Lo que motiva el “debate” sobre Afganistán:
Sufrimiento, muerte y las necesidades del
imperio
Larry Everest 21 de octubre de 2009
El 7 de octubre se cumple el octavo año de la invasión y ocupación
estadounidense de Afganistán, lo que la hace una de las guerras más largas en la
historia de Estados Unidos y no hay ningún fin a la vista. Al contrario, hoy los
imperialistas tienen mayores dificultades y están ante el abismo de una posible
derrota.
Un informe del comandante estadounidense en Afganistán, el general Stanley
McChrystal, dice que “la situación general está en deterioro” y advierte de un
posible “fracaso”. Además, dice que la insurgencia “resiste y crece”, mientras
que Estados Unidos y su gobierno afgani títere tienen “una crisis de confianza
entre los afganis… que debilita nuestra credibilidad y envalentona a los
insurgentes”. Hoy, se considera que el Talibán tiene presencia en más del 80%
del país y la NBC informó que hoy podrían tener más fuerza que antes de su
derrota por Estados Unidos en octubre de 2001.
En este contexto, ha surgido un debate mayor entre la Casa Blanca y la clase
dominante. El general estadounidense al mando en Afganistán pide unas 80 mil
tropas más. Al mismo tiempo, se informa que otras fuerzas de la clase
dominante como el vicepresidente Biden se oponen al envío de más tropas.
Si bien se da el debate en público, sus verdaderos términos no. La realidad
es que este debate nada tiene que ver con terminar la guerra en Afganistán. En
AMBOS lados y en todos los matices de en medio, la discusión trata CÓMO
beneficiar los intereses estratégicos de Estados Unidos. Cualquier discusión del
retiro de Estados Unidos de Afganistán de plano se declara fuera de lugar. Y los
resultados, el que sea el bando que gane, traerán más miseria y muerte a la
gente que vive en esta región del mundo.
Se dice que hay que elegir entre uno de los dos lados en este debate. Pero
este es un “debate” sobre la mejor forma de proyectar y defender los intereses
del imperio de Estados Unidos. Los verdaderos intereses del pueblo —de
la región y del mundo (incluyendo a la población de este país) recaen
totalmente fuera de esos términos. Existe otra alternativa… una que
corresponde a los intereses de la abrumadora mayoría de las personas en el
planeta: resistir y oponerse a cualquier acción futura en esa región del mundo y
de esa manera, ayudar a traer al escenario mundial otro camino — una
fuerza opuesta tanto al imperialismo de Estados Unidos como al fundamentalismo
islámico.
El debate en la clase dominante: En el marco de los
intereses del imperio
Primero, este no es un debate entre “halcones” y “palomas”, entre aquellos
que quieren más guerra y aquellos que quieren menos (o ninguna) guerra.
McChrystal y sus partidarios alegan que la situación exige más tropas de
Estados Unidos —hasta 80.000— por encima de las 68.000 que ya están allá.
Quieren aplicar una nueva estrategia de contrainsurgencia para barrer al Talibán
del territorio que éste controla, conservar esas zonas y prevenir ataques,
mientras se pueden construir las nuevas estructuras gobernantes. Y piensan que
eso se tiene que hacer rápidamente: “No tener la iniciativa y no revertir el
impulso de la insurgencia en la fecha más cercana (los próximos 12 meses)
—mientras la capacidad de la seguridad afgani madura— augura un resultado donde
derrotar la insurgencia ya no es posible”, según el informe de McChrystal.
Otros adentro y fuera de la administración (incluyendo a Biden según se
informa) están de acuerdo acerca de la necesidad de mantener el nivel actual de
tropas de Estados Unidos para prevenir una victoria del Talibán y destruir a las
fuerzas yihadistas, a la vez que se oponen a una enorme concentración de tropas.
Dadas las raíces del Talibán entre la población de Afganistán y la falta de
credibilidad del régimen de Karzai, sienten que derrotar completamente al
Talibán y construir un estado central estable es imposible o tendrá costos
económicos, políticos y militares muy grandes. Además, alegan que se tiene que
prestar atención a lanzar más ataques sobre Al Qaeda (que se esconde en
Pakistán), principalmente con aviones no tripulados y misiles y hacer de la
estabilización de Pakistán —cuyo estado alguna gente considera que esté en
peligro de colapsar— el interés estratégico principal de Estados Unidos.
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Consideran que Al Qaeda y el “extremismo fundamentalista” son el principal
problema y proponen que se podría atraer a algunos de los elementos “más
moderados” del Talibán e integrarlos en el régimen dominado por Estados Unidos.
En lugar de regar tropas yanquis alrededor del país para derrotar al Talibán,
dicen que Estados Unidos tiene que poner mayores esfuerzos en el entrenamiento
de las tropas afganis para respaldar y asegurar el régimen impuesto por Estados
Unidos. Un gran aumento de tropas, alegan, podría salir mal — generando aún más
oposición a los Estados Unidos y a la vez ser extremadamente costoso con muy
poca oportunidad de forjar un legítimo gobierno estable afgani pro-Estados
Unidos. Y el problema que ven es que todo eso podría desviar el enfoque de
Estados Unidos fuera de Pakistán donde dicen debería estar, poner en tensión
demasiado las fuerzas armadas de Estados Unidos y debilitar al imperialismo de
Estados Unidos en el mundo y en esta región.
En pocas palabras, la “opción A” de McChrystal pide más muerte y destrucción
descargada sobre la población afgani desde la tierra junto con actividades más
fuertes de controlar la vida cotidiana en Afganistán (hasta al nivel de las
aldeas) y fortalecer al estado afgani por medio de la ayuda económica, el
respaldo a su ejército y policía y otras medidas. La “opción B” de Biden traería
más muerte y destrucción desde el cielo, escalando la expansión de la guerra
hacia Pakistán, fortaleciendo al ejército y a la policía reaccionarios de
Afganistán mientras que deja a la mayoría de los afganis (que viven en el campo)
a la merced del Talibán y los señores de la guerra locales.
Así que este debate no se trata de parar la guerra o de continuarla, ni de la
mejor forma de mejorar la vida de los afganis y salvarles la vida. Ningún bando
cuestiona “el derecho de Estados Unidos de dominar y decidir el futuro del
pueblo en esta región del mundo” ni de ninguna otra región. Se trata de la mejor
manera de librar la guerra para alcanzar los objetivos imperiales de Estados
Unidos.
Los intereses estratégicos en juego en esta
guerra
Parar la guerra y salir de Afganistán no está en consideración, tal como dejó
claro el secretario de prensa de Obama, Robert Gibbs, el 5 de octubre: “El
presidente ha dejado muy en claro que ninguna parte de la conversación tenía que
ver con salir de Afganistán. Eso no es algo que jamás se ha considerado… No creo
que tenemos la opción de salir”.
Barack Obama ha insistido en tener un debate riguroso en su administración
sobre cuál es la estrategia militar y política que Estados Unidos debe asumir en
Afganistán. Obama todavía no ha anunciado su decisión pero ha dicho antes que la
guerra en Afganistán es una que Estados Unidos “tiene que ganar”.
Los imperialistas tienen muchísimo en juego en Afganistán y Pakistán y la
derrota o la retirada debilitaría seriamente todo el imperio norteamericano en
varios niveles diferentes. Ante todo, Afganistán y Pakistán están ubicados en el
centro del Asia Central, una de las regiones de mayor importancia estratégica
del mundo. Juntos, Asia Central y el Medio Oriente contienen el 80% del petróleo
y gas natural del mundo. Como la demanda de energéticos está rebasando la
oferta, ha estado aumentando la competencia para el control de las fuentes de
energéticos y los oleoductos que cruzan Asia Central entre Estados Unidos,
Rusia, China y otros países. Quien controle el suministro mundial de energéticos
puede ejercer una enorme influencia sobre toda la economía mundial y cualquier
país que depende del petróleo y el gas natural.
Más allá de eso, la dominación en Afganistán, Pakistán y Asia Central tiene
un enorme significado político y militar y es un eje del actual orden mundial
con el imperialismo norteamericano como la superpotencia única.
Cualquier retirada o derrota en Afganistán debilitaría la credibilidad de
Estados Unidos en el mundo, o sea, la impresión de que éste es invencible en el
frente militar. Eso minaría el apoyo en Estados Unidos para otras guerras,
invasiones y ocupaciones y podría minar a la alianza militar de la OTAN en la
cual Estados Unidos está contando para más apoyo y no menos.
El imperialismo norteamericano y el fundamentalismo
islámico se refuerzan mutuamente
Hoy Afganistán y Pakistán son puntos focales en el choque entre el
imperialismo norteamericano y el fundamentalismo islámico.
La ocupación yanqui no ha puesto fin y no puede poner fin al fundamentalismo
religioso ni a la opresión de la mujer en Afganistán. Al contrario, de muchas
maneras y a muchos niveles esta ocupación está alimentando al fundamentalismo
islámico en general y al Talibán en particular. Esta dinámica mortífera entre
estos dos sectores reaccionarios y históricamente anticuados, los imperialistas
por un lado y los fundamentalistas islámicos por otro, continúa y sigue
intensificándose.
La realidad es la siguiente: apoyar a cualquiera de los dos lados en
este conflicto entre el imperialismo y el fundamentalismo islámico acabará
por reforzar a ambos. Es necesario no quedarse atrapado en el marco de
elegir entre estos dos caminos y sectores reaccionarios y en los hechos es
necesario romper con ambos. En particular para aquellos que viven en Estados
Unidos lo que se necesita es que una enorme cantidad de gente SE PONGA DE PIE y
resista y se oponga a los crímenes que los imperialistas yanquis están
cometiendo en su nombre. Apartar la vista de lo que Estados Unidos hace, o
justificarlo, solo le cede a Estados Unidos más libertad para llevar a cabo
estos crímenes y solamente intensifica la confrontación.
Primero, por mucho que se le encubra, el sistema imperialista mismo han
engendrado y forjado estos fundamentalistas islámicos y los crímenes que
cometen. Por ejemplo, los imperialistas apoyaron directamente a estas fuerzas
durante los años 1980 cuando Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudita
organizaron y financiaron al movimiento yihadista y a Osama bin Laden para que
lucharan contra la Unión Soviética en Afganistán. Más allá de eso, en su afán de
ganancias el imperialismo ha creado una situación que ha desplazado a millones
de sus hogares y vida y éstos sufren a diario como resultado del funcionamiento
del sistema imperialista. En medio del gran desplazamiento físico y social y la
extrema pobreza ocasionados por el imperialismo, las personas recurren a los
fundamentalistas islámicos reaccionarios organizados que dicen tener “una manera
de combatir” las fuerzas que han hecho de la vida un infierno, aunque el
fundamentalismo islámico no representa ninguna alternativa positiva al
imperialismo y de ninguna manera aspira a romper las cadenas que esclavizan a
los habitantes de los países oprimidos atrapados en las redes del imperialismo
mundial.
En cuanto a Afganistán en particular, miremos los últimos ochos años. Al
trabajar de la mano con el régimen totalmente corrupto y reaccionario de Hamid
Karzai impuesto por Estados Unidos, éste ha llevado a cabo (en una
medida u otra) una estrategia de prevenir que el Talibán tome el poder, promover
desarrollo económico, adiestrar a las fuerzas afganis y facilitar la
reconciliación. Eso ha conducido a una violencia desmesurada descargada sobre la
población de Afganistán, que incluye tortura, encarcelamiento, mutilación y
muerte, y cada día más pobreza, hambre e inanición, todo lo que han orillado a
la población a apoyar al Talibán.
Y ninguno de los dos “lados” del actual debate en la Casa Blanca cambiará
nada de eso.
Según la opción de una “huella más ligera” de Biden, habría más ataques
aéreos como el que hace poco dejó a casi 100 muertos cerca de Kunduz cuando 500
personas muy pobres rodearon dos camiones cisterna en busca de gasolina gratis,
pero se encontraron con que aviones yanquis bombardearon los camiones y dejaron
a sus seres queridos reducidos a cenizas. Los ataques aéreos yanquis en el
noroeste de Pakistán junto con la ofensiva del ejército paquistaní han expulsado
a más de tres millones de personas, una situación que también aceleraría bajo el
plan de Biden.
¿Y qué del plan de contrainsurgencia de McChrystal que introduciría decenas
de miles de tropas yanquis más en el terreno con el propósito de ganar y
“proteger” al pueblo? Eso también aceleraría la matanza y la brutalización del
pueblo afgani, pero simplemente lo haría en el terreno. Un documental reciente
de Frontline (de la PBS), “La guerra de Obama”, que siguió a un grupo
de marines que llevaba a cabo el nuevo enfoque de botas sobre el terreno,
conservar el territorio y derrocar al Talibán en la provincia de Helmand dio un
vistazo de lo que significa esta estrategia.
Aunque los comandantes militares hablan de este nuevo enfoque como si fuera
una misión humanitaria, los encuentros filmados por Frontline mostraron
una fuerza militar de ocupación contra una población a la que consideraba un
enemigo probable o potencial. Los soldados yanquis operaban como policías en las
zonas urbanas de este país, parando y registrando a grupos de hombres afganis y
advirtiéndoles que no se metieran nada en la camisa ni trataran de correr, pues
eso podría “parecer sospechoso”, con la insinuación patente de que eso podría
llevar a que los yanquis los mataran. Un oficial de los marines trata de
sacarles información a los aldeanos y luego se enoja y les advierte que si no le
dan respuestas, va a concluir que no están “cooperando” o que están ayudando al
Talibán. Mientras tanto, a diario se dan tiroteos. (Y por tales sospechas los
afganis podrían acabar muertos y en Bagram u otro centro de tortura yanqui donde
hoy más de 15.000 afganis están presos sin ningún debido proceso ni derechos
básicos.)
Los actos del gobierno afgani brutal, corrupto y opresor impuesto por Estados
Unidos y que parece a una mafia o a un estado de señores de la guerra, también
orilla a la población a apoyar al Talibán. Encabeza este gobierno el presidente
Hamid Karzai, seleccionado por Estados Unidos, quien hace poco presidió unas
elecciones en que se cometió fraude en el caso de casi una tercera parte de los
votos a su favor. Uno de sus principales aliados y avales es el general Abdul
Dostom, un señor de la guerra del norte del país responsable de haber masacrado
a unos 2.000 prisioneros de guerra en 2001 metiéndolos en contenedores de carga
y asfixiándolos hasta que se murieran. Dostom ha secuestrado y torturado a
opositores políticos y en los años 80 desempeñó un papel destacado asesinando a
maoístas revolucionarios.
Este es el gobierno que Biden quiere mantener intacto (con más adiestramiento
para la policía y el ejército) y que McChrystal quiere fortalecer aún más. De
nuevo, la humanidad y la vida de los afganis no son parte del cálculo.
Lo que Estados Unidos lleva a Afganistán
La verdad es que lo que hace Estados Unidos fortalece las relaciones de
explotación y dominación imperialista e impone estructuras políticas (tengan las
formas más democracia o menos) que imponen esas relaciones. Esto incluye
conservar e incorporar las relaciones sociales y económicas tradicionales y
feudales que constituyen la base de la profunda pobreza del pueblo afgani así
como del fundamentalismo religioso.
Por eso en gran parte, la vida sigue siendo un horror para el pueblo afgani.
Desde 2003 la esperanza de vida ha caído a 43,1 años y el alfabetismo de los
adultos ha caído a 23,5%. La Organización de Alimentación y Agricultura de la
ONU considera que hasta el 70% de la estimada población de 26,6 millones de
Afganistán padece inseguridad alimentaria y que últimamente los altos precios de
alimentos han orillado a millones de personas a la inseguridad alimentaria de
alto riesgo. Uno de cada tres niños afganis menores de cinco años está
desnutrido y en 2005 (el último año para el que se registraron las cifras) el
ingreso promedio anual de los afganis fue de aproximadamente 271 dólares al año,
o menos de un dólar al día, y el 42% de la población vive de menos de 14 dólares
al mes.
El siguiente pasaje, de una entrevista con un civil desplazado, revela lo que
eso ha traído a la gente de Afganistán:
Si no fuera por la guerra, hubiera de querer regresar. Si hubiera libertad,
quisiera regresar. ¿Por qué estoy aquí? Ahora hay guerra y bombardeos, y no
puedo regresar. Antes, era agricultor, pero no puedo regresar. Yo sembraba trigo
y amapola y maíz, melón. Mantenía a los niños. Pero ahorita no puedo hacer nada.
Mira, están descalzos en este frío. No tengo nada. Soy muy pobre. Están parados
en el agua descalzos. Tengo miedo de que se me mueran. ¿Entonces qué puedo
hacer? Una de mis hijas está muerta. Se murió, y ellos también morirán. Esta
niña, la puedo vender, pero nadie me la comprará. ¿Qué puedo hacer? La puedo
vender, pero nadie la quiere. ¿Qué puedo hacer? Dios mío, quiero vender esta
niña, pero nadie la quiere. ¿Qué puedo hacer? No tengo nada. Soy pobre. No tengo
cobijas, no tengo rebozos, no tengo ropa. No hay comida para llenarle la boca.
Ay Dios mío, soy pobre. Si no, no la daría ni por un millón. Sé que nadie quiere
vender su hija, pero tengo que hacerlo. Ella es inocente, pero soy pobre. No
tengo nada. (de la nueva película de Robert Greenwald, Replantearse Afganistán en
inglés; también hay pasajes y una trascripción en inglés en Democracy
Now!, 2 de octubre de 2009.)
Continuar la dominación estadounidense de ese país lleva a darles poder a los
señores de la guerra reaccionarios, figuras religiosas, jefes tribales y los
defensores del poder que imponen el fundamentalismo religiosos y el patriarcado.
Tras ocho años de ocupación estadounidense, el 87 por ciento de las mujeres
afganis sufren abuso doméstico, están en aumento la violación y el asesinato de
la mujer por “honor” y la abrumadora mayoría de las mujeres siguen siendo
esclavizadas en la casa, bajo el control de los parientes varones. Al mismo
tiempo, una mujer afgani se muere del parto cada 30 minutos. “La situación de
derechos humanos en Afganistán se empeora en vez de mejorarse,” afirmó hace poco
un funcionario de la ONU.
Estados Unidos no puede traer ni traerá nada bueno a Afganistán. Sus actos
solo traerán más sufrimiento y miseria al pueblo afgani y con cada pueblo que
bombardea, con cada afgani que tortura, alentará más el fundamentalismo
islámico. La dinámica continúa y empeora.
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Apoyar la continuación de la ocupación estadounidense, sea el plan de
McChrystal o la propuesta de Biden, es erróneo e inmoral, y hace muchísimo daño
al pueblo: no solo por el daño que ha hecho y hará Estados Unidos en Afganistán
sino porque legitimar la guerra y la ocupación de Afganistán también legitima
las intervenciones militares estadounidenses y el imperio estadounidenses en
general. Estados Unidos es un peligro muchísimo más grave para el planeta que el
Talibán, el que no cuenta con miles de ojivas nucleares ni una máquina bélica
masiva que abarca el globo entero, no ejerce un dominio hegemónico sobre la
economía mundial que impone el hambre a mil millones de personas y no es la
fuerza que más impulsa la destrucción del medio ambiente del planeta. El
imperialismo es el principal impulsor del renacimiento y la extensión del
fundamentalismo islámico. Apoyar a cualquiera de los dos fortalece a ambos pero
lo que el mundo necesita en serio es forjar un camino completamente nuevo.
La gente en este país sí tiene una enorme responsabilidad para con el pueblo
de Afganistán y para con el mundo, de oponerse a los crímenes del imperialismo
estadounidense. Hay que hacer responsables a los que gobiernan a este país por
los crímenes que hoy comete contra el pueblo de Afganistán y de toda la región,
construyendo una resistencia política de masas contra sus guerras de imperio,
rompiendo el dominio ideológico de “Estados Unidos primero” sobre el pueblo y
debilitando en los frentes político e ideológico la capacidad estadounidense de
merodear por el mundo y de continuar librando la guerra en Afganistán.
Revolución
#180, 25 de octubre de 2009
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