Revolución #116, 20 de enero de
2008
La entrevista de Revolución: La Dra. Susan Wicklund
This Common Secret: My Journey as an Abortion Doctor (Este secreto
común: Mi vida como médica que practica el aborto)
La entrevista de Revolución es una sección especial
para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes
figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la
política. Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no
son responsables de las ideas que aparecen en otras páginas de este periódico o
la página web.
This Common Secret: My Journey as an Abortion Doctor
(Este secreto común: Mi vida como médica que practica el aborto), de la
Dra. Susan Wicklund, se vende en librerías y en amazon.com, donde es el libro de
mayor venta sobre el aborto y el control de la natalidad. A continuación,
publicamos unos pasajes de la entrevista con la Dra. Wicklund que hizo Debra
Sweet para el periódico Revolución.
Pregunta: ¿Por qué le era importante escribir este libro?
Respuesta: Hay mucho silencio sobre este tema. Hablamos del aborto en el
sentido global y jurídico, hablamos de las leyes, pero no hablamos de las
mujeres que se hacen abortos. Ese silencio le ha dañado a la mujer y al
movimiento pro derecho a elegir de este país. Por lo menos el 40% de las mujeres
de este país se han hecho un aborto. No es un procedimiento raro. Es muy, muy
común, pero desafortunadamente, como implica el título, es un secreto común.
Espero que este libro empiece un diálogo entre las mujeres individualmente, en
los barrios y en las organizaciones, en que hablamos de quiénes somos. No
debemos sentir vergüenza ni ocultar ese aspecto de la atención médica.
P: El libro comienza con un aborto en su familia que se guardó en secreto por
muchas décadas. ¿Por qué las mujeres no relatamos nuestras historias sobre el
aborto?
R: En tiempos de mi abuela, el aborto era ilegal. La joven embarazada, a
quien mi abuela ayudó, murió. Pero se lo habría guardado en secreto incluso si
no hubiera muerto. Obviamente, si sabes que una mujer está embarazada, sabes que
está teniendo relaciones sexuales. Y depende de su edad y su estado civil, pero
a ella se le puede hacer el vacío simplemente por esa razón. A pesar del hecho
de que esta cultura es muy sexual. Cada cartelera y anuncio publicitario tiene
contenido sexual. Existe en este país una derecha religiosa que dice que el sexo
es solo para procrear. Si estamos de acuerdo o no, todavía ese aspecto de la
vida nos parece un poco vergonzoso. Hacerse un aborto revela no simplemente que
la mujer tenía relaciones sexuales, pero que probablemente las tenía por placer
y no para procrear.
P: La legalización del aborto tranquilizó muchísimo a las mujeres, pues ahora
no tenían que llevar el embarazo a término si no querían hacerlo.
R: He visto eso a lo largo de los 20 años que he practicado el aborto.
Primero, en 1973 cuando vino el fallo en Roe vs. Wade, eran mujeres muchas de
las personas que empezaban a proveer abortos. Se establecieron los centros
feministas de salud de la mujer. Muchas hacían eso porque creían que la mujer
debe tener la opción de un aborto seguro y legal. Las mujeres que eran dueñas o
administradoras de clínicas no eran necesariamente médicas, sino enfermeras o
trabajadoras sociales que habían visto el impacto del aborto ilegal. Captaron lo
que significa el aborto legal y abrieron clínicas por todo el país que proveían
esos servicios en un ambiente feminista y sin fines de lucro. Ahora, como ocurre
con el resto de la medicina, tenemos una situación de cuidado manejado (“managed
care”) en que los dueños y los administradores de las clínicas, y hasta los que
practican el aborto, no tienen memoria de cómo fue cuando el aborto era ilegal.
Para ellos, el aborto es un negocio y no un servicio a la mujer. En muchos
lugares, la clase de atención médica dada a la mujer está cambiando. Para mí,
eso es alarmante.
P: Las leyes estatales que restringen el aborto, ¿cómo afectan a la
mujer?
R: La intimidan y, en mi opinión, le ponen una carga indebida. El fallo Roe
vs. Wade dice que las leyes estatales que regulan el aborto no deben provocar
una carga excesiva. La Suprema Corte examinó esas leyes y decidió que no
provocan una cargan excesiva. Pero lo que yo veo todos los días es que sí.
Imagina que eres una menor de edad y por alguna razón no puedes hablar
francamente con tus padres sobre tu situación. En muchos estados, tienes que
comparecer ante los tribunales y hablar con el juez para conseguir el permiso de
hacerse el aborto. Y en muchos estados, por ley la mujer tiene que escuchar
información que no es correcta médicamente antes de hacerse el aborto. Se trata
de información escrita por personas que no son médicos y cuyo propósito
principal es parar los abortos. ¿Cómo puede considerarse que eso no sea
una carga excesiva?
Hemos retrocedido muchísimo desde que empecé a practicar el aborto hace 20
años. En el 89% de los condados del país, no hay ningún proveedor de
abortos; ha aumentado desde hace varios años cuando el porcentaje era 82%. En
grandes partes del país donde la mayoría de la población es rural, los
proveedores de abortos están muy desparramados. Por eso las clínicas tienen que
pedir que venga un proveedor, porque los médicos del pueblo no quieren
involucrarse por el temor de perjudicar su negocio. Eso significa más gastos y
más dificultades de tiempo, etc. En muchos estados, es común que una paciente
tenga que viajar cientos de kilómetros para hacerse el aborto. No hay clínicas
en Wyoming, hay un puñado de clínicas en Montana, solo una en Dakota del Sur y
una en Dakota del Norte. Si vives en un lugar rural, es difícil hallar a
proveedores e incluso información exacta sobre el procedimiento y un médico que
lo practique. ¿Adónde irá la paciente para consultas adicionales si no hay
ningún médico en su pueblo en quien puede confiar?
Además, diferentes organizaciones religiosas han comprado muchos hospitales
de Estados Unidos; en ciertas partes del país, las consideraciones religiosas
hacen que no haya ningún hospital que practica el aborto. Menos del 10% de todos
los abortos se practican en un hospital; el resto se hace en consultorios o en
clínicas.
P: ¿Cómo le afecta a la mujer el tiempo de espera de 24 horas?
R: No es posible esquivarlo; o cumples o no te haces el aborto. Lo mismo con
las leyes de notificar a los padres y de conseguir su permiso. En los pueblos
pequeños no existe la confidencialidad en cuanto al control de la natalidad o al
aborto: todo el mundo sabe. Debido a tales obstáculos, son altísimos los índices
de embarazo y enfermedades transmitidas sexualmente entre los adolescentes, y
todo está empeorando. Cada vez más los legisladores estatales están dificultando
la situación. Los chavos que han prometido abstenerse tienen tasas mayores de
enfermedades transmitidas sexualmente que los que reciben una amplia educación
sobre el sexo. Ahora existen leyes estatales que dicen que los médicos y los
farmacéuticos no tienen que recetar o despachar métodos de control de la
natalidad.
En un estado como Mississippi, la mujer tiene que llegar a la clínica —y digo
“la” clínica porque en ese estado solo hay una— con 24 horas de anticipación
para ser atendida y hablar sobre el aborto. Y después de 24 horas, puede
regresar para el procedimiento. Hay mujeres que viajan 300 ó 500 kilómetros; en
este país eso es común. Son mujeres de diferentes circunstancias de vida, con
diferentes niveles de educación y acceso al transporte, pero todas tienen que
viajar esas distancias y apartarse del trabajo y del cuidado de los niños, para
llegar a una clínica que les da información muy parcial, y luego esperar 24
horas para el procedimiento. Esta restricción significa que las mujeres retrasan
el aborto o no lo hacen. Dicen que es para proteger a la mujer, pero eso es
absolutamente falso. Es solamente para retrasar el aborto o lograr que la mujer
no se lo haga.
P: ¿Qué tipo de información parcial?
R: Muchos estados usan un lenguaje, por ejemplo, que refiere al feto como un
“bebé no nacido”. Ese término es médicamente incorrecto. Es un embrión, que
luego se desarrolla para ser un feto y, sí, en cierto punto llega a ser un bebé,
pero no lo es cuando esos abortos se hacen. Unas leyes obligan decirle a la
mujer que pueda sufrir de problemas psicológicos tras el aborto, o cáncer del
seno, o que posiblemente no podrá concebir o dar a luz en el futuro. La
investigación médica no ha establecido nada de eso. Nada de eso es verdad. Es
absurdo que un estado obliga darle información a una mujer que ni siquiera es
verídica. No existe ningún otro procedimiento médico en Estados Unidos con esa
clase de restricción.
P: Cristina Page, autora de How the Pro-Choice Movement Saved
America (Cómo el movimiento pro derecho a elegir salvó a Estados Unidos),
sugirió hacerles a todos los candidatos esta pregunta: Cuando Roe vs. Wade se
anula, ¿qué pena recibirán las mujeres? ¿Cuántos años de cárcel les darán por
hacerse un aborto? Ella dice que el futuro va a ser así, que retrocederemos no
al año 1969, sino hace siglos.
R: Se harán investigaciones a las mujeres que sufren un aborto espontáneo. La
mujer será un blanco de ataque. La policía llegará a la puerta, queriendo saber
¿por qué perdiste al bebé? ¿Qué hiciste para provocarlo?
P: Por otro lado, el aborto es el procedimiento quirúrgico que más se hace en
el país y el movimiento pro elegir ha destacado que es simplemente un
procedimiento médico. Sin embargo, es mucho más que un procedimiento médico al
considerar su importancia para que la mujer funcione en el mundo. Piensa en una
sociedad en que, como en la mayoría de la historia humana, la mujer no tiene voz
en ninguna decisión importante tomada fuera de la casa (y ni siquiera dentro de
la casa, en la mayoría de los casos).
R: Sería como en el libro El cuento de la criada. Cuando una mujer
no puede controlar su destino reproductivo, se le quita su futuro económico, sus
opciones educativas y emocionales, y así mucha de su independencia. No puede
decidir o elegir por si misma cuándo ni dónde tener hijos, ni a cuántos hijos
tener; entonces, otra persona tiene control de todo lo demás.
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