El
País de España - 30 de Noviembre de 2006
Feria del Libro de Guadalajara
Escritores contra el silencio
Sesenta intelectuales
denuncian la 'legitimación' de la tortura por parte de Estados
Unidos
Carles Geli -
Guadalajara
Sesenta intelectuales latinoamericanos, entre los que se encuentran tres
premios Nobel -Gabriel García Márquez, Adolfo Pérez Esquivel y José Saramago-,
no han querido callarse y apenas un mes después de la aprobación por el Congreso
de Estados Unidos de la ley conocida como Military Comissions Act of 2006, han
decidido firmar un breve pero contundente Manifiesto contra la tortura.
La nueva norma estadounidense permite dejar en manos de comités militares a
terroristas y combatientes enemigos de EE UU, autorizando interrogatorios
coercitivos que en la práctica propician la tortura de forma legal. Partiendo de
la premisa de que "el silencio puede legitimar" se ha elaborado el Manifiesto
contra la tortura, firmado en Monterrey el pasado día 24 y hecho público
anteayer (madrugada de ayer en España) en la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. El documento es, además, un proemio de lujo del libro Contra la
tortura, cinco ensayos sobre el tema publicados por la editorial mexicana
Fineo, que ha sido presentado en el bullicioso marco de la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara (México).
Juan Goytisolo, Carlos
Monsiváis, Álvaro Mutis, Ariel Dorfman, Tomás Eloy Martínez, Xavier Velasco,
Ignacio Padilla, Rafael Gumucio, Emir Sader, Luis Villoro, son también, entre
otros más, firmantes de un texto de apenas poco más de dos folios que define la
tortura como "la expresión siniestra de un poder ilimitado sobre los lugares más
íntimos del cuerpo y sobre naciones enteras, en un mundo en que cada día hay más
injusticia y desigualdad; y más desesperación".
"América Latina está
contra la tortura y contra una ley que corona el proceso de involución
democrática bajo el formato de sociedad democrática" en el que vive EE UU,
afirmó en el acto de presentación el escritor Eduardo Subirats, alma
máter del proyecto y autor de uno de los cinco ensayos del libro. "Se trata
de romper el silencio, porque el silencio siempre es cómplice", manifestó Carlos
Castresana, fiscal del Tribunal Supremo, coautor del libro y otro de los
promotores del manifiesto presentes. El que fuera autor de la querella formal en
contra de Augusto Pinochet ante la Audiencia Nacional recalcó la urgencia de
"desmantelar ese sofisma de que todo eso se hace en defensa de la sociedad" y se
preguntó: "¿Cuánto tiempo tardará el Partido Demócrata en derogar esta ley de
los republicanos de Bush?". La politóloga argentina Pilar Calveiro, secuestrada
ilegalmente durante año y medio por la dictadura militar en 1977, amplió la
geografía occidental de la tortura al recordar que "es una práctica que no
compete sólo a EE UU: se ha dado con la connivencia de algunos países de
Europa", pensando en los casos de prisioneros que han sido detenidos en el
continente y traslados al limbo jurídico de Guantánamo.
Saramago destacó con
brillante sencillez la crueldad de la tortura: "El hombre es el único animal que
tortura a sus semejantes. Y no hace falta estar en un país dictatorial: también
pasa en las democracias". "Los que hemos escrito la Divina Comedia y
La Ilíada -prosiguió con voz pausada pero contundente- ¿somos los que
hacemos esto? ¿Qué nos pasa? ¿Estamos locos?". El Nobel alerto sobre "la
falsedad de la institución democrática". "Vivimos bajo una plutocracia universal
en la que sólo se nos pide votar cada equis tiempo; los pueblos no tienen fuerza
para cambiar su vida", dijo Saramago.
Los cinco ensayos que
conforman el libro Contra la tortura combinan el marco teórico con casos
prácticos. Calveiro y Castresana fijan la trastienda y tipología ideológica y el
contexto jurídico, respectivamente, de la tortura, cuya fase moderna arrancaría,
según el fiscal, tras el 11-S. La antropóloga brasileña Rita Laura Segato
analiza el cruel y oscuro caso de las mujeres asesinadas -y antes torturadas- de
Ciudad Juárez, mientras la antropóloga colombiana Margarita Serje hace aflorar
los abusos del Gobierno de su país con los ciudadanos de la población indígena
del país. Un paseo analítico por la estética literaria y cinematográfica
de la tortura es la aportación escrita de Subirats. "Está muy bien hacer el
manifiesto y escribir el libro, pero ahora hay que leerlo y convertirse uno en
elemento movilizador", conminó Saramago.
"Manifiesto contra la
tortura"
El Congreso y el Gobierno de los Estados
Unidos de Norteamérica acaban de aprobar una ley, la Military Commissions Act of
2006, que justifica y propicia la práctica de la tortura, mediante la
autorización de interrogatorios coercitivos y la imposición de dolor físico y
mental como procedimiento pretendidamente legal. Lo ha hecho en nombre de una
Guerra global contra el terrorismo cuya expresa indefinición jurídica permite
comprender entre sus objetivos estratégicos y tácticos tanto a verdaderos
criminales, como a grupos o personas que se enfrentan a ocupaciones militares o
gobiernos tiránicos -a las que el derecho internacional garantiza el estatuto de
combatientes-, organizaciones y movimientos de defensa civil o de resistencia, y
a simples ciudadanos.
Esta legalización de la tortura corona una serie de escándalos globales
que han puesto de manifiesto su uso por parte de agentes y militares de esa
misma Guerra global, sobre quienes ellos discrecionalmente dispongan,
principalmente en prisiones secretas y campos militares de detención.
La tortura es un medio violento destinado a destruir la integridad moral
y física del ser humano y anular su voluntad. Tanto los llamados métodos
científicos de interrogación coercitiva, como las técnicas de agresión
eléctrica, química, física y psíquica definen uno y el mismo sistema de
violación, degradación y sujeción de la persona. Sólo los gobiernos despóticos,
corruptos o belicistas han hecho uso de esas prácticas deshumanizadoras. Sólo
los sistemas totalitarios les han dado carta de legitimidad. Las comunidades
democráticas, la conciencia moral y religiosa de los pueblos, el más elemental
humanismo no han dejado de oponerse a sus ultrajes y a su crueldad.
La aplicación de la tortura se extiende deliberadamente a grupos
sociales amplios, comprendiendo las familias, los círculos sociales o las
comunidades religiosas que puedan disponer de información directa o indirecta
sobre cualquier forma de resistencia política, sea o no violenta. Pero la
tortura no sólo es una práctica cruel, sino que construye además todo un sistema
de terror y coerción sociales. Su último objetivo es humillar y deshumanizar a
las comunidades en las que se aplica, destruir sus vínculos de solidaridad,
vaciar su confianza en sí mismas y liquidar su voluntad colectiva. Es la
expresión siniestra de un poder ilimitado sobre los lugares más íntimos del
cuerpo y sobre naciones enteras, en un mundo en el que cada día hay más
injusticia y desigualdad y más desesperación.
La práctica militarmente organizada de la tortura, los abusos sexuales y
de todo tipo contra hombres y mujeres, los encarcelamientos clandestinos y las
desapariciones forzadas, no son una noticia nueva en la historia del Tercer
Mundo, y de América Latina en particular. Ha sido más bien una constante
histórica de la dominación colonial, neocolonial y neoliberal.
Pero su justificación por parte de las autoridades norteamericanas tiene
consecuencias globales más graves todavía. Muchos gobiernos se han servido de la
tortura, pero no podían legitimarla, ni pretendían defender y difundir la
libertad con esta clase de métodos. Hoy, la propaganda a favor de la tortura en
nombre de la llamada Guerra contra el terrorismo ofrece a estos gobiernos una
siniestra coartada para su uso pasado, presente y futuro. Legalizada o no, la
tortura es una práctica aberrante condenada por principios elementales de
humanidad.
En los últimos años hemos asistido al recorte, la instrumentalización y
neutralización de estos mismos derechos, hasta el extremo de hacerlos
irreconocibles. El derecho a la integridad física y moral de la persona, a la
defensa jurídica de su inocencia frente a poderes corporativos y estatales, y a
la resistencia contra constantes violaciones del territorio, del ecosistema y de
la propia vida humana ha sido una y otra vez violado. La propaganda de guerra y
la legitimación de la tortura coronan este proceso regresivo de una humanidad
amenazada.
Apelamos el respeto sagrado a la dignidad humana, a su integridad física
y espiritual, y a su soberanía moral. Exigimos el rechazo de la tortura como una
práctica inhumana, contraria a toda forma civilizada de convivencia, y opuesta a
toda verdadera restauración de una dañada comunidad pacífica de los pueblos: en
nombre de los Derechos Humanos.
Monterrey, México, 24 de noviembre de2006.
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