Los discursos de Obama en West Point y Oslo: Más
tropas en Afganistán y conservando el dominio nuclear estadounidense… ¿Es éste
el camino hacia la eliminación de los horrores de la guerra? Parte 1
Larry Everest Revolución en línea 29 de
diciembre de 2009
El 1º de diciembre de 2009 en West Point, uno de los principales argumentos
del presidente Barack Obama a favor de intensificar la guerra en Afganistán era
el peligro de que los fundamentalistas islámicos como Al Qaeda o el Talibán
tomaran el poder en Pakistán y/o se apoderaran de las armas nucleares de
Pakistán.
Dijo: “Los pueblos y gobiernos de tanto Afganistán como Pakistán están en
peligro. Y lo que se arriesga es incluso mayor dentro de un Pakistán con armas
nucleares, porque sabemos que Al Qaeda y otros extremistas procuran obtener
armas nucleares, y tenemos todas las razones del mundo para creer que podrían
usarlas”.
Esta justificación para intensificar la guerra en Afganistán es una parte de
un argumento más amplio de Obama sobre la necesidad de que Estados Unidos
continúe dando “liderazgo” global acerca del peligro de las armas nucleares. He
aquí el argumento: cualesquiera que sean los errores que ha cometido, Estados
Unidos ha conservado la paz mundial durante los últimos 60 años y cacho y ha
contribuido a promover los intereses de la humanidad. Así que hoy, de cara a las
nuevas amenazas de los terroristas, quienes son mucho menos racionales y están
mucho menos preocupados de la vida humana que Estados Unidos y sus aliados, pero
que al contrario se rigen por “rabia”, los Estados Unidos debería permanecer en
su papel de garante de la seguridad mundial. Otros países deberían seguir su
pauta en Afganistán y sobre la proliferación de armas nucleares en general
(sobre todo respecto a Irán y Corea del Norte) porque eso es la mejor y más
realista forma de impedir que se usen armas nucleares y a la larga de
eliminarlas todas.
Obama delineó estos temas en West Point y de nuevo en Oslo, Noruega, con
motivo de recibir el premio Nóbel de la Paz el 10 de diciembre.
En West Point, agregó: “Tendremos que quitarles las herramientas de
destrucción masiva. Y es por eso que un pilar central de mi política exterior es
impedir que los terroristas tengan acceso a materiales nucleares en circulación;
detener la propagación de armas nucleares e ir en pos del objetivo de un mundo
sin ellas, porque toda nación debe comprender que la verdadera seguridad nunca
provendrá de una carrera interminable por armas cada vez más destructivas; la
verdadera seguridad provendrá de quienes las rechazan… Pero más que cualquier
otro país, Estados Unidos de Norteamérica ha respaldado la seguridad mundial
durante más de seis décadas”.
En Oslo, Obama argumentaba que tras la “destrucción” de la Segunda Guerra
Mundial y con “con la llegada de la era nuclear”:
“Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para
mantener la paz: un Plan Marshall y la Organización de Naciones Unidas,
mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para
proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más
peligrosas. De muchas maneras, estos esfuerzos dieron resultados. Sí, se han
librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido
ninguna Tercera Guerra Mundial”.
Pero hoy, dijo, “esta antigua estructura está cediendo ante el peso de nuevas
amenazas. El mundo quizá ya no se estremezca ante la posibilidad de guerra entre
dos superpotencias nucleares, pero la proliferación de armas nucleares puede
aumentar el peligro de catástrofes. El terrorismo no es una táctica nueva, pero
la tecnología moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con
enorme ira asesinen a personas inocentes a una escala horrorosa”.
Obama está ampliando el discurso post 11 de septiembre de referencia que han
repetido una y otra vez el gobierno y los medios informativos: los
fundamentalistas islámicos son locos desbocados que creen que “dios” les ha
untado para golpear a sus enemigos, incluso con armas nucleares, sin respetar la
vida humana ni la opinión pública mundial. Y que por eso la gente debería apoyar
a los esfuerzos de Estados Unidos de vencerlos e impedir que tengan armas
nucleares.
Pero antes de subirse a este tren, es importante detenerse y reflexionar, y
examinar esta lógica y a dónde lleva.
Primero, ¿constituyen las armas nucleares un horror? Sí. En caso de que
cualquiera las utilice en cualquier parte, ¿eso provocaría un infierno de muerte
y sufrimiento para miles si no millones de personas? Sí. ¿Es el fundamentalismo
islámico un movimiento y punto de vista político reaccionario, cuyas tácticas
reflejan su carácter reaccionario? Sí.
Pero, ¿es la respuesta automática que la mejor o única opción de la gente sea
luchar al lado de Estados Unidos y por Estados Unidos?
En este artículo, repasaremos las alegaciones y argumentos de Obama: ¿son
ciertos o no? Y ¿hacia dónde llevan?
¿Es cierto que los gobernantes de Estados Unidos son más racionales y menos
asesinos que los fundamentalistas islámicos, sobre todo en materia de armas
nucleares? ¿Es su guardianía la mejor forma de impedir conflictos nucleares y a
la larga eliminar las armas nucleares? ¿Quién desató en los hechos el “genio
nuclear” contra el mundo y quién tiene la mayor responsabilidad de la
proliferación de armas nucleares? ¿Quién es el que tiene las mayores
probabilidades de usar armas nucleares hoy? ¿Qué es lo que está impulsando el
peligro nuclear? Y, al analizar con franqueza todos los hechos, ¿quién es hoy el
que de hecho encaja en la descripción de Obama de la “tecnología moderna que
permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme ira asesinen a
personas inocentes a una escala horrorosa” sin respetar la opinión pública
mundial y que lo justifica a nombre de un “dios”?
En el caso específico de Afganistán y Pakistán, ¿qué engendró la posibilidad
de que los fundamentalistas islámicos pudieran obtener acceso a las armas
nucleares de Pakistán? Y ¿qué impacto tendrá en los hechos que Estados Unidos
continúe jugando, y tenga permiso de seguir jugando por la falta de resistencia
en Estados Unidos, su papel general y para intensificar la guerra en Afganistán?
(El argumento de Obama es todo un paquete: apoyar la intensificación de la
guerra en Afganistán por Obama también quiere decir apoyar el “derecho” de
Estados Unidos de ser el “garante de la seguridad mundial” y apoyar los
esfuerzas de Estados Unidos de hacer cumplir o imponer eso.)
Hiroshima y Nagasaki: ¿Quién dejó salir al genio
nuclear?
El discurso de Obama sobre el papel positivo que Estados Unidos ha jugado en
el mundo en cuanto a armas nucleares se centra en la post Segunda Guerra Mundial
y se basa en el concepto de una “guerra justa”. Según Obama, un criterio de una
“guerra justa” es uno en que “la fuerza utilizada es proporcional y, en la
medida posible, no se somete a civiles a la violencia”. Dijo que la Segunda
Guerra Mundial fue una guerra justa, pero aceptó que “fue un conflicto en el que
el número total de civiles que murieron superó al de los soldados que
perecieron”. Agregó: “Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de
la era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos por igual, que el mundo
necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial”, en una iniciativa en
que “Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para
mantener la paz”.
En esto a Obama se le olvida mencionar el hecho centro y toral: quién inició
de hecho la “era nuclear”. De hecho, lo hizo Estados Unidos desarrollando y
luego soltando dos bombas nucleares sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki. Esos horrorosos bombardeos simbolizan otro punto que Obama no
mencionó: que durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos cometió enormes
masacres de civiles. Al fin de 1945, entre 140 y 150 mil personas habían
perecido en Hiroshima y otros 75-80 mil en Nagasaki. Las víctimas, en su
abrumadora mayoría civiles, murieron de lesiones directas como quemaduras de los
fogonazos, trauma, quemaduras por radiación, y enfermedades, desnutrición y
radiotoxemia. En los años siguientes, murieron más personas a causa de los
diversos cánceres provocados por la radiactividad.
Los gobernantes estadounidenses han alegado desde hace mucho que tuvieron que
soltar “la bomba” porque, si no, hubieran tenido que invadir directamente al
Japón y hubieran perdido la vida muchas personas más. El discurso este es el que
cuadra con los principales criterios de Obama para una guerra justa: que tal
violencia sólo puede utilizarse “como último recurso o en defensa propia”.
Pero los historiadores han desenterrado abundantes pruebas que desmienten la
mitología de los imperialistas (que sigue siendo el discurso dominante sobre
Hiroshima y Nagasaki hoy). Japón se tambaleaba y sus gobernantes habían dado a
conocer en secreto su deseo de poner fin a la guerra, antes de que Estados
Unidos soltara las bombas. Según el historiador Gar Alperovitz, “Un mensaje
decisivo del 12 de julio de 1945, justo antes de Potsdam [y tres semanas antes
del bombardeo de Hiroshima], demostró que el propio emperador japonés había
decidido intervenir para tratar de parar la guerra”. En su diario personal, el
presidente Harry Truman lo llamó “un telegrama del emperador japo que pedía la
paz”, en una muestra de su racismo así como de las deliberadas mentiras de su
administración acerca de sus razones para bombardear a Hiroshima y
Nagasaki”.
J. Samuel Walter, el historiador en jefe de la Comisión de Reglamentación de
Armas Nucleares de Estados Unidos, dijo: “El consenso de los estudiosos es que
no fue necesario soltar la bomba para evitar una invasión del Japón y poner fin
a la guerra en un lapso relativamente corto. Queda claro que existían
alternativas a la bomba y que Truman y sus asesores lo sabían” (subrayado
agregado).
Por tanto, no borraron a Hiroshima y Nagasaki en defensa propia. Bueno, pues,
¿por qué borraron a estas ciudades y por qué incineraron a más de 200 mil
personas?
He aquí la manera en que lo explicó el ayudante personal del entonces
secretario de Estado James Byrnes: éste “esperaba el momento, pues creían que
después de la bomba atómica, Japón se rendirá y que Rusia no sacará tanta
ventaja del matadero para así estar en una posición de presionar por reclamos
contra China”. Alperovitz escribe: “Además, creo que hay fuertes pero no
concluyentes pruebas de que los líderes estadounidenses veían en la bomba sobre
todo una manera de causarles impresión a los rusos además de una manera de poner
fin a la guerra antes de que el Ejército Rojo avanzara mucho en Manchuria [en el
norte de China]”.
En resumen, consta que borraron a Hiroshima y Nagasaki en pos de objetivos
geopolíticos imperialistas fríamente calculados, entre ellos debilitar la
influencia posguerra de la Unión Soviética y dejarle claro al mundo que de ahí
en adelante Estados Unidos dominaría al planeta y no soportaría ningún desafío”.
(Gar Alperovitz, sobre Hiroshima y Nagasaki, "Hiroshima: Historians Reassess",
Foreign Policy, verano de 1995, ncesa.org/html/hiroshima.html;
Gar Alperovitz, "Hiroshima After Sixty Years: The Debate Continues,"
CommonDreams.org, 3 de agosto de 2005.)
¿Evitar que los civiles sufran violencia? El bombardeo
incendiario de Tokio de marzo de 1945
El salvajismo y matanza gratuita de civiles por Estados Unidos no se limitó a
soltar “El Gordo” y “El Chico”, los nombres en clave hoy apodos de las primeras
dos bombas atómicas de Estados Unidos. Éste soltó estas bombas después de sus
bombardeos de Tokio y otras ciudades japonesas (donde la mayoría de las casas
son de madera) con bombas incendiarias cuyo objetivo es reducir ciudades a
cenizas. El 9 y 10 de marzo, la tormenta de incendios sobre 40 k cuadrados de
Tokio dejó más de cien mil muertos y muchos más lesionados. En ese entonces, el
antiguo secretario de Defensa y arquitecto de la guerra de Vietnam, Robert
McNamara, hacía análisis de estadísticas para el general Curtis E. LeMay del
ejército.
“Matamos en los incendios a cien mil civiles japoneses en Tokio: hombres,
mujeres y niños”, recordó McNamara; en total murieron unos 900 mil civiles
japoneses. “LeMay dijo: ‘Si hubiéramos perdida la guerra, nos hubieran procesado
a todos como criminales de guerra’. Y creo que él tiene razón. Él, y yo diría,
nos portábamos como criminales de guerra. ¿Qué hace que sea inmoral si uno
pierda y que no sea inmoral si uno gana?” (“Robert S. McNamara, Architect of a
Futile War, Dies at 93”, New York Times, 7 de julio de 2009. Las citas
de McNamara son de la película de Errol Morris, La neblina de la
guerra.)
¿Cumplieron tales acciones los criterios de Obama de que la fuerza sea
“proporcional” y que “en la medida posible, no se somete a civiles a la
violencia”?
No. La verdadera historia de la Segunda Guerra Mundial desmiente cualquier
noción de que aquellos que gobiernan este sistema fundamenten sus decisiones en
una preocupación por la vida de civiles o que estén sujetos a cualquier precepto
de una “guerra justa”.
¿Por qué encomendar a tal potencia “el desarrollo de una estructura para
mantener la paz”?
La post-Segunda Guerra Mundial: ¿Dejar atrás las armas
nucleares? Para nada.
Eso es la quintaesencia de Obama: darle una nueva redacción a la historia en
el servicio al imperialismo y sus actuales objetivos, aceptado sus errores de
una manera superficial a la vez que desconoce toda mención específica o
responsabilidad por el historial de monumentales crímenes y carnicería de
Estados Unidos.
¿Qué historial tenía Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Le
entrara en razón después de Hiroshima y Nagasaki e hiciera todo lo que pudiera
para “impedir una Tercera Guerra Mundial”, como dio a entender Obama, o dejó de
usar y propagar armas nucleares?
No. Estados Unidos aceleró la producción y desarrollo de armas nucleares (en
su apogeo a mediados de los años 60, tenía en su arsenal más de 30 mil ojivas
nucleares), energizó la carrera de armas nucleares, facilitó la proliferación de
armas nucleares, lanzó repetidas amenazas de usar armas nucleares y en varias
ocasiones llevó al mundo hasta el borde del precipicio de la guerra mundial.
El desarrollo y uso de armas nucleares por Estados Unidos y luego sus
amenazas de librar una guerra nuclear contra la Unión Soviética y China,
contribuyeron a prender una carrera de armas nucleares. Después de la Segunda
Guerra Mundial, Estados Unidos amenazó con usar armas nucleares contra China
durante la guerra de Corea (1951-1953) y las amenazas de librar una guerra
nuclear contra la Unión Soviética también seguían en el ambiente a fines de los
años 40 e inicios de los 50. Luego, Estados Unidos fraguó planes secretos para
transformar a la Unión Soviética en “ruinas radiantes humeantes al cabo de dos
horas” (David Alan Rosenberg y W.B. Moore, “Smoking Radiating Ruin at the
End of Two Hours”: Documents on American Plans for Nuclear War with the Soviet
Union, 1954-55, The MIT Press, 1981).
Como parte de su “guerra fría” contra la Unión Soviética, Estados Unidos
también ayudó a sus aliados Inglaterra y Francia a desarrollar armas nucleares.
Además, ha seguido refinando y desarrollando su propio arsenal nuclear en
búsqueda de supremacía nuclear así como para tener armas nucleares más
utilizables.
Irak, 1958: Amenazas y despliegue de armas nucleares contra
una revolución
Las armas nucleares eran y siguen siendo un elemento central de la
estrategia, operaciones y acciones y poses globales militares estadounidenses (y
una forma importante en que los imperialistas estadounidenses, con sólo tres por
ciento de la población del mundo, planeaban dominar el planeta entero). Estados
Unidos nunca renunció a haber sido el primero en usar armas nucleares y amenazó
de manera abierta o encubierta, o consideraba en serio usarlas en decenas de
ocasiones en la posguerra contra muchos países. Según una estimación, Estados
Unidos amenazó con usarlas al menos 15 veces después de la Segunda Guerra
Mundial: en el Medio Oriente, Asia, América Latina y Europa (academic.evergreen.edu/g/grossmaz/interventions.html).
Por ejemplo, en 1958 en el Medio Oriente, Estados Unidos amenazó con usar
armas nucleares después del derrocamiento de la monarquía iraquí, un acérrimo
aliado de Estados Unidos, y el ascenso al poder de un régimen nacionalista.
Amenazó con librar una guerra contra la nueva república y puso en alerta mundial
a sus tropas, incluso el Comando Aéreo Estratégico. Poco antes de la revolución
en Irak, envió 70 barcos de la armada, cientos de aeronaves y 14 mil marines al
Líbano. Arribaron a mediados de julio en condiciones de intervenir en Irak.
Micah Sifry, ex director mesooriental de The Nation, señala que se
informa que en estas fuerzas había una “unidad atómica” con artillería capaz de
disparar proyectiles nucleares. Eisenhower de hecho emitió una directriz secreta
al Estado Mayor Conjunto que les ordenaba prepararse para usar armas nucleares
con la finalidad de impedir que Irak se apoderara de los yacimientos
petrolíferos de Kuwait.
En respuesta a las amenazas y despliegues de fuerzas de Estados Unidos, la
Unión Soviética emprendió maniobras de gran envergadura en su frontera con
Turquía e Irán. Sifry concluyó: “Antes de que quedaran en claro la composición y
las intenciones de la nueva República de Irak, una ‘guerra general’ era una
posibilidad real”. En abril de 1959, el director de la CIA, Allen Dulles, le
dijo al Congreso que la situación en Irak era “la más peligrosa en el mundo de
hoy” (Micah L. Sifry, “U.S. Intervention in the Middle East: A Case Study”,
The Gulf War Reader, pp. 27-30; William Blum, Rogue State: A Guide
to the World’s Only Superpower, pp. 133-134).
Irán, 1980: “Abalanzarse derecho hacia la Tercera Guerra
Mundial”
La revolución iraní de 1979 derrocó al Sha quien era un pilar importante del
dominio estadounidense en el Medio Oriente. Se dio en un momento de mayor
rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y el gobierno
estadounidense se preocupaba muchísimo de que la Unión Soviética cobrara
influencia en la región a raíz de la caída del Sha y la turbulencia que
continuaban en Irán a raíz de la toma de la embajada yanqui en Teherán en
noviembre de 1979.
El 16 de agosto de 1980, aumentaron los temores soviéticos de una acción
militar estadounidense contra Irán a raíz de la publicación de un artículo del
columnista Jack Anderson que informó: “Se ha elaborado para el presidente Carter
un sorprendente plan super-secreto de invadir a Irán con poderosas fuerzas
militares. El supuesto propósito es el de rescatar a los rehenes, pero la
operación también exigiría represalias militares”. Anderson informó que el
ataque, que estaba programado tentativamente en octubre, tenía por objetivo
apoderarse y controlar la isla Kharg, por la cual fluía el 90 por ciento del
petróleo de Irán, y posiblemente otros yacimientos petrolíferos en el sur de
Irán. Anderson lo describió como “una apuesta política desesperada… Ya han
salido señales ominosas del Kremlin con advertencias de represalias si Irán
fuera atacado. Desde luego, un choque entre Estados Unidos y la Unión Soviética
sobre Irán podría representar una escaramuza de apertura de la Tercera Guerra
Mundial”.
La administración de Carter alegó que no tenía tales planes pero
aparentemente los soviéticos respondieron a la revelación de Anderson apostando
a las fuerzas que tenían cerca de Irán en un estado de preparación más alto,
quizá como advertencia. A fines de agosto, Zbigniew Brzezinski, el asesor de
Seguridad Nacional de Carter, escribe que el gobierno estadounidense detectó que
las fuerzas soviéticas estaban movilizadas “de una forma apta para invadir a
Irán” y decidió advertir a los soviéticos que cualquier acción para entrar a
Irán “conduciría a un enfrentamiento militar directo” y “desarrollar opciones
militares para la defensa de Irán así como para responder con represalias
militares en otras partes, en caso de una maniobra soviética”. Esas opciones
contemplaban usar armas nucleares tácticas.
Sobre el ambiente tan cargado de tensiones mientras el equipo de Carter
contemplaba si trasladar a los aviones AWACS (Sistema Aéreo de Advertencia y
Control) a Arabia Saudita después del estallido de la guerra entre Irán e Irak
en septiembre de 1980 (lo que por lo tanto insertó directamente armas
estadounidenses de avanzada en la región), Brzezinski escribe que el entonces
secretario de Estado Edmund Muskie “estalló de rabia y dijo que nosotros
estábamos abalanzándonos derecho hacia la Tercera Guerra Mundial”.
El periodista y autor Dilip Hiro concluyó: “En una palabra, cuando se trata
de impedir que los soviéticos entraran a Irán, la administración de Reagan (al
igual que la de Carter anteriormente) estaba preparada para ir al máximo límite,
incluso la guerra nuclear”.
(Fuentes sobre la crisis de Irán: Jack Anderson, “Iran invasion plan
reported, denied”, Chicago Sun-Times, 16 de agosto de
1980; Gary Sick, October Surprise: America’s Hostages in Iran and the
Election of Ronald Reagan, pp. 25-26; Zbigniew Brzezinski, Power and
Principle, pp. 451-453; Richard Halloran, New York
Times, 2 de septiembre de 1986; Benjamin F. Schemmer, “Was the U.S.
Ready to Resort to Nuclear Weapons for the Persian Gulf in 1980?”, Armed
Forces Journal International, septiembre de 1986, Halloran y Schemmer,
citado un artículo inédito de Daniel Ellsberg; Dilip Hiro, Iran Under the
Ayatollahs, pp. 325-6.)
Vietnam, 1969: “Locos” nucleares… en la Casa Blanca
Éstos y muchos otros ejemplos demuestran que las amenazas de Estados Unidos
no son bluffs huecos. Con frecuencia, Estados Unidos pone sus fuerzas nucleares
en alerta o posiciona sus armas nucleares listas para lanzar ataques; y durante
esos años corría el peligro de poner en marcha sucesos que no podía controlar
que podrían conducir a usar armas nucleares. En una palabra, jugaba con el
futuro de la humanidad con el objetivo de promover sus objetivos imperiales.
Los gobernantes estadounidenses tachan de locos a los fundamentalistas
islámicos, pero ellos mismos se presentan como dignos guardianes del planeta. En
realidad, los imperialistas manejaban “prácticas arriesgadas o suicidas”:
orillando la situación al borde del precipicio e incluso actuando como si eran
irracionales, a fin de obligar a sus rivales a dar marcha atrás.
El presidente Richard Nixon lo llamaba “la teoría de locos” y en 1969, lo
puso en práctica y casi metió al mundo al abismo de una guerra nuclear. “Quiero
que los norvietnamitas crean que yo he llegado al extremo en que yo podría hacer
lo que sea para parar la guerra”, le dijo Nixon a su máximo asesor. En ese
entonces la guerra de Vietnam se había vuelto una gran debacle para Estados
Unidos y Nixon quería obligar a los norvietnamitas a hacer un llamado a la paz
bajo las condiciones de Estados Unidos, pero Hanoi se negaba a hacerlo.
“Simplemente les enviaremos una pequeña recomendación de que por el amor de
Dios, ustedes saben que Nixon tiene una obsesión acerca del comunismo. No lo
podemos refrenar cuando esté enardecido, y él tiene el dedo en el botón nuclear,
y Ho Chi Minh luego luego iré en dos días a París para suplicar la paz”.
Pronto Nixon desató su estrategia “de locos”. “Del 10 al 31 de octubre de
1969 las fuerzas armadas estadounidenses tenían órdenes de estar en máxima
alerta en preparación para una guerra global sin ninguna provocación y sin
ninguna explicación a los comandantes estadounidenses respecto al propósito del
alerta”, escribe James Carroll. “Enviaron los cazas de combate con armas
nucleares a aeropuertos civiles, iniciaron los procedimientos de cuenta
regresiva para los proyectiles, despegaron los bombarderos de larga distancia y
empezaron a seleccionar los blancos. El 27 de octubre, en la acción culminante
cuyo propósito era dar a entender que estaba suelto un loco, el Comando Aéreo
Estratégico recibió órdenes de enviar los bombarderos B-52, cargados de armas
termonucleares, hacia la Unión Soviética”.
Sin estar consciente de ello, Nixon había puesto su plan en marcha en medio
de la intensificación de amenazas de la Unión Soviética imperialista contra la
China revolucionaria, en ese entonces un país socialista dirigido por Mao
Tsetung, y ambos países se aproximaban a estar en pie de guerra. Carroll agrega:
“Por ende, cuando Moscú captara las señales de una cuenta regresiva nuclear de
Estados Unidos, hubiera tenido buenas razones para suponer que Estados Unidos se
preparaba para atacar del lado de Pekín, quizá con el lanzamiento de un ataque
preventivo para adelantarse al ataque que Moscú contemplaba contra China”.
Carroll concluye: “En otras palabras, si [el líder soviético] Leonid Brezhnev
se hubiera portado como Nixon en octubre de 1969, el mundo hubiera resultado
hundido en un horror nuclear” (“Nixon’s Madman Strategy”, Boston Globe,
14 de junio de 2005).
Daniel Ellsberg, quien divulgó los polémicos documentos secretos del
Pentágono, y que también ha analizado la referida marcha de los acontecimientos,
escribe que en ese entonces Nixon contemplaba en serio utilizar armas nucleares
contra Vietnam del Norte, pero tuvo que recapacitarse después de que dos
millones de personas se tomaron las calles en el Moratorio contra la guerra el
15 de octubre de 1969 (“Daniel Ellsberg: Time to Drive Out the Bush Regime”,
Truthdig.org, 16 de septiembre de 2006, truthdig.com/report/item/
20060916_daniel_ellsberg_drive_out_bush).
En la primera entrega de sus reminiscencias personales acerca de la era
nuclear, Ellsberg da un vistazo escalofriante de los planes generales del
gobierno estadounidense para librar una guerra nuclear que habrían borrado “la
mayoría de las ciudades y personas en el hemisferio del norte”. Escribe: “El
total de bajas, según la estimación del Estado Mayor Conjunto, a causa de un
ataque ofensivo estadounidense apuntado principalmente contra la Unión Soviética
y China, sería de aproximadamente 600 millones de muertos. Cien holocaustos” (“A
Hundred Holocausts: An Insider’s Window Into U.S. Nuclear Policy”, Truthdig.org,
10 de septiembre de 2009, truthdig.com/report/item/
20090910_a_hundred_holocausts_an_insiders_window_into_us_nuclear_policy).
El historial de las acciones de Estados Unidos demuestra que en realidad, los
fundamentalistas islámicos no exhiben más irracionalidad y crueldad contra la
vida humana que los imperialistas, quienes se rigen por unas necesidades más
allá de lo que entienden y controlan, y que los imperialistas estadounidenses
tienen un poderío muchísimo más destructivo bajo su mando. Estados Unidos no ha
vuelto a usar armas nucleares porque le dieron asco los horrores de Hiroshima y
Nagasaki, sino principalmente por el mero hecho de que sus rivales también
contaban con armas nucleares.
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