qué se dice en el informe?
El informe es de 2,6 millones de palabras, 12 tomos en total. Una gran parte
de éste consta de miles de documentos de soporte y referencias, pero también
contiene un resumen de 145 páginas que incluye los elementos y conclusiones
esenciales del informe en general.
La investigación concluyó que Reino Unido se unió a la invasión antes de
agotar todas las opciones “pacíficas” para obligar a Sadam a suscribirse un
acuerdo con las potencias de Occidente. En ese momento la opción militar no era
el último recurso. El informe dice: “No había una amenaza inminente por parte
de Sadam Hussein y se le debiera haber contenido” por un tiempo. Sin embargo,
no descarta la acción militar en tal momento sino que de hecho sugiere que un
ataque contra Irak pudo haber sido necesario y mejor soportado en la ley un
tiempo después, posiblemente luego de obtener el consentimiento del Consejo de
Seguridad de la ONU. De hecho, la investigación concluye que fue erróneo ir a
la guerra en las circunstancias particulares de ese momento, pero que pudo
haber sido correcto si Estados Unidos y Reino Unido hubiesen esperado un poco
más.
Un ataque a Faluya por fuerzas conjuntas de Estados Unidos, Irak y Gran
Bretaña, noviembre 2004. Foto: AP |
La investigación también refuta la afirmación de Blair de que el régimen
iraquí representaba un peligro inminente a nivel global. Acusa a Blair de haber
“exagerado deliberadamente la amenaza planteada por Sadam Hussein”. Lo más
revelador en el informe Chilcot sobre Blair es la nota que le envió a Bush en
septiembre de 2002, seis meses antes de la invasión a Irak, en la que le
promete al presidente yanqui: “Te respaldaré, pase lo que pase”. Esto parecería
confirmar la opinión común de que Blair era el perrito faldero de Bush. Pero lo
más importante es que la nota no solo servía como carta blanca para la
administración Bush sino que también revelaba que Blair y los principales
líderes políticos del imperialismo británico ya habían decidido ir a la guerra,
sin importar ninguna resolución del Consejo de Seguridad ni informe de
inteligencia u otra evidencia sobre armas iraquís, incluyendo el esperado
informe del inspector general de la ONU. Esta revelación es una bofetada a
Blair y sus compinches y los que estaban decididos a iniciar una guerra.
El informe apalea también a los jefes de las agencias de inteligencia
británicas, especialmente a John Scarlett, director del Comité Conjunto del MI5
(el servicio de inteligencia interno británico) y a Richard Dearlove, director
del MI6 (inteligencia exterior). Los acusa de producir y defender “información
defectuosa” sobre las armas de Sadam. El informe plantea que la posesión por
parte de Irak de lo que se llamó “armas de destrucción masiva” (un término
deliberadamente ambiguo) fue presentada con una “certeza que no se justificó”,
y que la inteligencia no había podido “establecer más allá de toda duda” que
Hussein había seguido produciendo armas químicas y biológicas. El informe
concluye que la invasión a Irak se realizó sobre la base de “una inteligencia
defectuosa” que no se cuestionó y “debió haberse cuestionado”.
Ya que a la invasión a Irak se opusieron no solo muchos países miembros de
la ONU sino también Francia, Rusia y China, todos miembros permanentes del
Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a vetar cualquier resolución de la
ONU que pudiera darle una base jurídica a la guerra, Estados Unidos y Reino
Unido necesitaban encontrar cualquier otra justificación jurídica para su
invasión no provocada. Bush y Blair tenían que urdir una base jurídica
fundamentada en la opinión de sus mismos funcionarios designados. Pero aun así,
dice el informe, el fiscal general británico de ese momento consideró que esta
guerra no tenía base jurídica hasta siete días antes de la invasión cuando fue
enviado a Estados Unidos para que lo convencieran los asesores jurídicos
estadounidenses. El informe concluye que, mientras el gobierno de Blair decía
actuar de parte de la “comunidad internacional”, la acción de Reino Unido
“minaba la autoridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Analizando las repercusiones del ataque a Irak, el informe dice que el
ejército británico estaba mal equipado para la tarea y que Blair había ignorado
advertencias explícitas de varios expertos sobre lo que sucedería en Irak tras
una invasión. Por ejemplo: una advertencia de la entonces directora del MI5,
Eliza Manningham-Buller. El informe también alude a las víctimas y al
desplazamiento en masa producidos por la invasión como un indicio de que el
gobierno no logró alcanzar los objetivos planteados.
Una razón que Blair y otros dieron para la participación del Reino Unido en
la invasión a Irak fue la “relación especial” entre Estados Unidos y Reino
Unido, y la necesidad estar sintonizados con Estados Unidos. El informe Chilcot
dice: “La relación Estados Unidos-Reino Unido no hubiera resultado perjudicado
si Reino Unido hubiese permanecido fuera de la guerra” y “La relación de Reino
Unido con Estados Unidos no exige respaldo incondicional”. Esta es una objeción
al enfoque de Blair como primer ministro y especialmente durante la guerra de
Irak. Claramente había agudas discrepancias en el seno de la clase dominante
británica sobre cómo manejar sus relaciones con las demás potencias
imperialistas, entre éstas Estados Unidos, como parece seguir siendo el caso
con el Brexit, pero el informe Chilcot arroja poca luz sobre las verdaderas
cuestiones en juego o la profundidad de las divisiones.
Incluso sobre la misma guerra de Irak hay muchos hechos importantes que el
informe adrede elude.
Lo que el informe no dice
El informe no dice que Blair era un mentiroso, sólo que exageró la amenaza
de Sadam. Eso equivale a tratar con guante de seda al hombre que mucha gente
llama “B-liar” [B-mentiroso]. El informe alude a una “inteligencia defectuosa”,
un término en sí deliberadamente engañoso a fin de referirse a afirmaciones
fabricadas para justificar ir a la guerra. El informe también exonera a Blair
de mentirle al parlamento. Estas formulaciones son sumamente importantes. El
informe fue elaborado cuidadosamente para decir que Blair no cometió ningún
crimen bajo la ley británica o internacional. Ya que hoy todos sabes que Blair
mintió, la verdadera cuestión política es si podía o no ser llevado ante la
justicia. Mucha gente, incluyendo familiares de soldados británicos muertos en
Irak, ha exigido que sea llevado ante un tribunal internacional para ser
juzgado por crímenes de guerra. Sarah O’Conner, hermana de uno de estos
soldados, dijo en respuesta al informe Chilcot: “Hay un terrorista que el mundo
debe conocer, su nombre es Tony Blair, el peor terrorista del mundo”, mientras
otros familiares aplaudían.
Este informe confirma que si bien los oponentes de Blair entre los
gobernantes y políticos del país quieren desacreditarlo de una vez por todas,
en lo último que piensan es en la justicia. En cuanto a los tribunales
internacionales, no tienen el propósito de juzgar a los gobernantes y
representantes imperialistas de Occidente, sino castigar a los que se niegan a
obedecerles y representan problemas para ellos.
Los que querían una guerra en Irak no se limitaban a Blair y unos pocos
individuos en los servicios de inteligencia que lo respaldaron fabricando
pruebas para darle un pretexto político para la invasión. La mayoría del
gabinete del gobierno laborista en ese tiempo, incluyendo miembros de alto
rango como Jack Straw (el ministro de asuntos exteriores), el canciller Gordon
Brown y muchos otros, apoyaron la guerra. Solo un importante miembro laborista
del gabinete de alto rango, Robin Cook, y otros pocos ministros renunciaron en
protesta. La mayoría de los miembros del parlamento votaron por la guerra. De
manera casi unánime, el partido conservador también respaldó la guerra
entusiastamente, incluyendo el último primer ministro, David Cameron, la nueva
primera ministra Theresa May, Duncan Smith, William Hague y otras celebridades
conservadoras.
Las fuerzas armadas en su conjunto no objetaron la guerra, procedieron a
invadir a Irak, asesinando una masiva cantidad de gente y demoliendo la
infraestructura del país. El director de MI5 le advirtió a Blair que la guerra
acrecentaría enormemente las filas de los grupos islámicos yihadistas en Reino
Unido, Estados Unidos y Medio Oriente, pero no hizo nada para oponerse a la
guerra. Blair es sin duda una de las figuras imperialistas más odiadas de Gran
Bretaña y del mundo, pero no estaba solo. Tuvo el respaldo de la mayoría del
establecimiento político imperialista británico que pensaba que sus acciones
servían a los intereses británicos — que invadiendo a Irak con Estados Unidos,
Reino Unido podía mejorar su posición entre las pandillas imperialistas que se
coluden y a menudo contienden para dominar el mundo económicamente y cuya
política y ejército están al servicio de esa dominación.
A diferencia de Blair y los jefes de inteligencia nombrados en el informe,
algunas personas que querían detener la inminente guerra sufrieron las
consecuencias. El Dr. David Kelly, un experto en armas del Ministerio de
Defensa, fue encontrado muerto dos días después de dar testimonio ante el
Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento expresando sus dudas sobre la
existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
Hay otro importante punto que el informe deliberadamente elude: ni Estados
Unidos ni Reino Unido ni ninguna otra potencia imperialista tiene el derecho de
invadir y ocupar a otro país. Antes, cuando las potencias de Occidente
consideraban que el gobierno de Sadam convenía a sus intereses geopolíticos
regionales, armaron a su régimen — lo que incluía las armas químicas que Sadam
utilizó contra los kurdos e Irán. Ese solo hecho debería arrojar luz sobre los
completamente reaccionarios intereses imperialistas detrás de la invasión
británico-estadounidense. El informe no menciona eso. Tampoco menciona que la
intervención imperialista de Occidente y otros crímenes y la dominación de
otras naciones alimentaban el auge del fundamentalismo islámico aun antes de
esta guerra.
Al contrario, el informe justifica la guerra misma, aunque no el momento en
que se lanzó. Lo que más objeta el informe es que el gobierno de Blair fue a la
guerra cuando el ejército británico “estaba mal equipado para la tarea”. De
hecho, si hubiese estado mejor equipado y tenido más helicópteros y armas más
sofisticadas, hubieran haber tenido la capacidad de matar más gente. El informe
Chilcot no tiene objeción jurídica o moral a esta matanza. Si Bush y Blair
hubieran esperado hasta que se agotaran “las opciones pacíficas” (lo que
significaba una austeridad más mortal en Irak, donde ya habían muerto más de
medio millón de niños como resultado de las sanciones económicas), pues, da a
entender el informe, la guerra habría sido justificada. El informe Chilcot se
cuida mucho de no decir explícita ni implícitamente que la guerra contra Irak
era una guerra de agresión, un crimen que no debió permitirse bajo ninguna
circunstancia.
¿Por qué los imperialistas británicos consideraron que era necesario
realizar esta investigación?
Aunque la clase dominante británica en su conjunto hizo posible realizar
esta guerra de agresión, eso no significa que la clase dominante estuviera
unida al respecto. De hecho, la cuestión dividió agudamente a la clase
dominante británica y los partidos que la representan. Es cierto que el partido
Conservador estaba arrolladoramente a favor de la guerra, pero algunos
importantes miembros del partido como el ex ministro del interior Ken Clark,
votaron en contra. El partido Liberal Demócrata, el tercer partido más grande
en el Reino Unido, votó unánimemente contra la guerra. El entonces gobernante
partido Laborista estaba tan dividido que hasta el día de hoy no ha podido
superarlo. El daño político de esas divisiones que llevó a millones de personas
a las calles contra la guerra y que perjudicó la legitimidad de todo el
establecimiento político aún acecha a la clase dominante británica trece años
después. Lo anterior es muy cierto dado que la guerra no salió bien para sus
intereses y las consecuencias han sido una pesadilla para los imperialistas,
aunque para nada equivale a la pesadilla que le crearon al pueblo de la región
y del mundo.
A pesar de que ahora envuelven sus objeciones a la guerra en cuestiones
jurídicas, y hacen cosas peores desaprobando el momento en que se lanzó la
guerra pero no la guerra misma, un importante sector de la clase dominante
británica estuvo contra la guerra porque en parte había anticipado el resultado
y no lo veían a su favor. Así que el informe en parte buscó resolver la
división entre los gobernantes británicos así como engañar al pueblo.
La división y el debate en la clase dominante ayudaron a atraer a millones
de personas a la vida política y a la oposición. Entre uno y dos millones de
personas de diferentes sectores sociales participaron en las protestas la
víspera de la invasión, paralizando el centro de Londres. Se realizaron
protestas similares en otras ciudades grandes y medianas de Inglaterra y
Escocia. Pero no pudieron impedir la guerra, no solo porque Blair le había
prometido a Bush “Te respaldaré, pase lo que pase”, sino más fundamentalmente
porque el grueso de los representantes políticos de la clase capitalista
británica estaba decidido a seguir adelante sin importar lo que la gente
pensara, y hasta aquellos que consideraban que la guerra era una mala idea para
los intereses imperialistas británicos, temían a una mayor movilización de la
gente como algo más peligroso a esos intereses, y se unieron bajo la bandera de
la guerra cuando se lanzó.
El propósito del informe no es impedir que continúen esos crímenes de
guerra, sino sacar lecciones políticas sobre la forma de manejar mejor una
situación complicada y difícil de este tipo que Blair y otros líderes
británicos manejaron tan mal estando en el poder: cómo desplegar el poderío
militar necesario para afianzar la posición de Reino Unido en el mundo al menor
costo político.
La guerra en Irak solo fue un eslabón de una continua cadena de acciones
militares y guerras al beneficio de los intereses de los imperialistas
británicos y de otros países. Si bien pueden ponerse a ajustar sus tácticas,
simplemente no pueden habérselas sin esas guerras porque la guerra es uno de
los caminos más importantes para imponer sus intereses a nivel global. Las
actuales guerras en Libia y Siria son otros ejemplos de que no importa cuántos
informes Chilcot publiquen y no importa a cuántos políticos como Blair maldigan
o hasta enjuicien, esas guerras continuarán hasta que el sistema imperialista a
cuyos intereses sirven sea derrocado y desmantelado.
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