Asesinatos por control remoto en la era Obama
Un libro publicado en Estados Unidos aborda el programa de asesinatos selectivos
mediante drones a escala global
Jeremy Scahill contó para ello con documentos filtrados y una fuente protegida
El uso de drones podría alterar el concepto de guerra, según Grégoire Chamayou
Joaquín Pi Yagüe
eldiario.es
11 de mayo de 2016
Militar atrapando un dron EFE
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"Lo hemos visto legitimar el programa de asesinatos a escala global". "El hombre que ahora está en la Casa Blanca se ganó
la vida como abogado experto en Derecho constitucional, él, quien se presentó
como una figura transformadora de la política americana […] emprendió la
persecución más intensa de informantes. Ha usado más veces la legislación en
materia de espionaje que cualquier otro presidente de Estados Unidos".
Con esta contundencia se expresaba el pasado miércoles el periodista de investigación Jeremy Scahill en
la presentación de
su libro The Assassination Complex: Inside the Government’s secret drone warfare program
para resumir la gestión en materia de política exterior y de defensa de Barack Obama. Scahill se refería así a la
forma de afrontar las filtraciones de Edward Snowden y Chelsea Manning por
parte del Gobierno estadounidense, así como la política del uso de drones para
llevar a cabo asesinatos selectivos de supuestos objetivos terroristas.
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De ello trata su libro, prologado por el propio Edward Snowden
y cuyo epílogo ha corrido a cargo del también periodista de investigación Glenn Greenwald. El material que lo nutre ya se vislumbraba en
un reportaje firmado
por Scahill y publicado en la The Intercept el 15 de octubre del año pasado,
cuyo titular era, precisamente, "The Assassination Complex". La pieza
combina prácticamente al 50% la concisión a la par que la prolijidad en
detalles del reporterismo tradicional, y el tratamiento y la presentación de
una considerable cantidad de datos.
Ataques con drones fuera de zonas de guerra abierta
La propia revista afirmó haber obtenido una caché con transparencias de carácter secreto que constituían "una ventana" a
los entresijos de las operaciones militares de Estados Unidos basadas en los
principios de asesinato/detención en un momento clave de la guerra llevada a
cabo con drones. The Intercept explicó también que garantizó la confidencialidad
a la fuente que les pasó los documentos a la vista de que se trataba de
material clasificado y debido, según el propio medio, "a que el Gobierno
se ha embarcado en una persecución agresiva de los informantes". Por ello
optaron por referirse a dicho informante como "la fuente".
Según Scahill "el primer ataque con drones fuera de una zona de guerra se produjo hace ahora más de doce años. Sin embargo, no fue
hasta mayo de 2013 cuando la Casa Blanca sacó un conjunto de estándares y
procedimientos para dirigir dichos ataques". Estas directrices eran poco
específicas, asegurando que Estados Unidos solo conduciría "ataques con
intenciones letales fuera de las áreas que se denominaban de ‘hostilidades
activas" si un objetivo representaba "una amenaza inminente y continua"
para el país nortemericano, sin especificar qué procedimientos internos se
llevaban a cabo para matar a "un sospechoso" que no ha sido imputado
como tal ni juzgado.
En el reportaje se especifica que dos juegos de transparencias se centraban en una campaña para seleccionar objetivos en
Somalia y Yemen, en concreto, entre 2011 y 2013 y la publicación señala que
esta misión sería llevada a cabo por una "unidad secreta" denominada
Task Force 48-4. Como estos dos países eran zonas donde no había declarada una
guerra "los ataques se encontraban sujetos a unas mayores
restricciones" a la hora de jusficarlos.
De este manera, por ejemplo, según los datos expuestos, "Estados Unidos tardaba seis años en establecer un objetivo en
Somalia", pero solo se tardaba "8,3 meses en matar" a ese mismo
objetivo "una vez este era incluido por el presidente en la lista de los
que iban a ser asesinados".
BIT BOY FLICKR |
No tan 'limpio' como se pinta: bajas civiles
Una de las razones que se han dado para el empleo de los
drones como arma ofensiva es la supuesta limpieza de las operaciones realizadas
con este instrumento, su precisión, y, por tanto, la supuesta garantía de no
cobrarse víctimas civiles. Si ya existe una bibliografía previa que cuestiona
seriamente que este extremo sea así, los documentos filtrados corroborarían
esta afirmación y, además, permiten a Scahill revelar que "el Gobierno de
Obama enmascara el número real de civiles asesinados por los ataques con dron
contándolos como enemigos" a pesar de "no haber sido
identificados" e "incluso sin haber sido señalados como objetivos".
Por si los datos filtrados no bastan, la "fuente" de Scahill confirmó este extremo para el reportaje del
segundo: "Me he topado con datos de inteligencia defectuosos en
incontables casos", y según añade Scahill ese sería un factor clave a la
hora de matar civiles, pues como la "fuente" revela, "es
impresionante el número de veces que los encargados de seleccionar los
objetivos han asignado [la condición de tal] por error a ciertas personas. Y
varios meses y años después te das cuenta de repente que aquello que
considerabas un objetivo de primer orden era en realidad el teléfono de la
madre de ese objetivo".
Excesiva confianza en la inteligencia de señales
Para Jeremy Scahill el diagnóstico del programa de asesinatos con drones es evidente: "una vez vistos los documentos secretos
en su conjunto se llega a la conclusión de que la campaña que Washington ha
sostenido durante 14 años para señalar objetivos de alto rango sufre de un
exceso de confianza en la inteligencia de señales, un aparente coste de bajas
civiles incalculable y –debido a la preferencia por el asesinato en vez de la
detención– una falta de habilidad para extraer de los sospechosos de terrorismo
datos de inteligencia potencialmente valiosos".
Entonces, ¿los mandos militares estadounidenses no han sido capaces de percibir esto? Y, si se han percatado de ello, ¿por qué
continúan haciéndolo? Para la "fuente" que pasó los documentos a The
Intercept la respuesta habría que buscarla en la propia mentalidad de las
Fuerzas Armadas y la dinámica que esta genera: "Los militares son capaces
de adaptarse fácilmente a los cambios, pero no les gusta dejar de hacer nada
que a sus ojos les haga la vida más fácil o que redunde en su beneficio. Y para
ellos esta es una forma muy rápida y limpia de hacer las cosas. Es una manera
hábil y eficiente de llevar una guerra, sin los errores de una invasión
terrestre a gran escala que se cometieron en Irak y Afganistán".
EE.UU. lanza un ataque aéreo contra un dirigente de Al Shabab en Somalia EFE
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El papel del periodista: entre el confidente y la sociedad
En varias entrevistas se ha preguntado a Edward Snowden por los motivos que le llevaron a dar el paso definitivo de sacar a la luz la
información que obraba en su poder. A menudo se ha especulado también con la
motivación de Chelsea Manning, quienes filtraron los documentos de LuxLeaks o
los papeles de Panamá. Las respuestas de algunos de ellos coinciden en señalar
que se decidieron finalmente cuando vieron una contradicción flagrante en todos
los sentidos entre lo que en principio era su cometido ante la sociedad y lo
que resultó ser en realidad.
Snowden ahonda en esta cuestión en el prólogo de Assassination Complex. Parte
de ese mismo prólogo se ha publicado como artículo de opinión el pasado martes
día 3 en The Intercept. No obstante, el resultado de sus filtraciones quizá no
llegaría a conocerse si los periodistas no cumplen con su parte, con un papel
que establece nuevas exigencias frente al periodismo anterior a la era de
Internet. En este sentido, Glenn Greenwald afirmó en la presentación del libro
de Scahill que "uno de los principios más importantes que se establecieron
[cuando se creó The Intercept] fue usar cualquier recurso ya fuera tecnológico
o basado en la experiencia para crear una atmósfera de seguridad con el fin de
que las fuentes o confidentes hablaran con nosotros y proporcionaran
información a la opinión pública".
Greenwald también mostró un optimismo que puede resultar
extraño hoy e insólito hace unos años cuando habló del sentido de la profesión
periodística en la era digital y del Big Data: "En el pasado, filtrar
10.000 documentos habría planteado grandes dificultades para sacarlos a la luz,
¿cómo se podría hacer en el plano físico, logístico? ¿Vas a una fotocopiadora y
los copias uno a uno? Ahora si ves lo que hizo Chelsea Manning, descargando
montones de documentación en un CD donde se podía leer "Lady Gaga" te
das cuenta de lo fácil que puede llegar a ser".
Al menos 6 muertos en ataques de Al Shabab en la frontera entre Kenia y Somalia EFE
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La guerra a partir de ahora
Basta repasar detenidamente, aunque no de forma exhaustiva, la bibliografía existente sobre estos objetos volantes
teledirigidos para darse cuenta de que la inmensa mayoría de esta se centra en
aspectos técnicos, la legislación que regula su uso o cómo seleccionar el más
indicado para fines lúdicos. Aun siendo muy escasas las obras que abordan de
forma directa las implicaciones de su uso con fines bélicos, estas hablan ya de
muchas de las conclusiones a las que ha llegado Scahill en su investigación. La
novedad en este caso se debe a que ahora se cuenta con las revelaciones, el
testimonio y una notable cantidad de documentos filtrados por una fuente protegida.
En el mundo anglosajón hay libros como The American Way of
Bombing: Changing Ethical and Legal Norms, from Flying Fortresses to
Drones, editado por Matthew Evangelista y Henry Sue, y, sobre todo, Kill Chain. The
Rise of the High-Tech Assassins, de Andrew Cockburn. En este último,
Cockburn abre el foco para hablar de los orígenes de los drones y su uso para
fines militares, del contexto social y político, desde Vietnam a Kosovo, para
explicar también el desarrollo de este ingenio en el momento en que la
burocracia en materia de seguridad que rigió durante la Guerra Fría se prolongó
posteriormente en la llamada "guerra contra la droga", sin olvidar
los aspectos técnicos, tanto aquellos que verdaderamente funcionan como
aquellos que no funcionan a pesar de lo que puedan afirmar las fuentes oficiales.
Cristina Fernández se reunió con Edward Snowden en Rusia, según la prensa argentina EFE
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Entre los escritos en lengua castellana está Guerra de drones. Política,
tecnología y cambio social en los nuevos conflictos, de Javier Jordán y Josep
Baqués, el cual aborda prácticamente los mismos aspectos que los dos
mencionados aunque profundizando más quizá en los aspectos técnicos y los
antecedentes tecnológicos de los drones, así como Drones, la muerte por control
remoto, del periodista Roberto Montoya, quien escribió un artículo
contando algunos datos interesantes del mismo en este diario.
Grégoire Chamayou aborda estos aspectos en Théorie du drone, pero además
se centra en el cambio antropológico que pueden introducir los drones
militares, es decir, como estos pueden cambiar el concepto de la guerra, un
contexto donde uno puede matar a y a la vez resultar muerto a manos del
enemigo. Chamayou señalaba en una entrevista concedida
en 2013 y actualizada en 2015 a Télérama a propósito de la publicación de su
libro que "mientras que la ética se ha definido de forma clásica como una
doctrina del vivir bien y morir bien, la 'necroética' del dron se presenta como
una doctrina del matar bien. Se diserta sobre los procedimientos 'humanos' del homicidio.
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