Consumiéndose
Ahmed Rabbani | 22 de septiembre del 2020
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 1 de octubre de 2020
En agosto 21, 2006, los registros muestran que pesé 73kg. Cuando me pesaron hace
una semana, la báscula registró sólo 39kg. En los últimos 14 años en
Guantánamo, casi la mitad de mí ha desaparecido.
En total, han pasado 18 años desde que fui secuestrado y entregado a las fuerzas
estadounidenses, para ser torturado en Afganistán y volado al otro lado del
mundo a esta isla gulag. De los 780 prisioneros originales, 740 han sido
liberados, pero heme aquí, a miles de millas de mi esposa y mis hijos, incluido
Jawad, que tiene 17 años y a quien jamás he tenido la oportunidad de tocar.
¿Puedes imaginarte a uno de tus hijos, casi un adulto, y que nunca lo has
tocado? Mi huelga de hambre es una protesta pacífica en contra de esta
detención indefinida sin juicio. Nadie sugiere que yo haya cometido jamás un crimen.
El ejército estadounidense está paranoico acerca de que se escape gente, aunque es
difícil pensar a dónde podría ir: hay 100 soldados por cada detenido, junto con
el segundo campo minado más grande del mundo después de Corea, además del mar
Caribe infestado de tiburones. Sin embargo, tengo un plan de escape: voy a
desaparecer gradualmente. Me gusta pensar que casi la mitad de mí ya encontró
la libertad, aunque estoy tan delgado que puedo sentir mi pulgar y dedo índice
cuando me toco en donde está el estómago.
Esto es a pesar de que me están alimentando forzosamente con latas de Ensure,
deliberadamente lastimándome en el proceso. Dos veces al día me llevan a la
“silla de tortura”. Dicen que voy de manera voluntaria, pero si no camino hacia
allá con mis cadenas, mandan a un equipo de guardias que me avientan al piso y
violentamente me arrastran afuera de la celda, y me castigan después por
negarme a obedecer. Así que más me vale ir caminando.
‘La libertad de rechazar la comida es la única
libertad que me queda.’
Me amarran y una enfermera militar usa un tubo de 110cm en mí. Es doloroso y me da
un dolor de cabeza que me parte cada vez que lo hace, pero ya me acostumbré. Lo
que nunca puedo aceptar es ser usado como un conejillo de Indias subhumano para
que las enfermeras aprendan a hacer la labor. Los soldados vienen y van cada
cierto mes, pero yo me quedo aquí. Trato de enseñarles cómo hacerlo, porque ya
soy un experto: después de siete años de huelga de hambre, por períodos, he
tenido un tubo en mi nariz más veces, probablemente, que nadie más en el planeta.
En cada nuevo despliegue de seis meses existe uno u otro que no puede meterlo por
mi nariz o manda el tuvo a mis pulmones en lugar del estómago. (Tienen que
meter aire primero para ver a donde se fue el tubo, si no, me ahogo en licuado
de proteína). A una soldado que tengo en este momento simplemente no se le
puede entrenar, no creo que logre a hacerlo bien jamás, sin importar cuántas
veces lo intenta.
Mi estrategia es desesperada, particularmente para alguien como yo. Antes, en otro
mundo, antes de ser secuestrado, cuando no manejaba un taxi en Karachi,
cocinaba para mis amigos y mi familia. Preparar comida y comerla es uno de los
grandes placeres de la vida y no lo dejo a la ligera.
Para distraerme de mi miseria, he estado trabajando en un libro de cocina. Mi
familia originalmente es de la minoría Roiga, que ha sufrido por el genocidio
de Birmania, así que estamos acostumbrados a que nos maltraten. Uno de mis
platillos es “Pollo Strappado”, nombrado así porque tienes que colgar el
pollo, así como me colgaron en la “prisión obscura”.
Un “Libro de Dieta de Guantánamo” sería muy corto, solo dejas de comer. ¿Qué más
se supone que tengo que hacer? ¿Qué harías si hubieras perdido 18 años de tu
vida sin ningún fin a la vista? La libertad de rechazar comida, de matarme de
hambre en protesta por esta terrible injusticia, es la única libertad que me queda.
Me dicen que no estoy “cooperando” con ellos. Les dijeron a mis abogados que, si
testifico en contra de algunos de los detenidos de alto valor, puedo irme a
casa. Pero querían que repitiera lo que dije durante 540 días en su “prisión
obscura” en Kabul, cuando me colgaron de una barra de hierro en la obscuridad.
(Esa es una forma de tortura que se llamaba “Strappado” hace 500 años en
la Edad Media, pero, tristemente es algo que Estados Unidos usó en mí en el
siglo XXI. El dolor mientras tus hombros gradualmente se dislocan es
insoportable).
Pero tengo líneas que jamás voy a cruzar, I dije que no iba a “cooperar” en repetir
mentiras que inventé para que dejaran de torturarme. No sé nada de terrorismo,
y es irónico que, a menos de que jure esas mentiras, estaré etiquetado como
terrorista.
Ya he “cooperado” mucho, siguiendo sus estúpidas reglas o siendo parte de su
“Panel de Revisión Periódica” aunque el presidente Donald Trump twitteó que no
dejaría a nadie más salir libre, pero no importa cuánto lo he hecho, yo sigo
aquí. Así que me mantendré en mi protesta pacífica, intentando perder otros
8kg, para llegar a 35kg. Supongo que al final, si sigo con esto, no
sobreviviré. Pero recientemente cumplí 51 años y me arrebataron los mejores
años de mi vida. Si no me dejan regresar a mi esposa y a mis hijos pronto, lo
que queda de mí se irá a casa en una caja.
El escritor es un ex chofer de taxi de Karachi detenido por los Estados Unidos por
18 años sin cargos ni juicio.
Publicado en Dawn, el 22 de septiembre del 2020.
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