Oponer resistencia, y no acomodarnos, a la derecha religiosa
viernes, 19 de diciembre de 2008
Jill Mclaughlin
(Este artículo se publicó originalmente como una carta en la Chicago Free
Press)
Como muchas de la comunidad LGBT [Lesbiana, Gay, Bisexual, y Transgénera], me
uní recientemente a las manifestaciones contra la aprobación de la Proposición
8. Una pancarta casera en particular habló volúmenes de la razón porque no
debemos confiar en la política como de costumbre para proteger nuestros derechos
como seres humanos ni para concedérnoslos: "Voté para el primer presidente negro
y lo único lo que obtuve fue esta pinche prohibición de casamiento". Aunque
mucha gente LGBT votó por Obama, Obama señaló repetidas veces a lo largo de su
campaña que no apoya el matrimonio gay. Aunque se opuso a la proposición 8, no
pidió que se votara contra ella. Además, a lo largo de la campaña, dijo que
quiere extender las iniciativas basadas en fe que promovía Bush. Obama se negó,
además, a condenar a los dominionistas como Sarah Palin como un peligro a la
separación entre la iglesia y el estado.
La gente LGBT de California perdió el 4 de noviembre. Estamos hablando de la
misma población que durante los años setenta Harvey Milk animó a
luchar—verdaderamente luchar—para parar la proposición 6, que habría permitido
despedir a los maestros/as gays y lesbianas. Milk vio la urgencia de esa
situación. Milk y la comunidad de Castro sabían que, si se aprobara algo
parecido a la proposición 6, no cabe duda de que esa se establecería en todo el
país. Se movilizaron y pararon la proposición 6, y lograron conseguir una
ordenanza municipal que otorgó derechos civiles a la gente LGBT de San
Francisco. Milk reconoció la importancia de confrontar directamente y desafiar
el odio y la brutalidad de la derecha religiosa. Al hacer esto, la comunidad
LGBT ganó el apoyo de mucha gente del estado que, por consiguiente, rechazó la
proposición 6.
Ahora nos vemos frente a un escenario similar. La proposición 8 se aprobó en
California, pero no es inevitable que se aprobará en otros estados y es posible
revocarla. La pancarta casera vista en la manifestación expresa algo más: si la
gente LGBT o cualquier otra minoría que ha sido atacada por la agenda teocrática
del programa de Bush queremos que se respetan y se protegen nuestros derechos
como seres humanos, tenemos que entender la necesidad de actuar juntos fuera de
la política oficial, de una manera que movilice a las masas y que tenemos que
seguir demandándolos en las calles. No podemos luchar contra esas infamias como
grupos individuales ni confrontándolas una por una. Las personas que ven esta
injusticia y saben que está mal tienen que unirse en solidaridad con los que
están siendo oprimidos. No podemos depender de políticos como Obama que buscan
puntos en común con las mismas personas que quieren quitarnos nuestros derechos.
Hemos visto una gran efervescencia de indignación justificada en las calles del
país contra la proposición 8, y necesitamos sostenerla.
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