Revolución 147, 16 de noviembre
de 2008
Memos de tortura:
Nueva evidencia de los crímenes de guerra de Bush
En las últimas semanas ha surgido nueva evidencia acerca de la magnitud de la
participación íntima y profunda de funcionarios de alto rango de la Casa Blanca
en las decisiones para autorizar e implementar tortura contra los prisioneros
mantenidos por los norteamericanos en la llamada “guerra contra el terror”. En
un artículo publicado en la primera plana del Washington Post el 15 de
octubre, “Las tácticas de la CIA respaldados en memos secretos”, se revela que
en 2004 y 2005 la Casa Blanca emitió dos memorandos en los que respaldaba
explícitamente el uso de la técnica de ahogamiento simulado (submarino) y otras
formas de tortura por la CIA.
El contenido actual de los memos, que permanecen clasificados, no fue
revelado por la fuente del Post. Dicha fuente dijo al periódico que los
memos son la primeras “expresiones tangibles de la aprobación de la
administración para el uso de medidas duras por la CIA para extraer información
de los líderes capturados de Al Qaeda”. A pesar de que existe gran cantidad de
evidencia sobre el rol de los funcionarios del gobierno de alto rango en la
autorización, planeamiento e implementación de tortura, el gobierno ha negado
hasta ahora un rol directo de los funcionarios de los más altos escalones.
“Hasta hace tan poco como el mes pasado”, informa el Post, “la
administración no ha reconocido jamás públicamente que sus directivos conocían
acerca de técnicas específicas, como ahogamiento simulado”.
Ahora bien, estos memos revelaban conocimiento directo y oficial de la
aprobación de la Casa Blanca no solamente de la tortura en general,
sino de técnicas específicas de tortura. Y en adición a los memos, otra
evidencia ha surgido recientemente en relación al uso expandido de la tortura,
pero proveniente de un coronel de la fuerza aérea que fue enviado para instruir
a las tropas de las fuerzas especiales en técnicas de interrogación a detenidos.
El 25 de setiembre, el coronel de la fuerza aérea Steve Kleinman prestó
testimonio frente a un subcomité del Congreso acerca de la tortura que había
atestiguado cuando estuvo en misión en Irak en 2003. Describió que las
interrogaciones se llevaban a cabo en un antiguo depósito de municiones que
describe como “subterráneo, frío y oscuro”. De acuerdo a su testimonio un
detenido “fue obligado a arrodillarse frente a una fuente de luz, flanqueado por
guardias provistos de barras de hierro, mientras los interrogadores le
preguntaban a gritos. Cada respuesta era automáticamente seguida de una bofetada
en la cara, una rutina que se repetía sin pausa por 30 minutos”. Un segundo
detenido interrogado en la presencia de Kleinman estuvo sujeto a privación de
sueño y a adoptar posiciones dolorosas de estrés. Un tercero tuvo todas sus
prendas de vestir físicamente arrancadas de su cuerpo y fue obligado a
permanecer de pie por doce horas o “hasta que se desvaneciera” (“Air Force
Instructor Details Harsh Interrogations”, Washington Post, 26
septiembre 2008). Esto sucedió más o menos al mismo tiempo que las torturas de
los prisioneros de Abu Ghraib, de infamante recordación en el mundo entero, que
se conocieron debido a la filtración subrepticia de fotografías de los actos
brutales y humillantes que sufrían los detenidos.
Las recientes revelaciones vinieron en adición a la denuncia en abril de que
el uso por la CIA del sistema de ahogamiento simulado y otras formas de tortura
contra detenidos inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001 fue
deliberada y meticulosamente planeado por altos funcionarios de la Casa
Blanca en docenas de reuniones. Una fuente de la ABC News reveló que las
torturas “fueron casi coreografiadas”. El equipo de planeamiento de las torturas
incluía al vicepresidente Cheney, la asesora de Seguridad Nacional Condoleezza
Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario de Estado Colin
Powell, el jefe de la CIA George Tenet y el procurador general John Ashcroft. En
abril de este año después que fueron reveladas estas reuniones, Bush le dijo a
la ABC: “Sí, estoy informado que nuestro equipo de seguridad nacional se ha
reunido para discutir este asunto y yo lo he aprobado”.
En los centros militares de detención de los Estados Unidos (como Guantánamo)
y las prisiones secretas de la CIA alrededor del mundo durante los últimos siete
años: los prisioneros son golpeados a veces hasta el punto de producirles la
muerte. Se les obliga a permanecer de pie hasta que colapsen. Se les impide
dormir. Se les mantiene en celdas que están iluminadas las 24 horas del día.
Están sometidos a un fuerte ruido constante e intolerable. Se les amenaza con
perros y serpientes. Se les mantiene desnudos y tiritando en celdas frígidas.
Sus manos y sus pies están encadenados al piso o están colgados por sus muñecas
desde las paredes de las celdas, lo que resulta en dislocaciones lentas y
extremadamente dolorosas de los hombros. Están sexualmente humillados. A sus
familias se les dice que los matarán y los violarán. A algunas de las personas
se les somete a un método medieval de ahogamiento simulado, o el submarino. A
algunas personas se les mantiene en completa oscuridad y silencio por semanas y
meses. Algunos son llevados a la locura con estas torturas. Centenares de
detenidos en Guantánamo han sido liberados después de padecer años de abuso y
ahora viven con las pesadillas de estos horrores; otras continúan en esas
condiciones o están sometidos a farsas de juicio a manos de torturadores en que
se acepta lo que se puede extraerles bajo tortura como evidencia.
Esta es la manera en que miles de personas han sido tratadas por el gobierno
de los Estados Unidos.
Insuficiente “protección desde arriba”
Los memos de la Casa Blanca revelados por el Post surgieron debido
al temor de la CIA de que el programa gubernamental de torturas podría ser
revelado y que los agentes de la CIA que participaron en la tortura podrían ser
acusados de crímenes de guerra. La CIA llevaba más de un año realizando la
tortura post 11 de setiembre antes del primer memo de 2003.
Los abogados del régimen de Bush habían redactado documentos secretos
indicando que la tortura era legal. El abogado de la Casa Blanca Alberto
Gonzales (que más tarde fue elevado a la posición de procurador general federal)
escribió inmediatamente después del 11 de septiembre que la convención de
Ginebra contra la tortura era “anticuada” y no era aplicable a la “guerra contra
el terror” lanzada por el gobierno de los Estados Unidos.
Un equipo de abogados de la oficina del Consejería Jurídica del Departamento
de Justicia emitió una serie de secretos e infamantes memos cuyo objeto era
proporcionar un aval jurídico para la actividad de tortura de los detenidos bajo
control norteamericano. Un memo, escrito por John Yoo, asistente del procurador
general federal, y firmado por su jefe, Jay Bybee, declaró que lo que los
interrogadores de la CIA hicieron con los prisioneros no se conformaba a la
definición jurídica de tortura a no ser que fuera “equivalente en intensidad al
dolor producido por una lesión corporal seria, tal como falla de órganos,
deterioro de las funciones corporales o inclusive la muerte” (ver “Controversia por negativa de la Escuela de Derecho de
Berkeley de despedir al “facilitador” de Bush: ¡El profesor John Yoo
tiene sangre en las manos!”.)
En un testimonio recién divulgado, John Bellinger, ex asesor jurídico en jefe
del Consejo Nacional de Seguridad, reveló que en las reuniones de la Casa Blanca
para discutir el tema de tortura, los abogados del Departamento de Justicia,
John Yoo en particular, proporcionaron orientación y aprobación frecuente a la
CIA acerca de sus métodos de interrogación.
A pesar de todo esto, la CIA estaba aparentemente preocupada de que no había
suficiente documentación escrita que autorizara la tortura para salvarse el
pescuezo, porque sabía que lo se estaba haciendo con los detenidos estaba en
clara violación de la Convención de Ginebra y el derecho internacional así como
contra las leyes anti tortura de los Estados Unidos. Un agente de
inteligencia de alto mando le dijo al Post: “Esta situación venía a
flote diariamente en las reuniones. Nosotros lo escuchábamos de nuestros jefes
de campo. Ya estábamos de hecho preocupados de que nos iban a echar la culpa”.
Un abogado de la CIA dijo: “La duda era si tuviéramos suficiente aval o
protección desde arriba”. La CIA solicitó un segundo memo que autorizara la
tortura proveniente de la Casa Blanca después de que los horrores de Abu Ghraib
se conocieron 2004.
“No hay ningún misterio aquí”
“Lo que esas revelaciones recientes han ocasionado de hecho ha sido comenzar
a difundir la documentación del crimen y dejar en claro que no había ningún
misterio”, le dijo Lynne Kates, del Centro por los Derechos Constitucionales, a
Revolución. “No hay ninguna duda de quién supo y cuándo lo supieron.
Esas no son preguntas acerca de la tortura como un crimen de guerra cometido a
los niveles más altos de la administración y a los niveles más altos del
gobierno. De hecho la pregunta puede ser contestada con sus propias palabras y
con sus propios memos. No solamente lo supieron desde el principio sino que lo
planearon y lo autorizaron de una manera sistemática... Esto ha comenzado a
crear el documento probatorio que de hecho habla de la necesidad de un proceso
contra estas gentes por los crímenes que han cometido contra la humanidad”.
Aunque la revelación de los memos de la Casa Blanca salió en la primera plana
del Washington Post, la mayoría de los medios de comunicación no
prestaron la atención debida a la participación de los altos rangos del gobierno
en la tortura; tampoco la tortura ha constituido un importante tema en la
elección presidencial, y ningún político convencional está hablando de iniciar
un proceso de destitución al régimen de Bush por crímenes de guerra. A medida
que la evidencia de crímenes de guerra y el rol de la administración se
incrementan, Nancy Pelosi, que dirige la Cámara de Representantes, contestó a
una pregunta sobre el proceso de destitución de esta manera: “Yo he retirado de
la mesa de discusiones este tema hace mucho tiempo. No se puede hablar de esto a
no sea que se tengan pruebas en la mano” (“10 Questions for Nancy Pelosi”, la
revista Time, 31 julio 2008). Pelosi misma fue informada de la política
de tortura del gobierno en 2002 en su calidad de demócrata de peso del Comité de
Inteligencia de la Cámara y no hizo nada para oponérsele.
Los abogados del régimen de Bush que facilitaron el aval jurídico para la
tortura han hecho carrera con altos puestos en la vida académica y en las
cortes. John Yoo es un profesor de derecho constitucional en la Universidad de
California-Berkeley y Jay Bybee ha sido nombrado juez de la Corte de Apelaciones
del Noveno Circuito con el apoyo bipartito del Congreso.
El hecho de que no ha habido una protesta masiva en la sociedad contra la
autorización del equipo de Bush a la tortura indica a qué grado se ha legitimado
el uso abierto de la tortura en la política, la dirección y el discurso de la
política oficial de la sociedad norteamericana. Esto ha sido parte de un
movimiento extremadamente peligroso de los gobernantes a fin de establecer
nuevas normas de tipo fascista.
* * * * *
En los años 60, Bob Dylan escribió una canción acerca de la muerte de Emmett
Till, un jovencito negro de 14 años de edad que fue brutalmente asesinado por
racistas blancos en Money, Misisipí en 1955. Dylan evoca en su canción la muerte
y el sistema de justicia que permitió que los asesinos fueran dejados en
libertad. En el penúltimo verso Dylan habla de aquellos que muestran
indiferencia frente a tan grande injusticia:
Si no puedes oponerte a estas cosas, a un crimen que es tan
injusto, Tendrás los ojos llenos de la suciedad de hombres muertos, y la
mente de polvo. Sin duda tendrás los brazos y las piernas en grilletes y
cadenas, y ya no se circulará la sangre, ¡Por haber dejado que cayera esta
raza humana en un abismo tan profundo, carajo!
Hoy día, si uno actúa como si no supiera de la tortura sistemática
implementada por su gobierno, ha optado por NO SABER. Mucha gente ha aprendido a
aceptar la vida bajo un estado en el cual la aplicación de dolor corporal y
mental extremo sobre los seres humanos se ha vuelto la norma. Para aquellos que
están protestando y rebelándose, existe un reto de movilizar a otros para
reconocer la realidad, actuar con claridad moral y oponer una resistencia
política a los horrendos crímenes de los gobernantes.
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