La cultura que mató a Tyler Clementi
Sunsara Taylor Revolución #213, 10 de octubre de
2010
Nota de la redacción: El 10 de octubre, el
candidato Carl Paladino para gobernador del estado de Nueva York les dijo a unos
dirigentes judíos ortodoxos: “No quiero que [los niños] tengan el cerebro lavado
de modo que crean que la homosexualidad sea una opción igualmente válida o
exitosa. No lo es”. Paladino declaró: “Dios no nos creó así”. El 14 de octubre
el Departamento de Justicia del gobierno de Obama apeló un fallo del tribunal
que anuló la política de las fuerzas armadas estadounidenses de “no preguntar,
no decir”. La maniobra de Obama sostiene oficialmente la discriminación impuesta
contra las lesbianas y los gays en las fuerzas armadas. A comienzos de octubre
se dio el arresto de alto perfil de unos hombres latinos jóvenes en el Bronx
acusados de darle una paliza y violar a tres otros hombres jóvenes a los cuales
sospechaban que eran gays. Lo siguiente es una versión abreviada de una carta de
la articulista de Revolución Sunsara Taylor (la versión completa está
en línea en revcom.us). Trata la cultura y la institucionalización de la
intolerancia que estos sucesos y otras cuestiones representan.
“Piense en qué quiere decir que hoy para los hombres no hay ningún insulto
que les duela más que se le llamara un ‘puto’ o ‘maricón’. Ahora, imagínese un
día en que la gente del futuro repasara las restrictivas nociones de género de
hoy —de lo que implica ser un “hombre” y lo que implica ser una ‘mujer’— como si
fueran alucinantes idioteces del pasado opresivo de la humanidad”.
Del número especial de Revolución, “Una declaración: Por la
liberación de la mujer y por la emancipación de toda la
humanidad”.
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Los sucesos que llevaron al suicidio de Tyler Clementi, un estudiante gay de
la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, ahora se habrían informado ampliamente.
El 19 de septiembre, Tyler le pidió al estudiante con quien compartía un cuarto,
Dharun Ravi, que le dejara disfrutar a solas el cuarto porque iba a tener una
visita privada. Poco después, Ravi mandó un mensaje por Twitter: “Compañero de
cuarto pidió el cuarto hasta la medianoche. Me fui al cuarto de Molly y prendí
mi cámara web. Lo vi besándose con un hombre. Bien”. Enseguida Ravi se puso a
difundir las imágenes íntimas de Tyler en vivo por la red. Dos días más tarde,
Ravi envió otro mensaje acerca de Tyler: “Cualquier persona que tenga iChat, le
desafío a chatear conmigo entre las horas de 9 y media y la medianoche. Sí, todo
está pasando de nuevo”.
Ese mismo día, al hablar sobre su reacción, Tyler escribió en línea: “Así que
pienso que fue una cosa de ‘miren qué tan maricón es mi compañero de cuarto...’.
Otras personas han comentado en su página, preguntándole cosas como: ‘¿Cómo
lograste regresar al cuarto?’ y ‘¿Estás bien?’ y el hecho de que la gente con
quienes él estaba, consideraba que el escándalo era que yo besara a un hombre,
cuando por favor... ÉL ESTABA ESPIÁNDOME... ¿No ven ellos nada malo en eso?”
Más tarde, Tyler Clementi dijo en Facebook: “Me voy a tirar por el puente gw
disculpas”.
Por tres días, Tyler había bregado con cómo responder a la invasión de su
privacidad, la transmisión en vivo de su relación sexual y el hecho de que su
compañero de cuarto y otros se burlaban de su orientación sexual en línea. Ya
por 18 años, había estado bregando con cómo vivir en una sociedad que no permite
casi ninguna indulgencia para el inconformismo y que de mil maneras, horrorosas
además de sutiles, mostraba hostilidad hacia los elementos más íntimos y
vulnerables de su ser.
Los dos estudiantes involucrados en filmar y transmitir los momentos privados
de Tyler, Dharun Ravi y Molly Wei, se han convertido en el centro de grandes
debates. Muchos, incluidos las autoridades y los medios de comunicación, han
pedido que se les presenten cargos criminales. Y muchos, desde moralistas
hipócritas hasta estudiantes, grupos pro derechos de los gays y otras personas
con un verdadero interés, están discutiendo su conducta reprensible. Por cierto
Ravi y Wei, al explotar los estigmas antigay de la sociedad para ganar una
popularidad pasajera y convertir la invasión de la privacidad de Tyler en una
diversión, hicieron un mal de brutos.
Pero no se puede explicar esta muerte horrorosa centrándose solo en dos
universitarios de primer año. La verdad más condenatoria es que su conducta
estaba completamente en sintonía con la cultura dominante de homofobia, crueldad
y destrucción de la privacidad.
Una cultura de intolerancia y una epidemia de
suicidio entre adolescentes gays
En las diferentes páginas para conmemorar a Tyler en Facebook y YouTube, se
ven principalmente un gran apoyo y comprensión, pero también hay comentarios que
mandan al infierno a Tyler y a otras personas gays, diciendo que la
homosexualidad es un “pecado”, e incluso que celebran el hecho de que Tyler se
quitó la vida. Esto es típico.
Uno de los cambios culturales más favorables de las últimas décadas ha sido
la creciente aceptación de la gente gay, lesbiana, bisexual y transgénera, pero
esta aceptación se ha contrastado marcadamente con condenas y ataques
homofóbicos muy enquistados y siempre más vitriólicos, que van acompañados por
una creciente movilización política.
La polarización es extrema y va en aumento. Se ve a más gente abiertamente
gay que nunca en los medios de comunicación, en la política y en la farándula,
pero los gays siguen siendo tema constante de bromas en las comedias y
otros programas de televisión, y para locutores de radio y cómicos
profesionales. Crecientes cantidades de gente apoyan la plena igualdad y
aceptación de los gays, pero todavía es el caso que por ley la mayoría
de los estados les privan a los gays del derecho fundamental de casarse con su
enamorado, de visitarlo en el hospital cuando este muere o compartir la custodia
de sus propios hijos. Y todavía es demasiado común que un senador pez gordo pone
en el mismo plano la homosexualidad y la bestialidad, o un predicador de
megavatio insiste en que la homosexualidad es un “pecado” o una “enfermedad” que
requiere una “curación”.
Esta polarización no es una cosa que está pasando simplemente entre dos
sectores de la población. En todo nivel, las fuerzas de la tradición y del poder
—sean los principales formadores de opinión pública, o los guardianes del
cristianismo y de la fe tradicional, o los niveles superiores de los tribunales,
la legislatura y el poder ejecutivo— han dictado en contra de una aceptación de
la plena humanidad de los gays. No olvidemos que incluso el “gran progresista”,
el presidente Obama, tomó una postura contra el matrimonio gay, y además invitó
a Rick Warren —el intolerante intérprete literal de la biblia que desempeñó un
papel importante en la prohibición del matrimonio gay en California y que tiene
vínculos con fuerzas internacionales resueltas a ejecutar a todos los gays— para
dar la invocación en su toma de posesión en 2008.
Todo eso da fuerza y apoyo a los impulsos más atrasados en la sociedad y
contribuye a una situación en que los chistes, el acoso y la violencia anti-gays
son tan generalizados que el suicidio de adolescentes gays es cosa común. Más
del 85 por ciento de estudiantes lesbianas, gays, bisexuales o transgéneros
dicen que han sido hostigados debido a su identidad sexual o de género, y más
del 20 por ciento dice que han sido atacados físicamente.
Al día siguiente del suicidio de Tyler, Asher Brown, que tenía 13 años de
edad y vivía en Houston, Texas, se dio un tiro en la cabeza en la casa de sus
padres. Solo unos días antes, Seth Walsh, también de 13 años, se ahorcó en el
jardín de su casa en California. Poco más de una semana antes de eso, Billy
Lucas, de 15 años, se ahorcó en un granero en Indiana. Todos fueron víctimas del
acoso anti-gay.
En una reunión de jóvenes la semana pasada en el Centro Comunitario Gay y
Lesbiana del Sur de Nevada, 15 de los 16 adolescentes presentes dijeron que
habían pensado suicidarse en algún momento. Como un adolescente lo expresó: “Yo
ya no quería estar ahí. Prefería no despertarme. Me sentí como una especie de
error o equivocación”.
La destrucción de la intimidad y el fin de la
privacidad
Los amigos de Dharun Ravi han dicho a los medios de comunicación que éste no
es particularmente homofóbico, que nada más era una broma y que él habría
actuado de la misma forma si su compañero de cuarto hubiera invitado a casa a
una mujer. Sea verdad o no, ese tipo de “defensa” señala otro rasgo
extremadamente perturbador de la cultura actual. Parece que a toda una
generación se le ha dado la idea de que los momentos de intimidad no son más que
cosas para ser filmadas, ridiculizadas y aprovechadas para aumentar el prestigio
social.
Esta generación ha crecido con la cosificación propia y con una pornografía
cada vez más violenta y más degradante. Los jóvenes han llegado a la mayoría de
edad en un mundo en que un fotógrafo tiene el éxito asegurado si puede sacar,
justamente en el momento en que una joven famosa baja de su limusina, una toma
de todo lo que la falda esconde. Les ha moldeado una cultura que exige desnudos
de las celebridades, sea por medio de un corto “filtrado” de sus relaciones
sexuales o un vídeo subido de tono, para que sigan siendo cotizadas una vez
pasada la preadolescencia. Los agreden cada día las revistas, los canales de
televisión y los portales dedicados al chismorreo, y los medios establecidos
cuyas “noticias” comercian en trivialidades, en hacer pasar vergüenza a todas y
en una crueldad voyeurista que celebra las penas y los problemas del ajeno.
El resultado de todo eso ha sido insensibilizar a enormes cantidades de
jóvenes de esta generación al punto de no poder sentir empatía hacia los demás,
y despojarlos de la idea de que la vulnerabilidad, la intimidad y la privacidad
desempeñen algún papel en las relaciones sexuales.
Una cultura de consumismo, conformidad y
crueldad
Ha comenzado mucha especulación sobre el grado de responsabilidad de los
medios sociales como Facebook y Twitter. Por un lado, la red ha contribuido a
romper el aislamiento de las y los jóvenes gays de las zonas rurales. Por el
otro, ha llegado a ser el foco de una intensificación de la intolerancia y del
acoso.
La realidad es que la tecnología, aunque neutral en sí o en el abstracto, no
existe independientemente de la sociedad. La tecnología y todas las innovaciones
pasan por el tamiz de las relaciones económicas, la estructura del poder
político y la cultura dominantes de esa sociedad. Incluso el tipo de tecnología
producido, financiado y puesto de moda es un reflejo de la sociedad en general y
de sus valores.
Eso significa que en una sociedad verdaderamente liberada, donde la
revolución se ha hecho, y un nuevo estado y un nuevo sistema se han establecido,
la red podría ser parte de alentar la efervescencia intelectual y un aprendizaje
mutuo que ocurre más ampliamente entre la gente. Pero en esta sociedad,
junto con el afán capitalista de ganancias y como parte de él, el internet ha
llegado a ser una supercarretera en expansión exponencial de todo lo cruel, lo
insípido y lo envilecido de esta cultura.
Una fuerza que ha impulsado la expansión de la tecnología de la red —incluida
la presencia generalizada del internet y cable de alta velocidad en los hogares,
la capacidad de transmisiones en vivo por internet y la disponibilidad de
cámaras web secretas— es la pornografía, que ha sido notable por su escalada de
degradación y violencia contra las mujeres y las muchachas. Otra gran fuente de
expansión ha sido el consumo de bienes materiales: se puede hacer compras en
línea, buscar “súper gangas”, comparar los precios y hacer ofertas por los
productos.
Hasta la tecnología creada para desarrollar las “redes sociales” se ha
caracterizado por la superficialidad, la segregación y la atomización típicas de
nuestros tiempos, y termina reforzándolas. Dígame, ¿qué textura y profundidad
hay en “amigos” que muchas veces no pasan de ser avatares de pantalla? ¿Qué
valor profundo tiene una “comunicación” limitada a 140 caracteres? ¿Qué pasará
con las emociones cuando las reemplazan emoticones con caras de historieta? ¿Qué
pasará con la individualidad de las personas cuando todo se reduce a las
respuestas a un cuestionario estandarizado para determinar el perfil?
Aunque existen tendencias positivas que van en contra de esa corriente, las
“redes sociales” tal como son casi garantizan la dominación de la
superficialidad y la alienación. Para desarrollar relaciones auténticas —que no
simplemente refuerzan las camarillas sociales, los estereotipos y las divisiones
ya existentes—, hay que interactuar a un ritmo y con una profundidad que
permiten la exploración, el estiramiento de límites y matices. En lugar de eso,
hoy las personas son aplanadas, generalizadas y privadas del espacio necesario
para las dudas y la exploración. Se apagan el pensamiento crítico, la curiosidad
y la empatía emocional. Todo eso amplia la tendencia que existe en la sociedad
en general de reducir a un gran sector de jóvenes a un estereotipo odiado; y así
ser gay —o negar que se es gay o reprimir el deseo de experimentar— es la única
característica permitida para definirlos.
Se necesita: Una cultura de rebeldía contra esta
cultura asquerosa
Mientras que los políticos y los formadores de opinión debaten la posibilidad
de acusar de homicidio involuntario a Dharun Ravi y Molly Wei, es dudable que
estos pudieran haber comprendido plenamente el peso y las posibles repercusiones
de sus actos. No obstante, NO HAY DUDA ninguna que esta sociedad y esta cultura
seguirán generando la clase de dolor profundo, alienación y pesar que llevan a
las y los jóvenes gays a quitarse la vida con una frecuencia tres o cuatro veces
mayor que otros jóvenes.
Mientras lees esto, jóvenes gays están en sus dormitorios, en la red, en las
iglesias y las escuelas. Están sufriendo hostigamiento, humillaciones y abusos.
No les dan espacio para decidir siquiera quiénes son, cómo sienten y cómo
quieren amar. Están solos y sienten abrumados. Están preguntando si el dolor y
la vergüenza desaparecerán jamás. Están preguntándose qué les hizo ser el objeto
de tanto desprecio. Están dudando que tengan —o si tendrán jamás— un
lugar en este planeta.
Lo que todavía no entienden es que no son ellos, sino esta cultura
asquerosa, esta sociedad de alienación y su brutal ignorancia, que merecen el
desprecio. Lo que todavía no entienden es que no son ellos, sino este
sistema, que hace mucho tiempo quedó obsoleto. Lo que todavía no entienden es
que pueden desempeñar un papel que tiene sentido y que apremia ahora,
así como pueden hacerlo todos los que se rehúsan a interiorizar el odio
en su contra por no acomodarse a la sociedad y que dirigen su indignación contra
la fuente, con el fin de construir una resistencia y, al final, hacer la
revolución para poner fin a este sistema, a su cultura y a sus crímenes.
Hay una necesidad apremiante ahora mismo para demostrar una
repugnancia radical hacia todos los factores que llevaron al suicidio de Tyler
Clementi.
Ya basta con estar atomizados, segregados, insensibilizados y hecho
ignorantes. Es hora de dejar atrás la pantalla de la computadora y dirigirse a
las escuelas, a las calles e ir en las propias narices de la gente. El mundo es
demasiado grande, los problemas que requieren solución son demasiado grandes,
las ideas que merecen abordarse son demasiado fascinantes, las posibilidades de
lo que se puede crear para la humanidad con la revolución son demasiado bellas y
estimulantes para mantenerse atrapados en la intolerancia o el chismorreo, en la
mentalidad cerrada o el ensimimismo. Urge AHORA forjar una moral y una cultura
que sean distintas y mucho mejores, en las cuales las personas pueden
relacionarse como seres humanos plenos en vez de ser reducidas a su
orientación sexual o su género, a la región del mundo donde nacieron o el idioma
que hablan, al color de la piel o las mentiras que este sistema propaga sobre
ellas. Donde comerciar en la intolerancia es muy mal visto, pero tener la
valentía de oponerse a la intolerancia es valorada y encuentra apoyo. Donde
leyes y fallos jurídicos contra la gente gay encuentran una férrea resistencia
visible, y no respuestas acomodaticias o llamamientos desmovilizadores a “buscar
puntos en común”. Donde la privacidad se defiende y no se acepta inmiscuirse en
asuntos privados. Donde la amistad y los vínculos personales, incluidas las
relaciones sexuales y la intimidad, no se basan en aprovecharse de la otra
persona ni en ganar popularidad, sino en llegar a conocer a esa persona como un
ser humano pleno, basándose en el respeto mutuo y la igualdad, y dándole espacio
para la exploración y una confianza genuina. Donde todos aprenden unos de otros,
y se transforman a sí mismos en el proceso de transformar el mundo. ¡Donde esta
cultura asquerosa se enfrenta al desafío de una cultura de rebeldía que es
desenfrenadamente creativa, totalmente desafiante y completamente
impenitente!
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