El analizador Manning
Ángel Luis Lara La
Jornada 17 de abril de 2011
Pocas semanas después de que Barack Obama llegara a la Casa Blanca, en enero
de 2009, el mítico rapero KRS-One desafiaba al recién elegido presidente con una
interrogante cargada de desconfianza y de recelo: ¿De qué lado estás tú? Al día
de hoy no cabe duda de la respuesta. Los recortes en el gasto social, las
nefastas reformas educativas, la inyección de dinero público a los bancos y a
los magnates de las grande compañías o el incumplimiento de su compromiso de
cierre de Guantánamo, así como la escalada bélica en Afganistán o Libia, han
retratado a Obama y le han puesto en su sitio. Como suele decir el bueno de
KRS-One para expresar su permanente recelo hacia el actual presidente de su
país: tío, un político es siempre un político.
De todas las piezas que componen el puzzle de la decepción y la
incredulidad de los votantes estadounidenses más progresistas, el soldado
Bradley Manning es quizá el más complicado de digerir. La capacidad del equipo
comunicativo de Obama para gobernar la contradicción evidente entre su retórica
y su política ha encontrado en Manning un obstáculo difícil de sortear. Hasta el
New York Times atacó hace unas semanas al presidente al respecto en una
encendida editorial que equiparaba a Obama con Bush.
Bradley Manning fue detenido en mayo de 2010 acusado de ser el origen de la
filtración de la importante información clasificada que inició el denominado
“escándalo Wikileaks”: la salida a la luz pública de 250 mil cables
diplomáticos secretos y de un par de videos que pusieron de manifiesto la
autoría del Ejército estadounidenses en la muerte de civiles y de periodistas en
Afganistán e Irak. Tras ser acusado formalmente en julio de ese mismo año, el
pasado mes de marzo la fiscalía militar añadió otros 22 cargos adicionales
contra Manning que incluyen el de ayuda al enemigo. Confinado en una base
militar del estado de Virginia, el soldado Manning soporta un durísimo régimen
de reclusión en aislamiento que ha sido denunciado por diferentes organismos
locales e internacionales, así como por diversas organizaciones de derechos
humanos. Hace tan sólo unos días, 295 juristas estadounidenses hicieron pública
una carta en la que manifestaban que las condiciones en las que se encuentra
Bradley Manning podrían constituir una violación de la propia Constitución de
Estados Unidos.
Recluido 23 horas al día en una celda sin ventana de tan sólo 6x12 pies,
Manning soporta un régimen de privación del descanso diurno de 5 de la mañana a
8 de la tarde y ha sido despojado de cualquier tipo de objeto personal. Además,
es obligado a dormir desnudo y a pasar periódicas inspecciones sin ropa alguna
ante las constantes humillaciones y vejaciones tanto de los militares que le
custodian, como de los demás reclusos que se encuentran en su mismo pabellón.
Pese a que el régimen especial de aislamiento se justifica según las autoridades
estadounidenses en la prevención del suicidio, todos los siquiatras militares
que han visitado a Manning han negado que exista riesgo alguno en ese sentido,
motivo por el que sus abogados han denunciado una y otra vez lo injustificado y
lo arbitrario de su situación.
No obstante, el pasado mes de febrero Geoff Morrel, portavoz del Pentágono,
manifestó tras visitar al soldado Manning que había quedado “impresionado por la
profesionalidad del staff que lo custodia y por lo apropiado del
tratamiento y de la forma del confinamiento al que está sujeto”. Sus palabras
contrastan notablemente con el punto de vista de Amnistía Internacional, que ha
definido el trato que está soportando Manning como inhumano, así como con la
preocupación de Juan E. Méndez, relator especial de las Naciones Unidas para
casos de tortura, a quien el Departamento de Estado estadounidense ha prohibido
tajantemente cualquier visita al detenido, en una decisión que según Méndez
equipara a la administración Obama con los regímenes dictatoriales. Lo cierto es
que la posición oficial del gobierno estadounidense sobre el asunto no convence
ni a sus propios miembros: en marzo pasado el portavoz del Departamento de
Estado se vio obligado a dimitir tras reconocer que la situación de Manning es
ridícula, contraproducente y estúpida, declarando además que no entendía por qué
se estaba sometiendo al soldado a semejante trato.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/04/16/index.php?section=opinion&article=016a1pol
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