Revolución #110, 25 de
noviembre de 2007
Abandonada y arrasada: El plan del sistema para la vivienda pública de Nueva
Orleáns
Carl Dix
A finales de octubre, el gobierno federal, mediante el Departamento de
Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), aprobó la demolición de cuatro de los
multifamiliares de vivienda pública más grandes de Nueva Orleáns. El 15 de
noviembre, un juez federal se negó a bloquear dicha demolición, lo que abrió el
camino para destruir los complejos BW Cooper, CJ Peete, Lafitte y Saint
Bernard.
Esos multifamiliares no eran simplemente edificios. Eran comunidades en que
miles de personas se criaron, se enamoraron y criaron familias. Las inundaciones
que siguieron el huracán Katrina dañaron a esos edificios menos que a otros de
la ciudad debido a su sólida construcción de ladrillo. Tenían una capacidad para
4,700 familias. Pero el gobierno planea demolerlos y construir viviendas de
“ingresos mixtos”, con menos de 750 unidades para la gente de bajos ingresos.
Tras el huracán Katrina, gran parte de la población negra de la ciudad se ha
desparramado por todo el país. En marzo del 2007, se calculó que unos 200,000
residentes no habían regresado todavía a Nueva Orleáns y que 150,000 de ellos
eran negros. La demolición de la vivienda pública es otra manera en que el
gobierno desanima e impide su regreso. Básicamente les está diciendo: “No pueden
regresar jamás porque no tendrán dónde vivir”. La cantidad de personas que viven
en las calles de Nueva Orleáns es el doble que antes de Katrina. El
multifamiliar Lafitte puede alojar a casi 900 familias pero está casi vacío, y
tiene enfrente un campamento en que decenas de personas viven debajo un puente
de la autopista.
Nueva Orleáns necesita vivienda a precios asequibles, pero las autoridades
están resueltas a destruir miles de unidades en que podrían vivir. ¿Qué lógica
tiene eso?
Para cualquier persona a quien le importa lo que el pueblo necesita, ese plan
es descabellado. Pero los que gobiernan este sistema operan según una fría
lógica capitalista. Lo importante para ellos es mantener el sistema como una
máquina eficiente para sacar ganancias, y para lograr eso demolerán la vivienda
pública a pesar de las consecuencias para los habitantes. Para este sistema, un
desastre que mató a 1,800 personas y empujó fuera de la ciudad a otras 200,000
es una oportunidad que permitirá la reconstrucción de una Nueva Orleáns
más pequeña, más blanca y que se haya limpiado de quienes el sistema no
necesita.
¿Por qué las demoliciones?
Por más de una década se ha atacado la vivienda pública por todo el país, en
respuesta a las necesidades cambiantes del imperialismo estadounidense. Muchos
de los multifamiliares del país se construyeron tras la II Guerra Mundial para
alojar a las grandes cantidades de negros que llegaban a las ciudades para
trabajar en las fábricas. Los multifamiliares eran una forma de hacer cumplir la
segregación racial. En Nueva Orleáns, tres de los siete multifamiliares
construidos durante esa época se apartaron para los blancos, y los demás para
los negros. En los años 60, la proporción racial había cambiado y la abrumadora
mayoría de los residentes de los multifamiliares eran negros.
En los años 70, las corporaciones estadounidenses, con el fin de mantener las
ventajas competitivas sobre los imperialistas rivales, empezaron a trasladar
fábricas y plantas del centro de las ciudades a las afueras y a otros países. Al
mismo tiempo, los inmigrantes mexicanos y de otros países empezaron a emplearse
en muchos de los trabajos bajos que antes hacían los negros.
Varios factores dieron ímpetu a esos cambios. Por un lado, es posible obligar
a muchos inmigrantes a trabajar por sueldos paupérrimos y en condiciones
miserables porque no tienen papeles. Por otra parte, la larga experiencia de
opresión brutal, y la lucha contra esa opresión, ha llevado a muchos negros a
tener una actitud desafiante y de rechazo a los trabajos malos. Esa actitud es
muy positiva para quien quiere cambiar el mundo, pero para la clase dominante es
peligrosa.
Como resultado, grandes cantidades de negros han quedado excluidos de la
población económicamente activa. Se esfumaron los trabajos y las oportunidades
en los barrios pobres negros. Y la segregación residencial ha convertido a esos
barrios en concentraciones de pobreza. El funcionamiento del sistema ha creado
una situación en que los capitalistas tienen este “problema”: millones de negros
a quienes no pueden explotar de manera rentable.
Para el sistema, las masas negras han llegado a ser una población
superflua... un estorbo y potencialmente explosivas. Antes del huracán Katrina,
en el Lower 9th Ward, el Central City y muchos lugares donde vivía la gente
negra, ¡la mitad de la población de edad de trabajar no era parte de la
población económicamente activa! Para el sistema, un elemento clave para lidiar
con ese problema ha sido “almacenar” a esa gente en las prisiones. ¡De 1984 al
2004, la cantidad de presos negros aumentó de 98,000 a 910,000! (Hay más
detalles sobre esto en Revolución #106, “El crimen y el castigo... y el
capitalismo”)
Ese es el contexto en que el gobierno ha trazado planes para demoler la
vivienda pública. De 1996 a 2002, arrasaron 80,000 unidades de vivienda pública
por todo el país. En Nueva Orleáns, las unidades de vivienda pública se
redujeron de 14,000 en 1988 a 6,000 en el 2005. El multifamiliar Desire se
demolió en los años 90, el Saint Thomas en el 2001, y el Fisher se demolió
parcialmente antes del huracán Katrina. ¡Las viviendas que reemplazaron estos
multifamiliares tienen del 75% al 90% menos unidades de ingresos
bajos!
Las autoridades se apresuraron a aprovechar el huracán Katrina para vaciar
los multifamiliares. Mandaron fuera de la ciudad a todos que acudieron a los
refugios. Unos residentes decidieron quedarse en los multifamiliares durante el
huracán porque sabían que esos edificios generalmente sufren menos daños.
Incluso gente que no vivía ahí fue a los multifamiliares para pasar la tormenta.
El 6 de septiembre de 2005, la alcaldía mandó sacarlos a la fuerza. A los que
se negaron a abandonar sus hogares, los echó fuera y les obligó salir de la
ciudad. Y después, no les permitió regresar a los multifamiliares. Las
autoridades cercaron el multifamiliar Saint Bernard y parte del BW Cooper con
alambre de púas.
En Lafitte, cerraron las puertas y ventanas con metal. También cerraron el CJ
Peete y lo cercaron parcialmente, aunque las inundaciones no causaron
ningún daño ahí. En la opinión oficial, el reemplazo del multifamiliar
Saint Thomas con la urbanización de ingresos mixtos River Gardens ha sido todo
un éxito y prometen repetirlo con las nuevas demoliciones. El Saint Thomas tuvo
1,500 unidades para gente de ingresos bajos, pero River Gardens solo tiene 150.
Ahora, a los dos años de Katrina, menos de 100 residentes del Saint Thomas han
conseguido apartamentos en River Gardens. A otros ex residentes que presentaron
una solicitud, les dijeron que no ganaban lo suficiente para vivir ahí. En la
opinión de la clase dominante, ¡la vida de esa gente no importa un comino!
Se necesita oponer resistencia
El plan oficial es comenzar las demoliciones antes del fin del año. Mientras
tanto, las autoridades están pasando por alto o están obstaculizando todo lo que
va en su contra: casos judiciales, proyectos de ley del Congreso y apelaciones a
la razón. Si no oponemos una resistencia determinada a esas demoliciones, los de
arriba lograrán quitar de Nueva Orleáns gran parte de su población negra. Lo que
se necesita ahora es una resistencia masiva.
La demolición de los multifamiliares no proveerá vivienda digna para la
gente. Llevará a una situación en que otros miles de personas pobres no tendrán
dónde vivir y muchos exiliados de la ciudad todavía no podrán regresar a sus
casas. Hay que parar las demoliciones. Sin embargo, la meta de esta lucha no es
regresar a los multifamiliares como eran en el pasado. El capitalismo ha hecho
de los multifamiliares lugares en que la gente negra vive en condiciones de
miseria con pocas esperanzas para el futuro.
La incapacidad de este sistema para proveer vivienda digna a la gente es un
fuerte ejemplo más de por qué necesitamos una sociedad 100% nueva, en que el
poder está en manos de la gente y se utiliza según sus intereses. Necesitamos
una revolución para que eso sea posible. Si las autoridades se salen con la
suya, las comunidades populares quedarán reducidas a escombros. Y el programa
mortal que imponen sobre la gente negra continuará.
Pero si forjamos una lucha política contundente contra ese ataque, si
llevamos la justicia de la lucha contra esas demoliciones a gente de diferentes
capas y sectores por toda la sociedad y muchas de ellas se unen a esta lucha, si
las protestas y la resistencia obligan al sistema a parar las demoliciones...
esto podría cambiar el panorama completamente. Hay que desbaratar los planes de
arriba para empujar fuera a gran parte de la población negra de Nueva Orleáns, y
esa resistencia tiene que unirse a un creciente movimiento revolucionario.
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