Washington conoce bien el arte de utilizar
pretextos frágiles cuando se trata de justificar sus mal urdidas, y a veces
ilícitas, iniciativas latinoamericanas. Vienen a la mente la época de la contra
en Nicaragua, la invasión de Playa Girón, la crisis de los misiles cubanos,
Ollie North, los embustes del ex embajador de USA en Honduras John Negroponte, e
innumerables maquinaciones contra Cuba, Chile, Grenada y Guatemala.
Una avalancha de artículos que asocian a Hugo Chávez con el programa nuclear
clandestino de Irán sugieren que podría ser que a Washington le atrae cada vez
más la idea de calumniar aún más a Venezuela mediante el amaño de una nueva arma
para una yihád contra Caracas.
El único problema es que la base para una acusación semejante sería una
invención total, más digna de ser utilizada en Iraq, donde todo vale, que en
Latinoamérica. Un tal guión sugeriría que existen vínculos entre presuntos
suministros venezolanos de uranio y el programa nuclear iraní. En otras
palabras, se presentaría a Venezuela como una nación terrorista, involucrada
ilícitamente en el tráfico de uranio de contrabando para el régimen paria iraní
a cambio de artefactos nucleares, y tal vez otras consideraciones.
El complot
En otoño de 2005, funcionarios venezolanos comenzaron a explorar la
posibilidad de adquirir tecnología de reactores nucleares de Argentina o Brasil,
que tienen sendos programas de energía nuclear e instalaciones para su uso
pacífico. Esta acción provocó una respuesta predecible y quisquillosa del
Departamento de Estado, que no trató de disimular que no la agradaría que
tuviera lugar dicha transacción. Aunque jamás se llegó a un acuerdo o se
realizaron embarques, Caracas ya había establecido estrechos vínculos políticos
con Teherán, lo que se convirtió en una razón más para que la Casa Blanca
sospechara de la intención final de Chávez. La decisión de Irán de reanudar este
año el enriquecimiento de uranio, que ha provocado ahora un alboroto
internacional, también trajo consigo un nuevo examen de la presunta relación
floreciente entre esa nación y Venezuela. En la ONU, Caracas ayudó a alimentar
esas sospechas, ya que Venezuela formó parte del puñado de naciones miembro que
expresaron su apoyo a la reanudación de la actividad nuclear pacífica iraní, que
efectivamente no estaría bajo la supervisión de la ONU.
Los amplios, aunque algo vagos, acuerdos de cooperación entre Irán y
Venezuela fueron repetidamente reiterados por fuentes de Washington para sugerir
que podrían existir factores más malignos. El rumor más popular decía que
Caracas enviaba su uranio a Irán a cambio de tecnología nuclear, y la versión
más radical comenzaba con acusaciones de que Caracas trataba de obtener
armamento de Teherán. Algunos llegaban a sugerir que ya se habían transportado
clandestinamente artefactos nucleares a Venezuela en petroleros fletados. Más
intriga especulativa vino después de la expulsión en febrero de la región del
Amazonas de los misioneros de los misiones usamericanas de la “Misión
Evangelizadora Nuevas Tribus”, ya que comenzaron a circular rumores precipitados
de que el grupo evangélico había estado involucrado de alguna manera en
actividades de exploración de uranio en el estado de Bolívar y que la pista de
aterrizaje de los misioneros estaba facilitando semejantes operaciones contra
Chávez. Esas afirmaciones, que incluían supuestos vínculos con la CIA, fueron
acaloradamente negadas por el grupo.
Mucho ruido por nada
Sin embargo, todas esas teorías respecto a una cierta conspiración diabólica
que vincularía a Irán con Hugo Chávez se han basado en su integridad en un
puñado de acusaciones anémicas provenientes de varios antiguos funcionarios de
Chávez, los que, en el mejor de los casos, sólo se citan los unos a los otros,
pero que no presentan el núcleo de sus acusaciones o suministran la más mínima
evidencia de que Venezuela haya sido de alguna manera cómplice de Irán en el
suministro de uranio a dicho país. Por su parte, esas diáfanas afirmaciones
están siendo tomadas por almas gemelas derechistas domiciliadas en USA que
escriben furiosos editoriales en el Washington Times del reverendo Moon
(“Enfrentamiento con Chávez”), o que hacen que colegas parlamentarios de ideas
afines pronuncien virulentos discursos desde el hemiciclo del congreso acusando
a Chávez de esforzarse por tramar un complot nuclear con Teherán o alguna otra
conspiración amenazante.
Aunque los rumores a veces incluyen un supuesto informe de inteligencia
israelí que habla de minería clandestina de uranio en Venezuela, las así
llamadas conclusiones nunca han sido presentadas, y menos todavía confirmadas.
En realidad, aunque Venezuela pueda poseer algunos depósitos de uranio que aún
tienen que ser comprobados, no existe evidencia de que hayan sido ubicados, y
menos todavía operados. Funcionarios venezolanos han rechazado vehementemente
las acusaciones de que su país esté facilitando el enriquecimiento de uranio por
los iraníes, e incluso el Departamento de Estado ha minimizado semejantes
sugerencias, señalando que aunque “sabe de informes sobre una posible
explotación iraní de uranio venezolano,” no ve ninguna “actividad comercial con
uranio en Venezuela.”Además, los presuntos lazos pasan por alto que Irán no
necesita importar uranio desde Venezuela para sus proyectos, porque posee
amplios suministros propios.
Todo esto probablemente le importa poco al gobierno Bush, que posiblemente es
cada vez más presionado por sus propios partidarios de la línea dura para que
adopte una posición contra Chávez. La reciente nacionalización del gas boliviano
ha sido citada por eruditos ultra conservadores, cuyo conocimiento de
Latinoamérica alcanza apenas para identificar la capital de Venezuela, como
evidencia de la difusión perniciosa de la influencia chavista.
También apuntan con sorna a la falta de alguna reacción de USA ante este
desafío. Una semejante militancia de su parte, combinada con la creciente
tensión de Washington con Irán, podría ser el momento oportuno para algún tipo
de reacción diplomática o incluso de represalias ante las afirmaciones de una
relación especial de Venezuela con Teherán y otras manifestaciones de conducta
contraria a USA.
Un semejante paso de Washington se basaría por completo en rumores,
invenciones, y conjeturas – un guión que, por lo menos en este momento, se
basaría por entero en evidencias falsas o inexistentes – como el falso
yellowcake (forma concentrada de uranio bruto) de Níger que suministró la base
para la intervención de USA en Iraq. Al tratar de vincular a Chávez con la
crisis iraní, el gobierno Bush posiblemente podría estar edificando los
fundamentos para su propia campaña de trucos sucios.
El mundo haría bien en recelar ante semejantes intrigas: frascos misteriosos,
imágenes satelitales artificiosas, o fotografías borrosas comienzan a ser
empleados ahora con fines tendenciosos, aunque ilusorios, por una brigada de
enemigos de Chávez que sirven bajo una variedad de dioses ideológicos
interesados.
--------
Larry Birns es director del Consejo sobre Asuntos Hemisféricos [COHA]
Michael Lettieri es investigador asociado del COHA.
http://www.counterpunch.org/birns05102006.html
Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala
(www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta
traducción es copyleft.