Estados Unidos derriba viviendas en Kandahar
Análisis de Gareth Porter* IPS 17 de diciembre de 2010
WASHINGTON - Los presuntos avances que el gobierno estadounidense de
Barack Obama se atribuye en la guerra que libra en Afganistán contra el
movimiento extremista Talibán se sustentan en acciones cada vez más violentas
contra la población civil.
Los "progresos" que publicita Washington se basan en la toma militar de tres
distritos rurales cercanos a la sureña ciudad de Kandahar, capital de la
provincia homónima.
Pero esos avances tácticos implicaron profundizar la debilidad estratégica
original que Estados Unidos tiene en Afganistán: el generalizado rechazo a la
presencia extranjera en todo el sur del país, donde predomina la etnia
pashtún.
La ofensiva en Kandahar, abiertamente rechazada por las autoridades
provinciales, se acompañó con una variedad de tácticas caracterizadas por la
creciente brutalidad.
La peor fue la demolición masiva de casas, tanto de aldeanos que habían huido
o que permanecían en sus aldeas cuando se inició la operación comandada por
Estados Unidos y fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN).
Esa acción sin precedentes y otras igualmente duras indican que el general
David Petraeus –que comanda tanto a las tropas de su país como a la Fuerza
Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF)— dejó de lado su pretensión
de ganar el respeto de la población local en los bastiones del Talibán.
En los distritos de Arghandab, Zhari y Panjwaii las tropas estadounidenses
emplearon topadoras blindadas, potentes explosivos, misiles y ataques aéreos
para "destruir casi todas las viviendas o granjas desocupadas en las zonas donde
operan", dijo el diario The New York Times el 16 de noviembre. Fue la primera
noticia sobre demolición de viviendas a gran escala.
Ni los funcionarios estadounidenses ni los afganos presentan cifras sobre la
cantidad de viviendas demolidas, pero un portavoz de la gobernación de Kandahar
dijo al diario que la cifra era "enorme".
Al confirmar esas acciones, el coronel Hans Bush, portavoz de Petraeus,
argumentó que eran necesarias porque muchas casas eran verdaderas "trampas" de
explosivos.
Pero Bush también reconoció que las tropas estadounidenses estaban empleando
varias "herramientas" para eliminar bosques en los cuales podrían esconderse los
guerrilleros y que las demoliciones obedecían, sobre todo, a la preocupación de
la ISAF sobre la guerra que el Talibán está librando con el uso de explosivos
improvisados.
El periodista Rajiv Chandrasekaran reveló el 19 de junio en el diario The
Washington Post que en un operativo en Zhari, los militares usaron más de 10
M58, una cadena de explosivos atados a un cohete que se emplean para detonar y
limpiar campos minados y que destrozaron todo, viviendas, árboles y cultivos,
abriendo amplias sendas para el pasaje de tanques.
El gobernador de Arghandab, Shah Muhammed Ahmadi, reconoció que aldeas
enteras fueron destruidas, y añadió que ya no había población en ellas.
Pero el coronel David Flynn, comandante de una unidad de la 101 división del
aire y responsable de esa zona, negó que las demoliciones se efectuaran sólo si
no encontraba a los habitantes.
Flynn dijo al diario británico Daily Mail que él puso un ultimátum a la
población de la aldea Khosrow: o le entregaban toda la información sobre los
explosivos que había plantado el Talibán o la aldea sería destruida. Las bajas
sufridas por uno de sus pelotones fueron de 50 por ciento.
Más tarde, Flynn aseveró que los residentes habían reaccionado limpiando
ellos mismos los explosivos, según Carl Forsberg, del Instituto para el Estudio
de la Guerra. El investigador Alex Strick Van Linschoten, uno de los únicos dos
civiles occidentales que han vivido en los últimos años en Kandahar, sostuvo que
la misma información le había llegado por boca de un amigo.
Pero Linschoten dijo a IPS que, según un testigo, otros dos poblados en el
área de acción de Flynn fueron arrasados y uno quedó "reducido a polvo".
La amenaza de destruir una aldea si los residentes no suministran información
constituye un castigo colectivo contra la población civil que está prohibido por
el Convenio de Ginebra Relativo a la Protección Debida a las Personas Civiles en
Tiempo de Guerra, en vigor desde 1950.
No está claro el alcance que tuvo la amenaza de demolición en Zhari y
Panjwaii y cuántas aldeas fueron destruidas ante el rechazo de dar
información.
Según datos del Departamento de Defensa, en todo el mes de octubre sólo se
recibió información de la población acerca de 13 explosivos improvisados en todo
el país. Esto sugiere que nada salió de las bocas de los habitantes de las
recién ocupadas aldeas de los tres distritos de Kandahar.
Estas medidas, como los castigos colectivos, forman parte de una estrategia
mayor, dirigida a presionar a la población pashtún de la zona sur.
Los ataques de las fuerzas especiales contra supuestos talibanes se
triplicaron desde que Petraeus tomó el mando en junio, pese a que su antecesor,
Stanley McChrystal, había indicado que despertaban la furia de los afganos
contra las tropas extranjeras.
Si bien en esos operativos murieron y fueron capturados muchos jefes
talibanes, también afectaron a miles de personas que apoyaban de forma
periférica a ese movimiento islamista y radical que controló buena parte del
país entre 1996 y 2001.
Esta forma de debilitar a la insurgencia Talibán está destinada a perpetuar
el ciclo; más pashtunes prometerán vengarse contra los extranjeros y rechazarán
al gobierno central.
El periodista Anand Gopal, especializado en Afganistán y que habla la lengua
pashtún, descubrió otra forma de castigo colectivo practicado por Estados
Unidos. Habitantes del distrito de Zhari le informaron de dos casos en los que
tropas estadounidenses y afganas arrestaban a toda la población de una aldea
desde donde recibían disparos de armas ligeras, dijo Gopal a IPS.
Las demoliciones parecen haber afectado a varios miles de personas y
"enfurecieron a mucha gente que pasará hambre y frío en los próximos meses",
dijo a IPS una fuente estadounidense que pidió anonimato.
Al comando de la OTAN no le preocupa este aspecto. Un alto oficial indicó que
obligando a la gente a quejarse ante el gobierno local por el daño a sus
propiedades "uno conecta al pueblo con sus gobernantes".
El comandante Nick Carter dijo en una entrevista con el canal AfPak que la
demolición de casas "permite al gobernador del distrito vincularse con la
población".
Habrá conexión, pero de carácter muy negativo. Un jefe anciano tribal de
Panjawaii fue citado por el artículo del Post rechazando la compensación por las
casas destruidas por tratarse de "una cortina de humo".
La brutalidad aplicada a Kandahar muestra que Petraeus echó por la borda la
idea central de su estrategia contrainsurgente basada en que la represión bélica
minaría el objetivo central de ganarse a la población.
Pero los jefes en el terreno saben que a la larga así no derrotarán al
Talibán. Flynn, por ejemplo, dijo al Daily Mail que "aquí no se puede lograr la
victoria matando. A la larga tendrá que haber una solución política".
*Gareth Porter es un historiador y periodista de investigación especializado
en la política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, "Perils
of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam", se editó en
2006.
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