Denunciar la casa de los horrores del Tío Sam
Abramos la caverna de Platón
Richard Neville CounterPunch 7 de enero de 2011
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Puede tardar años antes de que los revienta-secretos de WikiLeaks
lleguen a los corredores del poder, pero hay señales en el terreno de que
por fin los ciudadanos se están quitando las legañas de los ojos. Es un momento
ajá: “Nos han estado mintiendo todo este tiempo”. Y es lo que han hecho: violan
impunemente la ley, instigan guerras, favorecen la tortura, las entregas, las
cárceles secretas; destruyen documentos, conspiran para robar ADN de
diplomáticos, asesinan a civiles en varios continentes, y muchas cosas más
y…extrañamente… se salen con la suya. ¿Hasta cuándo?
Los ciudadanos de nuestros días nos parecemos a prisioneros encadenados en la
caverna de Platón, hipnotizados por el tenebroso parpadeo sobre la pared, o en
nuestros televisores, que confundimos con la realidad. Las imágenes son
ilusiones. En la famosa parábola de Platón, un prisionero escapa de la caverna y
descubre el “mundo real” en toda su angustia y gloria, y trata de revelarlo a
los reclusos. La revelación no es deseada y al evadido lo califican de
lunático.
Esta historia puede ser vista desde nuestra perspectiva actual, cuando
prisioneros de los militares de EE.UU. son encadenados noche y día, golpeados
brutalmente, torturados, humillados, incluso “desaparecidos” hasta que pierden
toda esperanza de volver a ingresar a un mundo que creían conocer. Muchos
prisioneros son inocentes, y –según numerosos informes– muchos de los guardias
son psicópatas.
En octubre de 2001, cuando EE.UU. invadió Afganistán, un australiano sin
educación en busca de aventuras, David Hicks, trató de huir. Previamente se
había alistado en el Ejército de Liberación de Kosovo, que entonces combatía
contra los serbios en los Balcanes, aliado con la OTAN. Hicks no participó en
los combates. Joven confuso y sin educación, pero idealista, trató de combatir
posteriormente del lado del pueblo cachemirí, pero cambió de opinión. Brevemente
sintió fascinación por el Islam. Hicks fue capturado por un soldado de la
Alianza del Norte y vendido a agentes estadounidenses por 5.000 dólares. Como
señala en su memoria: Guantánamo, My Journey [Guantánamo, mi viaje], las
brutales golpizas comenzaron desde el primer día en Afganistán y temía por su
vida. Como muchos otros cambiados por dinero, fue encapuchado, encadenado con
grilletes, interrogado a punta de pistola, pateado repetidamente, golpeado en la
cara, sometido a simulacros de ejecución y sodomizado con un “gran trozo de
plástico blanco” que, gruñó un soldado estadounidense, “está especialmente
estriado para tu placer”. El sadismo es sobrecogedor – y es sólo el
comienzo.
Hicks formó parte del primer grupo de detenidos que llegó a Guantánamo.
Arrojado sobre un trozo de cemento en una jaula de alambre de púas, se le
prohibió que mirara a sus carceleros. Las únicas posiciones autorizadas eran
permanecer sentado o acostado al medio de la jaula mirando hacia un lugar fijo
en el cielo o el hormigón. La menor variación provocaba un ataque de la Fuerza
de Reacción Instantánea, quienes golpeaban ferozmente a los infractores, a
menudo acompañados por perros.
Todo en Guantánamo era vergonzoso y enfermizo – incluida la incapacidad del
presidente Obama de borrarlo de la faz de la Tierra. Las observaciones de Hicks
sobre sus seis años de cruel e inusual castigo son corroboradas por numerosas
fuentes. Ni un solo soldado ha sido responsabilizado, ni siquiera los que
asesinaron a tres prisioneros al forzar trapos por sus gargantas.
Hicks niega categóricamente que haya tenido algo que ver con al-Qaida y por
cierto era de esperar ya que dice que ni siquiera había oído hablar de la
organización hasta que fue llevado a Guantánamo. Sin embargo, en un campo en
Afganistán, había encontrado a Osama bin Laden lo que lógicamente provoca la
pregunta de de qué campo se trataba y es comprensible que haya excitado a los
servicios de inteligencia de EE.UU. Sin embargo, ¿justifica ese hecho la
conducta repugnante que tuvo lugar en Guantánamo y en otros sitios? Hay que
pensar seriamente en esto, y si la respuesta es afirmativa, resulta que no somos
lo que pretendemos ser.
Cuando el general Geoffrey Miller llegó a la instalación, se multiplicaron
los tormentos. “Ya no nos daban papel higiénico”, escribe Hicks, “No nos
permitían jabón para lavarnos las manos, pero esperaban que comiésemos con
nuestros dedos”. Los reclusos sufrían prolongado confinamiento solitario,
privación del sueño, medicación forzada, desnudez forzada, pulverizaciones con
pimienta, exposición a un frío inclemente y “tortura de naturaleza sexual”.
Miller fue quien introdujo perros de presa, y cuando fue transferido a Abu
Ghraib, volvió a utilizarlos. Entre las series inolvidables de cuadros
pornográficos creados por el turno de noche de la prisión, se ve a los perros de
Miller amenazando a los presos. (En su ceremonia de retiro en la Sala de los
Héroes del Pentágono en 2006, Miller fue honrado por el vicejefe de Estado Mayor
del Ejército, general Richard Cody.)
Después del 11-S, se impuso el neo-macartismo, que traumatizó a los medios
dominantes y redujo a sus periodistas a la calidad de macheteros belicistas. En
pocos casos, cuando los excesos de los militares de EE.UU. llegaban a las
noticias en la televisión, como en la matanza de niños en Afganistán o de
periodistas en Bagdad, se introducía a un “experto” para que suministrara el
“contexto”.
Gracias a WikiLeaks, una serie de ONG, cineastas independientes,
sitios investigativos en la red y un puñado de rebeldes periodistas
no-empotrados, hay un cambio en la tendencia. En la última película de John
Pilger, The War You Don’t See [La guerra que no veis], se ve
sorprendentemente a una serie de pesos pesados de los medios que se disculpan
por la información sesgada. “No hice adecuadamente mi trabajo,” admite ante
Pilger el periodista de la BBC, Rageh Omaar. “Levantaría la mano y diría
que uno no apretó con suficiente dureza las teclas más incómodas”. Omaar
describe cómo la propaganda militar británica manipuló exitosamente la cobertura
de la caída de Basora, cuando BBC News informó “17 veces” que había
caído. Esa cobertura, dice, fue una “gigantesca cámara de ecos”.
El veterano presentador de CBS news, Dan Rather dice a Pilger que
“había miedo en cada sala de noticias de EE.UU., miedo de perder su puesto de
trabajo… miedo de ser etiquetado de alguna manera, como poco patriota u otra
cosa”. Rather dijo que la guerra convirtió a periodistas en taquígrafos y que si
los “periodistas hubieran cuestionado los engaños que llevaron a la guerra de
Iraq, en lugar de amplificarlos, la invasión no habría ocurrido”. Dicen que este
punto de vista es compartido por una serie de periodistas experimentados
entrevistados por Pilger.
Los medios australianos cayeron de cabeza en la trampa de la propaganda,
excitados por Choque y Pavor y presentaron discusiones con expertos del
Pentágono, que pretendían que los bombardeos de precisión en Bagdad reducirían
las víctimas civiles. El aplastamiento de Faluya y otras atrocidades apenas
fueron mencionados.
The War You Don’t See fue presentada en Gran Bretaña a fines de
diciembre y pasó rápidamente a YouTube y otros sitios. La reacción es
sorprendente. Las vendas caen de los ojos de una nueva generación: me quedo
mudo, con el corazón destrozado, y horrorizado ante nuestra propia complicidad…
¡Un 90% de muertes civiles!... Podría haber mirado otras 3 horas y quisiera más…
Un vídeo impresionante ¡Gracias a todos!... Por desgracia, para terminar con
todo esto, tenemos que repensar todo nuestro concepto de sociedad, autoridad y
responsabilidad y capacidad personal… Y así sigue.
Incluso los cercanos a los militares de EE.UU. han sido llevados a reevaluar
su misión, como en esta confesión de Tim King de Salem-News de Oregón: “A
punto de comprender mi propio papel en la promoción de las guerras de EE.UU. en
ultramar como ex periodista empotrado, el nuevo programa de John Pilger me
arrojó directamente desde el acantilado de la ignorancia, hacia un doloroso
valle de entendimiento. Siempre pensé que tenía una ‘salida’ moral porque aunque
fui un marine, lo único que disparé en una guerra fue mi cámara de televisión.
Pero resulta que cuando enfrento este dominio descubro con extrema claridad que
por pequeño que haya sido en comparación con algunos periodistas, formé parte
del problema.”
En esta época de terror es hora de concentrarse en terroristas de cosecha
propia que se presentan como salvadores; los cobardes asesinos de la CIA y sus
afiliados secretos, que lanzan drones a tribus empobrecidas, matando a los
buenos y los malos y a los bebés, exactamente como en Vietnam.
Como lo señaló el antropólogo Maximilian Forte, la verdadera guerra contra el
terror es “en realidad un programa de contrainsurgencia global dirigido contra
todos nosotros. Vivimos en un régimen de ocupación global, donde la guerra
psicológica, los ataques contra los derechos humanos, y poderes estatales cada
vez más dictatoriales son dirigidos contra ciudadanos, no sólo “combatientes
enemigos” extranjeros.
En la caverna de Platón los reclusos se sienten mejor con ilusiones que con
la verdad, como en la actualidad. Durante la última década, millones han hecho
la vista gorda ante el hediondo sistema de engaño, tortura y matanza
generalizada que ha infectado a Occidente. Indiferente a los tratados, las
convenciones y las reglas de la guerra, el gobierno de EE.UU. es una mancha en
el paisaje del futuro, un exterminador indecoroso que nunca duerme, adicto a la
guerra; insensible ante la carnicería que crea.
El gobierno de EE.UU. proclama una pasión por la libertad, aunque trata de
eliminar la libertad de otros, como ser Julian Assange, por denunciar las
hazañas ignominiosas de sus militares, mientras asesina inocentes con una
andanada de un helicóptero, seguida por una burla.
Ahora llueven del ciberespacio revelaciones sobre lo que ha estado pasando en
realidad, a diferencia de los cuentos de hadas de la televisión. Nos presentan
una ventana abierta a la información. ¿Qué vamos a hacer al respecto?
…………
Richard Neville vive en Australia, el país que lo formó. En los años sesenta
provocó un escándalo en Londres y publicó Oz. Para contactos escriba a:
rneville@ozemail.com.au
Fuente: http://www.counterpunch.org/neville01052011.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|