¿Será hora de hacer una inquisición nacional?
Lo rápido que va llenándose el cuaderno de incidentes criminales por razones
de odio indica que va surgiendo el lado malévolo de nuestro carácter nacional.
Lo último reportado, el 19 de julio, encuentra a dos adolescentes blancos en
Shenandoah, Pennsylvania, acusados de cometer homicidio e intimidación étnica
por golpear hasta la muerte a un inmigrante indocumentado mexicano de 25 años.
Los acusados tienen sólo 16 y 17 años. Un tercer joven está acusado de
asalto.
En Nashville, una mujer embarazada mexicana detenida por una infracción de
tránsito el 3 de julio y a quien encontraron tener pendiente un cargo por
infringir las leyes de inmigración, resultó detenida con esposas y grilletes por
el departamento del alguacil mientras sufría los dolores del parto antes de dar
a luz.
En Phoenix, cinco individuos y Somos América, una coalición de base
comunitaria latina, han abierto juicio en tribunal distrital federal contra el
alguacil del condado de Maricopa, Joe Arapaio, y contra su departamento y el
gobierno del condado, por detener y maltratar ilegalmente a latinos, lo cual es
una infracción de las Enmiendas 4 y catorce de la Constitución de los Estados
Unidos, del Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964, y de la
Constitución de Arizona. El querellante, Manuel Nieto, Jr., ciudadano de los
Estados Unidos, mantiene que lo detuvieron delante del taller de reparaciones
mecánicas de su familia después que la policía lo oyera escuchar música en
español.
Han recibido atención de los medios muchos, muchos más incidentes infames –
en Farmer’s Branch, Texas, en Hazelton, Pa., en Long Island, N.Y., en
Pottsville, Iowa. Se han realizado en casi todos los estados de la nación.
Si se quedan sin corrección, esta intolerancia social se convertirá en parte
de nuestro carácter nacional, así como se conformó la segregación racial.
Permite la discriminación. Y mientras tanto, gente buena simplemente
observa.
Las cifras – en particular de infracciones prejudiciales de menor escala –
las corrobora el Centro Pew de Investigación en un estudio del 2007.
Increíblemente, el informe encontró que una mayoría de hispanos indicó que era
un problema mayor la discriminación en su contra.
No hay nada con las dimensiones actuales que haya ocurrido en nuestro país
desde la Ley de Exclusión de los Chinos de 1882, cuando personas racistas
echaron a trabajadores chinos de pueblos del oeste, lo cual incitó a muchos a
buscar refugio en México.
Durante los años de depresión económica de la década de los 1930, más de
medio millón de “mexicanos”, miles de los cuales tenían documentos legales y
miles más nacidos aquí, fueron desarraigados y enviados a México cual ganado, en
trenes y en camiones.
Una racionalización irreflexiva dice que la culpa es de ellos, que ya les
tocaba, que probablemente entraron sin permiso a nuestro país.
¿Acaso les tocaba a los 75 inmigrantes indocumentados, empleados de empresas
de las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre del 2001, cuando
murieron junto a 3.000 personas más? ¿Merecían morir?
Lo que hoy se necesita es reconciliar, y contar, admitir y reconocer lo que
ocurrió y lo que lo va impulsando. Un paso en esa dirección sería hacer un
llamado a todos los que postulan a puestos políticos a nivel nacional a que se
comprometan a realizar una inquisición a nivel nacional de reconciliación que
identifique lo responsable por la reacción exagerada e irracional al tema de
inmigración. ¿Quiénes son los oportunistas y quiénes los que provocan
conflicto?
Los votantes en noviembre deben exigir no sólo un compromiso con una reforma
migratoria lógica, sino también con una estrategia nacional par eliminar
políticas que animan las prácticas de abuso contra nuestros chivos expiatorios
nacionales, los más vulnerables entre nosotros. Esta pestilencia la podemos
ventilar con la verdad.
es el autor de “The Rise of Hispanic Political Power”.
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