Así torturaban los médicos tras el 11-S
Un estudio describe cómo algunos doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser
torturados, e incluso torturaban ellos mismos
- Médicos del Ejército ayudaron a torturar a sospechosos de terrorismo tras el 11-S
Manuel Ansede
El País
11 de junio de 2015
Recreación del 'waterboarding' realizada por Amnistía Internacional. /AI
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Médicos, psicólogos y abogados a sueldo de la CIA se aliaron para cubrirse
las espaldas mutuamente en la docena de centros secretos en los que se
torturaba a los sospechosos de terrorismo tras los atentados del 11 de
septiembre de 2001. Los doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser
torturados, monitorizaban las palizas para que no llegaran a la muerte,
diseñaban nuevos métodos de tortura e incluso torturaban ellos mismos, según
recuerda hoy un artículo en una de las principales revistas
médicas de EE UU, The New England Journal of Medicine, que exige el fin definitivo de estas prácticas.
La publicación médica recupera datos del informe del Senado de EE UU que en diciembre desveló las torturas de la CIA durante la presidencia de
George W. Bush. Dos psicólogos fichados por la agencia de inteligencia, James
Mitchell y Bruce Jessen, diseñaron un programa basado en la “indefensión
aprendida” para hacer hablar a los sospechosos. Las prácticas incluían la
desnudez forzada, la privación de sueño con los detenidos de pie hasta 180
horas, golpes en la cara y en el abdomen, el waterboarding (asfixiar al preso con agua) y el
walling (golpear a la persona contra un muro). El Departamento de
Justicia aprobó estos métodos siempre que hubiera un médico presente.
Una de las técnicas de tortura más brutales era la llamada “alimentación rectal” por
prescripción médica, aplicada entre otros al preso paquistaní Majid Khan, en
huelga de hambre. Según detalló el informe del Senado, sus torturadores
introdujeron por el recto de Khan una papilla de pasta con tomate, hummus,
nueces y pasas, más el contenido de dos botellas de bebida energética de la
marca Ensure.
Los autores denuncian prácticas como la alimentación forzada por el recto, un
"asalto sexual" disfrazado de medicina
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“No es posible alimentar a una persona a través de la mucosa del recto”, recalcan en
la revista médica los autores del texto, los doctores George J. Annas y Sondra S. Crosby, que definen la práctica como "asalto sexual".
Annas es profesor de Bioética en la Universidad de Boston y Crosby dirigió los
servicios médicos del Centro para la Salud y los Derechos Humanos de los
Refugiados, en la misma ciudad, donde atendió a más de 300 supervivientes de torturas.
Los dos expertos hacen un llamamiento en The New England Journal of Medicine
para que los médicos estadounidenses no vuelvan a participar en torturas. El presidente Barack Obama prohibió oficialmente estas prácticas cuando llegó a la Casa Blanca en 2009. Sin embargo,
denuncia Annas, las torturas continúan, pese a estar prohibidas por el Convenio
de Ginebra, haya médicos presentes o no.
“Aunque el informe del Senado habla solo de las instalaciones secretas de la CIA, la
CIA y el Departamento de Defensa trabajan en estrecha colaboración, por lo que
sus prácticas tienden a influirse unas a otras, por ejemplo en las misiones
conjuntas de la CIA y los Navy Seals [la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de EE
UU]”, explica Annas a Materia.
Una enfermera de la Armada se ha negado a alimentar a la fuerza a presos en huelga
de hambre en Guantánamo
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“El mejor ejemplo de conductas actuales al margen de la ética en el Ejército de EE
UU quizá sean las extracciones a la fuerza de sus celdas de presos en huelga de
hambre en Guantánamo, para proceder a su alimentación forzada”, sostiene Annas.
Tanto la Asociación Médica Mundial como la Asociación Médica de EE UU prohíben
esta práctica. En 2013, un informe del Instituto de Medicina como Profesión y la Fundación
Open Society denunció el mismo escándalo.
Annas recuerda el reciente caso de una enfermera de la Armada que, esgrimiendo los
principios éticos de su profesión, se negó a alimentar a la fuerza a presos en
huelga de hambre en Guantánamo. La enfermera fue castigada por sus superiores.
“El Ejército de EE UU debe adoptar como política, y hacer que se cumpla en la
realidad, la doctrina de que el primer deber del médico militar es su paciente,
incluso en una prisión”, concluye el profesor de la Universidad de Boston.
Su artículo llega apenas un mes después de que un informe denunciara la presunta colaboración secreta entre el Gobierno de Bush y la Asociación
de Psicología de EE UU para justificar las torturas a prisioneros tras el 11-S.
El documento, firmado por reputados psicólogos, mostraba mensajes de correo
electrónico filtrados como prueba. La asociación negó las acusaciones.
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