El discurso de Obama sobre Afganistán:
Problemas para el imperio… en una INJUSTA
guerra
Larry Everest Revolución,
edición 31 de julio de 2011
El 22 de junio, el presidente Barack Obama pronunció un importante discurso
sobre la guerra en Afganistán. Anunció que para septiembre del 2012, Estados
Unidos retiraría todos los 33.000 soldados que fueron enviados a Afganistán como
parte de “el aumento” de noviembre 2009. Obama afirmó que este era el comienzo
de una importante reducción de las fuerzas estadounidenses en Afganistán:
“Después de esta inicial reducción, nuestros soldados continuarán volviendo a
casa a un ritmo firme a medida que las fuerzas de seguridad afganis vayan
tomando el mando. Nuestra misión cambiará del combate al apoyo. Este proceso de
transición será completado para el 2014 y el pueblo afgani será responsable de
su propia seguridad”.
Obama afirmó que era el comienzo del fin de la guerra en Afganistán: “[E]sta
noche, nos da tranquilidad la nueva de que la marea de la guerra está bajando… Y
aunque en adelante habrá días oscuros en Afganistán, se puede ver la luz de una
paz segura en la distancia. Estas guerras largas tendrán un fin
responsable”.
La prensa establecida resaltó la afirmación de Obama de que la guerra en
Afganistán estaba finalmente terminando. Y algunos oponentes a la guerra vieron
en su discurso “un paso en la dirección correcta”.
Pero ninguno de esos cálculos soportó el escrutinio. Mire lo que Obama
realmente dijo, y luego hacer las matemáticas. Cuando Obama tomó posesión en
enero del 2009 había 32.000 soldados en Afganistán. Para diciembre del 2009
—cuando esta cantidad ya había crecido a 68.000— Obama anunció “un aumento
afgani”, para agregar 30.000 soldados de Estados Unidos. Ahora Obama planea
retirar 33.000 soldados del “aumento”, 10.000 para el fin del 2011 y el resto
para el verano del 2012. Esto significa que para el fin del 2012, aún habrá
68.000 soldados en Afganistán — el doble de los 32.000 cuando Obama tomó
posesión. Y hoy hay 50.000 soldados de la OTAN y aproximadamente 100.000
contratistas militares en Afganistán, ninguno de los cuales Obama mencionó.
La promesa de Obama de que no habrá operaciones de combate terrestre de
Estados Unidos después del 2014 no significa que no habrá miles de soldados
estadounidenses en Afganistán o que éstos no participarán en varias formas de
ataques militares — ya sea entrenando o dirigiendo a las fuerzas afganas,
llevando a cabo “operaciones especiales” o lanzando ataques con aviones no
tripulados.
Obama le dio a Estados Unidos una gran escapatoria cuando planteó: “Tendremos
que hacer la difícil tarea de conservar los logros que hemos hecho, mientras
vayamos reduciendo nuestras fuerzas y transfiriendo la responsabilidad por la
seguridad al gobierno afgani”. Esto significa que Estados Unidos puede reducir
el ritmo de la reducción de los soldados o hasta detenerla so pretexto de
“conservar los logros” y transferir “la responsabilidad”.
Una guerra por el imperio
En este discurso, Obama afirmó: “Nosotros no estamos por el imperio, sino por
la autodeterminación”. Pero del imperio es precisamente de lo que se trata “la
guerra contra el terror” de Estados Unidos y lo que Estados Unidos busca en
Afganistán.
Los imperialistas de Estados Unidos lanzaron “su guerra contra el terror” e
invadieron y ocuparon a Afganistán en octubre del 2001 para poder imponer por
medio de la violencia, la cual incluye el terror en masa, los objetivos de
Estados Unidos y su dominio en general de Asia central — una zona
estratégicamente clave en el mundo. Los objetivos de esta guerra nunca se
centraron simplemente en vengarse de los ataques del 11/9, mucho menos “liberar”
al pueblo de Afganistán o de otras partes. Esta tiene por objeto derrotar el
fundamentalismo islámico, las fuerzas jihadistas que estaban desafiando la
agenda de Estados Unidos, tumbar los regímenes que se entrecruzaban en el camino
de Estados Unidos y transformar radicalmente la región entera del norte de
África a Asia central. Esto se consideraba como un elemento crucial para
fortalecer el dominio imperialista de Estados Unidos. Todo esto fue parte de una
agenda más amplia para crear una hegemonía global que no tiene rival y no se
puede desafiar.
El problema para los imperialistas…
En su búsqueda de dicha hegemonía, el problema para los imperialistas es que
se han topado con contradicciones enormes y potencialmente desestabilizadoras,
las cuales han suscitado debates muy agudos dentro de sus filas sobre cómo
lidiar con dichas contradicciones y resolverlas. La reducción de soldados de
parte de Obama en Afganistán representa su plan para lidiar con esas
contradicciones y continuar luchando por fortalecer el predominio global de
Estados Unidos — sobre lo cual no existen diferencias entre los gobernantes. Las
maniobras de Obama no son una respuesta a “la opinión pública” en ningún sentido
fundamental, ni tampoco tienen que ver con terminar la guerra o dar paso atrás
del “imperio”.
Afganistán, un país predominantemente rural de algunos 30 millones de
personas, es uno de los más pobres y más oprimidos del planeta. Estados Unidos
es la superpotencia imperialista más rica y más poderosa del mundo. ¿Por qué
Estados Unidos —con sus fuerzas armadas de alta tecnología— no ha sido capaz de
conquistar a Afganistán después de casi una década de guerra?
Esas dificultades han surgido del carácter injusto y reaccionario de la
guerra y la manera en que esta está diametralmente opuesta a los intereses del
pueblo afgani. Las dificultades de Estados Unidos también se han derivado del
complejo conjunto de contradicciones que este enfrenta a través de toda la
región, ahora enfocado muy agudamente en las tensiones actuales entre Estados
Unidos y Pakistán, al igual que otros grandes desafíos para la agenda de Estados
Unidos en la región.
La invasión de Estados Unidos a Afganistán en 2001 surge de una década de
planeación de Estados Unidos antes del 11/9 con el objeto de tomar mayor
iniciativa y hegemonía en el Medio Oriente y Asia central. Pero la historia de
la dominación de Estados Unidos en Afganistán viene varias décadas atrás. En
1979, la Unión Soviética, entonces un rival imperialista de Estados Unidos,
invadió a Afganistán. Y durante la década de 1980, canalizó más de $3 mil
millones de armas y ayuda a los reaccionarios fundamentalistas islámicos para
luchar contra la ocupación soviética. Esa insurgencia dirigida por la CIA es
donde Osama bin Laden tiene sus comienzos.
Después que los soviéticos se retiraron de Afganistán en 1989, las fuerzas
jihadistas nutridas por Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudita permanecieron
y se fortalecieron en Pakistán y Afganistán, donde el Talibán se apoderó del
país en 1996. La invasión del 2001, en parte, tenía por objeto aplastar a esas
fuerzas. Al contrario, la guerra y la ocupación, al igual que otras previas
acciones imperialistas, sirvieron para impulsar el fundamentalismo islámico.
Estados Unidos tuvo una rápida victoria en el 2001, en gran parte porque el
Talibán se retiró para reagruparse, en vez de luchar de frente contra los
invasores. Pero cuando Obama tomó posesión, el Talibán ya había recobrado la
iniciativa, en parte por su relación con elementos del ejército y los servicios
de inteligencia pakistaníes.
Por ende, cuando Obama tomó posesión en 2009 y Estados Unidos estaba ante una
posible derrota, Obama más que triplicó el número de fuerzas de combate al mando
de Estados Unidos — de 32.000 a 100.000 tropas estadounidenses, más 100.000 y
pico contratistas militares y 50.000 tropas de la OTAN. Estados Unidos adoptó
una estrategia de contrainsurgencia que le decía al mundo que tenía por objeto
“ganar los corazones y las mentes” de la población afgani mediante la expulsión
del Talibán de las zonas en contienda y luego conservarlas y reconstruirlas a
fin de darle estabilidad y una vida mejor a la población ahí.
Pero el aumento más esencial fue la violencia. Como un ejército ocupante que
lucha por objetivos reaccionarios con una relación fundamentalmente antagónica
con el pueblo afgani, Estados Unidos se apoya en sus avances tecnológicos — los
que incluyen una gigantesca potencia de fuego y poderío aéreo. Como se documenta
en un artículo de Rolling Stone anteriormente este año (“King David’s
War”, 14 de febrero, 2011), Obama y el general David Petraeus, quien comandó “el
aumento”, respondieron al peligro de la derrota con el escalamiento de la
violencia en muchos frentes — entre otras cosas, con el incremento de
bombardeos, de redadas nocturnas y el desencadenamiento de toda forma de
escuadrones de la muerte y pandillas y milicias respaldadas por Estados
Unidos.
Un objetivo central de la guerra de Estados Unidos es someter “por cualquier
medio necesario” a una población en la que la mayoría no quiere estar bajo la
dominación extranjera. Miles de personas en Afganistán han experimentado la
brutalidad y las matanzas de las tropas de Estados Unidos y no confían en los
invasores estadounidenses y en los lacayos afganis éstos pusieron en el
gobierno, si no los odian. Las redadas nocturnas, las operaciones especiales,
los asesinatos encubiertos, las ejecuciones extrajudiciales, los ataques con
aviones no tripulados, el uso de contratistas militares, las detenciones en masa
y la tortura y el terror en general están incrustados en la naturaleza de esta
ocupación imperialista.
Un reciente informe de la ONU concluye que las redadas nocturnas —un elemento
crucial de la doctrina de combate de Estados Unidos en Afganistán— han resultado
en “el uso excesivo de fuerza, el maltrato, la muerte y lesiones de civiles y
daños a la propiedad”. Un legislador afgani dijo: “Los aldeanos temen más a los
estadounidenses que al Talibán por estas redadas” (“Night Raids Curbing Taliban,
but Afghans Cite Civilian Toll”, New York Times, 8 de julio de
2011).
Cada bombardeo de Estados Unidos a una boda y cada masacre de civiles solo
exacerban los sentimientos anti-Estados Unidos. Trágicamente, en el contexto de
la situación actual donde la oposición organizada a Estados Unidos y sus aliados
de la OTAN son los reaccionarios fundamentalistas islámicos, todo escalamiento
de la violencia de Estados Unidos lanza a las personas hacia los brazos de las
fuerzas jihadistas.
El problema para la clase dominante de Estados Unidos no es que la ocupación
de Afganistán sea injusta y siembre el terror y la muerte sobre el pueblo de ese
país. El problema, según su lógica y punto de vista, es que esta no está
funcionando y a pesar de todo el terror y muerte que están regando en
Afganistán, la situación amenaza con salirse de su control.
De acuerdo al Grupo Internacional de Crisis—un comité de investigadores por
el imperialismo— las contradicciones que Estados Unidos enfrenta en la región,
especialmente en Pakistán, se han vuelto más graves. Dicho grupo informa que es
altamente improbable que el régimen de Karzai instalado por Estados Unidos pueda
tomar control de la seguridad para el 2014 y quizás ni siquiera lo tengan sobre
la capital, Kabul. El informe explica: “Ha aumentado la confabulación entre los
insurgentes y los funcionarios corruptos del gobierno” y la economía afgani
“cada día más la domina una oligarquía criminal de hombres de negocios con
conexiones políticas” (International Crisis Group, “The insurgency in
Afghanistan’s Heartland”, junio del 2011).
Esto ha dado origen a la posibilidad que Estado Unidos pudiera estar atascado
en un atolladero en Afganistán y en Pakistán desde el cual no puede salir con
algo parecido a la realización de sus objetivos.
Tal perspectiva podría llevar a un mayor crecimiento del fundamentalismo
islámico en la región, la desestabilización de Afganistán y/o Pakistán, la
propagación de esta inestabilidad por toda la región y la percepción en el mundo
de que Estados Unidos ya no es la superpotencia dominante en el mundo y el
garante militar del orden mundial.
La clase dominante de Estados Unidos ve este resultado como intolerable
Aunado a las dificultades de Estados Unidos, la guerra se está dando en el
contexto de la peor crisis financiera global en 80 años y el enorme costo de la
guerra de Afganistán, que ahora asciende a los $100 mil millones al ano (los
gastos brutos de la “guerra contra el terror” podrían sumar hasta 3.7 millones
de millones de dólares [“US Cost of War at Least 3.7 Trillion and Counting”,
Reuters, 29 de junio de 2011]).
Hace poco, el entrante secretario de Defensa Leon Panetta dijo que Estados
Unidos enfrenta “una tormentosa guerra” de crisis y difíciles contradicciones a
través del mundo, no solo en Afganistán. En su audiencia de confirmación del 9
de julio de 2011, Panetta dijo: “Este es un tiempo de cambio histórico…Ya no
estamos en la guerra fría. Esta situación es mas parecida a la ‘tormentosa
guerra’, una tormenta de desafíos que toman velocidad e intensidad del
terrorismo, de las tecnologías en rápido desarrollo y el incremento del número
de potencias en la escena mundial….
“Hoy somos una nación en guerra y el trabajo número uno será el de asegurar
que permanezcamos como la potencia militar más fuerte en el mundo, a fin de
proteger esa seguridad que es tan importante para este país. No obstante, este
también es un tiempo de hacer elecciones difíciles. Se trata de asegurar que
nosotros seamos capaces de prevalecer en los conflictos en que estamos ahora
metidos, pero también se trata de ser fuertes y disciplinados en aplicar
nuestros limitados recursos de la nación para defender a Estados Unidos. Nada de
eso será fácil”.
…Y la expresión de los intereses de la
humanidad
Cuando figuras de la clase dominante de Estados Unidos como Leon Panetta
hablan acerca de “defender a Estados Unidos”, la esencia de lo que está hablando
es defender un mundo de explotación brutal — un mundo de trabajo
infantil, la esclavización de las mujeres, la catástrofe ambiental y una
interminable guerra injusta.
Y cuando dicen que “nada de esto será fácil”, están hablando de serios
desafíos que ellos enfrentan al llevar a cabo su agenda.
Pero esa agenda, esos desafíos y esos intereses que los motivan no
son los intereses de la gente en el mundo — incluyendo la gran mayoría de las
personas en Estados Unidos.
La ocupación estadounidense de Afganistán es la ocupación de un país oprimido
por un imperio opresor. Y cada vez que las tropas de Estados Unidos le tiroteen
a una aldea afgani, eso estimula el crecimiento y la propagación de los
reaccionarios movimientos jihadistas fundamentalistas islámicos. Y ese es así en
particular por la ausencia de una lucha visible y resuelta contra la guerra en
Estados Unidos — donde las personas de Afganistán y de todo el mundo podrían ver
que la clase dominante no habla al menos por un importante sector del pueblo
de este país.
La gente no se debería “sentirse cómoda” con las mentiras de Obama
de que “está bajando la marea de la guerra”. La guerra no está
“bajando” para los millones de personas de Afganistán para quienes la vida se ha
vuelto una pesadilla viviente.
Es necesario denunciar esta guerra por lo que es —una guerra por el imperio—
y forjar un movimiento de resistencia política amplia y decidida en Estados
Unidos contra la guerra. Y tal movimiento podría ser parte de sacar al
mundo de las actuales “alternativas” letales del imperialismo contra el
fundamentalismo islámico y de jugar un rol vital en forjar otro camino para el
pueblo del mundo.
Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por
el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y
oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema
imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo
se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados,
acabará fortaleciendo a los dos.
Esta es una formulación muy importante y crucial para entender muchas
dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro
cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y
representa la mayor amenaza a la humanidad: los sectores dominantes
históricamente anticuados del sistema imperialista, y en particular los
imperialistas estadounidenses.
Bob Avakian, Lo BAsico 1:28 |
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