Zapatazos de despedida al gobierno Bush
Cínico, el hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada -- Oscar
Wilde
Decía el filósofo sardo José de Maistre que “los pueblos tienen los gobiernos
que merecen”. Sin embargo existen tipos de gobierno que ningún pueblo, por más
ignorante y sumiso que sea, los merece. Tampoco Norteamérica, por muy cegada en
su adoración a don dinero que le ha hecho desterrar la compasión, se merecía el
gobierno de Bush- Cheney, cuyo cinismo y avaricia llevaron al país a la actual
recesión económica que está golpeando sin piedad a cada habitante de esta
nación.
Los ocho años de los halcones en el poder hicieron esfumar toda esperanza de
prosperidad, paz y seguridad, no solamente de EE.UU. sino de todo el planeta, y
todo por el siniestro proyecto de crear el “caos constructivo” en el mundo para
satisfacer sus ambiciones imperiales.
Usaron la mentira con el completo apoyo de los medios de comunicación y
lavaron el cerebro del pueblo que aceptó los mitos, cerrando los ojos a la
verdad para no molestar su conciencia y seguir con su pasión consumidora. Es
decir, tanto gobernantes y súbditos entraron de lleno en el vicio del cinismo.
Si Bush decía que estaba en comunicación permanente con Dios y que éste le
estaba guiando en sus decisiones, el pueblo daba la apariencia que tomaba en
serio los delirios de su presidente “iluminado”. Los que se atrevían a decir la
verdad inmediatamente eran tachados por el sistema como posibles enemigos.
El cinismo llegó a tal extremo que la destrucción, mutilación de niños,
ancianos, mujeres y hombres captaba su atención, ni siquiera la muerte de más de
4,500 soldados norteamericanos en Irak y Afganistán, o el suicidio de tantos
veteranos de estas guerras los conmovió. Realmente, la pregunta del rey Lear
formulada por Shakespeare: “¿Se ha desterrado de este mundo la compasión?”
refleja la actual vida. Esto explica por qué todo el mundo calló cuando el ex
secretario asistente del Departamento de Defensa, Frank Gaffney declaró que los
“más de 4,000 soldados que murieron en Irak tenían que morir porque consideramos
que Irak representaba un peligro mortal para Estados Unidos”.
El vicepresidente Dick Cheney, hombre de Halliburton, no se quedó atrás.
Recientemente declaró que “hubiera sido inmoral y falta de ética no usar la
tortura para proteger la seguridad nacional de EE.UU. y vidas de los soldados
norteamericanos”. A la vez la secretaria de Estado Condoleezza Rice, cabildera
de Chevron, dijo que como “científica política me siento orgullosa de invadir
Irak y liberar a su pueblo”.
Bush, insultando la inteligencia del mundo, también mintió a diestra y
siniestra con la venia de allegados y el silencio de la población. Tenía que ser
un iraquí para mostrar el desprecio y rechazo al cinismo de este mandatario
norteamericano. Fueron los dos zapatos que le tiró el colega shiita Muntadhar al
Zaidi en la conferencia de prensa en Bagdad gritándole: “Este es el beso de
despedida para ti, perro”, al lanzarle el primero, y “este es por los niños,
mujeres y hombres muertos en Irak” cuando lanzaba el segundo.
Los zapatazos de al-Zaidi ya se convirtieron en símbolo del repudio mundial a
la política de Bush y ójala que Barack Obama saque las conclusiones de esto.
Vicky.pelaez@eldiariony.com
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