Fascismo al estilo estadounidense
Paul Krugman
El
Sol de México
29 de agosto de 2017
Como alguacil del Condado de Maricopa, Arizona, Joe Arpaio incurrió en
discriminación racial flagrante. Sus funcionarios sistemáticamente fueron tras
latinos y a menudo los arrestaron bajo cargos engañosos; en algunas ocasiones
los golpearon cuando cuestionaron esos mismos cargos. Lee el informe de la
División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia y prepárate para
horrorizarte.
Una vez que los latinos eran arrestados, les pasaban cosas malas. Enviaron
a muchos a Tent City (la ciudad de las carpas), a la que Arpaio llamaba con
orgullo un “campo de concentración”, donde vivían en condiciones brutales; las
temperaturas dentro de las carpas a veces alcanzaban los 63 grados centígrados.
Y cuando recibió órdenes de la corte de detener estas prácticas,
simplemente las ignoró, lo cual terminó en una condena —después de décadas en
el puesto— por desacato.
Sin embargo, tenía amigos influyentes en lo más alto del gobierno. Ahora
sabemos que Trump intentó que el Departamento de Justicia cerrara el caso
contra Arpaio, un caso evidente de intento de obstrucción de la justicia. Y
cuando fracasó esa táctica, Trump, quien ya había insinuado que Arpaio “había
sido condenado por hacer su trabajo”, lo indultó.
Por cierto, en cuanto a “hacer su trabajo”, resulta que los funcionarios de
Arpaio estaban demasiado ocupados cazando gente de tez morena e investigando el
certificado de nacimiento del presidente Obama para hacer otras cosas, como
investigar casos de niños abusados sexualmente. Llamemos las cosas por su
nombre. Desde luego, Arpaio es un supremacista blanco. Sin embargo, es más que
eso. Hay una palabra para los regímenes políticos que acorralan a los miembros
de grupos minoritarios y los envían a campos de concentración, mientras
rechazan el Estado de derecho: lo que Arpaio trajo a Maricopa, y lo que el
presidente de Estados Unidos acaba de apoyar, fue fascismo al estilo
estadounidense.
Así que, ¿cómo llegamos a este punto?
Los motivos de Trump son fáciles de entender. En primera, Arpaio, con su
racismo y autoritarismo, de verdad es de los suyos. Además, el indulto es una
señal para quienes pudieran estar tentados a hacer acuerdos con el investigador
especial ahora que la indagación en torno a Rusia se va acercando a la Casa
Blanca: no se preocupen; los protegeré.
Finalmente, defender a personas blancas que someten a personas de tez
morena complace a los simpatizantes de Trump, a quienes necesitará más que
nunca conforme los escándalos se vayan acercando cada vez más y las promesas en
cuanto a políticas sigan sin cumplirse.
No obstante, la base de electores blancos enojados de Trump es una minoría
inconfundible dentro de la totalidad del país. Además, esos votantes siemprehan
estado ahí. Hace quince años, escribiendo acerca de la radicalización del
Partido Republicano, sugerí que el núcleo de electores enojados era de casi el
20 por ciento del electorado, ese aún parece un cálculo razonable.
Lo que le posibilita a alguien como Trump conseguir poder y conservarlo es
el consentimiento de gente, tanto electores como políticos, que no son
supremacistas blancos y que más o menos creen en el Estado de derecho, pero
están dispuestos a unirse a los racistas y los infractores si les parece que
eso empata con sus intereses. Ha habido un sinfín de reportes acerca de la poca
educación de los electores blancos que votaron por Trump el pasado noviembre.
Sin embargo, no habría llegado a la cima sin millones de votos de republicanos
con una buena educación que no tenían pretexto para no darse cuenta del tipo de
hombre que era. Por la razón que fuera, tribalismo político o deseo de
impuestos más bajos, votaron por él de cualquier manera.
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