21-11-2008
Un My Lai por mes
Nick Turse
The Nation
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A mediados de los años sesenta, el Delta del Mekong, con sus verdes arrozales
y aldeas bordeando canales, era el tazón de arroz de Vietnam del Sur y
residencia de casi 6 millones de vietnamitas. También fue uno de los baluartes
revolucionarios más importantes durante la Guerra de Vietnam. A pesar de su
importancia militar, responsables del Departamento de Estado estaban
“profundamente inquietos” ante la posible introducción de muchos soldados de
EE.UU. en el área densamente poblada, temiendo que sería imposible limitar la
matanza de civiles.
Sin embargo, a fines de 1968, cuando las negociaciones de paz en París
comenzaron en serio, los funcionarios de EE.UU. lanzaron una “acometida por
tierra” para pacificar inmensos sectores del Delta y colocar a la población bajo
el control del gobierno sudvietnamita en Saigón. Para lograrlo, desde diciembre
de 1968 hasta mayo de 1969, la Novena División de Infantería realizó una
operación en gran escala, con apoyo de recursos no pertenecientes a la división
que iban desde helicópteros artillados a bombarderos B-52. La ofensiva, conocida
como Operación “Speedy Express”, reivindicó un recuento de enemigos muertos de
10.899 al coste de sólo 267 vidas estadounidenses. Aunque se sabía que los
guerrilleros estaban bien armados, la división capturó sólo 748 armas.
A fines de 1969, Seymour Hersh reveló la historia de la masacre de My Lai ocurrida en 1968, durante la cual soldados de
EE.UU. masacraron a más de 500 civiles en la Provincia Quang Ngai, al extremo
norte del Delta. Algunos meses después, en mayo de 1970, un “grunt” [acrónimo
para soldado sin entrenamiento especial enviado al frente, N. del T.] que
participó en “Speedy Express” envió una carta confidencial a William
Westmoreland, en aquel entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, diciendo que
las atrocidades de la Novena División equivalían a “un My Lai por mes durante un
año.” En sus memorias de 1976 “A Soldier Reports,” Westmoreland insistió en que:
“El Ejército investigó cada caso [de posibles crímenes de guerra] no importa
quién hizo la afirmación,” y afirmó que “ninguno de los crímenes se aproximó ni
remotamente a la magnitud y al horror de My Lai.” Sin embargo él actuó
personalmente para acallar una investigación de las atrocidades en gran escala
descritas en la carta del soldado.
Descubrí esa carta y dos más, cada una sin firma o firmada sólo “Sargento
Inquieto,” en los Archivos Nacionales en 2002, en una colección de archivos
sobre el caso de Sargento que había sido desclasificado, pero olvidado,
iniciando lo que se convirtió en una investigación de un año de duración. Los
antecedentes muestran que sus afirmaciones – sobre helicópteros artillados que
ametrallaban a no-combatientes, de ataques aéreos contra aldeas, de campesinos
abatidos a tiros en sus campos mientras los comandantes presionaban
inexorablemente para altos recuentos de víctimas mortales – fueron una fuente de
preocupación a alto nivel. Un estudio de la carta por un experto del Pentágono
estableció que sus afirmaciones eran extremadamente plausibles, y funcionarios
militares identificaron provisoriamente al autor como George Lewis, condecorado
con el “Corazón Púrpura”, quien sirvió en la Novena División en el Delta desde
junio de 1968 hasta mayo de 1970. Sin embargo no existe información alguna de
que investigadores hayan tomado contacto alguna vez con él. Ahora, a través de
mi propia investigación - utilizando material de cuatro importantes colecciones
de papeles de archivo y personales, incluyendo cartas confidenciales, relatos de
informaciones secretas del Pentágono, entrevistas no publicadas con
sobrevivientes de Vietnam y funcionarios militares, realizadas en los años
setenta por periodistas de Newsweek, así como entrevistas nuevas con oficiales y
personal alistado de la Novena División – he podido corroborar las horrendas
afirmaciones de Sargento. La investigación muestra un inquietante cuadro de
matanza de civiles en una escala que por cierto hace parecer pequeña la de My
Lai, y un encubrimiento a los niveles más altos del Ejército. Las matanzas no
ocurrieron por accidente o aberración. Fueron, en cambio, el resultado de
políticas de mando que convirtieron amplios sectores del Delta del Mekong en
“zonas de libre fuego” en un implacable esfuerzo por lograr un elevado recuento
de víctimas mortales. Aunque la carnicería en el Delta no comenzó ni terminó con
“Speedy Express”, la operación provee una dura nueva instantánea de la desalmada
matanza que caracterizó las acciones de EE.UU. durante la Guerra de Vietnam.
El sargento inquieto
Una sospecha de que algo terrible había tenido lugar en el Delta del Mekong
apareció en una fuente extremadamente improbable – un Informe de Interrogatorio
para Oficiales de Alta Categoría de septiembre de 1969 que antes era
confidencial, de ningún otro que el comandante de la Novena División, entonces
el general Julian Ewell, que llegó a ser conocido entre los militares como “el
Carnicero del Delta” por su obsesión total con el recuento de víctimas mortales.
En el informe, copias del cual fueron enviadas a la oficina de Westmoreland y a
otros altos responsables, Ewell señaló francamente que aunque la Novena División
colocaba el acento sobre “el uso discriminado y selectivo del poder de fuego,”
en algunas áreas del Delta “donde dicho énfasis no fue aplicado o no era
factible, el campo se parecía a los campos de batalla de Verdún,” el sitio de
una batalla tristemente célebre por lo sangrienta de la Primera Guerra
Mundial.
En diciembre de ese año, un documento producido por el Frente de Liberación
Nacional [de Vietnam] precisó el cuadro. Informó que entre el 1 de diciembre de
1968 y el 1 de abril de 1969, primordialmente en las provincias Kien Hoa y Dinh
Tuong del Delta, la “9ª División lanzó un “ataque expreso” y “destruyó muchas
áreas, masacrando a 3.000 personas, sobre todo ancianos, mujeres y niños, y
arrasando miles de casas, cientos de hectáreas de campos y huertos.” Pero es
casi seguro que, al igual que la mayoría de los informes del FLN sobre
atrocidades contra civiles, éste fue descartado como propaganda por funcionarios
de EE.UU. Un informe de ese mismo mes de United Press International en el que
asesores de EE.UU. acusaron a la división de haber aumentado el Recuento de
víctimas mortales matando a civiles con helicópteros artillados y artillería,
también fue ampliamente ignorado.
Luego, en mayo de 1970, la carta de diez páginas de Sargento Inquieto llegó a
la oficina de Westmoreland, diciendo que tenía “información sobre cosas tan
malas como My Lai” y describiendo, en detalle, el coste humano de la Operación
“Speedy Express”.
En esa primera carta, el sargento no escribió sobre un puñado de masacres
sino que de políticas oficiales de mando que habían llevado al asesinato de
miles de inocentes.
“Señor, la 9ª División no hizo nada para impedir los asesinatos, y al
impulsar con tanta energía el recuento de víctimas mortales, nos “dijeron” que
matáramos muchos vietnamitas más que en My Lai, y sólo sabíamos que unos pocos
por cientos de ellos eran enemigos...
“En caso que usted no piense que quiero decir que muchos vietnamitas fueron
muertos de esa manera, le puedo dar una cierta idea de cuántos lo fueron. Un
batallón mataba tal vez 15 o 20 por día. Con 4 batallones en la Brigada eso
sería fácilmente entre 40 a 50 por día, o entre 1.200 y 1.500 por mes. (¡Un
batallón reivindicó casi 1.000 recuentos de víctimas en un mes!) Si sólo tengo
razón en un 10%, y créame que es mucho más, le estoy hablando de unos 120 a 150
asesinatos, o sea un My Lay por mes durante un año...
“Los francotiradores llegaban a entre 5 y 10 por día, y creo que todos los 4
batallones tenían equipos de francotiradores. Eso representa 20 por día o por lo
menos 600 por mes. De nuevo, si tengo razón en un 10% [solo] los francotiradores
representaron un My Lai cada dos meses.”
En esta carta, y en dos más enviadas durante el año siguiente a otros altos
generales, el sargento informó que la artillería, los ataques aéreos, y los
helicópteros artillados habían causado estragos en áreas pobladas. Bastaban,
dijo, unos pocos disparos desde una aldea o desde una arboleda cercana y los
soldados “siempre pedían artillería o helicópteros o ataques aéreos.” “Muchas
veces,” escribió, “eran pedidos aunque no nos dispararan. Y cuando llegábamos a
la aldea había mujeres y niños llorando y a veces heridos o muertos.” Los
ataques eran disculpados, decía, porque eran considerabas “zonas de libre
fuego.”
El sargento escribió que la política de la unidad era disparar no sólo contra
guerrilleros (a los que los soldados de EE.UU. llamaban Vietcong o VC) sino a
cualquiera que corriera. Ése fue el “asesino número uno” de civiles desarmados,
escribió, explicando que los helicópteros “sobrevolaban a un sujeto en los
campos hasta que se atemorizaba y corría y entonces lo aniquilaban” y los
francotiradores de la 9ª División abatían a tiros a campesinos a larga distancia
para aumentar el recuento de víctimas mortales. Informó que era común que se
detuviera a civiles desarmados y se les obligara a caminar frente a una unidad
para activar trampas-bomba del enemigo. “Ninguno [de] nosotros quería que lo
volaran,” escribió, “pero no era correcto utilizar civiles para hacer estallar
las minas.” También explicó la baja ratio de armas:
“compárelos [los recuentos de víctimas] con la cantidad de armas que
obtuvimos. No los escondites, o las armas que encontramos después de un gran
enfrentamiento con los más duros, sino a un VC muerto con un arma. El general
simplemente tenía que saber de las muertes equivocadas por las armas. Si
informamos de armas, teníamos que entregarlas, así que decíamos que las armas
fueron destruidas por balas o lanzadas a un canal o arrozal. En la estación
seca, antes de los monzones, había sitios en los que muchos canales y todos los
arrozales estaban secos. El general tiene que haber sabido que era
inventado.”
Según el Sargento Inquieto, esos asesinatos fueron todos realizados por un
motivo: “el general a cargo y todos los comandantes, que nos presionaban
permanentemente para que tuviéramos un alto recuento de víctimas mortales.”
Señaló que: “Nadie dio alguna vez órdenes directas de ‘disparar a civiles,’ que
yo sepa, pero los resultados no mostraron ninguna diferencia con si... lo
hubieran ordenado. Los vietnamitas estaban muertos, víctimas de la presión por
el recuento de víctimas mortales y a nadie le importaba lo suficiente como para
detenerlo.”
El carnicero del Delta y el Papaíto del Arrozal
Durante el período de Ewell como comandante de la Novena División, desde
febrero de 1968 hasta abril de 1969, sus unidades lograron ratios de muertes
notablemente elevadas. Mientras el promedio histórico de EE.UU. era de diez a
uno, se dice que los soldados de Ewell lograron setenta y seis a uno en marzo de
1969. La obsesión de Ewell con el recuento de víctimas mortales fue compartida
con entusiasmo por su adjunto, el entonces coronel Ira”Jim” Hunt, quien sirvió
de comandante de brigada en la Novena División como jefe de estado mayor de
Ewell.
“Hunt, que fue durante un tiempo nuestro Comandante de Brigada y luego fue
general adjunto... solía vociferar y maldecir por radio y hablar de los malditos
“gooks”, y decir a los helicópteros artillados que dispararan a los hiputas, que
era una zona de libre fuego,” escribió el Sargento Inquieto. Hunt, dijo, “no se
preocupaba por los vietnamitas ni por nosotros, sólo quería el máximo de todo,
incluyendo el recuento de víctimas mortales”; “Hunt siempre maldecía y gritaba
por radio desde su C and See [helicóptero de Comando y Control] a los soldados o
a los helicópteros artillados que dispararan a algunos vietnamitas que veía
corriendo aunque no sabía si tenían un arma o si eran mujeres o qué.”
El sargento escribió que el observador avanzado de artillería (FO) “decía al
comandante de mi compañía que no podía disparar a la aldea porque estaba en la
lámina superpuesta de población.” El comandante del batallón “se enfurecía y
maldecía por radio al comandante de mi compañía y... declaraba un contacto [con
el enemigo] para que el FO disparara como sea. Yo estaba ahí, y no estábamos en
contacto pero el comandante de mi compañía y el FO hacían lo posible por
conseguir que el COL [coronel] echara marcha atrás.” Continuó: “Ni siquiera
escuchaba cuando el FO quería esperar hasta que oscureciera y utilizar granadas
de WP [fósforo blanco] que estallaban en el aire para ajustar... para no
aniquilar chozas.” En su lugar, dijo el coronel “tenía que ser HE (alto
explosivo) directamente en las casas.”
En una entrevista que realicé en 2006 con Deborah Nelson, que era periodista
en Los Angeles Times, Ira Hunt afirmó que la Novena División no disparó
artillería cerca de aldeas. También negó todo conocimiento de las afirmaciones
de Sargento Inquieto y argumentó contra la noción de que un énfasis del mando en
el recuento de víctimas mortales haya conducido al asesinato masivo de civiles.
“Nadie va a decir que civiles inocentes no sean muertos en tiempos de guerra,
pero tratamos de limitarlo a un mínimo absoluto,” dijo. “Las muertes civiles son
anatema, e hicimos lo posible por proteger a civiles. Considero increíble que
haya gente que salga y mate a civiles inocentes sólo para aumentar un recuento
de víctimas mortales.” Pero entrevistas con varios participantes en “Speedy
Express”, junto con testimonios públicos e informes publicados, confirman
sólidamente las afirmaciones en las cartas de Sargento.
El comandante del batallón de Sargento Inquieto, al que se refieren las
cartas, fue el difunto David Hackworth, quien tomó el mando de la Infantería
4/39 de la Novena División en enero de 1969, En sus memorias de 2002: “Steel My
Soldiers' Hearts,” se hizo eco de las afirmaciones de Sargento sobre la presión
abrumadora para producir elevados recuentos de víctimas. “Numerosos civiles
vietnamitas inocentes fueron masacrados por el impulso de Ewell-Hunt por tener
el recuento de víctimas mortales más elevado del país,” escribió. También señaló
que cuando Hunt presentaba una recomendación para una mención, citando una ratio
elevada de muertes, excluía el hecho incómodo de que “la 9ª División tenía la
ratio más baja de armas capturadas al enemigo en Vietnam.”
Durante “Speedy Express”, el mayor William Taylor Jr. también vio a Hunt in
acción, y en una entrevista en septiembre se hizo eco de la evaluación de
Sargento Inquieto. Taylor, actualmente coronel en retiro y asesor sénior en el
Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, recordó haber volado sobre
arrozales con Hunt: “Dijo algo al piloto, y repentinamente el artillero en la
puerta comenzó a disparar una ametralladora de calibre .50 por la puerta, y
dije: ‘¿Qué diablos es eso?’ Él dijo: ¿Ves a esos piyamas negros ahí en los
arrozales? Son Vietcong. Acabamos a matar a dos.’” Inmediatamente después, Hunt
habló de nuevo con el piloto. “Estaba haciendo un recuento de víctimas
mortales,” dijo Taylor. “Informando de un recuento de víctimas mortales.” Más
tarde preguntó a Hunt cómo podía identificar a Vietcong desde el helicóptero,
sin ver armas o recibir fuego desde tierra. “Dijo: ‘Porque llevan piyamas
negros.’ Dije: ‘Bueno, señor, pensé que los trabajadores en los campos llevan
piyamas negros.’ Dijo: ‘No, no aquí. Los piyamas negros son Vietcong.’”
Como Hackworth, Taylor recordó un énfasis predominante en los recuentos de
víctimas. Era “la medida más importante de éxito, y venía del ejemplo personal
del comandante de la Novena División, general Julian Ewell," dijo. “Lo vi
directamente. El recuento de víctimas mortales lo era todo.”
En agosto hablé con Gary Nordstrom, enfermero en combate de la Compañía C,
Infantería 2/39 de la Novena División, durante “Speedy Express”, quien describió
cómo el énfasis en el recuento de víctimas mortales llegaba al terreno. “Para
todos los soldados rasos, ésa era la mentalidad,” recordó. “Conseguid el
recuento de víctimas mortales. Conseguid el recuento de víctimas mortales.
Prevalecía por doquier. Pienso que era la mentalidad del cuerpo de oficiales de
arriba abajo.” En múltiples casos, su unidad disparó contra vietnamitas sin otro
motivo que porque iban corriendo. “Por lo menos en una ocasión,” dijo, “fui y
confirmé que estaban muertos.”
En los últimos meses, hablé con dos oficiales de la Novena División que se
pelearon con Ewell por políticas de la división. El teniente general en retiro,
Robert Gard, quien comandó los cinco batallones de artillería de la división
durante su período de servicio 1968-69, me habló del fuerte énfasis de Ewell en
el recuento de muertos y dijo que nunca supo de restricción alguna respecto a
los disparos en o cerca de aldeas. “No cabe duda alguna de que nuestras
operaciones resultaron en víctimas civiles,” me dijo en julio. Gard recordó
haber discutido con Ewell una vez sobre tiros de artillería contra una aldea
después de recibir fuego de morteros desde ella. “Le dije que no, pensaba que
era imprudente hacerlo,” dijo en una entrevista en 2006 conmigo y Nelson.”
Tuvimos un enfrentamiento por el tema.” Gard también sirvió con Hunt, a quien
sucedió como jefe de estado mayor de la división. Al preguntarle si también
Hunt, presionaba por mayores recuentos de víctimas, Gard respondió: “A lo
grande”. “Jim Hunt se apodaba “Papaíto del Arrozal,” recordó Gard, refiriéndose
a la señal de radio de Hunt. “Perdía las riendas.”
El mayor Edwin Deagle sirvió en la división de julio de 1968 hasta junio de
1969, primero como ayudante de Ewell y Hunt y luego como oficial ejecutivo (XO)
de la Infantería 2/60 de la división durante “Speedy Express”. En septiembre me
habló sobre “la tremenda presión que Ewell aplicaba a todas las operaciones de
unidades de combate, incluyendo la artillería, que tendría a crear
circunstancias bajo las cuales aumentaba la cantidad de víctimas civiles.”
Inquieto específicamente de que la presión sobre las unidades de artillería
había erosionado la mayoría de las salvaguardas sobre los disparos cerca de
aldeas, enfrentó a su comandante. “Terminaremos por matar a muchos civiles,”
dijo a Ewell.
Deagle recordó además un incidente después de hacerse cargo como XO cuando
estaba escuchando en la radio como una de sus unidades cayó en una emboscada y
perdió al comandante de la compañía, dejando a cargo a un oficial subalterno.
Confuso e incapaz de ganar la partida a las fuerzas enemigas, el teniente pidió
un ataque de helicópteros con instrucciones poco precisas. “Lanzaron una
tremenda cantidad de cohetes de 2,75 mm a la localidad,” recordó Deagle, “y eso
mató a un total de unos 145 familiares o civiles vietnamitas.”
Deagle emprendió amplios análisis estadísticos de la división y estableció
que 2/60, uno de diez batallones de infantería, daba razón de un 40%
desproporcionado de las armas capturadas. Sin embargo, incluso en su batallón
atípico, prevalecía una mentalidad de recuento de víctimas mortales, según el
enfermero en combate Wayne Smith, quien llegó en los últimos días de “Speedy
Express” y terminó por servir con el 2/60. “Todo tenía que ver con el recuento
de víctimas mortales,” recordó en junio. Cuando tenía que ver con zonas de libre
fuego, “Todo el que estaba era víctima fácil,” dijo Smith. “Así eran las cosas.
A veces pueden haber tenido armas. Otras no. Pero si estaban en un área, seguro
que tratábamos de matarlos.”
Otro estadounidense que presenció la carnicería fue John Paul Vann, teniente
general en retiro del Ejército que llegó a ser jefe de los esfuerzos de
pacificación de EE.UU. en el Delta del Mekong en febrero de 1969. Voló en
algunas de las operaciones nocturnas de helicópteros de la Novena División.
Según notas de una entrevista no publicada con el corresponsal del New York
Times en la Guerra de Vietnam, Neil Sheehan, en 1975, el adjunto de Vann,
coronel David Farnham, dijo que Vann estableció que los soldados utilizaban
artefactos de visión nocturna para atacar a cualquiera y a toda persona, casas y
búfalos de agua que discernían. No se hacía ningún intento para determinar si se
trataba de civiles o enemigos, y como resultado se mató o hirió a una gran
cantidad de no combatientes.
Louis Janowski, quien sirvió como consejero en el Delta durante “Speedy
Express”, vio muchas cosas similares y se mostró mordaz en un informe interno de
fin de su período de servicio en 1970. En el informe, calificó a otras
operaciones de helicóptero en el Delta, conocidas como programa Phantom, de una
forma de “terrorismo no selectivo.” “He volado misiones de Phantom III y he
volado en operaciones de evacuación médica en helicópteros a suficiente gente
mayor y niños como para creer firmemente que el porcentaje de Viet Cong muertos
por recursos de apoyo corresponde aproximadamente al porcentaje de Viet Cong en
la población,”, lo que indica un modelo de muertos totalmente indiscriminado.
“Es decir, si un 8% de la población de un área es Vietcong, aproximadamente un
8% de la gente que matábamos eran Viet Cong.”
Un consejero en otra provincia del Delta, Jeffrey Record, también presenció
la carnicería infligida a civiles por el programa Phantom durante “Speedy
Express”. En un artículo de 1971 en Washington Monthly, Record recordó que vio
como helicópteros artillados bombardeaban una manada de búfalos de agua y a seis
o siete niños que los cuidaban. Segundos después, el tranquilo arrozal había
sido “transformado en un légamo sanguinolento lleno de trozos de carne,”
escribió Record. “Los niños muertos y los búfalos de agua fueron agregados al
recuento de víctimas mortales oficial de Viet Cong.”
El encubrimiento
En abril de 1969 Ewell ascendió a jefe de la II Field Force, Vietnam, que
entonces era el mayor comando de combate de EE.UU. en el mundo. Ese mismo mes,
en un artículo de AP, Ira Hunt defendió el recuento de víctimas mortales contra
los que lo calificaban de “terrible medida de rendimiento.” El artículo también
citaba a un alto oficial que negó que se matara deliberadamente a no
combatientes, mientras aceptaba que muertes de no combatientes resultaran de
operaciones de la Novena División. “¿Hemos matado a civiles inocentes?” preguntó
retóricamente durante una entrevista. ‘Diablos, sí’ respondió, ‘pero lo mismo
hacen los sudvietnamitas.’”
En la primavera de 1970, cuando Ewell se preparaba para abandonar Vietnam
para servir como máximo consejero militar de EE.UU. en las conversaciones de paz
de París, R. Kenley Webster, asesor jurídico interino del Ejército, leyó la
carta de Sargento Inquieto a pedido del Secretario del Ejército Stanley Resor.
Según un memorando que Webster escribió en esos días, que estaba entre los
documentos que descubrí en los Archivos Nacionales, lo “impresionó su
acometividad” y “sinceridad” y ordenó un informe interno anónimo de un respetado
veterano de Vietnam. Ese informe confirmó las afirmaciones de Sargento
Inquieto:
“Es de conocimiento común que la carrera de un oficial puede ser hecha o
destruida en Vietnam... Bajo tales circunstancias – y especialmente si
incentivos como “salidas de los cuarteles”, adjudicaciones de R&R [descanso
y relajación], y condecoraciones están ligadas a las cifras de recuentos de
víctimas – la presión de matar indiscriminadamente, o por lo menos dar parte de
cada víctima vietnamita como si fuera una baja del enemigo, parecería ser
prácticamente irresistible.”
En junio de 1970 Webster envió un memorando, con el estudio, a Resor,
recomendando que consultara con
Westmoreland y Creighton Abrams, en aquel entonces máximo comandante en
Vietnam, sobre el asunto. Según documentos del Ejército, Resor y Abrams
discutieron las afirmaciones, pero no se inició una investigación.
Noticias de las atrocidades en el Delta ya se filtraban al público. Ese
invierno, veteranos de “Speedy Express” hablaron sobre la matanza de civiles en
la Investigación Nacional de Veteranos en Washington, y en la Investigación del
Soldado de Invierno en Detroit. En abril de 1971, en audiencias dirigidas por el
representante
Ronald Dellums, graduados de West Point veteranos de Vietnam testificaron
sobre la “manía del recuento de víctimas mortales” de Ewell. Ese mismo mes,
apareció el artículo de Record en Washington Monthly.
Dentro de días, Robert Komer, ex adjunto de Westmoreland y jefe de los
esfuerzos de pacificación en Vietnam, escribió a Vann solicitando su evaluación
del artículo y señalando que: “¡Todo suena demasiado verosímil!” A comienzos de
mayo de 1971, Vann respondió a Komer, entonces consultor con la RAND
Corporation, que “EE.UU. se encuentra en terreno muy frágil respecto de si las
misiones aéreas Phantom u otras de “caza y mata,” y literalmente asesores
iracundos, militares y civiles han documentado cientos de horribles
ejemplos.”
Por aquel entonces, Ira Hunt había vuelto de Vietnam y, en un extraño vuelco
del destino, dirigía la investigación del Ejército del coronel Oran Henderson,
el comandante de brigada cuya unidad realizó la masacre de My Lai. Aunque Hunt
recomendó sólo un castigo suave, no-judicial según el Artículo 15 – Henderson
fue juzgado por un consejo de guerra. El 24 de mayo, Henderson soltó una bomba,
diciendo que el asesinato masivo no era una aberración. “Cada unidad de tamaño
de brigada tiene su My Lai oculto en algún sitio,” dijo. El único motivo por el
que no eran conocidos era que “cada unidad no tiene un Ridenhour." De hecho, la
brigada de Hunt tenía un denunciante como Ron Ridenhour, pero en lugar de enviar
cartas a docenas de destacados funcionarios del gobierno y de las fuerzas
armadas, el Sargento Inquieto mantuvo por desgracia sus quejas dentro del
Ejército – temiendo, escribió, que si las publicaba el Ejército se metería “en
más líos.”
La falta de exposición al público posibilitó que los militares disimularan
las afirmaciones. En agosto de 1971, mucho más de un año después de la primera
carta de Sargento a Westmoreland, un memorando del Ejército señaló que por fin
la División de Investigación Criminal intentaba identificar y ubicar al autor de
la carta – no para investigar sus afirmaciones sino para evitar que sus quejas
llegaran al señor Dellums.” En septiembre, la oficina de Westmoreland ordenó al
CID que identificara al Sargento Inquieto y “le asegurara que el Ejército estaba
comenzando a investigar sus afirmaciones”; dentro de días, el CID informó que la
división lo había “identificado provisoriamente” y que buscaría una entrevista.
Pero el mismo día de ese informe del CID, un asistente de Westmoreland escribió
un memorando declarando que el general había solicitado el consejo de
Thaddeus Beal, subsecretario del Ejército y abogado civil, quien recomendó
que ya que las cartas de Sargento Inquieto eran anónimas, el Ejército podía
legítimamente desecharlas. En el memorando, el asistente resumió los
pensamientos de Westmoreland diciendo: “Hemos hecho todo lo que podíamos hacer
en este caso,” y “de nuevo reiteró que no estaba tan seguro de que debiéramos
enviar algo al exterior en este asunto de afirmaciones generales de crímenes de
guerra.” Poco después, en una reunión a fines de septiembre entre funcionarios
del CID y alto personal del Ejército, la investigación que apenas había
comenzado fue oficialmente liquidada.
Enterrando la historia
En 1971, algo atrajo la atención de Alex Shimkin, corresponsal a tiempo
parcial de Newsweek, fluente en vietnamita, mientras estudiaba minuciosamente
documentos emitidos por el Comando de Ayuda Militar de EE.UU., Vietnam, o MACV,
que coordinaba todas las actividades militares de EE.UU. en Vietnam del Sur: la
ratio extremadamente desequilibrada de enemigos muertos a armas capturadas
durante “Speedy Express”. A instancias de Kevin Buckley, jefe del buró de
Newsweek en Saigón, y sin conocimiento de las afirmaciones de Sargento Inquieto,
Shimkin inició un exhaustivo análisis de los documentos del MACV que incluían
fechas, lugares y estadísticas detalladas. De ahí, él y Buckley comenzaron a
ahondar.
Entrevistaron funcionarios civiles y militares de EE.UU. a todos los niveles,
rebuscaron a través de registros de hospitales civiles y viajaron a áreas del
Delta más afectadas por “Speedy Express” para hablar con sobrevivientes
vietnamitas. Lo que averiguaron – en gran parte documentado en entrevistas y
notas no publicadas que obtuve recientemente de Buckley – se hacía eco
exactamente de lo que el Sargento Inquieto confió a Westmoreland y a otros altos
generales. Todas sus fuentes les aseguraron que no había falta de armas del
enemigo que justificaran la burda disparidad entre muertes y armas. La única
explicación de la ratio, descubrieron, era que muchos de los muertos eran
civiles. Inmensas cantidades de ataques aéreos habían diezmado el campo.
Fulminantes andanadas de artillería y morteros fueron realizadas continuamente.
Muchas, si no la mayoría, de las muertes fueron registradas en la bitácora de
helicópteros y ocurrieron de noche.
“El horror fue peor que My Lai,” dijo a Buckley un funcionario estadounidense
familiarizado con las operaciones de la Novena División de Infantería en el
Delta. “Pero en el caso de la Novena, las víctimas civiles llegaban poco a poco
y se extendían durante largos períodos. Y en su mayoría fueron infligidas desde
el aire y de noche. También, fueron avaladas por la insistencia del comando en
elevados recuentos de víctimas.” Otro cuantificó el asunto, señalando que hasta
5.000 de los muertos durante la operación eran civiles.
Relatos de sobrevivientes vietnamitas en Kien Hoa y Dinh Tuong repitieron los
escenarios descritos por el Sargento Inquieto. Buckley y Shimkin hablaron con un
grupo de ancianos de una aldea que sabían de treinta civiles que fueron
asesinados cuando tropas de EE.UU. los utilizaron como detectores humanos de
minas. Un anciano vietnamita de Kien Hoa les dijo: “Los estadounidenses
destruyeron cada casa con artillería, ataques aéreos o quemándolas con
encendedores para cigarrillos. Unas 100 personas fueron muertas por bombardeos.”
Otro hombre, el señor Hien, recordó: “Los helicópteros ametrallaron el área
incluso a plena luz del día porque la gente que trabajaba en sus campos y
jardines se asustó al aproximarse los helicópteros y comenzaron a escaparse
corriendo.”
Otro anciano de Kien Hoa, el señor Ba, recordó: “Cuando llegaron los
estadounidenses a comienzos de 1969 hubo fuego de artillería contra la aldea
todas las noches y varios ataques de B-52 que excavaron la tierra.” Los
registros del MACV no sólo mostraron bombardeos en el área exacta de la aldea;
el informe fue confirmado por entrevistas con un enfermero Vietcong local que
más tarde se sumó a las fuerzas sudvietnamitas aliadas con EE.UU. Les dijo que
“cientos de granadas de artillería cayeron en la aldea, causando numerosas
víctimas.” Siguió diciendo: “Trabajé para un doctor del Frente [Nacional de
Liberación] y el operó a menudo cuarenta o más personas por día. Su hospital
trató a por lo menos mil personas de cuatro aldeas a inicios de 1969.”
Buckley y Shimkin encontraron registros que mostraban que durante “Speedy
Express”, un 78% de los 1.882 civiles heridos por la guerra tratados en el
hospital provincial Ben Tre en Kien Hoa – que servía sólo a una pequeñísima área
del vasto Delta – estaban heridos por fuego de EE.UU. E incluso esa gran
cantidad fue probablemente una subestimación de la cantidad de víctimas. “Mucha
gente que fue herida murió camino a los hospitales,” dijo un funcionario de
EE.UU. “Muchos otros fueron atendidos en casa, o en hospitales dirigidos por el
VC, o en pequeños dispensarios operados por el [Ejército sudvietnamita]. La
gente que llegó a Ben Tre tuvo suerte.”
En noviembre de 1971. Buckley envió una carta al MACV en la que se hizo eco
de las afirmaciones de Sargento Inquieto sobre matanzas masivas durante “Speedy
Express”. Citando la asimétrica ratio de muertes y armas, Buckley escribió: “La
investigación en el área por Newsweek indica que una considerable proporción de
los muertos eran civiles no combatientes.” El 2 de diciembre MACV confirmó la
ratio y muchos de los detalles de Buckley: “Un elevado porcentaje de víctimas
fue infligido de noche”; Un alto porcentaje de las víctimas fue infligido por
las unidades [de helicópteros] de la Caballería Aérea y de la Aviación del
Ejército”; pero con advertencias e insistencia de que MACV no pudo substanciar
la “afirmación de que una proporción considerable de las víctimas fueron civiles
no combatientes.” En su lugar, MACV sostuvo que muchos de los muertos eran
guerrilleros desarmados. Como reacción a la solicitud de Buckley de entrevistar
al comandante de MACV Creighton Abrams, MACV declaró que Abrams, quien había
sido informado sobre las afirmaciones de Sargento Inquieto el año antes, no
tenía “información adicional.” La mayoría de las preguntas de seguimiento de
Buckley, enviadas en diciembre, no recibieron respuesta.
Pero según la entrevista de Neil Sheehan con el coronel Farnham, quien sirvió
como adjunto de Vann, para entonces el tercer estadounidense por su poder
sirviendo en Vietnam, se había difundido la información sobre la próxima
aparición del artículo de Newsweek. A fines de 1971 o inicios de 1972, Vann se
reunió en Washington con Westmoreland y el Vicejefe de Estado Mayor del Ejército
Bruce Palmer Jr. Antes de la reunión, Vann informó a Farnham sobre el próximo
artículo de Newsweek y dijo que estaba eludiendo a Buckley a fin de evitar
preguntas sobre “Speedy Express”. En la reunión, a la que asistió Farnham, Vann
dijo a Westmoreland y Palmer que la Novena División de Ewell había matado
desenfrenadamente a civiles en el Delta del Mekong a fin de aumentar el recuento
de víctimas mortales y así favorecer la carrera del general, destacado las
misiones nocturnas de helicópteros artillados como la peor de las tácticas de la
división. Según Farnham, Vann dijo que “Speedy Express” fue, en efecto, “muchos
My lais” – remedando de cerca el lenguaje de Sargento Inquieto. Farnham dijo que
Westmoreland puso en escena una “actuación magistral”, afirmando repetidamente
que nunca había oído semejantes afirmaciones. Cuando Vann mencionó la próxima
revelación de Buckley, Westmoreland instruyó a su ayudante y a Farnham para que
abandonaran la habitación porque él, Palmer y Vann, tenían que discutir “un tema
muy delicado.”
Finalmente, la investigación de casi 5.000 palabras de Buckley y Shimkin,
incluyendo un recuadro convincente de testimonios de testigos presenciales de
sobrevivientes vietnamitas, fue vetada por los editores superiores de Newsweek,
que expresaron su preocupación de que un artículo semejante constituiría un
ataque “innecesario” contra el gobierno de Nixon [vea "The Vietnam Exposé That
Wasn't," en thenation.com, que
discute la investigación de atrocidades de Buckley y Shimkin, incluyendo la de
un equipo de los SEAL [fuerzas especiales] de la Armada dirigido por el futuro
senador Bob Kerrey]. Buckley argumentó en un cable que el artículo era más que
una revelación de atrocidades. “Es decir,” escribió Buckley a fines de enero de
1972, “que todos los días la [Novena] División mataba no-combatientes con un
poder de fuego totalmente indiscriminado. La aplicación del poder de fuego se
basaba en que cualquiera que corriera era enemigo y por cierto, que cualquiera
que vivía en el área podía ser matado.” Un artículo trunco de 1.800 palabras fue
finalmente publicado en junio de 1972, pero muchos hechos cruciales, entrevistas
de testigos, incluso la mención del nombre de Julian Ewell, quedaron en el piso
de la sala editorial. En su forma eviscerada, el artículo provocó sólo un
interés mínimo.
Días antes de que apareciera la historia, Vann murió en un accidente de
helicóptero en Vietnam y, unas pocas semanas después, Shimkin fue muerto cuando
cruzó por error las líneas norvietnamitas. También murió la historia de “Speedy
Express”.
Ewell se retiró del Ejército en 1973 como teniente general, pero fue invitado
por el jefe de estado mayor del Ejército para que trabajara con Ira Hunt en el
detalle de sus métodos para desarrollar “futuros conceptos operativos.” Hasta
ahora, Ewell y Hunt tuvieron la palabra final sobre la Operación “Speedy
Express”, en su libro “Sharpening the Combat Edge” [Afilando el lado cortante
del combate] de Estudios de Vietnam del Ejército de 1974. Aunque el nombre de la
operación falta en el texto, alabaron tanto los resultados como las técnicas
brutales condenadas por Sargento Inquieto, incluyendo las operaciones nocturnas
de helicópteros y el uso agresivo de francotiradores. En las últimas páginas del
libro, hicieron una referencia sesgada a las afirmaciones que hicieron erupción
en 1970 para ser invalidadas por Westmoreland. “La 9ª División de Infantería y
la II Field Force, Vietnam han sido criticadas con la justificación de que ‘su
obsesión por el recuento de víctimas mortales’ era básicamente erróneo o condujo
a prácticas a prácticas indeseables,” escribieron, antes de repudiar rápidamente
esas afirmaciones. “La conclusión básica de que estuvieron ‘obsesionados por el
recuento de víctimas mortales’ no es verdad,” escribieron, afirmando en cambio
que sus métodos terminaron por “‘desbrutalizar’ la guerra.”
Ewell vive ahora en Virginia. Durante una visita que hice a su casa en 2006
junto con Deborah Nelson, la esposa de Ewell nos dijo que ya no otorga
entrevistas. Ira Hunt se retiró del servicio activo en 1978 como general.
También vive en Virginia.
George Lewis, el hombre identificado provisoriamente por el Ejército como
Sargento Inquieto, procedía de
Sharpsburg, Kentucky. Recibió el “Corazón Púrpura” así como Medallas de
Mención de Honor del Ejército con una “V” por valor por su servicio en Vietnam y
fue dado de baja formalmente en 1974. Lewis murió en 2004, a los 56 años, antes
de que pudiera ubicarlo.
Hasta hoy, civiles vietnamitas en el Delta del Mekong recuerdan los horrores
de la Operación “Speedy Express” y los innumerables civiles muertos para
aumentar el Recuento de víctimas mortales. Registros del Ejército indican que
ningún soldado de la Novena División de Infantería, y menos aún sus comandantes,
han sido alguna vez juzgados en consejo de guerra por matar a civiles durante la
operación.
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Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com.
Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the
Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: “The Complex: How
the Military Invades Our Everyday Lives,” una exploración del nuevo complejo
militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan
Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
Este artículo aparece en la edición del 1 de diciembre de 2008 de The
Nation.
Apoyo para la investigación de este artículo fue suministrado por el
Investigative Fund de The Nation Institute. Ayuda para la investigación fue
suministrada por George Schulz del Center for Investigative Reporting, Sousan
Hammad y Sophie Ragsdale.
http://www.thenation.com/doc/20081201/turse
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