El ataque fascista al estado de derecho
12 de abril de 2017 | Periódico Revolución |
revcom.us
El estado de derecho está bajo fuerte ataque — y esto es una parte integral
de una reconfiguración fascista de la sociedad.
Trump y su camarilla están llenando las cortes de alto nivel con fascistas y
facilitadores del fascismo, incluida hasta la Suprema Corte. Desacreditan e
intimidan a las cortes que les estorban, azuzan a su base contra ellas, y
amenazan con simplemente ignorar sus órdenes.
Atacando las cortes… y llenándolas de facilitadores del
fascismo
Es abierto el asalto de Trump contra el estado de derecho. Después de que
unas cortes emitieron órdenes temporales contra su prohibición de inmigrantes
musulmanes y refugiados, sus secuaces hicieron amenazas como “Nuestros
oponentes, los medios de comunicación y el mundo entero pronto verán, cuando
comencemos a tomar nuevas medidas, que los poderes del presidente para proteger
a nuestro país son muy sustanciales y no se van a cuestionar”. Le hacen eco a
Hitler.
O este tuit del aliado cercano y fascista cristiano, exgobernador de Arkansas
Mike Huckabee: “Ojalá que @POTUS le dijera al juez de Hawái lo que Andrew
Jackson le dijo a la corte que se extralimitaba — me hago el sordo, que la corta
imponga su orden”. Huckabee invocaba la infame posición de Andrew Jackson, un
presidente genocida que masacraba a indígenas y poseía esclavos, que desafió una
orden de la Suprema Corte estadounidense que hubiera interferido con la toma
violenta de tierras indígenas por el gobierno para extender la
esclavitud.
Quizás sea menos obvio que atacar a las cortes así de frente se combina con
llenar las cortes con su gente. Trump y los republicanos han declarado
que harán lo imposible para que se apruebe la nominación de Neil Gorsuch a la
Suprema Corte. El nombre de Gorsuch apareció en la lista de candidatos
potenciales a la Suprema Corte que Donald Trump publicó durante la campaña. Esa
lista fue preparada por los fascistas tradicionales cristianos y sirvió
para cimentar su alianza; para ellos, revocar el derecho al aborto es una
condición sine qua non (clave para un acuerdo). Trump y los
republicanos que controlan las dos cámaras del congreso están en una posición
para llenar cientos de posiciones de alto nivel en las cortes federales con
jueces de la misma calaña de Gorsuch.
Degradar y amenazar con desafiar a las cortes, y llenarlas con facilitadores
del fascismo, es un golpe doble. Si Gorsuch, como se informó, le dijo a un
senador demócrata que los ataques de Trump a jueces eran “desalentadores y
desmoralizadores”, esto podría servir a las relaciones públicas, pero también
podría representar una división de trabajo entre la implementación del
programa trumpista desafiando el poder judicial y el uso del poder judicial para
“legitimarlo”.
Atacar al estado de derecho
Los ataques de Trump contra el poder judicial van de la mano con un ataque
multifacético contra el estado de derecho — es decir, un ataque contra
el concepto de que nadie esté por encima de la ley. Él ha convocado a
que “saquen en camilla” a manifestantes contra sus actos. Su procurador general
Jeff Sessions es un enemigo de por vida de los derechos civiles. En un país
donde el terror y el asesinato policía en las comunidades oprimidas reinan casi
sin frenos ya de por sí, Trump
les dijo a los líderes del Fraternal Order of Police (Orden Fraternal de
Policías (FOP): “Siempre apoyaremos… a los y las increíbles agentes policiales.
Siempre estaré con ustedes — el 100 por ciento”. (Énfasis añadido)
Todo eso va con el fin de triturar los derechos que la Constitución de
Estados Unidos supuestamente garantiza al pueblo en general, además de
arrollar a la oposición dentro de la clase dominante, en parte por medio de
concentrar el poder absoluto e indiscutido en el poder ejecutivo (la
presidencia, los organismos de represión violenta como el FBI y la CIA y los
organismos administrativos federales) y aplastar la capacidad de las cortes de
ponerle obstáculos al programa de Trump.
La esencia de la cuestión no es la personalidad de Trump. Él ha sido
promovido debido a las profundas crisis ante este sistema. Lo respaldan fuerzas
poderosas en la clase dominante cuyos objetivos políticos los expresa el Partido
Republicano. Y él está implementando un programa
fascista.
¿Qué es el “estado de derecho” y por qué lo quiere triturar
Trump?
Los derechos democráticos básicos en el presente sistema existen dentro de un
marco de continuar el dominio y el saqueo. Y los definen los intereses de la
clase dominante capitalista-imperialista. Como Bob Avakian ha señalado repetidas
veces, nunca habrá y nunca puede hacer un derecho de comer bajo el
capitalismo. ¿Por qué? Porque los derechos que existen en esta sociedad son
restringidos por la realidad de que esta es una dictadura de la clase
capitalista-imperialista. Solamente esta clase controla el derecho de utilizar
los instrumentos de fuerza y coacción (las fuerzas armadas y la policía, las
prisiones, las cortes, etc.) y el poder ejecutivo contra cualquier sector de la
población, grupo o país que infrinja sus intereses; dentro de ese marco,
extienden ciertos derechos a otros sectores del pueblo.
Lo que es aún más esencial es que los derechos del tipo que la Constitución
de Estados Unidos define funcionan para resolver conflictos entre diferentes
facciones de la clase capitalista, y para mantener el control sobre el pueblo,
mediante formas como las cortes, las elecciones, etc. Por ejemplo, la “libertad
de la prensa” en esta sociedad, significa ante todo la libertad para que
poderosas facciones de la clase dominante compitan en los “medios de
comunicación” para influenciar la opinión pública. Con el paso del tiempo, y
junto con el auge de la hegemonía estadounidense imperialista y su capacidad de
aprovechar ese saqueo mundial para privilegiar a diferentes sectores del pueblo,
han extendido esos derechos a veces para dar cierto nivel de derechos civiles
formales.
Al mismo tiempo, la mayoría de las personas en Estados Unidos, la mayor parte
del tiempo, se acostumbran a contar con ciertos derechos. Se permiten protestas
bajo ciertas condiciones. Algunos de esos derechos legales, como la igualdad
formal para el pueblo negro, sólo se consiguieron en el contexto de una lucha
heroica que rebasó con mucho el tipo de protesta lo que este sistema considera
legal. Acuérdense: era una violación de la ley que una persona negra
tan siquiera se negara a sentarse en la parte de atrás de un autobús en el Sur
bajo la segregación del Jim Crow. Por lo que, por limitados que sean
estos derechos de por sí, siempre han sido extremadamente desiguales los niveles
en que se respetan y hasta si se conceden o no.
El de que le conceden algunos derechos al pueblo, incluidos los derechos a
votar, no significa que la gente ejerza el poder o que sea el “amo del
gobierno”. Esos derechos —por limitados que sean— sirven tanto como una “válvula
de presión” por la cual pueden encauzar el descontento y la indignación hacia
formas que no amenacen el orden prevaleciente como de hacer que las
masas populares se imaginen que tienen un interés en el estatus quo, que todos
tienen los mismos derechos que los demás, etc.1
La profunda crisis del sistema y la respuesta fascista
El capitalismo-imperialismo —sea en una forma fascista o
“democrática”— siempre es una forma de la dictadura de la clase
dominante capitalista-imperialista que mantiene un monopolio del uso admisible
de la violencia. Pero el fascismo es una forma drástica y radicalmente
peor de ese dominio. El fascismo ha venido cobrando fuerza por
medio de una secuencia de regímenes republicanos, desde Reagan, los Bush y
ahora, a un nivel cualitativamente mayor, con Trump. El impulso hacia
una forma fascista de gobierno surge de las profundas crisis ante este sistema,
por las cuales —a los ojos de lo que ahora son los sectores prevalecientes de la
clase dominante— no hay soluciones dentro de la forma “normal” (democrática
burguesa) de gobierno.
Hoy día, el imperio estadounidense se encuentra seriamente limitado y
dificultado en su capacidad de saquear a la gente y a los recursos por todo el
planeta debido al auge de rivales globales como Rusia y China, adversarios
regionales como Irán, “comodines” como Corea del Norte y el pernicioso yihadismo
fundamentalista islámico reaccionario. Una intensa competencia global ha
socavado las condiciones en que los sectores de la población con mayores
privilegios se acostumbraban durante décadas a gozar un estilo de vida cómodo
como “su tajada” (del saqueo del imperio estadounidense — aunque por
supuesto nunca se mencionaba). Lo que sectores grandes de blancos
estadounidenses han considerado las “normas sociales”, como la subyugación de
las mujeres, la opresión de las nacionalidades y los papeles tradicionales de
género, han sido minadas por luchas de masas o erosionadas por cambios
demográficos, económicos y culturales. Durante mucho tiempo, diferentes
facciones en la clase dominante no han logrado resolver sus diferencias por
medio de las instituciones y cauces normales del sistema — y eso se ha expresado
en una parálisis del gobierno.
Bajo estas condiciones, para salir del “punto muerto” y lidiar decisivamente
con estas contradicciones, un sector de la clase dominante, encabezado por
Trump, se ha consolidado en torno a la necesidad de imponer el fascismo y
destruir mucho y quizás todo de lo que se han considerado derechos, protecciones
y procedimientos democráticos. En cambio, se empeñan a hacer uso de los
instrumentos de violencia del estado, y turbas fascistas, para reprimir
abiertamente tanto a sus rivales en la clase dominante, como a cualquiera de
entre las masas que se les oponga, y a poblaciones enteras que para ellos están
fuera de la “protección” de la ley (por ejemplo, musulmanes, inmigrantes,
etc.).
¿Qué hacemos ahora?
Para la clase dominante, respetar los supuestos derechos democráticos no es
más que una cuestión de conveniencia. Pero para la humanidad, y en
particular para los que aspiran a superar un mundo de explotación y opresión,
sí importa si se conservan esos derechos. Será
incalculablemente más difícil montar cualquier tipo de lucha por un mundo mejor
si aplastan con saña a la gente en cuanto levante la cabeza, y si encajan a los
propios oprimidos en condiciones cualitativamente peores y apenas permiten que
respiren (con la amenaza del genocidio literal “al estilo de la solución final”
en el fondo y —según cómo se desarrollan las cosas— considerada por los
gobernantes como una opción real). Y para los revolucionarios —y sí, para toda
la humanidad— el objetivo debe ir más allá de derrotar este intento de imponer
el fascismo e ir hacia la revolución.
Es críticamente importante defender el estado del derecho y defender a todos
los que sufren la represión violenta o la injusticia judicial por parte de los
fascistas, incluso miembros e instituciones de las mismas clases dominantes. Al
mismo tiempo, hay una manera de superar el sistema que nos metió en este
problema en primer lugar — un sistema que en su funcionamiento normal nos ha
“regalado” la encarcelación en masa y la persecución genocida del pueblo negro y
otros pueblos oprimidos… la subyugación de las mujeres… el saqueo del medio
ambiente… la sobreexplotación y persecución de los inmigrantes… y lo que no es
menos importante, las terribles guerras que en sólo las últimas pocas
décadas han robado a millones de vidas inocentes. Hay una
Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte
que ofrece la guía para superar y suplantar a la actual sociedad y donde el
mismo concepto de la libertad es mucho más rico, al mismo tiempo que protegen
los derechos del individuo de una manera que nunca se ha visto y nunca se podrá
ver en esta sociedad actual.
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