10 años después de la invasión: Norteamérica
destruyó Irak pero sus crímenes de guerra siguen sin ser reconocidos ni
castigados
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los líderes políticos
norteamericanos y los fabricantes de opinión han conseguido que el público crea
que el uso agresivo de las palabras 'abierta' y 'encubierta' referidas a la
forma de actuar de la fuerza militar, son herramientas esenciales de la política
exterior norteamericana.
Nicolas J. S. Davies Alternet 20 de marzo de 2013
Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda
Apenas tenemos tiempo de salir de un desastre militar para meternos en el
siguiente, teniendo que enviar a nuestros seres queridos a la guerra cada vez,
matando a millones de personas inocentes y desestabilizando una región tras
otra, oyendo a cada nuevo gobierno que nos asegura que ya ha aprendido la
lección del pasado y merece nuestro apoyo y sacrificio para su última estrategia
militar.
Pero la maraña de mitos, eufemismos y creciente secretismo tras los cuales
nuestros líderes se ven obligados a ocultar sus políticas de guerra, desmienten
sus afirmaciones de haber aprendido las lecciones de Vietnam, Irak, Afganistán o
cualquier otro lugar. Los valientes esfuerzos de Julian Assange, Wikileaks y
Bradley Manning para permitirnos un examen honesto de nuestro propio historial y
sacar nuestras propias conclusiones se enfrentan con un terrorismo vengativo en
los pasillos del poder.
Cuarenta años después de que las últimas tropas volvieran a casa derrotadas
de Vietnam, el libro de Nick Turse Kill Anything That Moves (Matad todo lo que
se mueva), ha documentado las sistemáticas masacres en las que tomaron parte
cientos de miles de soldados norteamericanos y sufrieron millones de
vietnamitas. Turse ha restaurado la realidad vivida por millones de personas
para situarla en su legítimo lugar de la historia de Estados Unidos, a partir de
la cual había sido redactada y simplemente suprimida.
Como dijo el dramaturgo británico Harold Pinter en 2005 en su discurso de
recogida del Premio Nobel: …yo pretendo mostrar que los crímenes de Estados
Unidos… solo han sido superficialmente registrados, menos aún documentados, por
no hablar de reconocidos y menos de reconocidos en absoluto como crímenes de
guerra.
Pinter nos lleva al innombrable problema central de la política de guerra de
los Estados Unidos, que es de hecho un crimen, una agresión, atacar e invadir
otro país. Los jueces de Nuremberg dijeron que la agresión era “el crimen
supremo internacional”, porque, como explicaron “contiene en sí mismo todo el
mal acumulado de la totalidad”. La investigación sobre Irak en el Reino Unido ha
desclasificado documentos que muestran que Tony Blair y el ministro de Asuntos
Exteriores Jack Straw fueron advertidos seria y repetidamente por sus asesores
legales de que invadir Irak sería un crimen de agresión, que estos consideraban
“uno de los delitos más graves bajo la ley internacional”.
El desastre de las dos Guerras Mundiales reunió a los líderes políticos para
firmar la Carta de las Naciones Unidas, la Convención de Ginebra y los
Principios de Nuremberg. Consideraron la guerra como una amenaza existencial
para el futuro del género humano, como aún lo es. Así que la Carta de las
Naciones Unidas expresamente “prohibía el uso de la fuerza militar por parte de
cualquier estado contra otro”. Durante los siguientes 45 años, Estados Unidos
solo pudo justificar sus guerras como autodefensa de un aliado (caso de Vietnam)
o como acción de Naciones Unidas (como en Corea). Estados Unidos llevó a cabo
guerras en secreto (como en América Central), pero esto le costó un veredicto de
culpabilidad en la Corte Internacional de Justicia y una orden de pago de
reparaciones a Nicaragua (reparaciones que siguen sin pagarse, como los 3.300
millones de dólares que el Presidente Nixon prometió a Vietnam)
En lugar de los “dividendos de la paz” que tienen la esperanza de conseguir
muchos norteamericanos, el final de la Guerra Fría alentó perversamente en
Washington el delirio de los “dividendos del poder”. Los líderes norteamericanos
explotaron el dolor público y el pánico a raíz del 11 de septiembre para
reclamar el uso de la fuerza militar como forma aceptada de comportamiento
internacional, aunque solo para ellos y sus aliados. Bajo los mal definidos
parámetros de la “guerra contra el terror”, ahora piden el derecho al uso de la
fuerza militar en formas que llevan largo tiempo declaradas ilegales por la
Carta de las Naciones Unidas. Pero la Carta no ha sido derogada. La agresión
sigue siendo un crimen, ya sea realizada por ataques de drones o invadiendo a
otros países a gran escala.
La realidad de la “maldad acumulada” desatada contra el pueblo de Irak
mediante el “crimen supremo internacional” de la agresión ha sido cuidadosamente
ocultado detrás de un tapiz de mentiras. Nuestros líderes militares pueden ser
crónicamente incapaces de ganar una guerra en otro país, pero lo que sí saben
muy bien es cómo librar una guerra de propaganda dentro de Estados Unidos:
- Nociones fantásticas de la exactitud de las armas de precisión oscurecen la
masacre y la destrucción generalizada de la invasión que derramó 29.200 bombas y
misiles en el primer mes de la guerra y mató decenas de miles de civiles.
- Informes del Ministerio de Salud Iraquí En 2004 las fuerzas de ocupación
mataban muchos más civiles que los que mataron los “insurgentes” cuando fueron
eficientemente suprimidos.
- Los epidemiólogos que informaron de que habían muerto 650.000 iraquíes en
2006 fueron ignorados y despedidos. Avanzaba la guerra y el número de muertos
alcanzaba el millón en 2008
- A los soldados de estadounidenses se les hizo un concienzudo lavado de
cerebro para fundir Irak con el 11 de septiembre, de forma que vieran a los
iraquíes resistiendo la invasión ilegal y la ocupación de su país, como si
fuesen los terroristas que atacaron Nueva York y Washington. Una encuesta de
Zogby realizada en febrero de 2005, tras tres años de guerra, constataba que el
85% de los soldados norteamericanos en Irak creían que su misión era “vengarse
por el papel que desempeñó Sadam Hussein en los ataques del 11-S”.
- Las normas del combate de Estados Unidos en Irak violaban flagrantemente
las leyes de la guerra. Incluían “comprobación de la muerte” , es decir rematar
a los combatientes heridos que seguían resistiendo; órdenes de matar a todos los
hombres en edad militar durante ciertas operaciones; “fuego de rotación de 360
grados” en calles abarrotadas de población civil; “call for fire”, que
significaba solicitar ataques aéreos, incluso en aldeas o en edificios de
viviendas llenos de gente; y Faluya y otras áreas fueron designadas “weapons
free” o zonas donde de se podía disparar a discreción, en las que fueron
asesinados miles de civiles.
- La tortura estaba más extendida y era más sistemática en las prisiones de
Estados Unidos de lo que sugerían los medios de comunicación sobre Abu Ghraib.
Un informe filtrado del Comité de la Cruz Roja de 2004, basado en 27 visitas a
14 reclusos en prisiones de Estados Unidos en Irak y otros documentos de
Derechos Humanos informan de ejecuciones simuladas; “water-boarding” (“el
submarino”); “posiciones de estress”, incluyendo insoportables y a veces
mortales formas de suspensión en el vacío; aplicación de calor o frío extremos;
privación del sueño; hambre y sed; privación de tratamiento médico;
apaleamientos con todo tipo de armas; quemaduras; cortes con navajas;
provocación de heridas con las esposas; asfixia; asaltos sensoriales o privación
de la sensibilidad; y tortura psicológica como humillaciones sexuales y amenazas
contra miembros de la familia.
El Informe de Human Rights Primeras “Responsabilidades del Mando”, tras una
investigación de 98 muertos bajo la custodia de Estados Unidos en Irak y
Afganistán incluye al menos 12 personas que fueron sin duda torturadas hasta
morir, otros 26 casos de homicidio supuesto o confirmado y 48 más que no
pudieron ser investigados.
HRF constató que los oficiales de alta graduación abusaban de su posición de
poder para situarse fuera del alcance de la ley, incluso cuando impartían
órdenes de cometer crímenes terribles. Ningún oficial con rango superior a
comandante fue acusado de cometer un crimen aunque la tortura estaba autorizada
por el más alto nivel de mando, y el castigo más severo era de 5 meses de
cárcel. El rastro de papel ya en el registro público parece suficiente para
condenar por delitos capitales a Bush, Cheney, Rumsfeld, sus abogados y los
militares de alta graduación, bajo la ley de Crímenes de Guerra de Estados
Unidos.
- Estados Unidos reclutó, entrenó y desplegó al menos 27 brigadas de Comandos
Especiales de Policía Iraquí, que detuvieron, torturaron y asesinaron a docenas
de hombres y muchachos en Bagdad y en otras ciudades en 2005 y 2006. En el
momento álgido de esta campaña, se traían a la morgue de Bagdad 3.000 cuerpos
cada mes y una organización de derechos humanos iraquí comprobó que el 92% de
estos cadáveres se correspondía con los secuestros declarados por fuerzas
apoyadas por Estados Unidos. Los oficiales norteamericanos de las Fuerzas
Especiales englobados en los Equipos Especiales de Policía en Transición
trabajaban con cada unidad iraquí, y en el centro de comando de altas
tecnologías compuesto por personal iraquí y norteamericano, el mando y control
de estas fuerzas durante su reino del terror estuvo en manos de Estados
Unidos.
- En 2006 y 2007, las fuerzas de Estados Unidos realizaron su macabra labor
en tándem con los Comandos Especiales de Policías (para entonces etiquetados
“Policía Nacional”, a raíz del descubrimiento de uno de los centros de tortura
en la Operación Juntos Adelante I y II y la llamada oleada para completar la
limpieza étnica de Bagdad. La ocupación de Estados Unidos eligió deliberadamente
como blanco a la minoría Suní de Irak, llegando a matar al 10% de la población
Suní y desplazando a la mitad de los suníes de sus hogares. Esto se ajusta
claramente a la definición de genocidio de los tratados internacionales. Por
tanto hay que añadir el crimen de genocidio a la futura lista de cargos de los
crímenes estadounidenses en Irak.
Quizás el aspecto más perturbador de la transición de Bush a Obama fue el
hecho de que el nuevo presidente no solamente no mantuvo a los oficiales
estadounidenses como penalmente responsables de sus crímenes, sino que de hecho
abrazó las doctrinas y políticas desarrolladas bajo Bush y amplió su aplicación
a la política norteamericana en todo el mundo. La doctrina Obama de expansión
permanente de los ataques de los drones y doblar las operaciones de las Fuerzas
Especiales, pasando de operar en 60 países a hacerlo en 120, está extendiendo la
violencia, la ilegalidad y la inestabilidad de la “guerra contra el terror” de
Bush hasta los confines de la Tierra.
En el centro de la perversión de la ley y el orden de la política de Estados
Unidos está la aplicación de las “leyes de guerra” a la población civil, como
observó en 2009 un Eminente Panel de Juristas de la Comisión Internacional de
Juristas. Muchos debates públicos sobre este tema enfrentan a una persona bien
informada de dentro del gobierno de Estados Unidos con alguien de fuera del
gobierno sobre el tema de las “normas de guerra”, discutiendo sobre cosas como
“debido proceso” y “ley internacional humanitaria”. Ellos suelen mantener un
debate durante un programa de radio o televisión y otras veces van por caminos
separados.
Pero esta es una cuestión crítica y el eminente panel de juristas de la ICJ*,
encabezado por la anterior presidenta irlandesa Mary Robinson, alcanzó
conclusiones concluyentes al respecto. “Me pareció que los líderes
norteamericanos habían confundido al público enmarcando su campaña
antiterrorista dentro de un “paradigma de guerra” y que el gobierno de Estados
Unidos estaba distorsionando todo al aplicar selectivamente las leyes sobre
derechos humanos o sencillamente ignorando estas leyes, que son vinculantes.
El panel de la ICJ llegó a la conclusión de que las violaciones de la ley
internacional no eran la respuesta apropiada ni efectiva al terrorismo y que los
principios establecidos por la ley internacional “tenían el fin de resistir
crisis y proporcionaban un marco robusto y efectivo desde el que abordar el
terrorismo”
Los principios establecidos por la ley también proporcionan un robusto y
efectivo marco desde el que abordar los crímenes de los Estados Unidos. En otro
lugar del mundo los generales Videla y Bignone están cumpliendo condenas de por
vida, aunque tienen que hacer frente aún a más cargos, y el general Ríos Mont de
Guatemala está siendo juzgado por el genocidio de los indios Maya de Ixil. Estos
hombres suponían que sus posiciones de poder y sus conexiones podrían blindarles
contra la rendición de cuentas de sus crímenes. Pero sus países han cambiado en
respuesta a la fuerza y voluntad de sus pueblos. Ni Bush, Cheney, Rumsfeld,
Bybee, González, Yoo, ni tampoco los generales Franks, Sánchez, Casey o
Petraeus, deberían suponer que ellos van a vivir toda su vida fuera del alcance
de la justicia.
Pero también hay un principio bien establecido de la ley internacional que
prescribe que los países que cometen agresiones tienen responsabilidades
colectivas por sus acciones. Las culpas de nuestros líderes no nos dejan a los
demás fuera del dogal por los crímenes cometidos en nuestro nombre. Los Estados
Unidos tienen la obligación legal y moral de pagar reparaciones de guerra a Irak
para ayudar a su pueblo a recobrarse de la hecatombe de la agresión, el
genocidio y los crímenes de guerra. Esta es una demanda central de un grupo muy
especial de ciudadanos norteamericanos cuyas experiencias y sacrificios les
confieren una cualificación única para presionar sobre el cumplimiento de tal
demanda: los Veteranos de Irak contra la guerra.
NOTA:
International Commission of Jurists (ICJ)
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