Revolución
#168, 21 de junio de 2009
Sobre la muerte del Dr. Tiller:
Los “puntos en común” son una ilusión mortal; ¡Aborto al pedido y
sin apologías!
Sunsara Taylor
El asesinato del Dr. George Tiller, el valiente proveedor de abortos de
Kansas, es un reto moral y práctico para todo ser humano en este país.
Nos encontramos ante un suceso que estremece la historia. El futuro girará a
una dirección u otra según lo que hagamos.
O este asesinato creará un ambiente en que los proveedores de abortos no
podrán hacer su trabajo y nadie más le entrará a ese trabajo, o una cantidad
creciente de personas tendrá un despertar, dejará de mantenerse al margen,
defenderá a nuestros médicos y nuestras clínicas y revertirá la dinámica que ha
llevado a esta situación en que no sólo el aborto sino también el control de la
natalidad están en peligro.
Entre estas dos posibilidades, no existe ningún “terreno intermedio”
neutral.
Hace dos semanas, la Universidad de Notre Dame se convirtió en un punto
candente de la lucha por el derecho al aborto cuando invitó a Obama a dar el
discurso de la ceremonia de graduación. De una manera concentrada el discurso
revela por qué seguimos perdiendo terreno, perdiendo clínicas, perdiendo a
médicos y perdiendo corazones y mentes, especialmente de las y los jóvenes que
han crecido durante tiempos de gran confusión moral en torno al aborto. De
muchas formas, los acontecimientos en torno a la visita de Obama a Notre Dame
prepararon el terreno para este reciente asesinato.
Cuando los dirigentes antiaborto oyeron que Notre Dame había invitado a
Obama, pusieron su movimiento en pie de guerra. Chillaron que Obama es el más
“radical pro derecho a decidir” de todos los presidentes. Invadieron la
universidad los rabiosos odiamujeres fascistas cristianos como Randall Terry
(quien anuncia en los medios que no le tiene ninguna simpatía al Dr. Tiller,
llamándolo un “asesino múltiple”) y los soldados rasos fundamentalistas tipo
zombis. Gritaban fuerte sobre “asesinatos sangrientos”, entraban sin
autorización y fueron arrestados, predicaban su retórica en los medios
nacionales e incitaban a su base de fanáticos por todo el país.
Por otro lado, no se presentaron las organizaciones pro derecho a decidir.
Sí, ninguna, cero. Parece que el movimiento se quedó adormecido al volante
porque hay un demócrata “pro derecho a decidir” en la Casa Blanca, al igual que
en los años de Clinton cuando el acceso al aborto se restringió de manera
dramática.
Yo fui a Notre Dame con media docena de partidarios más del Partido Comunista
Revolucionario. Varios grupitos de estudiantes y personas de la localidad que
llegaron por su cuenta se nos unieron a alzar la bandera “¡Aborto al pedido y
sin apologías!” y letreros “¡La mujer no es una incubadora! ¡El feto no es un
bebé! ¡El aborto no es asesinato!”
Mientras tanto, Obama estaba en el auditorio con su ilusión mortal de “puntos
en común”. Afirmó que todas las mujeres se sienten moralmente angustiadas por el
aborto. Sugirió que encontráramos “puntos en común” al reducir la cantidad de
abortos y la de embarazos no deseados. Dijo que debiéramos encontrar “puntos en
común” sobre la necesidad de “cuidar y apoyar a las mujeres que lleven a término
su bebé”.
Como he analizado en más detalle en “La ilusión mortal de los ‘puntos en
común’ sobre el aborto: Respuesta al discurso de Obama en Notre Dame sobre los
puntos en común y el aborto” (Revolución #167, 7 de junio de 2009), el
discurso de Obama le dio más legitimidad moral e iniciativa política al
movimiento que quiere obligar a las mujeres a tener hijos contra su
voluntad.
No puede haber “puntos en común” sobre el tema de reducir el número de
abortos. En un momento en que en el 87% de los condados del país no hay acceso
al aborto, cuando los médicos están bajo sitio y las mujeres tienen que soportar
un calvario de obstáculos (leyes de notificación a los padres, plazos de espera
obligatorios, miles de “centros de crisis de embarazo” antiaborto y limitaciones
económicas y de desplazamiento), ¡lo que hace muchísima falta es ampliar el
acceso al aborto, no reducir el número de abortos!
No puede haber “puntos en común” sobre el tema de reducir los embarazos no
deseados. En verdad sería maravilloso si todas las y los jóvenes recibieran una
educación franca y científica sobre su cuerpo, la sexualidad y cómo formar
relaciones emocionales y físicas sanas y mutuamente respetuosas. Sería
maravillosa si en todas partes hubiera acceso a los métodos de control de la
natalidad y se popularizaran. No obstante, el movimiento “pro vida” no estará de
acuerdo. Las mismas escrituras bíblicas que los impulsan a insistir en que las
mujeres lleven el embarazo a término, también los impulsan a oponerse al control
de la natalidad. No hay ni siquiera una sola organización “pro vida” que apoya
el control de la natalidad.
Con respecto al aborto, sólo hay una pregunta moral: ¿tendrá la mujer el
control sobre su propia vida y aparato reproductivo, o nos obligarán a procrear
en contra nuestra voluntad y nos subyugarán a la autoridad patriarcal
masculina?
Si queremos conservar el derecho al aborto, que es esencial para la libertad
de las mujeres, tenemos que refutar la idea de que el aborto tiene algo de malo.
No podemos dejarnos apaciguar por un presidente que se llama “pro derecho a
decidir” pero quien a la vez se refiere a un feto como un “niño” y así legitima
la idea de que “el aborto es asesinato”. Tenemos que alcanzar a la nueva
generación que nunca ha oído a nadie hablar de manera positiva sobre el aborto y
decirle la verdad: el aborto salva vidas y enriquece la vida de las mujeres que
pueden decidir libres del estigma, la vergüenza, la coacción o los
obstáculos.
Tenemos que retomar la autoridad moral y, sí, repolarizar la situación. En
estos días, parece que todos están convencidos de que la polarización es algo
malo. De ninguna manera. La actual polarización es muy que muy mala. Los
fascistas anti-mujeres andan desbocados, y se les permiten adjudicarse la
autoridad moral mientras la gente pro derecho a decidir confía en los engañosos
“puntos en común” de Obama. Tal polarización es mortal y va de mal en peor.
Pero una polarización diferente sería muy buena, en que las personas tendrían
que decidir si estuvieran a favor de obligar a las mujeres a tener hijos contra
su voluntad o si estuvieran a favor de la plena emancipación de la mujer.
Si la gente no entiende que tiene que elegir entre la subyugación de la mujer
y la liberación de la mujer, bueno, tenemos que explicárselo a ellas. Cuanto más
la gente vea lo que en realidad pasa, más tendrá la oportunidad de tomar partido
con la mujer y toda la humanidad, y no tendrá esta oportunidad mientras que los
pro derecho a decidir no tome la ofensiva moral y política.
Yo creo y he visto en la práctica una y otra vez que cuando la gente tenga
claridad sobre lo que está en juego, una gran cantidad de ella tomará partido
con la mujer. Es posible convencer incluso a las personas que hoy se sienten
confundidas o que tienen ideas negativas en torno al aborto, para que se cambien
de opinión, pero solamente si lucháramos con ellas.
Soy un ejemplo vivo de eso. Tenía 15 años y vivía en una pequeña ciudad de
Minnesota cuando fue asesinado el primer médico que practica abortos. En ese
entonces yo era una cristiana y pasaba el tiempo con miembros del club Young
Life [vida joven]. Aunque me consideraba pro derecho a decidir y sabía que la
mayoría de mis amigos eran “pro vida”, jamás creí que importaba. Pero oí a mis
amigos cuando estaban identificándose con el hombre que mató al médico. “No digo
que apruebo la violencia”, dirían, “pero puedo entender sus motivos. Impidió que
mataran a bebés”. De repente, tuve que decidir si pudiera seguir en la pasividad
mientras que los médicos eran objeto de una cacería y hubiera personas que
simpatizaban con eso.
Esto es lo que está pasando en la mente de millones de personas hoy mismo, a
la hora de comer, en las aulas y en los intercambios de mensajes de texto entre
amigos adolescentes muy noche.
En mi caso, tuve la suerte de conocer a unas personas que tenían claridad
sobre el aborto. Me ayudaron a conocer de manera científica que un feto es una
parte subordinada del cuerpo de una mujer y que no es un “niño”. Me dieron una
forma positiva de expresar la indignación que sentía. Habían colocado letreros
que llamaban a la gente a que se unieran para defender la última clínica de
aborto en Dakota del Norte que los fascistas cristianos tenían sitiado. Me
alisté. Aprendí muchísimo. Desde entonces me cambié completamente.
Hoy mismo, las personas que creían que no tenían que preocuparse por “las
guerras sobre el aborto” ya se ven obligadas a prestar atención. ¿A cuáles
voces, qué claridad, qué reto prestarán atención?
Tenemos que levantar la voz ahora para exigir la plena emancipación de la
mujer, lo que incluye el derecho al aborto al pedido y sin apologías. Ya se
puede ver que confiar en Obama y buscar “puntos en común” solamente llevará a
más desastre. Ya es hora de que la gente, de que nosotros mismos, nos pongamos
de pie y luchemos por el mundo en que queremos vivir.
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