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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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03-15-11

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Órdenes ejecutivas peligrosas

De David Swanson

27 de enero de 2009
AfterDowningStreet.org

El Centro para los Derechos Constitucionales ha expresado su preocupación por el hecho de que la orden ejecutiva de prohibición de la tortura, dictada por el presidente Obama, podría contener alguna laguna jurídica. Pero el quid de la cuestión es que ningún presidente tiene derecho a declarar la tortura legal o ilegal, tanto con lagunas jurídicas como sin ellas. Porque si consentimos que los presidentes ejerzan semejante poder, entonces aún cuando el nuevo presidente haga un buen uso del mismo, la existencia o no de lagunas jurídicas ser  la menor de nuestras preocupaciones.

La tortura es y ha sido ilegal desde hace mucho tiempo en todos los casos, sin excepciones. Está prohibida por nuestra Carta de Derechos, por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Convenio de Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos y Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y la Sección 2340 A del Título 18 del Código de Estados Unidos. Nada de lo que un presidente pueda hacer puede cambiar este estado de cosas sea para reinstaurarlo, atenuarlo o reforzarlo, en ningún sentido.

La prevención de la tortura no requiere de nueva legislación por parte del Congreso o de nuevas órdenes por parte del presidente. Tan sólo requiere que se apliquen las leyes existentes. De hecho, la adherencia a la Convención contra la Tortura, que en virtud del artículo VI de nuestra Constitución es ley vigente de los EE.UU., requiere que se procese penalmente a los torturadores y a cualquiera que haya sido cómplice de un delito de tortura.

Gran parte de los aparentemente nobles pasos adoptados por el Congreso en los últimos años, y por el presidente Obama en su primera semana, han servido para enmascarar el hecho de que la tortura siempre ha sido, todavía es y seguir siendo ilegal.

En 2005, John McCain lideró la presentación de la Enmienda McCain sobre Detenidos a la Ley de Presupuestos de Defensa de 2005, que fue aprobada por el Congreso y firmada por el presidente Bush. Ésta fue otra ley más que prohibía la tortura. No era necesaria, pero no hacía ningún mal, ¿no es cierto? Incorrecto. La aprobación de leyes como ésta sirven para crear la ilusión de que la tortura había sido legal con anterioridad. Y eso posibilita que la nueva ley permita excepciones. De hecho, McCain dejó la mayor laguna jurídica especialmente para la CIA. Y con eso ya se habría infligido suficiente daño, si no fuera porque el presidente Bush adjuntó una aclaración en el momento de la firma [*] lanzando la prohibición entera de la tortura por la ventana. Así, con el Congreso intentando prohibir la tortura y el presidente eliminando la prohibición, apenas se puede culpar a la gente por haber creído que la tortura era legal.

El presidente Bush también firmó órdenes ejecutivas y mandó la elaboración de informes de doctrina jurídica declarando que la tortura era legal. La nueva orden del presidente Obama revoca la anterior de Bush, pero Obama no tiene más derecho a deshacer la legalización de la tortura del que tuvo Bush a legalizarla para empezar. Sólo el Congreso tiene o debería tener el poder de legislar. La nueva orden de Obama exige la adherencia a las leyes, antes que proclamar el derecho a violarlas, y sin embargo existe una gran distancia entre publicar una orden exigiendo la adherencia a las leyes y hacer cumplir las leyes mediante la imputación de los infractores.

La misma orden que el presidente Obama utiliza para prohibir la tortura también ordena el cierre de todos los campos de detención de la CIA. Instalaciones cuya creación el Congreso nunca autorizó para empezar. Ordenar su clausura es lo correcto. Pero si el presidente puede dar la orden de cerrarlas, entonces, ¿qué‚ impide que otro presidente d‚ la orden de reabrirlas? La respuesta debería ser todos los tratados y las leyes que serían infringidos.

En gran parte, la orden ejecutiva de Obama ordena al gobierno que deje de quebrantar ciertas leyes. Pero al hacer esto, antes que reforzarlas, el nuevo presidente las erosiona casi hasta el extremo de volverlas inexistentes. Puesto que, ¿qué poder tiene una ley de dirigir el comportamiento si nunca se hace respetar? ¿Qué poder disuasivo puede tener una ley cuya violación simplemente provoca la orden formal de empezar a obedecerla? ¿Y qué estatus se supone que hemos de atribuir a otras leyes violadas para las que no se han promulgado estas órdenes de acatamiento formales?

Antes que elegir ciertas órdenes ejecutivas inconstitucionales o declaraciones en el momento de la firma de Bush para revocar, dejando otras en aparente necesidad de ser revocadas, el presidente Obama debería anunciar, simplemente, que no considerar ninguna orden o declaración anteriores que afirmen el derecho a legalizar lo que es ilegal. Y el nuevo fiscal general debería nombrar a un fiscal especial para imputar y procesar al antiguo presidente, al vicepresidente y a todos los altos funcionarios que violaron las leyes.

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[*] Nota de traducción: Una “aclaración” o “declaración’ en el momento de la firma, signing statement en inglés, no es una figura legal sino una controvertida práctica del presidente de los EE.UU., mediante la cual éste, en cuanto jefe del poder ejecutivo, se reserva la prerrogativa de interpretar de una determinada manera la ley aprobada por el legislativo que se le presenta para su firma.

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David Swanson es el autor de un libro que está  a punto de salir: Daybreak: Undoing the Imperial Presidency and Forming a More Perfect Union en Seven Stories Press y de la introducción a The 35 Articles of Impeachment and the Case for Prosecuting George W. Bush publicado por Feral House y disponible en Amazon.com. Swanson tiene una maestría en filosofía por la Universidad de Virginia. Ha trabajado como reportero periodístico y director de comunicaciones y ocupado diferentes puestos, entre los que se incluyen, el de secretario de prensa de la campaña presidencial de Dennis Kucinich en 2004, coordinador mediático con la International Labor Communications Association y tres años de coordinador de comunicaciones con ACORN, la Association of Community Organizations for Reform Now. Swanson es el cofundador de AfterDowningStreet.org, el creador de ConvictBushCheney.org y director de Democrats.com en Washington, miembro de la junta directiva de Progressive Democrats of America, de Backbone Campaign y de Voters for Peace, miembro del equipo de trabajo en asuntos legislativos de United for Peace and Justice y convocante del equipo de trabajo sobre responsabilidad y denuncia de la misma organización.


 

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