28-03-2008
Operación Casandra
La renuncia de Fallon allana el camino para el ataque contra
Irán
William S. Lind
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Es probable que la renuncia (obligada) del almirante Fallon haya sido la
última advertencia que recibimos respecto a la probabilidad de un ataque de
EE.UU. contra Irán. No significa que un ataque sea seguro, pero EE.UU. no podía
atacar a Irán mientras él fuera comandante de CENTCOM [Comando Central del
Ejército de EE.UU., N. del T.] Ahora ese obstáculo ha desaparecido.
El viaje del vicepresidente Cheney por Oriente Próximo es otro indicador.
Según un informe en The American Conservative, en su anterior viaje
Cheney dijo a los aliados de EE.UU., incluyendo a los saudíes, que Bush atacaría
a Irán antes del final de su período. Si ese informe fue correcto, su reciente
viaje podría tener el propósito de informarles sobre cuándo tendrá lugar.
¿Por qué no hacerlo a través del Departamento de Estado? Ese departamento
podría no estar al tanto, y en realidad, ni siquiera todo el Departamento de
Defensa. El Departamento de Estado, la Oficina del Secretario de Defensa, los
servicios de inteligencia, el Ejército y el Cuerpo de Marines se oponen todos a
la guerra contra Irán. De las fuerzas armadas, se informa que sólo la Fuerza
Aérea está a favor, para conseguir una oportunidad de mostrar lo que puede hacer
el poder aéreo. Como siempre, no informa a los políticos sobre lo que no puede
hacer.
El propósito de este artículo no es advertir de un ataque inminente contra
Irán, aunque creo personalmente que viene, y pronto. Más bien, es advertir de
una posible consecuencia de un ataque semejante. Quisiera señalar ahora, de
nuevo, del modo más claro posible: un ataque estadounidense contra Irán podría
costar a EE.UU. todo el ejército que tiene actualmente en Iraq.
Mucha gente en Washington medita sobre las posibles consecuencias de un
ataque aéreo y con misiles contra Irán, pero pocos han pensado en lo siguiente:
La interminable propaganda de los militares estadounidense de que “somos los más
macanudos” ha convencido a la mayoría de la gente de que las fuerzas armadas de
EE.UU. no pueden ser derrotadas en el terreno. Son las últimas en una larga
lista de tropas que no podían ser derrotadas, hasta que lo fueron.
Lo que podría pasar es aproximadamente lo que sigue: Como reacción ante
ataques aéreos y con misiles de EE.UU. contra objetivos militares contra su
país, Irán actúa para cortar las líneas de suministro que llegan desde el sur
pasando por el Golfo Pérsico (¿hay alguien en el Pentágono capaz de adivinar por
qué tiene ese nombre?) y Kuwait, de las que dependen la mayor parte de las
unidades el Ejército de EE.UU. en Iraq (los marines reciben la mayor parte de su
aprovisionamiento a través de Jordania). Lo hace atacando la navegación en el
Golfo, minando puntos clave, y destruyendo las instalaciones portuarias de las
que depende EE.UU., sobre todo mediante sabotaje. También ataca la producción
petrolera e instalaciones de exportación en la región del Golfo, como señuelo:
concentramos la mayor parte de nuestra reacción en la protección del petróleo,
sin resguardar las líneas de suministro del ejército.
Simultáneamente, Irán activa las milicias chiíes para cortar las rutas que
llevan de Kuwait a Bagdad. Tanto el Ejército del Mahdi como las Brigadas Badr –
estas últimas son supuestamente aliadas de EE.UU. – entran a la guerra contra
EE.UU. con toda su fuerza. El ayatolá Sistani, que es iraní, llama a todos los
chiíes iraquíes a combatir a los estadounidenses dondequiera los encuentren. En
lugar de combatir contra el 20% de la población iraquí que es suní, EE.UU.
enfrenta al 60% que es chií. Peor aún, la logística de los chiíes se ubica
directamente a través de esas líneas logísticas que vienen de Kuwait.
A las fuerzas del Ejército de EE.UU. comienzan a acabárseles los suministros,
sobre todo petróleo, aceite y lubricantes, que consumen en grandes cantidades.
Una vez que gran parte están inmovilizadas por falta de combustible, y la región
sufre de mal tiempo que mantiene a los aviones de EE.UU. en tierra o por lo
menos enceguecidos, Irán envía entre dos y cuatro divisiones regulares blindadas
y mecánicas del ejército a través de la frontera. Su objetivo es encerrar a las
fuerzas estadounidenses dentro y alrededor de Bagdad.
Los militares de EE.UU. en Iraq están todos diseminados en pequeños paquetes
que combaten a insurgentes. Ya no tenemos allí un ejército de campaña. No
podemos reconcentrar las tropas porque nos falta gasolina y las guerrillas
chiíes controlan las carreteras. Las unidades que no son desbordadas por los
blindados iraníes o las milicias chiíes terminan en el cerco de Bagdad. El
general Petraeus llama al presidente Bush y repite las famosas palabras del
mariscal MacMahon en Sedán: “Estamos en un orinal, y nos van a cagar.” Bush
piensa que Petraeus está pidiendo la cena – como, para Bush, lo ha hecho.
Los marines de EE.UU. en Iraq, que se encuentran sobre todo en la provincia
Anbar, son la única fuerza que queda. Sus líneas de suministro y retirada a
través de Jordania están intactas. Los suníes locales quieren sumárseles en la
lucha contra los odiados persas. ¿Qué harán en esa situación? Buena
pregunta.
¿Cuán probable es todo esto? No puedo responder a esa pregunta. Por
desgracia, los que están en Washington, y debieran poder responderla no la
formulan. Tienen que comenzar a hacerlo, ahora. Es imperativo que tengamos un
plan actualizado para encarar esa contingencia. Ese plan no debe depender del
poder aéreo para rescatar a nuestro ejército. El poder aéreo siempre promete más
de lo que puede cumplir.
Como he advertido antes, cada unidad terrestre de EE.UU. en Iraq necesita su
propio plan para salir del país, utilizando sólo sus propios recursos y todo lo
que pueda conseguir localmente. La retirada hacia el norte, a través de
Kurdistán hacia Turquía, será la única alternativa que les queda a las unidades
del Ejército de EE.UU., aparte de terminar en un campo de prisioneros de guerra
iraní.
Incluso si la probabilidad del guión mencionado es reducida, tenemos que
tomarla con máxima seriedad porque las consecuencias serían tan inmensas. Si
EE.UU. perdiera el ejército que tiene en Iraq, nunca se recuperaría de la
derrota. Sería otro Adrianópolis,
otro Manzikert,
otro Rocroi. En
vista de tantas otras maneras en las que ahora nos parecemos a España imperial,
la última analogía puede ser la más convincente.
Todo esto lo he dicho antes, en artículos precedentes y otros sitios. Si
sueno como Casandra al respecto, recordad que los acontecimientos probaron que
ella tenía razón.
.................
William S. Lind, que expresa su opinión personal, es director del Centro de
Conservadurismo Cultural de la Free Congress Foundation.
http://www.counterpunch.org/lind03262008.html
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