Angustia de un padre
Me escribe desde la cárcel. Dice que se llama José Juan Flores, que tiene 38
años y que, a pesar de residir en California desde 1989, todavía es
indocumentado. Está casado y es padre de dos hijas adolescentes nacidas en
Estados Unidos.
La carta, escrita a mano y con lápiz, me llama la atención por su tono
angustiado. "Te escribe un padre desesperado que no quiere perder a su familia",
me dice al principio y al final de la misiva.
Su tragedia, cuenta, comenzó el pasado 28 de mayo cuando fue arrestado por
agentes de la Patrulla de Caminos en un estacionamiento contiguo a la autopista
74 debido a que se había quedado dormido con el motor encendido de la camioneta
que conducía.
"Trabajo desde las 4 de la mañana y venía cansado", explica. Esto, precisa,
fue razón suficiente para que con lujo de violencia los agentes lo obligaran a
salir de su vehículo. Al ver que en el interior tenía una botella de cerveza
cerrada, lo esposaron y se lo llevaron a un centro carcelario en Murrieta. Una
vez ahí, al darse cuenta de que no tenía residencia legal, las autoridades de la
prisión le advirtieron que lo deportarían a México.
José Juan dice que no quiere correr la misma suerte de Anastasio Hernández
Rojas, el indocumentado mexicano muerto el pasado 1 de junio a manos de agentes
federales de EEUU, cuando opuso resistencia a que lo deportaran pues no quería
que lo separaran de su esposa y de los cinco hijos que procreó en Estados
Unidos.
"No quiero cruzar la frontera ilegalmente para regresarme y que me pase lo
mismo que a Anastasio", escribe.
Para José Juan la única esperanza es que su caso se dé a conocer. "Publique
mi historia para que detengan estas injusticias", implora.
El drama que vive José Juan parte el corazón, sobre todo porque hay decenas
de miles que, como él, son personas de trabajo, que han echado raíces aquí y que
por un incidente desafortunado pueden perderlo todo, incluyendo a su familia.
José Juan cuenta que en la cárcel donde está, hay docenas de latinos en espera
de ser deportados por haber cometido faltas mínimas como infracciones de
tránsito.
Si no reciben ayuda de un abogado de inmigración, todos ellos pasarán a
formar parte del ejército de indocumentados que ha deportado la administración
Obama, en su mayoría personas de bien sin antecedentes penales. Tan solo en lo
que va de este año, se estima que el número sobrepasará los 400 mil, 30 mil más
que los deportados por George W. Bush en su último año de gobierno.
En este sentido, la política de Obama está muy lejos de la justicia que
prometió para los indocumentados cuando estaba en campaña y en busca del voto
latino.
La actual política de deportaciones lo único que logra es causar sufrimiento
innecesario a miles de familias y niños nacidos aquí, cuyo único pecado es ser
hijos de inmigrantes que, pese a tener años de trabajar en EEUU, no han podido
salir de las sombras por las fallas de un sistema migratorio obsoleto y
disfuncional.
Comentarios a: mlarsa@sbcglobal.net
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