Masacres en el corazón de "la guerra contra el terror" de los
Estados Unidos:
"Crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad…… cosas de las cuales
ninguna persona puede recuperarse…"
5 de agosto de 2013 | Periódico Revolución |
revcom.us
Durante el primer despliegue, me hicieron participar en unas cosas, la inmensidad de las
cuales es difícil de describir. Crímenes de guerra, crímenes contra la
humanidad. Aunque mi participación no era voluntaria e hice lo que creía era el
mayor esfuerzo para detener estos acontecimientos, sencillamente existen algunas
cosas de las cuales ninguna persona puede recuperarse. Me siento orgulloso de
que, efectivamente, como para avanzar en la vida después de estar tomando parte
de tal cosa sería el signo de un sociópata, según mi criterio. Las cosas estas
van mucho más allá de lo que la mayoría de las personas saben. Para obligarme a
mí a hacer estas cosas y luego participar en el encubrimiento subsiguiente es
más de lo que cualquier gobierno tiene el derecho de requerir. De ahí, el mismo
gobierno ha dado vuelta y me ha abandonado. Cualquier culpa que hay se queda con
ellos".
Se trata de una parte de la carta de suicidio que Daniel Somers le escribió a
su familia. Era un ex combatiente de la guerra de Irak, de 30 años de edad, que
se mató a sí mismo el 10 de junio. Somers participó en cientos de misiones de
combate, interrogaciones a prisioneros iraquíes y luego trabajaba con el Comando
Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC). La experiencia aquella lo dejó en un
estado constante de angustia mental y física (Democracy Now!, 25 de
junio de 2013).
Las experiencias de Somers ponen en evidencia la asquerosa realidad de los
autoridades y su encubrimiento mediático: durante los últimos 12 años de la
llamada "guerra contra el terror", los crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad no han sido la excepción rara pero sí la regla. No los han cometido
unos pocos "elementos podridos" ni "soldados canallas" pero más bien han estado
integrados en el ADN de la guerra y el papel de los Estados Unidos en el mundo.
Por eso, aún cuando las fuerzas armadas estadounidenses han estado obligadas a
admitir sus fechorías, no obstante se niega con seriedad a castigar a los
asesinos. Esta ha sido una guerra de terror sobre millones de personas
en muchos países distintos, una guerra por el imperio con el propósito de
solidificar el poderío global de los Estados Unidos y aplastar a quienquiera se
pusiera en su camino, y no para liberar a nadie, no para detener la muerte y el
sufrimiento. Estas tres historias de tres masacres, y hay muchísimas más,
ilustran de que se trata en realidad la "guerra sobre el terror" de los Estados
Unidos.
19 de noviembre de 2005: Haditha, Irak
Temprano por la mañana, se detonó una bomba a la orilla del camino, la que
asesinó a un infante de la marina cerca de Haditha. Los marines inmediatamente
se alborotaron. El sargento Frank Wuterich, quien comandó el asalto,
presuntamente les dijo a sus hombres: "Si nos atacan otra vez, debemos matar a
todos por el rumbo".
Ordenaron a cinco iraquíes que estaban cerca, un taxista y cuatro
adolescentes, que se bajaran de su coche, y los mataron. De ahí los marines
empezaron a ir de casa a casa.
Eman Walid Abdul-Hameed, una iraquí de 10 años de edad, describió lo que
sucedió en su casa: "Los soldados estadounidenses entraron en nuestra casa a las
7 de la mañana. Estuvimos despiertos pero estamos vestidos de pijama… Oí unas
explosiones cerca de la puerta. Los estadounidenses entraron en el cuarto donde
estuvo rezando mi padre y le pegaron un tiro. Se fueron a mi abuela y mataron a
ella también. Oí otra explosión. Arrojaron una granada debajo de la cama de mi
abuelo… Matan a la gente, luego dicen que lo lamentan. Los odio".
Un hombre y una mujer, cargando un bebé, corrieron de la casa para poder
escaparse de los disparos y los marines dispararon y mataron al hombre. Se ha
dicho que la mujer se escapó con el bebé, pero en la familia de Eman, solamente
ella y un pequeño hermano sobrevivieron, heridos, después de que se murieron los
otros adultos que les protegían contra las balas de los soldados de los Estados
Unidos. Los marines se iban a la siguiente casa, entrando y tumbando puertas
enfurecidos y matando a ocho personas, incluyendo a un niño de dos años de edad
y tres otros niños pequeños. Luego, se trasladaron a la siguiente casa y
arrastraron a cuatro hombres a un armario y les balearon adentro.
Cuando terminaron los soldados cinco horas más tarde, habían matado a 24
personas. Los marines involucrados inmediatamente trataron de encubrir la
masacre: insistieron que una bomba a la orilla del camino había matado a 15
civiles y que los otros muertos eran "insurgentes" muertos después de disparar a
los marines.
Por fin, levantaron cargos contra ocho marines por homicidio involuntario. Se
desestimaron los cargos contra seis de éstos. Absolvieron a uno. Wuterich se
declaró culpable de negligencia de su deber. No recibió ninguna sentencia de
cárcel, solo lo rebajaron a soldado raso. En febrero de 2012 lo dieron de baja
bajo condiciones honorables.
12 de febrero de 2010: Gárdez, Afganistán
Gárdez, Afganistán, 12 de febrero. En medio de la noche,
unos soldados estadounidenses asesinaron a cinco de los participantes en una
celebración del nombramiento de un recién nacido. Foto: AP
Aquella tarde unos 25 amigos y parientes se reunieron en la casa de Hajji
Sharaf Udin en la aldea de Khataba, a unos cuantos kilómetros de Gárdez, la
capital de la provincia de Paktia del este de Afganistán. Estuvieron presentes
para celebrar el nombramiento del recién nacido nieto de Udin. Alrededor de las
tres de la tarde, el hijo de Udin, Mohammed Dawood, un comandante de la policía,
junto con su hijo de 15 años salieron afuera porque creían que se estaban
acercando unos talibanes. Ambos recibieron disparos. Dawood murió y su hijo
resultó herido. Los atacantes no fueron talibanes pero sí unas fuerzas de
Operaciones Especiales de Estados Unidos bajo el JSOC. El otro hijo de Udin,
Zahir, se asomó a la puerta y gritó: "No disparen, trabajamos para el gobierno".
A él también lo mataron a balazos. Tres mujeres agachadas detrás de Zahir en la
entrada murieron en la lluvia de balas: Bibi Shirin, 22, la madre de cuatro
hijos menores de 5 años de edad; Bibi Saleha, 37, la madre de 11 hijos; y
Gulalai, 18. Ambas madres estaban embarazadas; Galalai estaba comprometida.
Como si esto no fuera suficientemente horrendo, las fuerzas de los Estados
Unidos asaltaron a los sobrevivientes, los sometieron y obligaron a pararse
descalzos durante horas afuera en el frío. Detuvieron a ocho de éstos, los
llevaron por avión a una base afgani-estadounidense y los encerraron ahí durante
cuatro días para hacerles interrogatorios. Todos fueron puestos en libertad sin
cargos. Las fuerzas de Estados Unidos se negaron a darles tratamientos médicos a
los heridos.
"Después de observar mientras las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos
matan su hermano y a su esposa", escribe Amy Goodman de Democracy Now!,
retomando una parte de la nueva película Guerras sucias la que
documenta esta masacre, "y a su hermana y su sobrina, esposaron Mohammed Sabir
en el suelo. Él observaba impotente mientras los soldados de Estados Unidos
arrancaron las balas del cadáver de su esposa con un cuchillo, a fin de esconder
su participación en la masacre ("Guerras sucias: el antídoto de Jeremy Scahill
contra la heroica narrativa de La noche más oscura", Amy Goodman,
guardian.co.uk, 28 de enero de 2013, en inglés).
Asaltos de noche, operaciones especiales, asesinatos encubiertos, asesinatos
extrajudiciales, ataques de aviones sin tripulación, el uso de contratistas
militares, las detenciones y la tortura en masa, además del terror por todas
partes están empotrados en la naturaleza de la ocupación imperialista de
Afganistán. La meta principal de la ocupación es la dominación, por cualquier
método necesario, de una población en que la mayoría no quiere estar debajo de
una dominación extranjera y muchos han aprendido a través de ocho años amargos
de guerra y ocupación a desconfiar si no odiar a los invasores y a sus lacayos a
quienes les han dado poder en Kabul. El padre de Gulalai, Mohammed Tahir, dijo:
"Ellos nos enseñan los derechos humamos pero luego matan a un montón de civiles.
Ellos no vinieron aquí para eliminar el terrorismo. Ellos son los
terroristas".
Al principio los Estados Unidos desestimó la historia de los aldeanos, pero
luego admitió que hubo un error, pero no hizo ninguna investigación y no acusó
de ningún crimen a ninguno de los soldados que asesinaron a los afganis.
11 de marzo de 2012: Las aldeas de Alokzai y Najiban, en las arueras de
Kandahar, Afganistán
A las 3 a.m., el sargento superior Robert Bales, del Ejército de los Estados
Unidos, apostado en una base cercana donde presuntamente apoyaba a una unidad de
operaciones especiales encargada de la "estabilidad de la aldea" entró con
violencia en las casas de tres familias y se alborotó en un vil episodio de
asesinatos premeditados. Un sobreviviente de 15 años de edad dijo que unos
"soldados" despertaron a su familia y empezaron a dispararles.
Según otra joven mujer afgani, un soldado estadounidense con un casco
equipado con una linterna irrumpió en su hogar de lodo de dos cuartos mientras
todos dormían. Mató a su marido, Dawood, le dio un puñetazo a su hijo de siete
años de edad y le metió una pistola en la boca de su hermanito bebé. "Estuvimos
dormidos. Él entró y estuvo gritando, diciendo algo sobre el Talibán, el Talibán
y luego sacó a mi esposo de la cama".
Otro aldeano dijo: "Cuando sucedía todo esto en medio de la noche estuvimos
adentro de nuestras casas. Oí los disparos y luego un silencio y luego disparos
otra vez".
Un aldeano regresó a su casa para encontrar muertos a 11 miembros de su
familia: su esposa, su madre, dos hermanos, un nieto de 13 años de edad y sus
seis hijos, sus cuerpos parcialmente quemados. "Once miembros de mi familia han
muerto. Todos han muerto", dijo.
Después de que Bales asesinó a los miembros de la familia, "vertió unas
sustancias químicos encima de sus cadáveres y les prendió fuego".
Cuando Bales terminó, había asesinado a 16 (posiblemente 17) civiles
inocentes, entre ellos nueve niños más tres mujeres. Seis más resultaron
heridos: cuatro niños, una mujer y un hombre. Se informó que Bales "volvió a su
base después de balearlos, tranquilamente se entregó y fue llevado bajo custodio
a una base de la OTAN en Afganistán" (Daily Telegraph).
El secretario de Defensa Leon Panetta expresó su "profundo pesar" y que los
Estados Unidos "iba a llevar ante la justicia a aquellos responsables". El
presidente Obama aseguró que el "incidente" "no representa el carácter
excepcional de nuestras fuerzas armadas ni el respeto que tiene los Estados
Unidos por el pueblo de Afganistán". Pero Bales no fue juzgado en Afganistán.
Luego luego lo sacaron del país y lo llevaron al fuerte Leavenworth, Kansas. En
mayo de 2013, para evitar su ejecución, Bales se declaró culpable de haber
asesinado a nueve niños y siete adultos. Está pendiente la vista para dictarle
sentencia.
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