Revolución #49, 4
de junio 2006
Al diablo el English Only
El jueves 18 de mayo, el Senado (que supuestamente es la “voz de la razón” en
el “debate de la inmigración”) legisló que el inglés es el idioma nacional. El
impacto inmediato de esto no está claro, pero con toda seguridad tendrá
consecuencias negativas para los indocumentados. Además, es un toque de clarín
para demonizar, marginar y atemorizar más a los inmigrantes.
Esto no es apenas simbólico. El periódico Washington Post resumió
así su impacto: “Nadie tiene derecho a comunicaciones o servicios federales en
un idioma que no sea el inglés, exceptuando los que ya garantiza la ley”. Esta
ley puede eliminar órdenes ejecutivas de Clinton y Carter de que ciertos
servicios básicos, las reglas de conducta de los trabajadores públicos y ciertas
ordenanzas se den en varios idiomas. La reaccionaria campaña de “English-Only”
ha dicho que mandar que haya traductores en los hospitales es un exceso de
plurilingüismo y que ojalá esta ley lo pare.
El voto del Senado fue parte de la dinámica de “yo chingo más a los
inmigrantes que tú”, que está en marcha en la clase dominante. Horas antes, Bush
le pidió al Congreso casi dos mil millones de dólares para mandar la Guardia
Nacional a la frontera y apoyó la construcción de 370 millas de cercas.
Además de limitar los servicios esenciales a los inmigrantes (tengan o no
tengan papeles), esta ley busca degradar y deshumanizar. Hace apenas una
generación, golpeaban a los niños en las escuelas por hablar español. Antes de
eso, a los amerindios les sacaron a golpes el idioma natal de la cabeza.
El Senado también mandó crear nuevos exámenes de inglés, de historia y de
cultura de Estados Unidos para obtener la ciudadanía. Eso hace pensar en los
exámenes que les hacían a los negros en el Sur sobre puntos misteriosos de
derecho constitucional para que no pudieran votar.
Una enmienda de la ley dice que nada “debe disminuir ni aumentar los derechos
existentes” de servicios plurilingües. Pero eso va contra el cuerpo de la ley,
que elimina explícitamente muchos de esos derechos. Se supone que las
diferencias las van a resolver en una reunión con la Cámara de Representantes,
que es todavía más agresiva contra los inmigrantes.
Superexplotación y fuerzas centrífugas
Esta nueva medida del Senado es parte de la actual reestructuración general
del marco de explotación de los inmigrantes, que son una fuente esencial de
superganancias para la economía. El gobierno está tratando de reconstituir las
normas de la sociedad, a raíz de los cambios de la economía global. Este es un
proceso que ha desestabilizado a amplios sectores sociales del país.
En ese contexto, declarar que el inglés es el “idioma nacional” es parte de
los esfuerzos de polarizar la sociedad de una forma que aísle a los inmigrantes
y les eche la culpa de lo que les está pasando a los demás.
Al analizar el discurso de Bush sobre la inmigración, escribimos:
“Resumiendo, el gobierno tiene una fuerte contradicción entre las necesidades
de mano de obra inmigrante y la amenaza a la uniformidad y ‘cohesión’ cultural,
política y social que entraña la presencia de millones de inmigrantes; pero sus
esfuerzos de lidiar con esto crean más fuerzas centrífugas.
“No fue gratuito que Bush proclamara en su discurso que todos deben saber
inglés y ‘respetar la bandera’ como símbolo de ‘ideales compartidos’, y que acto
seguido el Senado legislara que el inglés es el ‘idioma nacional’; tampoco es
gratuito que tanto los enemigos como algunos amigos (sinceros y falsos) de los
inmigrantes se quejen de que saquen otras banderas. Al gobierno le preocupa
mucho conservar una unidad nacional reaccionaria y está aprovechando esta crisis
para alentar una horrible xenofobia (odio a los extranjeros).
“Está usando a los inmigrantes como chivos expiatorios de todas las
inseguridades, problemas y temores que este sistema le ha causado a la
ciudadanía. Simultáneamente, busca que los inmigrantes se sientan solos y
aislados. ‘Échenles la culpa a ellos’, les dice el gobierno a los que
nacieron aquí. Luego da media vuelta y les dice a los inmigrantes:
‘Esos nunca los van a ayudar’. Es un juego muy peligroso, que ha
llevado a los campos de exterminio, y que hay que reconocer y
rechazar”.
De “La crisis de la frontera” y
la revolución: Dimensiones estratégicas”, Revolución #48, 28 de
mayo de 2006
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