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'ICE Air' transporta a más indocumentados
El Vuelo de Repatriados del Servicio de Inmigración deporta a número
récord
Por Antonio Olivo
9 de febrero, 2009
El jet 737 carreteó hasta la cabeza de la pista en el Aeropuerto
Internacional O'Hare de Chicago.
A bordo del vuelo, los 53 pasajeros miraban por las ventanillas cuando el
avión trepaba y giraba en dirección a México, y las esposas en sus muñecas
brillaban con el sol mañanero.
Se trata de un Vuelo de Repatriados del Servicio de Inmigración (ICE), una
aerolínea en pleno auge que traslada inmigrantes ilegales fuera del país.
Sus vuelos a todo el mundo parten de O'Hare y 22 aeropuertos más, los aviones
de la llamada ICE Air transportaron más de 367,000 inmigrantes ilegales fuera
del país de octubre del 2007 a octubre del año pasado; un aumento del 26 por
ciento por encima del año fiscal anterior y 77 por ciento más que en el 2006.
La secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, pidió recientemente
formas de "expeditar la extracción" de miles de indocumentados. La directiva
sorprendió a los activistas que han estado abogando por menos deportaciones, de
manera que pudieran ganar impulso para reintroducir reformas legislativas en el
Congreso antes de julio.
"Debemos trabajar más rápido y hablar con mayor eficacia al bando de Obama",
dijo el representante Luis Gutiérrez (D-Ill.), quien está organizando mitines de
inmigración en 14 ciudades.
La inmensa mayoría de los inmigrantes indocumentados no infringen ninguna
ley, fuera de su estatus inmigratorio", argumentó Gutiérrez.
A bordo del Vuelo para Repatriados en un viaje reciente a la frontera cerca
de El Paso, los pasajeros representaban los sueños hechos añicos de los
inmigrantes deportados en todas partes.
Algunos aquejaban que tienen hijos nacidos en Estados Unidos. Otros
rezongaban por las solicitudes de residencia que llenaron hace años. En un vuelo
en el que muchos pasajeros habían sido convictos por otros delitos en Estados
Unidos; aun más de ellos renegaban del alcoholismo y otras pifias que hicieron
de ellos blanco de un arresto.
"Le grité a la policía: '¡Entonces mátenme! ¡Mátenme!'", se jactaba Moisés
Rivera, de 35 años, acerca de una noche en enero en la que se bebió ocho copas
de whisky y se quedó dormido en su auto frente a un semáforo en La Villita. En
la cárcel, una vez sobrio, comprendió que lo deportarían a México.
Cerca de él estaba sentado Felipe Rodríguez, a quien lo pararon por exceso de
velocidad. El ayudante de mesero, de ojos hundidos, fue arrestado luego de darle
una licencia de conducir falsa a un patrullero estatal de Illinois. "No fumo; no
bebo", dijo Rodríguez, de 55 años, quien se autodesribe como lector voraz. "Toda
mi familia está en Chicago e Indiana, donde éramos felices".
Al cabo de años de secreto, los funcionarios de Inmigración se notan ahora
más dispuestos a mostrar cómo funcionan las deportaciones, luego de varias
acusaciones de maltrato muy sonadas el año pasado. Entre ellas se cuenta una
demanda legal en curso en nombre de los deportados, que dicen haber sido
inyectados con sedantes peligrosos tales como el Haldol, que normalmente se usa
para pacientes esquizofrénicos. Las autoridades federales dijeron que esa
práctica se reserva sólo para pasajeros extremadamente revoltosos, y se requiere
una orden judicial federal y la autorización de un médico. "Nuestra meta es ser
transparente", dijo Gail Montenegro, portavoz del ICE en Chicago. "Tenemos la
obligación de aplicar las leyes de Inmigración, y cumplimos con esa obligación
de manera justa y humana".
Los vuelos despegan de O'Hare dos veces por semana. El proceso comienza antes
del amanecer en un edificio chato de ladrillos, donde se encuentra el centro de
detención federal en el suburbio de Broadview.
Allí llegan los presos procedentes de varias cárceles de Illinois, Indiana y
Wisconsin donde son llevados los inmigrantes que arrestan en redadas o en su
casa. Con los ojos húmedos, los presos reclaman artículos que tenían en su poder
al ser capturados; carteras, chamarras, billeteras.
Tras un breve trayecto en autobús hasta la pista de O'Hare, algunos tiritaban
bajo el cortante viento frío de invierno, en camisetas y jeans, mientras los
guardias los cacheaban y les registraban la boca en busca de armas o drogas.
"La gente te habla de las oportunidades que hay en Estados Unidos, pero no de
las cosas malas como ésta, ni que nos tratan como animales", musitó Ismael
Martínez, de 34 años, quien pasó cinco años en Chicago manteniendo tres hijas y
su esposa antes de ser arrestado en diciembre por agresión doméstica.
Varios señalaron lo novedoso que era este en avión después de haber
arriesgado la vida cruzando el desierto para entrar a Estados Unidos. "Ésta es
la vida que tenemos", dijo Mario Barradas, que llegó del estado mexicano de
Veracruz, a orillas del golfo, y fue arrestado por conducir sin licencia. "Aquí
nadie sabe que me voy, y allá nadie sabe que regreso".
El avión vuela a 36,000 pies de altura, y no hay película que ver. Después de
añadir 57 presos en Dallas, algunos comieron sándwiches de pavo mientras miraban
a la docena de agentes del ICE que los vigilaban en el pasillo, o intercambian
chistes en la sección de "primera clase".
Varios pensaban en lo que harían una vez que estuvieran del lado mexicano en
la ciudad fronteriza de Juárez, donde la guerra entre los cárteles de la droga y
otros actos de violencia contribuyeron a causar 1,600 homicidios el año pasado.
"Si es algo parecido a Laredo, me largo de ahí en seguida", dijo Roberto
Rodríguez, de 26 años.
A él, que trabajaba en la industria petrolera, lo llevaron a través de la
frontera a Texas siendo un bebé, y prefiere hablar en su inglés con fuerte
acento.
Como los demás, Rodríguez ha sido deportado varias veces. Cada vez, dijo,
"camino de vuelta a la frontera y les digo que no tengo papeles.
¡Funciona!".
Tras el aplauso por el aterrizaje sin contratiempos en El Paso, los otros
caminaron hacia Juárez formulando sus propios planes para volverse a colar.
Víctor Jiménez, de 43 años, juró regresar a su familia en los suburbios. "Mi
familia está allá. Aquí, sólo dolor", dijo.
Rodríguez lo intentó. Fue capturado cerca de la frontera por Laredo la semana
pasada y se encuentra bajo la custodia del ICE por quinta vez.
aolivo@tribune.com
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