Cientos de mexicanos deportados por autoridades de Estados Unidos se
enfrentan a una dura realidad que creían haber dejado atrás
- JULIE WATSON / Associated Press |
- 2008-09-07
Primera parte
TIJUANA, México.— La puerta negra se abre silenciosamente y da a un callejón
con paredes de metal corrugado. En uno de los muros alguien garabateó la palabra
"Fin".
Para los mexicanos deportados por Estados Unidos, esa palabra es un
recordatorio innecesario de su mala fortuna.
Cada vez que alguien cruza la puerta, se desvanece un sueño, se divide una
familia y se pone fin a una vida en las sombras.
Unos 700 mexicanos son deportados diariamente por Estados Unidos y regresan a
su país a pie, a través de esta puerta de Tijuana, según las autoridades
mexicanas. Son campesinos, trabajadores de la construcción, delincuentes,
niñeras, menores, familias enteras.
A pocos pasos de la puerta, turistas estadounidenses se toman fotos. Ignoran
el drama de hombres, mujeres y niños que regresan cabizbajos a una tierra que
querían dejar atrás, arriesgando incluso sus vidas.
MÁS DEPORTADOS
Las deportaciones hechas por Estados Unidos aumentaron más de un 60% en los
últimos cinco años. Casi dos tercios de los deportados son mexicanos. Con su
retorno en masa, se revierte en parte uno de los movimientos migratorios más
grandes de la historia reciente. A lo largo de la frontera, refugios que otrora
usaran quienes se disponían a ingresar ilegalmente en Estados Unidos están ahora
repletos de gente que regresa, que duerme en colchones tirados en el suelo, uno
junto al otro.
Reporteros de AP que pasaron una semana en este sector de la frontera,
observaron la llegada de un autobús tras otro con deportados. Los repatriados
lucen a menudo desorientados. Muchos no saben bien qué responder cuando las
autoridades les preguntan de dónde son, pues han pasado decenas de años en
Estados Unidos.
Los rostros de quienes desfilan por la puerta reflejan el alcance de la
campaña emprendida por el gobierno estadounidense contra la inmigración
indocumentada.
Abundan los jóvenes. Este año han sido repatriados más de 18 mil menores de
18 años. Más de la mitad vinieron solos, según el gobierno mexicano.
También hay delincuentes. Estados Unidos no revela las nacionalidades, pero
en lo que va del año deportó a unos 55 mil presos. Un individuo cruzó la
frontera en pantuflas, con 80 centavos en sus bolsillos, tras ser detenido
durante una violenta pelea con su esposa en el patio de su casa.
Un 13% de las deportaciones realizadas desde enero involucran a mujeres, unas
40 mil en total, de acuerdo con las autoridades mexicanas. A veces son devueltas
por la noche, solas.
México debe lidiar ahora con un sector de la población que había ignorado. Y
los que regresan tienen que buscársela en un país que para muchos es
desconocido.
SIN VISA
Martes por la mañana.
A las 11:03 a.m., seis adolescentes —tres niñas y tres varones— se encolumnan
frente a la puerta, acompañados por un funcionario del consulado mexicano.
"¿De dónde es usted?", le pregunta un empleado del servicio de inmigración
mexicano a cada uno de los muchachos.
La cara de Paola Rivera está roja de tanto llorar.
Hacía sólo tres horas era una de tantas mexicanas que se preparaban para ir a
la escuela, al trabajo o de compras en California. Cuando llegó al mostrador
donde debía responder a las preguntas de un agente del servicio de inmigración,
cayó presa del pánico y siguió caminando. El agente le gritó tres veces que se
detuviera. Finalmente, se le paró en frente y le puso las manos detrás de la
cabeza.
Rivera le dijo en español que no tenía visa y se echó a llorar.
Explicó que quería ver a su madre, quien cruzó ilegalmente la frontera cuando
ella tenía 8 años y se radicó en Los Ángeles. La dejó con su padre en
Chimalhuacán, un barrio pobre a las afueras de Ciudad de México. Ahora no sabe
bien qué hará.
En los primeros seis meses del año fueron devueltos a México 18,249 menores
de 18 años, según el Gobierno mexicano. Algunos probablemente fueron repatriados
más de una vez.
Los jóvenes son llevados a una oficina rodante del gobierno en la que un
psicólogo y un trabajador social los ayudan a llamar a sus familiares. Los
jóvenes pueden recostarse en literas o ver televisión.
Luego de llamar a una tía que vive en Tijuana, Rivera se limpia la nariz y se
seca las lágrimas. Dice que no puede regresar a Chimalhuacán, donde tuvo una
gran pelea cuando la familia de su padre le dijo que su madre no la quería
porque había formado otro hogar en Los Ángeles.
"Solo quiero estudiar y estar allá con mi mamá", expresó con angustia
Rivera.
EN UN PAÍS DESCONOCIDO
Miércoles en la mañana.
Los reos llegan a la puerta encadenados a las 10:43 a.m. Algunos lucen
todavía sus uniformes carcelarios. Cuando les quitan las cadenas, recogen unas
bolsas de papel con sus pocas pertenencias... algún cinturón, una medicina, unas
monedas.
Un funcionario mexicano pone una marca junto a sus nombres en un tablero a
medida que van cruzando la frontera.
Los individuos no saben qué harán con sus vidas. Y los residentes de Tijuana,
una ciudad donde abunda la violencia, se preguntan qué impacto tendrán estos
reos en la comunidad.
Casi una tercera parte de las 278 mil personas deportadas en 2007 eran
delincuentes que habían cumplido sus sentencias.
Alejandro Fonseca fue hallado culpable de tráfico de drogas y deportado el
año pasado. Vive en Tijuana con su esposa, quien es estadounidense, y sus tres
hijos, todos nacidos en Estados Unidos.
Subsisten comiendo en un refugio del Ejército de Salvación en un barrio bajo,
próximo a la frontera. Su hija de 13 años no va a la escuela desde que llegaron
porque no habla español.
Fonseca dice que su familia la está pasando muy mal, pero que esta nueva
situación hizo que él se alejase de las drogas.
"Mucha gente quiere seguir haciendo las mismas cosas que hacía allí [en
Estados Unidos] y lo paga caro", expresa Fonseca, mientras espera que le sirvan
la cena en el refugio.
Fonseca busca trabajo, pero llenar las solicitudes de empleo no le resulta
fácil. Vivió 30 de sus 31 años en Estados Unidos y no domina bien el
español.
"Podemos hablar español, pero no encontramos las palabras exactas",
explica.
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