16-10-2008
Proyecto Censurado 2009
Psicólogos cómplices de los torturadores de la CIA
Mark Benjamin/Katherine Eban
Salon.com/Vanity Fair/Democracy Now!
Cuando en 2005 las noticias periodísticas denunciaron que había psicólogos
trabajando con militares de EEUU y la CIA para desarrollar métodos brutales de
interrogación, los líderes de la Asociación de Psicólogos Americanos (APA)
montaron un grupo de trabajo para examinar la cuestión. Después de apenas dos
días de deliberaciones, el grupo de diez miembros concluyó que los psicólogos
desempeñaban "un papel valioso y ético" al asistir a los militares.
Un alto nivel de secreto rodeó al grupo de trabajo y prohibió el acceso a los
procedimientos y a los miembros y asistentes. No sería hasta un año después que
sería conocida la identidad de los miembros de este grupo, finalmente publicada
en Salon.com, revelando que seis de nueve miembros con derecho a voto pertenecen
a agencias de inteligencia directamente conectadas a los interrogatorios en
Guantánamo y los sitios oscuros de la CIA que funcionan al margen de las
convenciones de Ginebra.
La entidad Ética Psicológica y Seguridad Nacional (PENS, en inglés) fue
montada en respuesta a la evidencia cada vez mayor de que los psicólogos
participan no sólo en los procedimientos que han dado una sacudida eléctrica a
los sentimientos de la humanidad alrededor del mundo, sino que de hecho
estuvieron a cargo de diseñar esas táctica brutales y de entrenar a los
interrogadores en esas técnicas.
En particular dos psicólogos desempeñaron un papel central: James Elmer
Mitchell, que fue contratado por la CIA, y su colega Bruce Jessen. Ambos
trabajaron en el programa de entrenamiento militar clasificado llamado
Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape (SERE), que condiciona a los
soldados para aguantar el cautiverio en manos enemigas. De una manera muy
cuasi-científica, según psicólogos y otros con conocimiento directo sobre sus
actividades, Mitchell y Jessen diseñaron la reingeniería de las tácticas
infligidas a los aprendices de SERE para usarlas sobre detenidos en la guerra
global al terror.
Con la adopción completa de las técnicas interrogativas SERE por parte de los
militares de EEUU, la CIA puso a Mitchell y a Jessen a cargo del entrenamiento
de los interrogadores en sus técnicas brutales, incluyendo el submarino, en toda
su red de sitios negros. Mientras tanto estaba cada vez más claro que EEUU ha
sacrificado su conciencia y su imagen global por tácticas que en el mejor de los
casos son ineficaces.
Con cerca de 150.000 afiliados, la APA es el cuerpo más grande de psicólogos
en el mundo. A diferencia de la Asociación Médica Americana y de la Asociación
Psiquiátrica Americana que, desde 2006, han barrido totalmente a los doctores
que hayan participado en torturas, la APA continúa permitiendo que sus miembros
intervengan en los interrogatorios de detenidos, alegando que su presencia
garantiza interrogatorios seguros y previene abusos.
La Dra. Jean Maria Arrigo, una de las tres miembros civiles del grupo de
trabajo PENS 2005, cuya tarea fue considerar la conveniencia de la implicación
de psicólogos en métodos ásperos de interrogatorios, aseguró que las
conclusiones de ese grupo de trabajo fueron adulteradas en los niveles más altos
del departamento de Defensa.
Citando una serie de irregularidades que incluyen la rapidez, la intimidación
y el secreto, Arrigo afirmó que el grupo de trabajo estaba lejos de ser
equilibrado o independiente. Informó que el presidente de APA Gerald Koocher
ejerció un fuerte control sobre las decisiones del grupo de trabajo y censuró a
los disidentes. Seis de los diez miembros fueron ubicados en altos puestos en el
DOD (Pentágono), en atención a que representaban claramente las decisiones que
ya habían sido tomadas. Estas fueron: a) la adopción de una definición permisiva
de la tortura en la ley de EEUU, en comparación con la definición terminante del
derecho internacional, y b) participación de psicólogos militares en los
apremios de los interrogatorios.
Muchos psicólogos molestos insisten en que la política de la APA ha hecho de
la organización un estandarte de la tortura.
En la convención anual de APA, en agosto de 2007, los miembros presentaron
ante el Consejo de Representantes de la APA una enmienda a la moratoria de su
resolución:
"Se resuelve que los objetivos de la APA consisten en el progreso de la
psicología como una ciencia y profesión y como medio de promover salud, la
educación y el bienestar. Y por lo tanto, la actuación de psicólogos en los
apremios en que se priva a los detenidos de la adecuada protección de sus
derechos humanos se deben limitar, como personal de salud, a la disposición del
tratamiento psicológico".
El consejo votó de manera aplastante por el rechazo de esta medida que habría
prohibido participar a sus miembros en interrogatorios abusivos de
detenidos.
En una encendida reunión de profesionales que siguió a la convención,
atestiguaron docenas de psicólogos enfurecidos. Entre ellas, el Dr. Steven
Reisner, miembro de la Coalición para una APA Ética, preguntaba por qué el
Consejo de Representantes votó por rechazar la moratoria en una clara
contradicción con las convicciones de una vasta mayoría de la membresía de
APA.
Reisner realzó la carencia de estándares éticos esenciales en esa asociación
y entre sus miembros. "Esto va a la esencia de quiénes somos como psicólogos
éticos. Si no podemos decir ‘No, no participaremos en interrogatorios realizados
en sitios negros de la CIA’, pienso que tenemos que preguntarnos seriamente qué
somos como organización y, para mí, cuál es mi lealtad a esta organización, o si
puede ser que tengamos que criticarla desde afuera por este motivo".
Actualización de Mark Benjamin
Un mes después de que Salon publicara "Los profesores de tortura de la CIA",
Vanity Fair continuó en julio de 2007 con un artículo profundo que igualmente
reveló cabalmente los pequeños detalles aportados por los psicólogos que
ayudaron a crear el brutal programa de interrogación de la CIA; un modelo que
hizo metástasis en la bahía de Guantánamo, Afganistán y en Iraq en lugares como
Abu Ghraib.
Por diciembre, estaba iniciando para mis lectores un viaje al interior de los
secretos “sitios negros” de la CIA, cuando Salon publicó la primera entrevista
en profundidad con un ex preso de la agencia, Mohamed Farag Ahmad Bashmilah.
Bashmilah incluso describió fríamente la esterilidad de su celda. El hombre del
Yemen al parecer fue culpable nada más de haber estado en el lugar incorrecto en
el momento indebido: la CIA lo soltó después de agotadores diecinueve meses de
encarcelamiento. "Cada vez que veía una mosca en mi celda, me llenaba de
alegría", me dijo, hablando de la privación sensorial machacante y el
aislamiento. "Deseaba ser como ella y deslizarme por debajo de la puerta, pues
no sería encarcelada".
El 22 de abril 2008, el Washington Post publicó un artículo sugiriendo que el
gobierno de EEUU fue mucho más allá que abusar de los detenidos sometiéndolos a
posiciones estresantes, privación del sueño y humillación sexual y pudo haber
recurrido a drogas alteradoras de la mente para desorientar a fondo a los
presos. De alguna manera, parecía que la agencia creyó que al exprimir así a los
detenidos sacaría afuera información confiable. A fines de ese mes, los
senadores Joe Biden, Jr. (demócrata por Delaware), Carl Levin (demócrata por
Michigan), y Chuck Hagel (republicano por Nebraska), preguntaron a los
inspectores generales del Pentágono y la CIA que le dieran un vistazo a la
historia.
En mayo de 2008, el inspector general del ministerio de Justicia lanzó una
separata del informe demostrando que durante años los agentes del FBI se habían
quejado de las tácticas ásperas de interrogación empleadas por la CIA y el
Pentágono. Esa preocupación cayó en los oídos sordos del Consejo de Seguridad
Nacional.
Sería grandioso decir que al final prevalecerá la justicia. Sin embargo,
cuando aparece la tortura, la mayoría de los esfuerzos del Congreso para
observar el comportamiento de la CIA y de los militares en el mejor de los casos
han sido anémicos.
A la hora de escribir estas líneas, el Comité de las Fuerzas Armadas del
Senado todavía examinaba –por lo menos en el papel– las actividades de James
Mitchell y Bruce Jessen, los dos psicólogos que primero identificó Salon
acusándolos de ayudar en la reingeniería de las táctica ideadas por el gobierno
para ayudar a los soldados de élite a resistir la tortura en las técnicas de
interrogación. El Comité Judicial de la Casa de Representantes está indagando
esto también.
Pero pocos esperan que alguna persona de la administración sea conducida
delante de cualquier clase de tribunal. Pocos expertos piensan que la justicia
será servida, con una Casa Blanca completamente convencida de que el abuso es
una táctica eficaz de interrogación e, igualmente, en la confianza de recibir
protección de quienes estén involucrados. Eso va para los psicólogos que
instalaron el programa diabólico y quienes les dieron la autoridad para llevarla
a cabo.
Médicos para los Derechos Humanos han sido perseguidos constantemente en esta
historia. Usted puede aprender más sobre esta organización y descubrir cómo
puede implicarse, visitando http://physiciansforhumanrights.org/.
Fuentes: Salon.com, June 21, 2007 Título: “The CIA’s torture
teachers” Author: Mark Benjamin
Vanity Fair, July 17, 2007 Título: “Rorschach and Awe” Author:
Katherine Eban
Democracy Now! August 20, 2007 Títulos: “American Psychological
Association Rejects Blanket Ban on Participation in Interrogation of U.S.
Detainees,” “APA Interrogation Task Force Member Dr. Jean Maria Arrigo Exposes
Group’s Ties to Military,” “Dissident Voices: Ex-Task Force Member Dr. Michael
Wessells Speaks Out on Psychologists and Torture,” and “APA Members Hold Fiery
Town Hall Meeting on Interrogation, Torture”
Estudiantes investigadores: Dan Anderson, Corey Sharp-Sabatino, Lindsey Lucia
y Andrea Lochtefeld Evaluador académico: David Van Nuys, Ph.D.
Título original: APA Complicit in CIA Torture Traducción: Ernesto Carmona
(especial para ARGENPRESS.info)
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