Revolución #48, 28
de Mayo 2006
La “crisis de la frontera” y la revolución: Dimensiones
estratégicas
Esta semana George W. Bush dio un importante discurso sobre la inmigración.
Para comenzar, hay que decir dos cosas:
Una: puede que Bush pose de “moderado”, pero un análisis del discurso y, más
que eso, una mirada seria a lo que propuso, demuestran que ha puesto en marcha
nuevas medidas represivas muy peligrosas. De conjunto, representan un cambio
radical negativo que afectará la vida de millones de personas.
Dos: la lucha por los derechos de los inmigrantes tiene que seguir y
redoblarse, tiene que extenderse más y no puede transigir en cuanto a los
derechos fundamentales de los inmigrantes. Especialmente en vista de la tormenta
reaccionaria contra el movimiento que están azuzando en el Congreso y en los
medios de comunicación, es muy importante que el movimiento renueve su ofensiva
y dé a conocer la verdad en todas partes.
Con esos dos puntos, un tercero: las propuestas de Bush de militarizar más
una frontera ya militarizada (esta vez con la Guardia Nacional y con nuevos
niveles de vigilancia electrónica) y de crear tarjetas de identificación
biométricas para los trabajadores extranjeros, tienen una dimensión mayor: una
dimensión estratégica, que se desprende del temor de este gobierno a trastornos
políticos, inclusive trastornos revolucionarios, que podrían “cruzar la
frontera”.
¿Cómo llegamos a este punto?
Hoy México es un país sumamente oprimido y una nación sumamente compleja que
está pasando por cambios vertiginosos. El Tratado de Libre Comercio de 1994
(TLC/NAFTA) estimuló la penetración más profunda del capital estadounidense en
la economía mexicana, y su mayor deformación, y aceleró los trastornos de la
sociedad mexicana. El TLC expulsó a más campesinos a las ciudades perdidas de
los centros urbanos. Se ha dado industrialización y des-industrialización, y se
han operado cambios en el viejo “pacto social” en que el Partido Revolucionario
Institucional estaba a cargo de las instituciones políticas.
Es importante entender y nunca olvidar, especialmente ahora que se oye hablar
tanto de “defender ‘nuestras’ fronteras” (de boca de reaccionarios francos y de
otros que deberían saber que repetir eso es hacerles el juego), que la
dominación de México por Estados Unidos se remonta a la invasión de 1846 y al
robo de la mitad del territorio mexicano. Tampoco se debe olvidar que Estados
Unidos no vaciló en despachar de nuevo al ejército a México en 1916 a atacar la
Revolución.
Esta historia y estructura de explotación y dominación, combinada con un
saqueo más intenso de México hoy, junto con el afán del capital estadounidense
de explotar más a los trabajadores en Estados Unidos, ha espoleado la
gran migración de México en la última década. El dinero que los migrantes envían
a México desempeña un papel económico y social muy importante: es la segunda
fuente de divisas, después del petróleo. En Estados Unidos, su trabajo es
esencial para la economía precisamente porque no tienen documentos y los pueden
explotar más. Los capitalistas los explotan allá, los explotan acá, y encima les
echan la culpa por los problemas de la sociedad.
La clase dominante de Estados Unidos necesita mantener a este sector del
proletariado en condiciones de extrema explotación y teme que cambiar esa
situación causaría mayor inestabilidad en México. Por otra parte, como ellos
mismos dicen, “el sistema está descompuesto”: la situación actual está
desencadenando muchas fuerzas que los imperialistas creen que los pueden
amenazar, y por eso están tratando de hacer cambios muy radicales y
represivos.
Las “sombras”… y la “solución” fascista
Bush habló de que los “inmigrantes ilegales viven en las sombras de nuestra
sociedad. Muchos trabajan con documentos falsos… Son parte de la vida americana,
pero no los alcanza el brazo ni la protección de la ley americana”.
En los últimos 25 años, el estado ha aumentado cualitativamente el control de
la población en este país. Esto ha avanzado a pasos agigantados con Bush, como
se ve con las últimas revelaciones de intervenciones telefónicas. El objetivo es
controlar el disentimiento y las protestas que no llegan al nivel de la
revolución; pero el gobierno también contempla la posibilidad de que surjan
cosas mayores. Entre otras cosas, la clase dominante recuerda los años 60… y si
el lector cree que no ve el potencial de trastornos, inclusive trastornos
revolucionarios, que rebasen el nivel de los años 60… y si cree que el gobierno
no está alistando todo este aparato represivo para tomar medidas muy rápidas y
de envergadura si se presenta una situación en que cree que tiene que hacerlo…
pues el lector carece de imaginación y de realismo.
El hecho de que de 12 a 20 millones de personas tengan que vivir al margen de
la ley, sin los derechos más básicos y expuestas a que las arresten y deporten
en cualquier momento, les da a los capitalistas un gran poder sobre ellas. Por
eso precisamente es que las hacen vivir “en las sombras”, como dijo Bush. Pero
eso entra en conflicto con el objetivo estratégico de imponer un nivel
cualitativamente más alto de represión en toda la sociedad.
Pensando en ese objetivo, ¿qué significa que haya una población de 12 a 20
millones de personas que dominan el arte de “vivir fuera de la ley”? ¿Qué le
hace eso a la necesidad estratégica de los imperialistas de meter en
camisa de fuerza a toda la población? Sin embargo, no pueden echar a todo mundo;
por más que el congresista Tom Tancredo lo proponga, él mismo sabe que eso
podría causar enormes trastornos sociales y políticos, y posiblemente rebelión,
en Estados Unidos y en México.
Por eso los imperialistas se preguntan: ¿no les convendría más, en este
momento, “regular” a los inmigrantes de otro modo, hallar una forma de “sacarlos
de las sombras” legalmente, pero tenerlos en una posición altamente vulnerable y
explotada como “trabajadores huéspedes”? (Ver el artículo sobre lo que significará ser
un trabajador huésped).
Pensemos en la prescripción de Bush de crear “una nueva tarjeta de
identificación para todo trabajador extranjero legal, con tecnología biométrica,
como huellas dactilares digitalizadas, que no se pueda alterar”. Primero que
todo, a nadie le debe imponer ese nivel de control el estado. Los que
gobiernan esta sociedad han demostrado una y otra vez que usarán todos los
medios a su disposición para espiar, y peor, a la población, y definitivamente
usarán esas tarjetas para rastrear y controlar más a los inmigrantes. Si a eso
se le suma el hecho de que muchos inmigrantes llegan con experiencia directa y
conocimiento político de lo que este imperio hace por todo el mundo, y si además
se le suma su potencial de influenciar el terreno político (como se ha
demostrado en los últimos meses), queda bastante claro por qué el gobierno
contempla estas medidas altamente represivas.
No cabe duda de que a todos los de tez oliva les van a mandar que demuestren
que son “legales” con la nueva tarjeta “biométrica”. Encima, la histeria
fascista actual está llevando en algunas partes a multar a quien le alquile
vivienda “a un ilegal”. Pronto, cualquiera que “parezca mexicano o extranjero”
se verá en una situación parecida a la de Sudáfrica y tendrá que “mostrar sus
papeles” para hacer muchas cosas. Los inmigrantes serán otro sector de la
población “culpable hasta que se demuestre lo contrario”.
Además, pensemos en esto: ¿de qué va a servir una tarjeta de identificación
para “trabajadores huéspedes” si no la tienen todos los trabajadores,
documentados o no? ¿Acaso no se pueden falsificar documentos de ciudadanía? Y si
se necesita tarjeta de identificación para conseguir trabajo, ¿cuánto tiempo
pasará antes de que sea obligatoria para todos, con el pretexto de la
“seguridad” o incluso de la “conveniencia”? ¿Cuánto tiempo antes de que vivamos
como en las películas Gattaca, Minority Report o Enemy of the
State? Si nos oponemos a esas medidas, les podrían XXX
Bush también habló de una gran expansión de las “instalaciones de detención”
para indocumentados: “instalaciones” peores que las cárceles. Centros de
detención para migrantes que declararán criminales sin juicio, “aliens”
que no merecen los mínimos derechos. Centros de detención de la categoría de Abu
Ghraib y Guantánamo (encima de la represión ilegal que han sufrido los árabes
desde el 11 de septiembre).
Por último, Bush propuso MÁS represión en la frontera: mandar la Guardia
Nacional, más migra, etc. Eso llevará a más muertes al pasar por puntos más
remotos y peligrosos. Desde 1994, se calcula que han muerto más de 400 personas
al año en el cruce. Eso es un crimen, que empeorará si se aprueban las
propuestas “moderadas” de Bush y su “coalición de demócratas y republicanos ‘pro
empresa’”.
Las propuestas de Bush no tienen nada de “moderado”; son viles ataques contra
los inmigrantes y son pasos muy peligrosos hacia la fascización de la sociedad
estadounidense. Pero por otra parte, están llenas de riesgos para Bush y la
clase que representa. Ya han creado más furia contra Estados Unidos en México y
en otros países. El proyecto de ley Sensenbrenner despertó políticamente a las
masas de migrantes de una forma nunca vista, y queda por verse adónde terminará
esto. Las nuevas medidas de Bush están creado problemas y presiones en la zona
fronteriza del Suroeste, donde los pueblos y las economías de los dos lados
están entrelazados. Y queda por verse qué consecuencias tendrán estas nuevas
medidas para las familias en que una mitad es “legal” y la otra mitad
“ilegal”.
Por otro lado, la clase dominante ha desencadenado a tipos patrioteros
fascistoides que no se conformarán con menos que una limpieza étnica, y no puede
(y puede que no quiera) apretarles las riendas. Por eso vemos a gente como
Tancredo o Sensenbrenner amenazando con “romper filas” con Bush; en parte, eso
es show para aplacar a esa gente y para darle a Bush candela para que el
“acuerdo final” sea más represivo; y en parte es un indicio de las dificultades
y conflictos que tienen para hacerlo. En pocas palabras, a los imperialistas
podría salirles el tiro por la culata de muchas formas con esto; por eso tienen
tantos problemas cerrando filas.
Polarización…
El gobierno tiene una fuerte contradicción entre las necesidades de mano de
obra inmigrante y la amenaza a la uniformidad y “cohesión” cultural, política y
social que entraña la presencia de millones de inmigrantes; pero sus esfuerzos
de lidiar con esto crean más fuerzas centrífugas, como vimos arriba.
No fue gratuito que Bush proclamara en su discurso que todos deben saber
inglés y “respetar la bandera” como símbolo de “ideales compartidos”, y que acto
seguido el Senado legislara que el inglés es el “idioma nacional”; tampoco es
gratuito que tanto los enemigos como algunos amigos (sinceros y falsos) de los
inmigrantes se quejen de que saquen otras banderas. Al gobierno le preocupa
mucho conservar una unidad nacional reaccionaria y está aprovechando esta crisis
para alentar una horrible xenofobia (odio a los extranjeros).
Está usando a los inmigrantes como chivos expiatorios de todas las
inseguridades, problemas y temores que este sistema le ha causado a la
ciudadanía. Simultáneamente, busca que los inmigrantes se sientan solos y
aislados. “Échenles la culpa a ellos”, les dice el gobierno a los que
nacieron aquí. Luego da media vuelta y les dice a los inmigrantes:
“Esos nunca los van a ayudar”. Es un juego muy peligroso, que ha
llevado a los campos de exterminio, y que hay que reconocer y rechazar.
…Y repolarización para la revolución
Por su propia cuenta, esta polarización no acabará en nada bueno. Tenemos que
REpolarizar la situación que existe, y repolarizarla para la revolución. Eso
tiene muchas dimensiones.
Persiste la necesidad de demarcar las demandas y las líneas divisorias
correctas en el movimiento de derechos de los inmigrantes; de luchar contra las
líneas y programas que llevarán a las masas a un callejón sin salida; de mostrar
con razones sustanciales adónde llevan las distintas posiciones. Es necesario
hablar con la gente, de la clase media y de la clase trabajadora, de todas
nacionalidades, que no apoya a este movimiento o se opone; adentrarse en sus
preguntas; ver qué la refrena o la jala hacia el otro lado; y convencerla de
apoyar esta causa por medio de debate y lucha. En medio de ese proceso, tenemos
que plantear en la sociedad y en este movimiento la solución comunista y el
potencial de la revolución.
Lo que nos lleva a nuestro último punto. La crisis actual muestra el
potencial de que surja algo mucho más heavy. Hace unos años, Caspar
Weinberger, secretario de Defensa de Reagan (un hombre que descuella inclusive
entre los imperialistas por su saña e inclemencia), escribió una novela que se
desarrolla en el 2003, con una invasión militar de México estimulada por un
éxodo de inmigrantes. Eso deja entrever las consideraciones de los
imperialistas, así como las ideas que quieren que el público contemple y
acepte.
¿Podría suceder? ¿Lo están considerando? Bueno, preguntémonos: ¿qué podría
pasar si surgiera en la situación de hoy un movimiento revolucionario auténtico
en México, un movimiento que golpeara las relaciones imperialistas con Estados
Unidos? O, ¿qué podría pasar si tomara las riendas una figura como Hugo Chávez,
es decir, alguien que no fuera revolucionario y que no buscara cortar los lazos
con el imperialismo, pero que quisiera cambiar algunos aspectos del papel de
México en el sistema imperialista de un modo que discrepe con los planes y
objetivos de Estados Unidos, y se prendiera mucha agitación política en México?
¿Qué pasaría si, en esta situación, Estados Unidos tratara de hacer lo que ha
hecho con sus golpes de estado (los que han triunfado y los que no) en Venezuela
y Haití? De hecho, en el libro de Weinberger, eso es precisamente lo
que lleva a una invasión de México.
Pero pueden pasar muchas cosas. En medio de la situación o inclusive a la
cabeza podría haber fuerzas revolucionarias auténticas, opuestas en serio al
imperialismo, que buscan la liberación. Lo importante es que cuando existe la
inestabilidad social y crisis que tenemos hoy como telón de fondo, y la clase
dominante de aquí está tomado medidas para cambiar radicalmente el modo en que
millones han vivido al norte y al sur de la frontera, se crea un polvorín
político. En ese contexto, sucesos aparentemente al azar pueden ser una mecha
política, y lo que empieza como una cosa puede acabar como un levantamiento
contra la dominación imperialista de México.
Desde hace años, Bob Avakian ha identificado los lazos entre la lucha
revolucionaria de México (y Centroamérica) y de Estados Unidos, y ha dicho que
los revolucionarios deben procurar que las luchas revolucionarias de ambos lados
tengan influencias recíprocas y se den apoyo político mutuo. [Ver, por ejemplo,
“Bob Avakian: Dos charlas sobre preparación y posibilidades”,
Revolución, verano/otoño de 1988 y ¿Un fin horroroso o un fin al
horror?, 1984, pp. 64-65]
En vista de esto, es posible contemplar una situación en que el desarrollo de
la situación social y de la lucha revolucionaria de México interpenetre con el
desarrollo de las contradicciones y las luchas sociales de Estados Unidos, en un
nivel muy superior al de hoy. Eso podría tener un enorme impacto e influenciar
hacia una posición más internacionalista a los que han nacido aquí. Encierra el
potencial de prender más rebelión y de interactuar positivamente con la lucha
revolucionaria consciente y organizada en Estados Unidos. Los imperialistas
están aumentando la represión en reacción a esta posibilidad, así como a las
preocupaciones más inmediatas que hemos esbozado.
Los proletarios conscientes de clase y las personas de todas las capas que
quieren justicia aplaudirían un repunte de lucha al sur de la frontera y
forjarían una fuerte oposición política contra toda tentativa de reprimirlo o de
intervenir con cualquier pretexto. También aplaudirían las
repercusiones políticas de esa lucha aquí. En tal situación, los inmigrantes
podrían desempeñar un papel central, que se manifestaría de muchas formas: esa
es otra razón de la clase dominante para aislar y demonizar a los inmigrantes
hoy.
Algunos se han tragado lo que dicen tipos como el locutor de
TV Lou Dobbs: que los mexicanos “se vayan a México y limpien su propio gobierno”
y que “superen la pobreza allá”. Bueno si el pueblo mexicano se alzara
y atacara la principal fuente de corrupción y miseria, ¡que es la
dominación estadounidense!, Lou Dobbs sería de los primeros en pedir una
intervención militar. Dobbs y gente de su calaña seguramente pedirían redadas en
los barrios mexicanos y chicanos para agarrar “sospechosos”, o sea, los que
simpatizan con el movimiento revolucionario. Si el lector se ha tragado las
palabras de Dobbs, ¿está dispuesto a apoyar eso?
Hay que tener presente todo eso, y la novela de Caspar Weinberger, al pensar
en el plan de Bush de mandar la Guardia Nacional a la frontera. Obviamente, hay
un elemento de “controlar” la frontera, pero también opera una dimensión
mayor.
Las contradicciones sobre los inmigrantes, junto con otras intensas
contradicciones que tienen los imperialistas, podrían ser parte de grandes
cambios en la sociedad que abran la posibilidad de una revolución. Pero que
surja esa posibilidad en medio de esta situación, inclusive con la lucha central
de los inmigrantes, no sería nada fácil ni ciertamente nada automático. Los
gobernantes están azuzando un movimiento fascista contra los inmigrantes, están
aprovechando esta crisis para implantar más medidas represivas, y de
hecho están militarizando la frontera; y están haciendo todo eso en dos
pistas: lidiando con la situación de hoy y preparándose para una crisis
mayor mañana.
Tenemos que confrontar esto de lleno: por un lado las debilidades que los
llevan a tomar estas medidas radicales, que pueden exacerbar sus problemas; y
por otro lado el hecho de que si lo logran hacer se fortalecerá su posición.
Solo entendiendo esto más a fondo, con todo su movimiento y complejidad, y a
partir de eso movilizando a la gente a oponerse, de distintos modos y en
distintas dimensiones, podemos realizar nuestro trabajo de tal modo que acelere
la posibilidad de una revolución… y desarrollar la capacidad de aprovechar esa
oportunidad si se presenta.
Esto implica mucho trabajo, lucha y riesgos. Pero si pensamos en todo lo que
entraña esta infamia concreta del imperialismo: la expulsión de millones de su
tierra para ser explotados y oprimidos en el extranjero, perseguidos y
humillados; el desgarramiento y destrucción de tantas vidas… cuando pensamos en
eso…
Cuando pensamos en las posibilidades revolucionarias que albergan estas
contradicciones, si tenemos una posición y método auténticamente
comunistas…
Cuando pensamos que no tiene que ser así, que podríamos crear un mundo
distinto, superando la competencia despiadada con una nueva forma de vivir,
valorando la diversidad y forjando unidad, cuando pensamos en lo que se podría
ganar…
Cuando pensamos en todo eso… ¿no vale la pena entregarse de lleno a hacerlo
realidad?
El gobierno tiene una fuerte contradicción entre las
necesidades de mano de obra inmigrante y la amenaza a la uniformidad y
“cohesión” cultural, política y social que entraña la presencia de millones de
inmigrantes; pero sus esfuerzos de lidiar con esto crean más fuerzas
centrífugas, como vimos arriba.
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