Pasen y vivan Guantánamo
Polémica en EE UU por una atracción que emula las torturas infligidas en
la base
El País
ANDREA AGUILAR - Nueva York - 27/08/2008
Cuarenta minutos en metro separan Manhattan del histórico parque de
atracciones de Coney Island. Este verano, además de perritos calientes o una de
las montañas rusas de madera más viejas del país, por un dólar, los visitantes
pueden ver durante 15 segundos una simulación de las torturas de Guantánamo.
Grandes letras azules anuncian en el exterior la controvertida atracción
diseñada por el artista Steve Powers. Una escalera permite al espectador
asomarse al interior de una celda. A través de una reja, se ve a un robot
vestido con uno de los monos naranja de los prisioneros de la base
estadounidense. Está tumbado y atado a una tabla. Otro, con sudadera de capucha
negra, sujeta una jarra de metal con agua. Cuando el billete entra en la ranura,
el agua cae sobre la cara del preso, que se revuelve y gime. El artista recaudó
140 dólares el primer día.
Es la nueva atracción llena de preguntas (¿es lícito tratar un tema así en
una feria?) de un lugar por el que han pasado la mujer más pequeña del mundo,
insignes forzudos y freaks de todo tipo. En 1911, Samuel H. Gumpertz
comprendió lo lucrativo del negocio de mostrar rarezas y deformidades. Coney
Island se convirtió en un hito de la cultura popular estadounidense que no ha
dejado de inspirar a artistas y escritores; del Gran Gatsby de Fitzgerald a
Woody Allen en Annie Hall o la
fotógrafa Diane Arbus, que documentó durante años la extraña fauna de sus
casetas.
Casi un siglo después de que Gumpertz pusiera su negocio de rarezas en
marcha, Coney Island resiste a duras penas frente al ansia especuladora de
promotores inmobiliarios. Junto al Guantánamo de Powers, la Mujer Volcán,
cubierta de tatuajes, explica que es capaz de tomar una taza de gasolina como si
fuera té. Ni ella ni su compañera -que cada tarde engulle espadas- se han
acercado todavía al puesto vecino.
La nueva celda forma parte del proyecto Democracy for America, una iniciativa
de la organización Creative Arts. Mesas redondas, representaciones de históricos
discursos de la Nueva Izquierda y una performance en la que cerca de
cuarenta bisexuales leen una carta de amor a los candidatos a la presidencia son
algunas de las actividades realizadas por este grupo. "El arte tiene una larga
tradición en el terreno de la polémica, como elemento generador de debate",
explica Nato Thompson, comisario del proyecto. La organización para la que
trabaja empezó en los 70, década dorada del arte político.
Entre los ruidosos puestos de tiro y los coches de choque, el nuevo montaje
de Guantánamo no pasa inadvertido. John, activista americano pro derechos
humanos de la ONG El Mundo No Puede Esperar, distribuye información sobre su
organización a quien se acerca. "La tortura es un crimen contra la humanidad. Un
Gobierno que tortura es criminal. Pinochet en Chile o Ríos en Guatemala negaban
las torturas. El Gobierno de Bush las reconoce"
En la pared de la celda de Powers, un letrero rojo tranquiliza al espectador:
"Tranquilo, es sólo un sueño". ¿O una pesadilla? Franklin Soults, periodista
musical que visita por primera vez el parque, capta la ironía. "El artista
quiere demostrar que esto es tortura, aunque el Gobierno lo niegue, y lo hace de
una manera algo simple", dice, "porque la gente no presta atención a esto; lo
que más le preocupa es el precio de la gasolina y el paro".
Las técnicas de asfixia simulada, representadas en Coney Island y condenadas
por la convención de Ginebra, han sido defendidas por la Administración de Bush.
En los juicios que actualmente se celebran en Guantánamo, la comisión militar
admite como pruebas los testimonios de los presos obtenidos con estas técnicas
en los interrogatorios. En el carnaval decadente de Coney Island, no falta quien
considera que la nueva atracción debería ser más real. Steve, un estudiante de
Empresariales de 22 años, querría ver actores de verdad. "Si se trata de
sorprender y dar miedo, sería más efectivo si se mostrara tal y como ocurre",
asegura.
Powers, un grupo de abogados pro derechos humanos, y Mike Hirtz, interrogador
profesional contrario a emplear este tipo de técnicas, hicieron una
representación real del show el 15 de agosto ante 40 personas. La
radicalidad de la acción y el discurso de protesta se adaptaron a los requisitos
del sistema sanitario. "No les ataron por problemas con el seguro médico",
explica Thompson. Sin pasar a la cruda realidad, los muñecos de plástico también
pueden asustar y perturbar. Jenny, adolescente neoyorquina, así lo piensa tras
ver la atracción. "Esto es demasiado serio para Coney Island. Sé que es un
show freak, pero es un poco perturbador".
Junto a los dibujos de la fachada, Powers ha pegado un manual de
instrucciones en inglés, árabe y francés, ilustrado con dibujos, para explicar
la técnica de asfixia simulada en seis pasos. Lo primero, llenar una jarra con
agua. Luego, tapar la cara y atar a la víctima, ponerle un trapo mojado sobre la
capucha y echar el agua. Interrogar y repetir cuantas veces sea necesario. Y si
esto no les convence, suban a la noria.
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