Escándalo con un grupo de Seals en Afganistán
Brutal represión contra prisioneros y civiles.
Cometieron todo tipo de atrocidades contra aldeanos. Pero fueron absueltos y algunos, hasta ascendidos.
Clarin
19 Diciembre 2015
THE NEW YORK TIMES. ESPECIAL
N.Y. Times Un grupo de Seals, fuerzas
especiales de EE.UU., en pleno entrenamiento./ Archivo Clarín
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Los tres Navy SEALS pisotearon a los detenidos afganos, les
dejaron caer piedras pesadas sobre sus pechos y luego los agarraron por las
cabezas y les vertieron botellas de agua en la cara, una forma improvisada de
ahogamiento simulado. Unas horas antes, poco después del amanecer el 31 de mayo
de 2012, una bomba había estallado en un puesto de control en una unidad de la
policía afgana que esos comandos estaban entrenando. Fue en Kalach, en la
provincia sureña afgana de Oruzgan. Enfurecidos por la muerte de uno de sus
camaradas, los agentes arrestaron a media docena o más de sospechosos en un
mercado en ese pueblo pero sin aclarar las evidencias contra ellos. Y los
llevaron a un puesto de avanzada estadounidense. En el camino, los golpearon
con las culatas de los rifles y antenas de automóviles, cuenta el diario The New York Times.
Un médico del ejército norteamericano de guardia en la base, David Walker,
esperaba que los comandos pusieran fin a los abusos de los policías. Pero, en
cambio, sucedió lo contrario. Uno de los Seals obligó a un prisionero a ponerse de
rodillas para patearlo. Otros dos se le unieron según el relato de Walker y otros soldados. Agregaron que fue tal
la paliza que recibieron los detenidos, que al atardecer de ese día uno de ellos quedó
al borde dela muerte.
Los cuatro soldados estadounidenses que trabajan con los comandos fueron quienes
informaron sobre el episodio. Una investigación criminal de la marina obtuvo
más testimonios de testigos sobre los abusos hechos por los Seals y la
policía local. También habló un afgano, detenido junto al hombre que acabó muriendo,
quien ofreció un detallado relato del los maltratos a The New York Times.
Pero, sin embargo y pese a toda esa prueba, una investigación realizada por la
jefatura de esa fuerza especial concluyó que los comandos no tuvieron una conducta inapropiada
y rechazó la recomendaciones de los abogados de la marina
para realizar cargos contra los oficiales. Al mismo tiempo desestimaron
cualquier posibilidad de una corte marcial. Inclusive, dos de los Seals, y el
teniente a cargo fueron ascendidos pese a que su comandante en Afganistán había recomendado que se los
expulsara de ese grupo de élite.
"Esto simplemente se reduce a lo que esta mal y lo que es correcto. No es posible
cerrar los ojos tanto”, dijo indignado Walker. Hay antecedentes muy graves
sobre el comportamiento de los efectivos. Antes de ese episodio estos militares habían
exhibido un comportamiento perturbador en la zona que debían custodiar.
De acuerdo con los testimonios de soldados y aldeanos afganos, se entretenían con
pasatiempos realmente sorprendentes. Arrojaban granadas sobre las paredes de la base,
disparaban armas de alto calibre al paso de vehículos en las rutas cercanas o
les lanzaban caramelos con hondas a los chicos para golpearlos en la cara.
El abuso de los detenidos, en términos formales, es uno de los delitos más graves
que un miembro del servicio estadounidense puede cometer. Varios expertos en
justicia militar, dijeron a The New York Times que el caso fue mal conducido, y que los comandos no debieron ser
considerados dentro de una cuestión disciplinaria sino que se debió convocar a
un gran jurado para considerar un consejo de guerra.
"Es incomprensible", dijo Donald J. Guter, un contralmirante retirado y ex
juez abogado general de la Armada. "Lo que se hizo fue destinado sólo a
enterrar esto."
El argumento que se esgrimió a favor de los militares es que habían negado haber
abusado de los detenidos, según Robert Smith, un capitán entonces encargado de
estos comandos basados en Afganistán. Pero si dio como “evidente” que los
agentes afganos sí habían maltratado a los detenidos.
El problema de base de lo que ocurrió en Kalach es que provocó una reacción de
rechazo aún más aguda contra las fuerzas norteamericanas. E impulsó a algunos
aldeanos que antes cooperaban, para partir a las zonas controladas por los
talibán.
Durante la participación de Estados Unidos en Afganistán, que ahora se extiende a su 15
aniversario, la guerra más extensa librada por EE.UU., el ejército amplió la
operación de los SEALS asignándole, a veces, misiones para las que no estaban
ni entrenados ni especializados. Muchos especialistas sostienen que este grupo
como otras unidades de Operaciones Especiales de élite recibieron un margen de
maniobra indebido cuando se trata de disciplinar a las comunidades. En guerras
turbias con líneas de batalla poco claras, advirtieron, lo que puede suceder es
que corroa la claridad ética y se mine la moral. Como ha sucedido.
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