Mensaje de un veterano de la época de My Lai (Vietnam)
“Nuestro descenso al infierno ha comenzado”
08-05-2006
Tony Swindell CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán
Leyens
Hace pocos días recibimos una amistosa carta de Tony Swindell, editor de un
periódico en Sherman, Texas. “Comiencen a prestar atención,” nos instó Swindell,
“a informes desde Iraq como el reciente sobre Marines de USA que mataron a un
grupo de civiles cerca de Bagdad. Es el próximo paso en la guerra de Iraq a
medida que crece la frustración de nuestros soldados – especialmente de aquellos
con múltiples estadías en ese país.
“Serví con la 11 Brigada de Infantería Ligera, División Americal, y My Lai no
fue un incidente aislado. Llegamos a ser conocidos como la Brigada de
Carniceros, y también fuimos el lugar en que nació el Programa Phoenix. El
comandante de la brigada y un comandante de batallón estaban a cargo del
asesinato de civiles (les disparaban desde helicópteros, lo que quedó registrado
en algunas de mis fotos. Si recuerdan su autobiografía, Colin Powell
sirvió brevemente en la 11ª en Duc Pho antes de ir al cuartel general de la
división en Chu Lai.
“Las atrocidades contra civiles iraquíes son dejadas de lado por el radar de
los medios, pero dentro de poco estallarán en plena cara de Usamérica y harán
parecer pequeño el incidente (sic) de Abu Ghraib. En comparación, fue una fiesta
estudiantil con cerveza. El episodio de Ft. Still [descrito en el artículo de
JoAnn Wypijewski en CounterPunch] es una nube de tormenta que aparece en el
horizonte. Sinceramente, temo por nuestro país.”
Le pedimos a Swindell que elaborara esos pensamientos. Lo que sigue es su
contundente respuesta. AC/JSC
En Iraq, ha comenzado nuestro descenso al infierno, nuestro momento de
“Apocalipsis ahora”. Primero fue Gitmo [Guantánamo], luego el programa global de
entregas, después Abu Ghraib, seguido por la pulverización de Faluya, y ahora
incursiones de gatillo fácil que llenan multitudes de tumbas arenosas con
hombres, mujeres y niños. ¿Se ha convertido – “¡Mátenlos a todos y que Dios se
las arregle con ellos!” – en la misión en Babilonia? ¿No hay quien se recuerde
de Vietnam, donde dejamos más de un millón de civiles muertos? En Iraq, ya
llevamos más de medio millón, probablemente más de un millón, si contamos las
sanciones de los años noventa. ¿Son los usamericanos tan ciegos y sordos como
parecen? ¿No nos vemos caminando a través de las puertas del infierno y no
podemos escuchar como resuenan las puertas al cerrarse sobre nuestro país?
Preguntareis, quién soy, para decir todo esto. Tenéis razón, respondo. Así
que quisiera contaros una historia sobre crímenes y tragedias monstruosos de mi
generación que está a punto de repetirse en Iraq a la vista de todo el mundo.
Primero, hay que comprender que no se puede esperar que un solo soldado
comprenda la criminalidad total de la guerra porque todo su universo es un
ínfimo sitio justo delante de su nariz. Para poder seguir en vida, si supiera
todo lo que sucede, se le partiría el corazón, y si también supiera por qué, se
volvería loco.
La estrechez de su visión es exactamente lo que lleva a que el mejor y más
humano de los soldados, se convierta a regañadientes en un monstruo, y la gente
que crea la guerra lo sabe. Por dolor y rabia, con el hedor de la carne
desgarrada de su compinche en sus ventanas nasales, el soldado deja de hacerse
preguntas y comienza a crear sus propias reglas con un rifle. Ha tocado el
corazón de la oscuridad y no hay vuelta atrás. El abrazo de la puta llamada
guerra destruye la moralidad, y hacer todo eso por una causa ignominiosa agrava
el daño.
Por eso, nosotros, los que hemos estado allí debemos pronunciarnos
vigorosamente. Si es necesario dar una fuerte bofetada en la boca para despertar
los sesos de algún neoconservador aturullado, así sea. Y en el caso de alguien
que recibe su verdad política de cojines auto-inflantes de mentiras como Rush
Limbaugh y Bill O'Reilly, no será antes de tiempo. Guardar silencio esta vez
pone en peligro que se pierda todo lo que representa nuestro país.
La historia que quiero contarles comienza en un miserable día de calor en
febrero de 1969, mientras veía como el coronel del ejército de USA, John W.
Donaldson, acercaba a sus labios una taza de vino de arroz mezclado con sangre y
la bebía con fruición. No le importó que el brebaje estuviera lleno de
parásitos. Donaldson no chistó. En aquel entonces, yo servía como corresponsal
de guerra del ejército adscrito a la 11 Brigada de Infantería Ligera y mi
trabajo ese día era seguir a Donaldson por todas partes, sacando foto tras foto
de las macabras festividades que se desarrollaban ante mis ojos. Era el
comandante de la brigada en un sangriento chivo expiatorio llamado LZ Bronco
cerca de la aldea de Duc Pho. El campamento base de la brigada formaba parte de
la División Americal, con su cuartel al norte, en Chu Lai.
El coronel y un gran contingente de otros oficiales de brigada y división
eran los invitados de honor en un festival del Tet en la aldea de montañeses de
Ba To en la meseta central al sudoeste de Chu Lai. Un campo del Equipo A de las
Fuerzas Especiales se encontraba cerca, una siniestra fortaleza triangular
erizada por doquier de cañones de 105 m que disparaban salvas de flechillas. Ni
una serpiente hubiera podido arrastrarse a través de la maraña de afiladas
alambradas de púas y cuchillas que rodeaban el complejo y había docenas de minas
claymore fijadas en los muros. Una claymore que estalle cerca te convertirá
instantáneamente en tus moléculas constituyentes.
La aldea de los montañeses y el campo del Equipo A habían sido golpeadas
duramente por fuerzas norvietnamitas concentradas anteriormente durante esa
misma semana, y la presencia de Donaldson era en parte una provocación para los
comandantes enemigos que lamían sus heridas en la cercana selva de triple
cubierta. El paisaje me provocaba escalofríos, porque los hermosos montes
moteados de verde alrededor de la aldea estaban salpicados de cientos de
cráteres recientes de artillería y bombas, que revelaban el suelo de un rojo
vivo. No podía alejar de mi mente la imagen del Jolly Green Giant con un fuerte
ataque de acné. Mientras mujeres montañesas con el busto al descubierto
acicalaban el área con tótems y estandartes para cubrir el daño del ataque, un
ternero de búfalo de agua propiciatorio era matado lentamente con una lanza por
el jefe de la aldea local. Tardó casi media hora hasta que el ternero cayera
exhausto sobre sus rodillas, demasiado débil para bramar. El jefe entonces cortó
la garganta del ternero sobre una gran vasija de barro para recoger la sangre
palpitante, mientras otro aldeano servía vino de arroz y revolvía.
Los visitantes no sabían que los montañeses habían asesinado torturándolos a
tres cautivos norvietnamitas y que compartieron su sangre en compañía de
soldados del Equipo A de las Fuerzas Especiales. Los pobres fueron empalados con
pértigas de bambú y asesinados con la misma lanza que el ternero. Después, sus
cuerpos fueron exhibidos a lo largo de los senderos de infiltración del enemigo
como una advertencia mortal.
Ese día se convirtió en mi propio momento personal de “Apocalipsis Ahora”,
toda una década antes de que se mostrara la película de Francis Ford Coppola.
Poco antes, supimos personalmente que soldados del 1er. Batallón, del 20 de
Infantería, habían arrasado My Lai cuando la policía militar registró nuestra
choza a la busca de evidencia y luego se llevaron esposado a Rusty Calley.
Mientras tanto, los Equipos Tigre creaban un caos implacable, sangriento, en
toda la península Batangan contra presuntos cuadros del enemigo. La brutalidad
contra civiles era un procedimiento operativo estándar. Como resultado de los
traslados masivos del Programa de Pacificación, sectores completos del campo
comenzaron a parecerse al Distrito Quemado de Missouri durante la Guerra
Civil.
El Programa Phoenix estaba en pleno auge, y era el horror que terminaría con
todos los horrores. Yo había pasado antes por una misión Phoenix dirigida por la
Policía Nacional de la policía sudvietnamita, y os ahorraré los detalles.
Creedme, más vale que no sepáis lo que se hacía. Estar allí contemplando a
Donaldson mientras bebía de la taza, el simbolismo profundo de todo lo que iba
mal en ese lugar, me dio como un golpe en la cara. Irónicamente, una publicación
contra la guerra llamada Overseas Weekly u Overseas se hizo con
una de mis fotos y le puso la leyenda: “Mandamases del ejército beben sangre en
ceremonias paganas”.
Al llegar febrero de 1969, la moral en la brigada había llegado a su punto
más bajo por las horribles víctimas causadas sobre todo por bombas trampa, y
todo un batallón había sido desacuartelado por no ser funcional. Los
norvietnamitas atacaban interminablemente nuestras posiciones de artillería con
cohetes de 122 m, y LZ Bronco fue alcanzado más de 200 veces durante un famoso
ataque que llegó a ser conocido como “Duc Pho en llamas”. Los motines,
insubordinaciones y los ataques con bombas de fragmentación contra oficiales se
hicieron comunes. Soldados sufrían crisis nerviosas y algunos se suicidaron. Uno
perdió los nervios y abrió el fuego contra el recinto de prisioneros de guerra,
matando a varios enemigos capturados. El coronel Donaldson y un comandante de
batallón, dos de los oficiales superiores de la brigada, fueron acusados de
asesinato de civiles desde helicópteros, cuando la investigación de My Lai aún
no había terminado. Un joven mayor Colin Powell asignado a la 11 Brigada – que
era un conocido cercano de Donaldson – escribió en su autobiografía que le dejó
atónito lo que presenció en la 11ª. Tal vez había vivido su propio momento de
“Apocalipsis ahora”.
Me aturde ver que las mismas pesadillas se convierten en realidad de nuevo en
Iraq, y me pregunto lo que ha ocurrido al alma usamericana. ¿Es esto lo que
deseamos, otra generación amamantada con el veneno de otro liderazgo renegado?
Los ‘amarillos’ se han convertido en ‘cabezas de trapo’, y todo hombre adulto es
un insurgente candidato a la tortura, y toda casa iraquí repleta de hombres,
mujeres y niños es una zona de fuego a discreción. Incluso los lugares de culto
son arrasados. Una vez más, hemos penetrado en otro asilo lunático en la Zona en
Decadencia.
¿Cómo pudo suceder? ¿Por qué nos quedamos tan tranquilos y permitimos que
nuestros dirigentes iniciaran una guerra no-provocada por encargo? Una nube en
forma de hongo sobre Cleveland, provocada por un pobre tipo. ¿Iraq que ni
siquiera pudo hacer volar un avión o sacar a un tanque desvencijado fuera de sus
propias fronteras sin perder una oruga? ¡Déjenme en paz! ¿Cómo pudo el
usamericano medio permitir que lo engañaran hasta que creyera que Sadam Husein
era una amenaza real?
Ahora que tenemos a Irán en la mira, suplico que nuestra amnesia nacional se
esté disipando. Sé que de costa a costa hay una cantidad creciente de personas –
especialmente muchos veteranos de guerra como yo – que se sienten impotentes,
confundidos, atemorizados y perdidos. Tres años de Iraq, ¿Por qué seguimos
escuchando el mismo refrán, guerra preventiva hasta la próxima generación? Lo
repiten una y otra y otra vez, pero desgraciadamente nuestros emperadores en
Washington tratan a los usamericanos de a pie que formulan preguntas difíciles
como si cobraran facturas en un funeral, o los crucifican públicamente como
extremistas y traidores. ¡Y ni pienses en hablar de la participación israelí en
el desastre que Bush llama una política para el Oriente Próximo!
Escucho en vano para oír las voces de jóvenes usamericanos que serán
afectados directa e inmediatamente. Los actuales eventos en Oriente Próximo
deberían constituir un tema de importancia primordial pero, inexplicablemente,
los chicos se muestran totalmente despreocupados. Educados con Internet y las
X-Boxes, puede que Iraq no sea para ellos más que una producción mediática al
estilo de Hollywood. Pero, voy a hacer un pronóstico. Nuestra salvación vendrá
cuando comiencen llegar a los buzones los avisos del Servicio de Selección, y no
cabe duda que llegarán. Pronostico que pronto las voces jóvenes serán las más
enérgicas contra el imperio cuando los hip-hoppers, los boppers adolescentes y
los vagos descubran bruscamente que el combate involuntario no tiene nada que
ver con los juegos de vídeo o con las cajas de resonancia, ni con maratones de
toma de cerveza, y por cierto no con muchachas adolescentes en tangas.
Nosotros, los de la generación mayor, podemos ayudar a que las cosas mejoren.
Primero, apaguemos las televisiones y estudiemos un poco de historia
usamericana, como las partes que nos advierten repetidamente contra los enredos
exteriores y los apegos apasionados. Pensemos realmente en qué en USA estamos
entregando a nuestros hijos. Organicemos escuadrones de vejetes que acorralen a
los políticos, y alistemos una caballería de remolones para que hagan llover
correos electrónicos sobre todo burócrata que esté a la vista. Que todos sepan
que no nos gusta el nuevo orden mundial y el Destino Corporativo Manifiesto.
Digamos a Washington que las guerras preventivas, no-provocadas, contradicen
todo lo que es usamericano, y que ya no vamos a otorgarles el Sello de
Aprobación del Buen Homicidio.
Ya que estamos en ello, hagamos un sincero esfuerzo por decir en cada
oportunidad posible a los representantes elegidos, sin dejar lugar a duda, que
queremos que los lobbies políticos y corporativos nos devuelvan nuestro
gobierno. Demos a toda la estructura burocrática el mensaje de que queremos
rápido la verdad, toda la verdad y sólo la verdad sobre cualquier cosa que
afecte nuestras vidas, antes de que se dispare otra bala o se lance otra bomba
en un momento de ira. Todos los que dirigen el Departamento de Estado de USA
necesitan especialmente que les martillen el mensaje en sus cabezas hasta que
les zumben los oídos.
No hay que olvidar a los Billy Graham, Jerry Falwell, y Pat Robertson, y a
sus legiones de robots religiosos. A todos esos revienta-Biblias hay que
hacerles una simple pregunta: ¿hermano, quién bombardearía, torturaría, violaría
y asesinaría? Mientras se asfixian en su propia hipocresía, hay que enviarlos al
Libro de Juan en el Nuevo Testamento para que les refresquen la teología. A
Cristo no lo llamaban por nada el Príncipe de la Paz.
Hay que recordar constantemente a todo el que escuche que la Revolución
Usamericana floreció con un feroz compromiso de mantener a un nuevo continente
libre de dos mil años de imperios, monarquías, dictaduras feudales, e
instituciones religiosas armadas mantenidos en el poder por la fuerza bruta y
por la doctrina de que el poder lo justifica todo. Gente como Washington,
Jefferson y Franklin gritaron no. El poder resulta de la JUSTICIA. Este concepto
inmortal fue un arma inmortal contra las Casacas Rojas del Rey Jorge y es igual
de poderoso contra las armas nucleares y los grupos de transporte de
combate,
Sí, habrá que tener agallas, ¿pero cuál es la alternativa? O comenzamos a
vivir según nuestros propios ideales o muy pronto el mundo nos obligará a
hacerlo. Es decir, si el resto del mundo piensa que vale la pena salvarnos.
Para vuestra información, mi unidad mereció todo un capítulo en la colección
de Time Life “Guerra de Vietnam” sobre fotos y corresponsales en la
guerra. En breve, fuimos por todas partes – infantería, reconocimiento, Fuerzas
Especiales, ingenieros militares, artillería, dondequiera esperaban combates.
Servimos en gran medida como ojos del ejército, registramos la acción e
información sobre víctimas y transmitimos la información, etc. Como resultado,
teníamos una buena perspectiva de lo que sucedía. Nuestra unidad estaba
compuesta en su casi totalidad de soldados experimentados en el combate que se
unieron a la unidad después de servir en la selva. Hay que ser algo especial
para poderse concentrar en la cámara fotográfica mientras te disparan con armas
automáticas o con granadas de alto poder explosivo. Me derribaron una vez en un
ataque contra los norvietnamitas en la 1ª de Huey en una zona de aterrizaje así
que pude tomar fotos de los infantes que llegaban. En total participé en más de
30 misiones de combate de envergadura y varias más a bordo de vuelos Medevac.
Mis compinches en la unidad tuvieron experiencias igualmente desgarradoras: uno
de ellos recibió una bala de AK a través del objetivo de su cámara. Pienso que
cada uno de nosotros obtuvo cuatro estrellas de batalla en 11 meses, lo que
otorgaba 4 semanas de anticipo en el retorno de Vietnam. Todos teníamos apodos,
y el mío era Torch [antorcha].
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Para contactos con Tony Swindell: phoenixtexoma@550access.com
http://www.counterpunch.org/swindell05042006.html
Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala
(www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta
traducción es copyleft
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