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En defensa del aborto a solicitud y sin disculpas

Revolución en línea, 13 de octubre de 2011

Este artículo fue publicado originalmente en Gender Across Borders como parte de la serie Tsk Tsk Stigma, Shame, and Sexuality (http://www.genderacrossborders.com/2011/09/22/in-defense-of-abortion-on-demand-and-without-apology/). Revolución le agradece a Gender Across Borders por permitirnos publicarlo en revcom.us.

Hace varios años, una mujer joven se me acercó después de dar un discurso que examinaba cómo el patriarcado es un elemento central de las religiones dominantes en el mundo y denunciaba al movimiento cristiano fascista que criminaliza el aborto. Cuando ella me habló de su aborto, su comportamiento sugería que ella estaba bastante tranquila acerca de este. Pero de repente dejó de hablar, su rostro se pendió de emoción y se rompió en llantos.

Les digo esta historia porque precisamente esta joven mujer es una ateísta segura de sí misma que sabe expresarse bien. De joven, la criaron con ideas a favor del derecho al aborto y aún las tiene. Su novio la apoya mucho. Recibió buenos cuidados médicos. Lo sumamente importante es que ella aclaró que nunca se sintió culpable.

Bueno, ¿por qué estaba sollozando?

Ella explicó: “Hasta hoy, nunca en mi vida he escuchado a alguien decir que está bien tener un aborto e incluso que se siente bien acerca de eso. Por dos años yo he estado sintiendo como que debe haber algo malo conmigo porque nunca sentí ningún remordimiento”.

Reflexione un momento y piense en esto. Ella no se sintió mal por el aborto. ¡Ella se sintió mal por no haberse sentido mal!

Le respondí muy firmemente que no hay nada malo con ella. No existe nada malo con una mujer que interrumpe su embarazo en cualquier momento por cualquier razón que ella escoge. Los fetos no son bebes. Las mujeres no son incubadoras. El aborto no es un crimen.

Existe, sin embargo, algo profundamente malo con una sociedad en la que millones de personas jóvenes han crecido sin haber escuchado alguien hablar sobre el aborto como algo positivo y liberador. Hay algo profundamente malo no solamente con el movimiento que férrea y implacablemente lucha por criminalizar, aterrorizar y satanizar a aquellos que buscan abortos ―o los practican―, sino además con “el movimiento pro aborto” establecido que repetidamente se ha conciliado y acomodado con esta locura.

Que seamos claros, la noción de que las mujeres son seres humanos completos capaces de participar plena e igualmente en toda esfera de actividad humana junto con los hombres históricamente es una idea muy nueva. Además, está bajo fuego intenso y cada vez mayor. Es necesario ver la lucha no solamente por defender sino por expandir y quitarle el estigma al aborto y el control de la natalidad como una batalla central en la lucha por consumar la liberación total de las mujeres.

¿Por qué tanto debate acerca del aborto? Junto con el control de la natalidad, el aborto le permite a la mujer no ser esclava a su biología. Le permite demorar, limitar o renunciar totalmente a la decisión de tener bebés. Le permite explorar su sexualidad libre del temor de que un embarazo no deseado destruya su vida y sus sueños. Éste le abre a la mujer la posibilidad de participar plena e igualmente en todas las esferas de la vida pública y la actividad humana junto con los hombres.

Por supuesto, la posibilidad de la plena igualdad para la mujer no existe meramente por la existencia tecnológica e hasta legal del control de la natalidad y el aborto. Esos derechos reproductivos no se habrían ganado ―y no habrían tenido las repercusiones que sacudieron la tierra que han tenido― sin las tremendas luchas de las mujeres que exigían su liberación. A pesar de las ideas erróneas populares, fue esa lucha justa, junto con la más amplia revuelta de los años 60 y 70 ―y no un chispazo de tolerancia e ilustración de la Corte― que más influyó en la decisión de 1973 de la Corte Suprema de despenalizar el aborto.

Además, la liberación de la mujer requiere más que derechos reproductivos y un cambio radical en la cultura. La necesidad de una revolución total que vaya más allá incluso que lo mejor de las experiencias revolucionarias del último siglo ―incluso en cuanto a desafiar los papeles de género tradicionales y otras cadenas que atan a las mujeres― es un elemento clave de la nueva síntesis de Bob Avakian sobre la revolución y el comunismo. Una explicación más detallada de eso rebasa el ámbito de este artículo, pero las y los lectores interesados pueden conocer más leyendo: “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”.

Pero aun el fantasma de la liberación de la mujer ―y los avances importantes que se hicieron― fueron más allá de lo que los gobernantes de este país podían aceptar. El contragolpe se cuajó y ganó iniciativa en serio bajo Reagan. La reafirmación de “la familia tradicional” se volvió una parte indispensable no solamente de reafirmar el patriarcado sino también de remendar el reaccionario tejido social que se había rasgado mucho. Los fascistas cristianos ―personas que luchan para que las leyes y la cultura se acomoden a una interpretación literal de la Biblia, que incluye su insistencia en que las mujeres tengan hijos y obedezcan a sus esposos (1 Timoteo 2:11-15)― contaron con un poderoso aval de fuerzas de la clase dirigente y recibieron incentivos para acosar y hostigar a las mujeres que buscan hacerse un aborto. Pusieron bombas en clínicas, mataron a doctores. Pregonaron la vergüenza y promovieron la ignorancia de la educación en la abstinencia en las escuelas y libraron una guerra contra el hecho científico de la evolución.

Durante este periodo, los elementos más dominantes del movimiento de la mujer llegaron a identificarse ampliamente como el único foro para aquellos que tenían inquietudes acerca de la condición oprimida de la mujer, aunque ese feminismo burgués iba subordinándose cada vez más a la clase dominante y al Partido Demócrata en particular.

Para citar la Declaración antes mencionada: “La absorción del 'movimiento oficial de la mujer' al interior del Partido Demócrata y su subordinación absoluta a los confines de la política electoral ha hecho un enorme daño. Desde hace más de dos décadas este 'movimiento feminista' ha influenciado y alentado a la gente progresista a que se acomode a la dinámica donde la atrocidad de ayer se vuelve 'la posición de compromiso' de hoy y mañana los límites de lo que se puede imaginar. La posición defensiva y de cobardía de este 'movimiento' ante los fascistas cristianos en particular —para tomar un ejemplo concentrado, su negativa a darles una batalla en serio sobre la moral del aborto— ha contribuido a la desorientación de dos generaciones de mujeres jóvenes, y hombres también”.

¿A qué se pareció esto? Tenían la apariencia que Hillary Clinton daba a entender que había algo malo con el aborto, insistiendo en que sea “seguro, legal y poco frecuente” y luego estas palabras se convirtieron en el lema de un “movimiento por el derecho a decidir” que incluso quitó la palabra “aborto” de su nombre. Tenía la apariencia de que las voceras de NARAL y Planned Parenthood insistían constantemente que son ellas, y no la derecha cristiana, las que impiden la mayoría de los abortos, a la vez que las mujeres por todo el país se esforzaban por tener acceso a los servicios de aborto cada vez más escasos. Tenía la apariencia de una estrategia que se centraba casi totalmente en los casos más extremos —el riesgo a la vida de la mujer o el feto, la violación o el incesto— en lugar de defender el derecho de toda mujer al aborto.

Tenía la apariencia que las elecciones del congreso del 2006 en que los demócratas insistían que para vencer a los republicanos bajo Bush, tenían que postular a los candidatos anti-aborto de línea dura como Bob Casey. Y si bien se registraron muchas quejas sobre los líderes, ningún “líder” nacional “por el derecho a decidir” convocó a movilizaciones de masas en las calles. Tenía la apariencia que una amplia celebración “feminista” al presidente Obama aunque él, también, insistía en reducir el aborto y encontrar “puntos en común” con los fascistas y los fanáticos religiosos. Ahora él ha presidido la mayor arremetida de restricciones al aborto introducidas a nivel estatal desde Roe v. Wade.

Todo ello, porque una nueva generación, casi sin excepción, no ha escuchado nunca que nadie hablara positivamente sobre el aborto. Esto ha llevado a miles de mujeres a sentirse culpables o avergonzadas acerca de un procedimiento que es necesario para que la mujer lleve una vida plena e independiente. Esto ha llevado a una situación donde los activistas luchan de manera dispersa contra los márgenes de cada nuevo ataque mientras que en general pierden terreno.

Si no tomamos la posición moral superior, proclamando audazmente la moralidad positiva del aborto, si no empezamos ahora a cambiar los corazones y mentes en esta nueva generación en particular y si no rechazamos el marco restringido de lo que se considera “candidatos con posibilidades de ganar”, no solamente no triunfaremos en la lucha en contra de las restricciones, sumaremos a esta derrota legal una derrota ideológica y política.

Millones y millones de mujeres no sienten remordimiento en absoluto acerca de sus abortos; ya es hora para que todas nosotras hablemos audazmente en apoyo a esta actitud. Ya es hora también de dejar de hacer todo a nuestro alcance para validar los sentimientos de culpa o vergüenza que algunas mujeres sienten sobre sus abortos. Millones de mujeres se sienten culpables o avergonzadas después de ser violadas, pero si bien nosotros reconocemos sus emociones, también luchamos por que ellas ―y las demás― reconozcan que no han hecho nada malo y que no tienen que estar avergonzadas. Ya es hora de hacer lo mismo en torno al estigma que rodea el aborto.

Para las mujeres resulta algo magnífico tener ―y ejercer libremente― su derecho al aborto. ¡Hay que celebrar a los doctores que dan esos servicios! No tiene nada de “moral” obligar a las mujeres a tener hijos contra su voluntad, pero tiene algo sumamente moral permitirles a las mujeres determinar el curso de sus propias vidas. Esto es bueno para las mujeres y es bueno para la humanidad en general.

Ya es hora de declarar audazmente: ¡Aborto a solicitud y sin disculpas!

Sunsara Taylor es corresponsal del periódico Revolución, una presentadora de Equal Time for Freethought de WBAI y miembra del Consejo Directivo de El Mundo No Puede Esperar. Ha escrito artículos sobre el ascenso de la teocracia, las guerras y la represión en Estados Unidos, ha dirigido en forjar resistencia a esos crímenes y ha contribuido al movimiento para la revolución para poner fin a todo esto. Se basa en la nueva síntesis sobre la revolución y el comunismo desarrollada por Bob Avakian. Su reciente gira en las universidades ―“De la burka a la tanga: Todo debe, y puede, cambiar. ¡NECESITAMOS UNA REVOLUCION TOTAL!”― hizo escala en Barnard, Universidad de California-Los Ángeles, Universidad de California-Berkeley, Universidad de Chicago, NYU y otras universidades. Se puede encontrar sus impresionantes batallas verbales con Bill O’Reilly y varios comentarios políticos sobre temas desde el aborto hasta a la religión y el relativismo cultural buscando “Sunsara Taylor” en YouTube. Comuníquese con ella acerca de un nuevo movimiento para “Poner fin a pornografía y el patriarcado; la esclavización y denigración de la mujer” en sunsara_tour@yahoo.com. Lea su diario digital aquí.


 

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