Guantánamo nació como una estrategia basada en la confusión del limbo legal. Un laberinto levantado sobre dos pilares endebles:
que los terroristas son combatientes ilegales sobre los que no se aplica el
derecho internacional humanitario y que, estando fuera del territorio soberano
estadounidense, los tribunales nacionales tendrían más difícil reivindicar su autoridad para juzgar lo que allí
iba a ocurrir. Pilares que el Tribunal Supremo
derribó años más tarde.
"Acepto la conclusión legal del Departamento de
Justicia y determino que ninguna de las provisiones de los Convenios de Ginebra
se aplican en nuestro conflicto con Al Qaeda", señaló el presidente Bush a principios de 2002. La prisión de
Guantánamo llevaba un mes abierta. Allí, el Gobierno pretendía encerrar a
"lo peor de lo peor" sin que fuesen necesarias acusaciones formales,
juicios y pudiendo utilizar la tortura para obtener información. Un agujero
negro en el país de los 'checks and balances' donde no llegase el imperio de la ley.
Desde entonces han pasado por allí 779 presos, de los
cuales aún quedan 40. Durante este periodo, la cárcel de Guantánamo estuvo
moribunda, pero nunca dejó de respirar. Gracias a Trump, ha vuelto a coger aire
y parece poco probable que el presidente deje salir de allí a nadie más.
Cinco de los 40 reclusos están encerrados a pesar de haberse
autorizado su puesta en libertad. Este mes se cumplen 10 años desde que Obama ordenó, sin éxito, el cierre de la prisión,
pero también se cumple uno desde que el actual presidente revocó aquel papel mojado de su
predecesor. En sus dos años de mandato, Trump solo ha sacado de allí a un preso.
De las 779 personas que han sido encarceladas en
Guantánamo, 21 eran menores, el más joven de 13 años. El preso más mayor
tenía 89 años. Solo uno de todos ellos ha sido juzgado en un tribunal
estadounidense. "Uno se pregunta por qué querrían esconder a gente del
sistema judicial de EEUU y solo se puede llegar a la conclusión de que lo que
quieren es abusar de ellos", señala el fundador de Close Guantanamo, Andy Worthington.
"17 años después, la prisión de Guantánamo no solo
ha sido un caro desperdicio de esfuerzos, sino que ha sido contraproducente en
la guerra contra el terrorismo. La naturaleza evidente del campo y el maltrato
a los presos ha sido un golpe de propaganda para los terroristas de todo el
mundo", señala el académico Richard Jackson. "También ha debilitado
el mensaje de Occidente del respeto a los derechos humanos y la lucha por la
libertad y la democracia. Ha sido un completo desastre", añade.
"Solo en las dictaduras la sospecha es suficiente"
Mohamedou Slahi es una de las 779 personas que ha pasado
por Guantánamo. Originario de Mauritania, Slahi pasó 14 años en la prisión y
fue liberado en 2016. "Recibí una llamada de mi primo, que trabajaba con
Osama Bin Laden, y su teléfono estaba pinchado. Mi primo necesitaba ayuda para
enviar dinero a su padre, que estaba enfermo. Además, siendo joven visité
Afganistán. Entonces el Gobierno de EEUU concluyó que yo debía ser un
terrorista, lo que es 100% falso, pero tuvieron que torturarme para que
confesase", cuenta Slahi.
"Es una sensación horrible pensar que el mundo
permite a EEUU crear un pequeño régimen torturador en Guantánamo donde
ciudadanos no estadounidenses pueden ser secuestrados, torturados y
encarcelados por un periodo indefinido", señala Slahi. "Es fácil para
España y la UE defender los derechos humanos en África y Oriente Medio, pero
nadie parece atreverse a cuestionar al Gobierno de EEUU, y mucho menos
desafiarlo. Esta es la verdadera razón por la que Guantánamo sigue funcionando.
El mundo libre está mirando sin hacer nada al respecto", añade.
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Para Worthington, Guantánamo fija un "terrible ejemplo al resto del mundo de un país que dice respetar el Estado de derecho,
pero que se comporta como una dictadura". "Solo hay dos formas de
encarcelar a alguien en un país democrático: criminales mediante el sistema
ordinario de justicia o prisioneros de guerra en caso de conflicto armado
[aplicando los Convenios de Ginebra]. Las implicaciones de este limbo creado
por EEUU son muy graves porque eliminan la línea de lo que es aceptable y de lo
que no lo es", señala Worthington. "No hay forma de que nadie salga
de ahí sin la autorización directa de Trump y eso es esencialmente lo que
ocurre en las dictaduras", añade.
"EEUU tiene el derecho y el deber de proteger a sus ciudadanos del mal del terrorismo, pero no se puede permitir utilizar una
violencia descontrolada contra jóvenes de países pobres solo porque sospechan
de ellos. Solo en las dictaduras la sospecha es suficiente para
castigarte", denuncia Slahi. "El mensaje de EEUU al mundo es que solo
los estadounidenses se merecen un trato digno".
Slahi ha pasado encerrado 14 de los 17 años que tiene la prisión. "Cuando salió elegido, Obama envió a militares de alto rango para
hablar con nosotros. Conocí a un oficial que me hizo preguntas. Estaba feliz
porque me dijeron que la cárcel iba a cerrar y yo volvería a casa. Obama rompió
su promesa y tuve que esperar ocho años más. No solo eso, sino que su gobierno
se negó a liberarme a pesar de que el juez Robertson había ordenado mi
liberación", recuerda el mauritano.
El primer detenido de "alto valor"
Jackson y Worthington recuerdan que muchos de los que han pasado por allí eran civiles inocentes y además insisten en que la tortura a
los presos no resultó en información de inteligencia valiosa. Esto ha sido
confirmado por el exagente del FBI Ali Soufan en su libro 'The black banners'.
"Aquel hombre no sabía nada de Al Qaeda o el 11-S e incluso pensaba que Nueva York y Washington eran nombres de personas. Nuestro primer
desafío en Guantánamo era distinguir a los miembros de Al Qaeda y talibanes de
los encerrados por error", recuerda Soufan sobre un interrogatorio que
realizó en la prisión en febrero de 2002.Como Soufan, más de 200 agentes del
FBI han denunciado un trato abusivo a los presos de Guantánamo.
Solo el 5% de los detenidos en Guantánamo fue capturado por tropas
estadounidenses, mientras que el 86% fue entregado por fuerzas de la
coalición tras ofrecer una recompensa.
Durante el gobierno de Obama, gran parte de los detenidos fueron trasladados o liberados y actualmente quedan algunos de los principales
sospechosos, entre ellos Khalid Sheikh Mohamed (KSM), considerado el cerebro de
los atentados del 11-S, y Abu Zubaydah.
Qué hacer con estos presos es el principal obstáculo a la hora de cerrar la prisión.
Zubaydah fue el primer detenido de EEUU en la guerra del terror considerado de "alto valor". Con él se inició la estrategia de
torturar a los sospechosos de terrorismo. Soufan interrogó a Zubaydah
personalmente, pero cuando la CIA se hizo cargo de los interrogatorios, el
agente del FBI quedó apartado. Soufan cuenta que la CIA lo torturó sin obtener
información de inteligencia relevante y que luego justificó sus tácticas
alegando que había conseguido información que realmente habían obtenido antes
Soufan y sus colegas sin torturas. Tras ser detenido en 2002, Zubaydah fue
interrogado en varias ocasiones y estuvo a punto de morir. El terrorista pasó
cuatro años recluido en una cárcel secreta de la CIA antes de ser trasladado a Guantánamo.
En total, nueve personas han muerto en custodia en la cárcel de Guantánamo, siete de ellos, por presunto suicidio. El más joven en morir fue
Yasser Talal Al Zahrani, que fue capturado con 16 años y murió con 21.
"Igual que la cárcel de Guantánamo, la guerra contra
el terror es un desastre que no ha logrado prevenir nuevos actos de terrorismo
y que ha atrapado a millones de personas inocentes a su paso. Además, la
prisión simboliza los valores de abuso de los derechos humanos y la filosofía
de la guerra contra el terror, así como la hipocresía de EEUU y Occidente.
Ambas son iniciativas inmorales. No hay ningún argumento razonable para
mantener la cárcel abierta y no hay ningún argumento razonable para continuar
con la guerra contra el terror", señala Jackson.
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